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Catarsis

Capítulo diez: Catarsis.

—¿Tienes más dulces?

— ¡He despertado a el monstruo!— la voz trágica y exagerada de Adler le sacó otra risa contagiosa, mientras le daba un zape cariñoso, que más que un golpe parecía una caricia. Seguían sentados en la cama después de haber visto una segunda película. La naturalidad de la convivencia era inverosímil, cada sonrisa, cada frase y cada movimiento salía con una facilidad asombrosa y seguramente envidiable por otras personas cuya relación rígida asemejaba a la de Sugar antes de la locura que ella sostenía, había sido culpa de Segel. Y aunque no le daba las gracias, si había que destacar que algunas cosas eran mejores, su amistad con Adler era un claro ejemplo.

— Sí, y ahora tú debes de alimentarlo. Saca tu reserva, hombre.

El levantó las manos rápidamente sin poder evitar sonreír.

— Está bien oficial, perdone. Ahora mismo le doy la droga.

Ella se carcajeó, extendiendo su mano al recibir una bolsa entera de m&m's.

—Buen chico, puedes irte, no te infraccionaré por hoy, pero voy a guardar esto en evidencias— levantó la bolsa como si fuera un gran saco de oro—. Justo aquí— y acto seguido, llevó un puñado de chocolates a su boca.

El se quejó de inmediato, alzando una ceja — ¿Y no me vas a dar ni un poco, ingrata?

Ella alzó su cabeza y rascó su mentón con su dedo, como si estuviera pensándolo. Finalmente se levantó y brinco en la cama.

— Bien, si es lo qué quieres. ¡Atrapa!

Y con eso lanzó uno de los chocolates hacia el. De la sorpresa, este le cayó en el cabello, y bueno.... Ahí se quedó. Sugar no pudo hacer más que reírse de el.

— Ups, que lento. ¡Otra vez!

La próxima vez que lanzó uno de los chocolates, el ágilmente lo atrapó con su boca, mientras se acomodaba en la cama para poder tener más precisión. Ella lanzó el siguiente, y el siguiente. En algún momento, se bajó de la cama y se subió a su escritorio, lanzándole los dulces desde ahí.

— ¿Podrías perder aunque sea una vez? — se quejó Sugar haciendo un mohín, mientras trataba inútilmente de tomarlo con la guardia baja. Parecía que sus reflejos estaban reforzados, no había movimiento que no captara. Al menos tenía el recuerdo líbido de que le había dado una vez, y tuvo que resignarse a que sería la única vez.

— Yo creo que deberías rendirte, no vas a lograrlo — sugirió Adler con humor, recostandose en la cama.

Ella suspiró — Está bien, creo que tienes razón.... — se bajó del escritorio y una vez abajo, lanzó el chocolate otra vez con la esperanza de darle está vez, pero lo atrapó de nuevo.

Ella se lanzó a la cama de nuevo, resignada.

— Lo haces aburrido.

— Que tú no tengas puntería no es mi culpa —  comentó el, el tono bromista persistente en su voz —  Y tampoco es mi culpa que no sujetes bien la bolsa.

— ¿Qu...?

Y antes de que ella pudiera siquiera terminar el monosílabo, le quitó la bolsa de las manos y se levantó con agilidad, comenzando a bombardearla con chocolates. El movimiento fue tan rápido que lo único que pudo hacer, fue cubrir su cabeza con sus brazos.

— Vamos Sugar, ¡Ni siquiera estás intentándolo!

— ¡No puedo, vas muy rápido!

Pero sus gritos no funcionaban y el no disminuía el ritmo. Solo se acercaba más a ella, continuando su ataque desenfrenado.

—  ¡Para! — decía ella entre risas y súplicas, tomando una almohada y cubriendo su rostro con ella. Osiris emitió un grito gatuno irritado, evidentemente la pequeña guerra peturbaba su siesta.

El gato se estiró, bajó de la cama y se colocó en su pequeña cama, justo frente a Adler. El chico, que estaba demasiado concentrado en atacar a su amiga, no recordaba la cama prolijamente situada a pie de la otra cama y se tropezó con las sábanas.

— ¡Por la perra de mi madre! —  gritó Sugar cuando previó el peso de Adler sobre ella, segundos antes de que el perdiera el equilibrio, soltara los chocolates, que se desparramaron por la cama y parte del suelo, y cayera justo sobre la rubia que se cubría la cabeza con sus brazos. Como consecuencia, el aplastó por un segundo a Sugar, con su cabeza entre sus pechos y sus piernas sobre las suyas antes de colocar los brazos a ambos lados de ella y levantar todo su peso.

— Lo siento —  susurró, mirándola directamente a los ojos y con un leve sonrojo en sus mejillas.

Ella sonrió, algo acalorada y asintió sin saber muy bien la razón, estaba algo perdida en la situación, con su cabeza en pausa.

— Ajá... — susurró como tonta, con su cabeza ladeada y sus ojos fijos en los suyos. No dudo ni se puso nerviosa, ya que era demasiado cómodo. No podía sentirse nerviosa por algo que se sentía tan correcto. de modo que solo llevo sus manos detrás de su cabeza y se apoyó en el hueco que estos dejaban, descansado.

-—¿Solo soy yo o esto es cómodo? Ya sabes, estás bloqueando la luz y mis ojos ya estaban cansados.

El río suavemente, mirándola con fijeza.

— Solo eres tú. Yo tengo que apoyarme en mis brazos y ya me dolieron. Tú me estás usando.

—No te veo quejándote — alzó una ceja. la expresión que Adler mostraba durante un segundo, buscando una respuesta inteligente, le gustaba. Era de los pocos que habían podido seguirle el ritmo a los comentarios creativos. Las otras tres personas habían sido Gwen, Sonya y Segel, y no había forma de tenerlos a su lado en ese momento. Además, de los vivos, era él quien le agradaba más.

Que irónico.

— Es porque yo no me quejo, Sugar, yo actuó —  le guiña un ojo y la cercanía causó que ese acto abrumara a Sugar solo por un segundo, antes de incluirlo a la lista de cosas que le gustaban de la posición.

— ¿Entonces porque no te has quitado?

— Porque soy una buena persona y decidí contribuir a tú descanso. Así de benévolo soy.

Sugar bufó — Claro, porque tú eres el próximo ganador del nobel de la benevolencia.

— No creo que eso exista, pero si lo hiciera, yo me llevaría el premio.

—Ya, claro — su risa acompañaba a la de el, ambos sonriendo.

No había incomodidad ni pesadez (aún cuando ese cosquilleo seguía ahí) , ni necesidad de apartarse porque se sentía correcto y cómodo aquello, como si estuviera como siempre debería de haber estado. Le gustaba estar con el, la sonrisa que le dirigía y la sensación de ligereza que la llenaba cada vez que estaba a su lado. Una ola de paz y felicidad la embargaba, como si sus problemas desaparecieran con su sonrisa, como si viendo a través de sus ojos grises alguien hubiera puesto un filtro de belleza que se sentía muy real. Su corazón latía demasiado rápido, en adrenalina y desenfreno placentero.

En cuanto Adler, podía estar dispuesto a sacrificar la integridad de sus brazos por soportar su propio peso solo para ver su sonrisa de ese ángulo. La chica era un misterio para el, y estaba seguro de querer conocer a esa versión de ella de la forma más literal posible. Le gustaba su sonrisa porque al llegar a sus ojos se plasmaba en ellos la creciente verdad de que estos pocas veces se iluminaban. Porque podía sentir gracias a ellos que ella pocas veces sonreía con esa autenticidad, y disfrutaba ver la plenitud en su rostro cuando lo hacía. Disfrutaba ser el quién sacara esas sonrisas.

Más, porque desde esa posición su sonrisa se veía mucho más radiante. Más real.

Pero al parecer si había alguien que se había cansado de la pequeña escena que estaban protagonizando. Solo pudieron sentir como un pequeño cuerpo rompía el viento segundos antes de que el gato sin pelo se colará entre ambos y comenzara a arañar el abdomen de Adler con algo más que irritación. Probablemente eran celos.

Aquello hizo reír a Sugar, más por las muecas de dolor de Adler y su mirada de sorpresa inicial que por lo demás. Aunque los gritos increíblemente agudos que Osiris emitía mientras trataba de separarlos también surtían efecto para hacerla soltar carcajadas. El chico finalmente cedió a los deseos del gato y se quitó, dándole el descanso a sus brazos que desde hacía minutos estaban pidiendo. Al instante, Osiris subió al regazo de Sugar y se acomodó ahí, en un suave ronroneo.

Ambos soltaron risas sonoras, mientras ella acariciaba el lomo lampiño de su gato, tan suave como el terciopelo. Se quedaron así por un buen rato, solo mirando al techo, ambos sonriendo y disfrutando de la comodidad del silencio. Sugar nunca había estado en una situación así, en la que con la mera presencia de alguien, fuera suficiente para querer estar así todos los días.

Después de unos minutos, en los cuales Adler estaba sumido en sus pensamientos caóticos, habló:

— No eres cobarde.

Fue lo primero que se le vino a la mente, aunque no fuera lo más brillante. Simplemente no tenía palabras adecuadas para disculparse y hacerle entender que no había olvidado su discusión, ésta seguía ahí, instalada en su mente y sus recuerdos. Y su disculpa ya no podía esperar más.

Sugar por su parte si lo había olvidado. Estaba tan ligera y calmada que había olvidado por completo su mal episodio. Por eso le llevó unos segundos comprender a que se refería Cuando lo hizo, se incorporó un poco (con cuidado para no molestar al gato) y lo miró.

— ¿A qué te refieres?

El suspiró.

— Lo que yo dije, lo que tú dijiste... Nada de eso es cierto. Eres solo una persona que ha hecho cosas equivocadas en su vida, pero no soy quiém para juzgarte cuando no sé lo que has pasado para ser así.

Ella no podía decir nada. Había optado por dejar el tema de lado y aceptarlo. Ella pensaba que Adler la perdonaba por ser una perra, aceptandolo y siendo su amigo aún así, pero al parecer había más. En su corazón yacía dolor, arrepentimiento y calidez, derrumbando toda las barreras que siempre se había obligado mantener.

— Pero ¡Dios! No puedes decir todo eso de ti, no lo permitiré, porque por sobre todas las cosas estamos hablando de un ser desconocido. La verdad es que ni yo te conozco a ti, y tú tampoco te conoces a ti misma. Pero lo qué sé que eres y veo por ahora es a una persona valiente que lidió con lo que la vida le lanzó de la forma en la que le enseñaron. Veo en ti, la persona que está frente a mí, aquella que conocí durante doce años, escondida, pero esta ahí. Y no me sentaré a verte rendirte y quedarte con esas perspectivas de ti misma.

Ella parpadea. Escucharlo hablar era como retroceder en el tiempo, a un pasado en donde las personas a su alrededor tenían voz, donde la calidez en sus palabras la invitaban a creer y tener fe en la vida, la magia y en sí misma. Gina, su nana que, ahora que no la tenía, apreciaba lo importante que era y su mejor amiga, quién le enseñó a apreciar la vida a tan temprana edad.

¿Dónde había quedado todo eso? ¿Tanto le habían afectado todos los golpes tanto físicos como verbales de sus padres? Siempre se había dicho que no le importaba, pero ahora veía que solo fingía que no.

Odiaba estar tan sensible en esos momentos, odiaba no poder tener unos segundos lejos del sentimentalismo. Parecía que su propio organismo había protestado de todas las emociones que le había obligado reprimir y había decidido que era hora de dejarlos salir. Por qué de pronto volvió a sentir ganas de llorar.

— Dices eso porque no me recuerdas, porque no sabes realmente a lo que te enfrentas, y tal vez no quieras. Quién sabe, tal vez estás equivocado y lo qué realmente está dentro de mí es la perra que todos conocen.

-—Yo sé que no, lo sé porque te acabo de ver, a ti misma, pero ¿Por qué te escondes? ¿Por qué insistes en ocultarte de todos?

— Eso no es tu asunto.

Su voz suena más agresiva de lo que quería, pero ella seguía siendo ella y ese sistema de autodefensa seguía ahí, listo para alejar a las personas de su corazón.

— Tal vez no lo sea, pero acabo de decidir que quiero que sea mi asunto.

La seriedad y firmeza que adornaba las palabras de Adler removió algo en el interior de Sugar. Mientras ella estaba vuelta una maraña de caos en su cabeza, el estaba decidido a estar en su vida. Ayudarla a encontrar aquella luz que se encontraba perdida y que podía ver a través de sus grises ojos apagados. Podía ver que había mucho en ella y solo mostraba poco, podía ver la jaula de miedo que la encerraba. Podía ver muchas cosas que nadie veía y eso Sugar lo notaba.

Y le asustaba y emocionaba en partes iguales.

—No sé qué decir.

Una respuesta vergonzosa, cobarde y tonta, pero totalmente sincera teniendo en cuenta las situaciones en la que se encontraba la chica. Sus palabras estaban pérdidas y su mente naufraga, buscando la forma de llegar a tierra aún cuando por todos lados veía mar. Y no solo mar azul bajo un cielo claro, sino mar perdido en medio de un vendaval a altas horas de la noche y bajo un cielo sin estrellas, de esas noches tan oscuras que no sabes dónde inicia el cielo y dónde el agua. Porque de pronto te diste cuenta de que la ilusión de el sol brillante y el cielo azul, la marea calma y el viento agradable solo alargaba esa agonía y desorientación en la que tarde o temprano tendría que sumirse. Ocultaba la turbulencia.

Así se encontraba Sugar. Perdida y con pocas oportunidades de encontrarse, varada en un mar lejano y desconocida, como el triángulo de las bermudas. Deseas con todas tus fuerzas escapar, ir a cualquier lugar que no sea aquel, cuya ubicación ni tú sabes. Pero ¿Cómo sabes dónde estarás si no sabes dónde estás? El futuro solo es una ilusión para aquellos que no tienen la voluntad suficiente como para mejorar su presente. En vez de decidirse a ser mejores ese día, toman el mañana. "Mañana empiezo la dieta", "mañana hago la tarea" .

Solo son anclas que impiden aceptar que tu voluntad pobre no te permite avanzar. Y así estuvo ella durante toda su vida desde que su amiga se fue.

Cada cosa mala que hacía la justificaba, diciendo que no volvería a hacerlo el día siguiente, pero el mañana nunca llegaba porque se convertía en un hoy, y hoy nadie quiere hacer nada. Sugar no quería hacer nada ese día de hoy porque se sentía segura donde estaba.

Porque— ahora se daba cuenta — estaba en esa etapa donde por ver el sol en el horizonte, la marea calmada y el cielo azul, no se daba cuenta de que estaba en el triángulo de las bermudas y había avanzado tanto a ciegas que ahora que veía no sabía a donde irse. Ahora veía el cielo oscuro y la falta de estrellas. ¿Por qué no las había visto antes? ¿Por qué no había notado que se había pintado una estabilidad falsa en el fondo de un agujero con tal de no caer al vacío, cuando ya estaba ahí?

— No digas nada entonces.

— Pero quiero hacerlo— Sugar encontró su voz en apenas un susurro que gritaba ayuda, pero tan bajo que Adler no lo escuchó y solo la miró con una interrogante sobresaliendo de su cabeza. Quería hacer algo pero no sabía qué, al mismo tiempo no quería hacer nada, pero le daba más terror quedarse donde estaba que saltar hacia lo desconocido. Entonces, dijo lo primero que se le vino a la mente perdida y ahogada —  Ayúdame.

Ese grito de auxilio, tan necesitado, frágil e inesperado, se plantó en lo más profundo del chico. Le dolía verla así, le dolía sus ojos perdidos y su mueca descompuesta, no quería seguir con aquello, pero no podía dejarla sola en la intercidumbre del saber y no saber. No podía dejarla cuando no sabía que era real y que era mentira, y si en ese caso, realmente existía la mentira y si se la había impuesto ella misma o el "hechizo" de Segel. ¿Podría ser que dentro de una realidad hubiera mucha falsedad y en toda una falsedad hubiera más realidades que en la misma verdad? Porque así se sentía ella, y su mente daba tantas vueltas que se sentía desfallecer en cualquier momento.

Adler la abrazó, leyendo sus ojos abandonados y sus facciones lastimadas. Ella necesitaba a alguien. Lo necesitaba a el.

— Siempre que necesites.

Fue su respuesta, besando su frente con suavidad. Las lentas lágrimas de Sugar caían en las mangas de Adler, sintiendo su dolor y su desasosiego.

No sabía porque a sus lágrimales se les había ocurrido desbordarse, ni siquiera tenía total certeza de cual era la razón de su llanto desmesurado, lo único que sabía era que quería parar, y no solo se refería a las lágrimas, si no a la crueldad, a la indiferencia, a la burla, a las creencias quemadas a carne viva sobre su piel que la incitaron a pisotear a los demás para enaltecer su orgullo, su autoestima— La cual, aunque le doliera admitirlo, había sufrido la contra-producencia de sus desplantes y estaba más mayugada que nunca — y su arrogancia. Lloraba por Gwen, por no haber tenido más oportunidades de estar con ella en ese universo, también por Gina, de haberla despreciado para ocultar la enorme necesidad de su presencia, para ocultar su cariño hacia ella. Lloraba de vergüenza, de arrepentimiento, de tristeza, soledad, desasosiego y un sinfín de emociones atropelladas que luchaban por tener total atención y por eso se manifestaban de forma desastrosa.

No supo cuanto tiempo la pasó ahí, sumida en lágrimas, con la mano de Adler acariciando su cabello y tarareando una canción tranquilizadora que le tocaba el alma. No tenía noción del tiempo, pero cuando menos lo espero ya no podía salir ni una sola lágrima. Se había drenado, y después de ese episodio de desesperación y desasosiego donde sus lágrimas ruidosas resonaban en la habitación, llegó el silencioso compás de su respiración, una vez que se sentía ligera. Finalmente había soltado todo, aquello que no quería demostrar, aquellas lágrimas que no quería soltar y aquellos miedos que se negaba a aceptar. Finalmente había hecho catarsis, y si bien el dolor seguía ahí, el desahogo había retirado la venda negra de sus ojos que le decía que lo único que podía hacer era sentarse a llorar por lo perdido y por lo ganado.

Pero no podía derrumbarse, no ahora, porque más allá de los recuerdos turbulentos que le atormentaban, estaba la certeza de que había algo que ella sabía hacer más que nada y lo estaba olvidando. Sugar podía ser odiosa, amargada, burlesca y narcisista, pero no podían decir que era débil. Había aprendido a rascarse con sus propias uñas y lo seguiría haciendo, pero con una diferencia.

Y ese fue el atisbo de esperanza que manchaba el manto oscuro que cubria sus anhelos, una mancha diminuta, blanca y opaca que poco a poco iría ganando la luz: El saber que ya no estaría sola, que probablemente, tendría ayuda esta vez.

— Se que soy fría —  comienza ella- — se que soy una perra, tengo la manía de hacer sentir inferior a los demás, soy arrogante y despreciable, pero ya no quiero.

Ese susurro a Adler le robaba el sentido y le apretujaba el alma. Nunca había escuchado a alguien más destruido, incluso cuando cualquiera que la viera pensaría que jamás había sufrido. Pero su tono, la resignación invadida de esperanza que quería entrar casi a fuerzas, sumada de la opacidad en sus ojos que no la abandonaba por nada, bastaba para decir más que mil palabras ajenas. Ella continuó hablando.

— Ya no quiero sentir esta culpa. Hoy fue un día terrible, y saber que probablemente muchas personas se sintieron así por mi culpa es .... Me duele — ya no había lágrimas, solo un gran dolor seco en su voz que quemaba más que una llamarada — Y ya no quiero ser así. No es fácil, todavía siento deseos de hacerlo porque es más sencillo, pero no quiero. Y necesito ayuda. Yo.... Sé que es mucho pedir, pero por favor no me dejes sola ahora. No puedo hacerlo sola, al menos no ahora.

Adler abrió la boca, pero ella negó febrilmente

— No digas nada. Solo.... No te vayas y lo tomaré como un sí.

El se quedó ahí donde estaba, mirándola con ojos vidriosos, acariciando su brazo en una afirmación muda que le dijo todo lo que necesitaba escuchar y no tenía el valor para hacerlo.

Ella se aferró más a el y se negó a soltarlo, cerrando sus párpados y respirando acompazada, siendo vencida momentáneamente por el sueño y si el respondió algo después de eso, Sugar nunca lo supo.

°°°

La rubia había subestimado el poder y la fortaleza que te otorgaba la compañía correcta. Se había rodeado tanto tiempo de personas vacías cuya presencia no le producía nada, que ahora el aura tranquilizadora de Adler le sacaba suspiros de calma. Por esos momentos fue que pudo atestiguar sin problemas que una buena compañía hacia cualquier situación más llevadera. Estaba caminando por los pasillos de la escuela y aquellas miradas de burla y desprecio plasmadas en el rostro de personas que no conocía le taladraban la cabeza. Sabía que era un problema que, por más que tratara, no pudiera evitar que las opiniones ajenas llegaran profundamente a ella, y tampoco podía evitar que se las dedicaran.

Antes con una sola mirada desafiante y ojos asesinos podía detenerlo, y claro, tenía la certeza de que las pocas personas que la miraban así lo hacían por envidia. De eso ahora no estaba tan segura, pero sí sabía que las miradas de esos momentos, eran de todo menos de envidia y admiración. Las que le dirigían ahora eran de aquellos que le helaban el alma y le causaban escalofríos.

Pero la presencia de su nuevo amigo a su lado bajaba aquella inquietud a niveles que, si no estuviera pasando, ella no creería que fuera posible solo con la afluencia que representaba.

Ahora que no estaba sola, podía ver la enorme diferencia que suponía a el día anterior, donde era solo una pequeña presa en la selva de los depredadores. Ahora que estaba junto a alguien, y más, que ese alguien tenía una energía tranquilizante, como el olor almidonado de hierba fresca y menta por la mañana, no se sentía hundida.

Su caminar reflejaba un significante cambio a como procedía los días anteriores. Estaba nerviosa, con unos pasos más lentos de lo normal y las manos un poco agarrotadas. Traía un pantalón nada ajustado —  porque al parecer a su "yo" de esa realidad no le gustaba la ropa bonita — y una blusa de tirantes negra que parecía ser interior. Sobre ella llevaba una chaqueta corta de mezclilla. No era lo mejor, pero al menos no era una de las tantas camisas de cuadros y suéteres gigantes que se encontraban en su armario y que estaba segura solo usaría de pijama. Esta vez no se había puesto zapatillas, no las encontraba y no tenía ganas de buscarlas, así que traía simples tennis que no le sentaban muy bien al atuendo —según ella.  Adler decía que se veía bien — y esa apariencia no le ayudaba mucho a su confianza.

— Tranquila. Solo ignora las miradas — le decía Adler al oído, tratando de tranquilizarla — Estás temblando cual Chihuahua.

Ella lo miró de reojo, tratando de distraerse en sus iris verdes y su olor parecido a la albahaca. ¿Por qué olía así? No tenía idea, pero le gustaba y resultaba algo embriagante.

— Es fácil para ti decirlo, viviste haciéndolo probablemente toda tu vida — soltó ella entre la altanería y la sumisión, algo bastante curioso y que le sacó a Adler una sonrisa — Pero yo aprendí a alimentarme de las miradas ajenas, y siempre servía para sentirme mejor, pero siempre era mejor el alimento que el estado de ánimo. Mucho mejor. pero ahora... — Sugar sacudió su cabeza — Si el alimento es malo, el animal se enferma.

— ¿Te acabas de llamar a ti misma animal? —Adler alzó la ceja y ella aplana sus labios, avergonzada y un poco enojada ante la sonrisa cínica del chico — Ya veo que si eres un Chihuahua.

— Agh, solo cállate. No sé lo que digo.

— Me doy cuenta de ello.

Ella lo fulminó, emitió un "ssshhh" alargado y siseante y para rectificar su orden, paso sus dos dedos juntos sobre sus labios como si estuviera cerrando un zipper. Adler solo alzó las manos en inocencia y no dijo nada más, pero su risa divertida llegaba hasta los oídos de Sugar y, aunque trató de evitarlo, el sonido contagioso le sacó una sonrisa.

Cuando vio a Segel caminando hacia su casillero, su calma se tambaleó. Su vestido era colorido, con diseño extraño, como si fuera una pintura representativa del cubismo. Pero sus tacones altos negros, el recogido elegante y el cinturón lo hacían ver cómo la mejor prenda de un desfile de modas. Su presencia imponía, incluso más que la que rodeaba a Sugar en sus mejores momentos, y Janik y Naley caminaban orgullosas y altaneras a su alrededor, con faldas del mismo estilo, como si de alguna clase de uniforme elítico se tratara. Tomando su mano, se encontraba Jaden, más interesado en admirar el cuerpo de Segel que en otra cosa. Clásico de el.

El miedo la recorrió y aunque era estúpido, las presencias de esas personas la hacían querer huir, temerosa de que la encararan y le hicieran algo, de que la miraran y amenazaran con el simple poder de sus miradas intimidantes. Y ese simple sentimiento la llenó de emociones que nunca había tenido.

Vergüenza, resignación, culpa, inconformidad....

Estar desde ese lado de la ecuación la hacia querer volver a pasado y darle unas buenas cachetadas a la antigua Sugar. Decirle que tan mal se sentía que te asustaran de esa forma. Y por las miradas de los demás, ellos se sentían igual que ella.

Jaden levantó la vista y la encaró, el enojo y la ira brillando en sus ojos — que ahora Sugar veía de un color muy parecido al escremento de Osiris — con los recuerdos crecientes de sus orgullo pisoteado. Sugar tembló un poco, temerosa de que ahora tomara represalias y aún más, incómoda por el asco y repulsión que su imagen le causaba ahora. La humillación, el desagrado y toda emoción negativa del encuentro en los vestidores regresaba a ella y le daban ganas de vomitar. Cuándo estaba en ello, petrificada y temerosa, sintió la mano de Adler tomando la suya, acariciando su dorso con las llemas de su pulgar.

Al instante la embargó esa sensación de calma que lo caracterizaba, dandole fortaleza. Era aquel té caliente que justo al pasar por tu garganta te llenaba de un calor indescriptible y se sentía como una caricia por tu tráquea, haciéndote suspirar por la apacibilidad brindada. Eso fue lo que el simple toque le transmitió. Calma, quietud, alivio y fortaleza, esa sensación blanca y dulce que bloqueaba todo sentimiento negativo porque desaparecía la tensión.

Y ese simple contacto le dio la fuerza suficiente como para levantar la mirada y dedicarle su expresión más altanera y orgullosa, demostrándole que le valía un comino su desplante, su odio y su recelo. Que no la doblegaría. La repuesta que obtuvo por su mirada fue el abatimiento presente en las facciones del chico, lo que le sacó una gran sonrisa imponente y triunfal.

Se detuvo en medio del pasillo junto con su amigo y le dedicó una mirada dulce que, al llegar a sus ojos, calentaron el corazón de Sugar. Finalmente la había visto sonreír y la dulzura y bondad que desprendía era magnética.

Se quedaron ahí observándose el uno al otro el tiempo que se les permitió antes de que Sonya con su sonrisa característica llegara de un salto y los saludara a ambos.

— ¡Hola! — dijo mirándolos, con un entusiasmo que amenguó cuando notó la intimidad de la situación —  Oh... ¿Interrumpo algo? — no espero respuesta, pues a su parecer era obvia — Sí, claro que estoy interrumpiendo algo... mejor me voy....

Sugar tardó un segundo en reaccionar. Jaden ya no estaba mirándola, y no se dió cuenta desde hacía cuanto. Miró a la morena y dió un paso hacia ella, aclarando su garganta.

—No, no interrumpes nada — respondió con una pequeña sonrisa. La mirada que le regresó Sonya era de inseguridad. No le creía mucho, y para rectificar su afirmación, se acercó y la invitó a volver junto a ellos  — Enserio, solo esta ayudándome con algo.

Sonya todavía no creía mucho las palabras, pero Sugar no parecía disgustada de la interrupción, así que dio el beneficio de la duda y caminó con su aire de confianza hacia donde Adler no se había movido. Su mirada era amable, siempre lo era, pero sin duda no llegaba a tener la misma alegría que la que le dedicaba a su amiga rubia.

— Está bien — se encogió de hombros —¿Cómo sigues, Sug?

La miró. A la rubia le extrañó que su atención se centrara primero en ella, pues no era un secreto el interés que le tenía a Adler, pero su sonrisa se veía tan sincera que no dudo en regresarsela y responder con tranquilidad, parada justo al lado de el chico de cabello azul para que le transmitiera fuerza.

— Mejor, muchas gracias por haberme ayudado. Mañana traigo tu ropa, llovió y....

— No te preocupes, no vine a hablarte de la ropa —se encogió de hombros y sacó un pedazo de papel rectangular color celeste. Sugar lo reconoció incluso antes de que se lo diera —Mira, no sé si te gusta bailar y eso, pero.... Ten. Este es el pase para el equipo de baile de la preparatoria, por si quieres adicionar.

Adler ladeó la cabeza con desconfianza y confusión.

— ¿Equipo de baile? ¿El de las porristas? — entrecerró los ojos. No confiaba en ella por el simple hecho de ser amiga de Segel — ¿Por qué le estás dando eso?

Ella no se inmutó ante el tono que el utilizó.

— No, no es el mismo. Segel está en el equipo de las porristas, las animadoras de los tiburones de Marlwood High, ellas bailan, animan y hacen porras en los juegos de fútbol y a veces van a competencias. El equipo de baile,  pasa más desapercibido, pero es exclusivo igual.

<<Ahí vamos a competencias con otras escuelas y no animamos, solo bailamos todo tipo de género. Requiere un pase de audiciones para que el grupo no sé extienda demasiado, hay pocas vacantes y no queremos rechazar a muchas personas — dicho esto, se dirige a Sugar—.  El sorteo de los pases fue hace una semana, pero me quedo un par y bueno... Creo que te ayudaría a distraerte y sentirte mejor.

Sugar lo tomó, sus ojos brillando hacia el. Si bien parecía imposible, ella nunca había podido entrar al grupo de baile. El primer día de preparatoria quería un pase y entro al sorteo para conseguir uno, pero no había alcanzado pase. Después de ello entró al de porristas y esos entrenamientos no le permitieron siquiera pensar a entrar al otro, pero siempre había querido formar parte de él.

Porque Sugar amaba bailar. Era una expresión de arte incomparable, y sin presumir, era buena en ello, pues no por nada siempre había destacado como porrista.

— Si no lo quieres puedes dárselo a alguien que creas que lo merece....

— No, no... Creo que sí lo usaré —  le sonrío, con un brillo de entusiasmo en su mirada — Muchas gracias, escuché que es muy difícil conseguirlos.

— Ya vez, ser la nueva capitana tiene sus ventajas —  le guiñó un ojo — Pero no creas que por ser tú te voy a aceptar aunque bailes como un pulpo. Es el próximo jueves en el gimnasio privado del equipo, espero verte ahí.

Rio suavemente. Sabía que no, Sonya se tomaba muy en serio sus responsabilidades porque también le apasionaba el baile.

— Ahí estaré. Y descuida, ocultaré bien al pulpo —asintió ella leyendo el boleto, y efectivamente era el siguiente jueves, la próxima semana. La emoción no cabía en el interior de la chica.

—Genial, estás repartiendo regalos y a mí no me toca nada.

El dueño de esa voz y locutor de esa frase fue sorprendentemente Adler. Estaba mirando a Sonya con una sonrisa real, dándose cuenta de que la había juzgado mal, probablemente. Seguía sin confiar en ella del todo, pero no podía seguir juzgandola solo por sus amistades, y por lo que había demostrado, era una buena persona. Muy atrevida, algo loca y pervertida, pero buena al final de todo.

Ahora la atención de Sonya sí se dirigía a Adler y le sonrío tan ampliamente que él no pudo evitar regresarle la sonrisa.

— Oh, ¿Quién dijo que no? Santa Sonya tiene regalos para todos.

Él rio.

— ¿Santa Sonya? — alzó la ceja con incredulidad —No creo que realmente seas una santa.

— Sssh, yo traigo los regalos. Yo decido mi santidad y si tú quieres un regalo, debes saber que es de mala educación refutarle las declaraciones a la santa.

Ambos ríeron, como si siempre hubieran sido amigos. Sugar solo tenía ojos para el pase del equipo de baile, pero sí que estaba escuchando la conversación con excesiva atención.

—Está bien, lo que tú digas — se encogió de hombros —¿Qué es lo que traes para mí?

—Papel.

Y sacó de su mochila dos boletos, estos eran blancos con letras de colores azul, rojo y amarillo solo en algunas partes. Parecían algún tipo de historietas.

Adler entorno los ojos.

— ¿Qué....?— la miró a ella — ¿Eso es lo que creo que es?

Ella asiente, repentinamente tímida.

—Si crees que son dos boletos a la convención anual de efectos especiales en filmes de fantasía y ciencia ficción, estás en lo correcto.

El estaba perplejo, y Sugar levantó la mirada de su boleto con el ceño fruncido.

—¿Qué es eso?

— Es la primera convención de efectos especiales en la ciudad. Se exhiben los secretos y técnicas de efectos especiales en las mejores películas de ciencia ficción y superhéroes de todos los tiempos — dijo Adler con emoción palpable — Pero, ¿Cómo? Se agotaron hace meses.

Ella se encogió de hombros.

— Me enteré de que te gustaban los efectos especiales y hablé con unos amigos de papá, me consiguieron dos con pases especiales a todas las exhibiciones, para el sábado. De la próxima semana, claro, no mañana.

El asintió, aún admirando los boletos.

— Creí que....Podríamos ir — por primera vez, Sugar estaba viendo a Sonya nerviosa. jugaba con sus manos y miraba a todos lados, golpeando el suelo impacientemente con sus pies —Ya sabes, juntos, tu y yo, el sábado.

— ¿A ti te gustan los efectos especiales?

— No me apasionan como a ti, eso seguro, pero siempre me pareció interesante y lo más cercano a la magia hoy en día. Es como un show de ilusión a gran escala.

El sonrío, ladeando su cabeza, y cuando abrió la boca para responder, desvío su mirada a Sugar, la cual tenía una expresión perdida de solo pensar en el alejándose por un momento de ella. Estaba algo perdida y no sabía que estaba pasando realmente después de la invitación. Adler suspiró y observo a la morena con resignación.

—Me encantaría, pero.... No puedo dejar sola a Sugar.

El gesto de Sonya se descompuso.

—Oh —sus hombros se cayeron y bajo sus manos sosteniendo los boletos, con un gesto de tristeza. Le entró una pizca de culpa a el chico, pero no desistió —E-está bien, supongo que tienes razón. Ella está pasando por momentos difíciles, y aquí estoy yo...

Sus palabras atropelladas estaban tan cargadas de sentimiento que despertó a Sugar de su ensueño. Sonya tenía el rostro caliente, y si no fuera por su piel morena, todos estarían notando su sonrojo.

—Perdón. Supongo que.. adiós — se dió la vuelta — Nos vemos en las audiciones Sugar.

Y comenzó a caminar por el pasillo. Sugar ladeó su cabeza, sin saber muy bien que estaba pasando. Demoró unos segundos en caer en la cuenta de que pasaba y se abrió sus ojos muy ampliamente.

— ¿Que hiciste Adler?

— Yo...

Ella no lo dejó terminar.

— ¡Sonya!— gritó fuertemente, llamando la atención de la chica, quién giró su cabeza hacia ella — ¡Ven!

— ¡¿Que haces?!

—Trayéndola de regreso para que aceptes su invitación.

—Sugar....

— No, Sugar nada. ¿Tú quieres ir a ese lugar, verdad?

— Sí, pero...

— ¡Pero nada! No me va a pasar nada a mi por estar un sábado sin ti, no quiero detenerte. Y ella probablemente hizo muchas cosas difíciles como para conseguir esos boletos, cosa que se ve que no hace con cualquiera. No te detengas por mí.

Y a el no le dió tiempo de responder, pues Sonya ya estaba de regreso frente a ellos.

— ¿Qué pasa?

— Adler irá contigo. El sábado— ella la miró dudosa. Sugar solo suspiró ruidosamente, algo frustrada — No me mires así, realmente irá. Yo estaré bien.

—¿Segura?

—¿Por qué dicen tanto eso? Claro que estoy segura — sonrió — Ustedes diviértanse.

—¿Adler? — preguntó Sonya en su dirección— Si tú no quieres ir está bien, yo...

El chico estaba tan congelado que ella tuvo que pisarlo disimuladamente para hacerlo reaccionar.

—¿Ah? —emitió desorientado. Sugar golpeó su cara con su mano — Sí, sí. Sí quiero ir.

En el rostro de Sonya se dibujó una amplia sonrisa.

— ¡Genial! — dijo casi saltando — ¿Nos veremos ahí a las doce? 

El asiente y todos comienzan a caminar, hablando entre sí.

Pero Sugar estaba confundida y perdida, porque sin saber porqué, la idea de Sonya y Adler en una cita, le revolvía el estómago.

°°°

¡Genial, el capítulo más largo!

Yo no tenía pensado hacerlo así de largo, pensé que estaría listo antes, pero al parecer yo no tengo control sobre lo que mis personajes tienen para decir.

Espero que les haya gustado, pueden dejar sus comentarios, votos y preguntas si les gustó, y si no les gustó también, para saber en qué mejorar.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

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