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Adler Prince y Sonya Williams son amigos

Capítulo veintidós: Adler Prince y Sonya Williams son amigos.

—Entonces...

—¿Entonces qué?

—No me has contado cómo te fue en tu cita con Sonya—La pregunta abandonó los labios de Sugar casi como si estuviera escapando. Adler rio entre dientes, recargando su espalda en el tronco del árbol.

Ya era lunes, estaban en la hora del almuerzo y Sugar y Adler, como ya era costumbre, se encontraban sentados bajo el árbol frondoso de los jardines de la escuela. A esas alturas después de las semanas que había pasado, ese árbol había tomado un nuevo significado para Sugar, quien lo veía como el santuario de tranquilidad de Nacht, aquel lugar donde ella podía alejarse de todos. Ya no estaba en aquella realidad, pero la tragedia estaba reciente y no podía evitar pensar en el tema todo el tiempo.

Sugar esperó la respuesta, que tomaba interminables segundos en llegar. Él solo sonreía casi con sarna, mientras el rostro interesado de la rubia luchaba por mostrarse críptico ante la curiosidad y los diminutos celos que la habían carcomido desde el sábado, en los huecos de pensamiento que había dejado entre las horas de revoloteo de la extraña situación que había vivido y de la que aún no encontraba respuestas. Adler no contestaba.

—¿Y bien? Contesta.

—Eres muy chismosa, ¿Lo sabías?

—Por supuesto, lo puse en mi lista de efectos que me da infinita flojera cambiar. Pero ese no es el punto.

—¿Tienes una de esas?—Adler parecía estar cambiando deliberadamente de tema, evadiendo la pregunta principal. Y eso a Sugar no le hacía gracia—. Supongo que ahí también está el ser metiche, fisgona, curiosa, respondona, dramática... ufff, ¿Tienes agua? Ya se me secó la garganta.

—Ja, ja. Eres hilarante, en serio. Un día de estos te voy a llevar a un circo para que te contraten de payaso.

—Te puedo dar clases si quieres. Te falta sentido del humor.

—Estoy bien siendo una rubia y sexy representación del grinch del humor, gracias. ¿Me vas a contestar o no?

—¿Tengo opción?

—La verdad no, solo intentaba ser amable—Sugar se encogió de hombros, acercándose a él para oír con atención.

—Pues no te queda.

—Adler, deja de evitar el tema y habla.

—Solo contéstame algo antes—declaró el chico enderezándose para poder observarla bien. Ella asintió—. ¿Desde cuándo habías querido hacer esa pregunta?

—Desde el sábado en la noche—admitió comenzando a enrojecer.

—Awww, eres tan adorable. Toda una niña adora-chismes, ¿Verdad, Suggy?

—Cierra la boca y responde.

—Te ves tierna sonrojada.

—¡Adler!—gritó ella con el rostro enrojecido y las manos en sus mejillas tratando de cubrir su rostro. Era una adorable combinación de enojo y vergüenza.

—Perdona, perdona, ya voy—se disculpó, pero su sonrisa divertida no transmitía arrepentimiento alguno. Se tomó unos segundos antes de hablar—. Me fue bien.

Sugar esperó y esperó por detalles que no llegaban.

—¿Y...?

—¿Y qué?

—¿Qué más?

—Pues nada, solo eso.

—¡No me jodas! No puede ser todo. Necesito detalles, niño, detalles. ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Fueron a otro lugar después de la convención? ¿Habrá más citas? ¡¿La besaste?!—escupió el torrente de preguntas y al llegar a la última, llevó sus manos a su rostro, tapando su boca en un gesto aterrado—. La besaste bastardo, ¿Verdad?

A él le dio un ataque de risa, y tuvo que sostener su estómago para poder lidiar con sus carcajadas.

—Sugar...

—¿Cómo estuvo el beso? ¿Te gustó? ¿Hubo más de uno?, ¿Ya son novios?

—Señorita Bronson, disculpe, me estoy perdiendo. ¿Es usted mi amiga o una periodista de la revista Gossip Girl?

Ella reaccionó a la estupidez de su situación y procuró quitar su cara de loca. Anteriormente había sido fácil actuar alrededor de Adler, pero desde que se había planteado la posibilidad de sentir algo más que amistad por él, todo se le salía de control. Pensaba más en él tratando de responderse esa pregunta, le prestaba más atención a los detalles, le buscaba un significado doble a todo lo que le decía y estaba más nerviosa. Y eso que solo había sido esa mañana, ya que el viernes, al día siguiente de regresar de sus tortuosas vacaciones con Nacht, había pasado gran parte del día dándole vueltas al asunto. Se le había pasado la noche del jueves buscando inútilmente una explicación a lo que había pasado, y luego duró toda la mañana tratando de acostumbrarse a haber vuelto, retomando su control y decidiendo que hacer con la información, es decir; decidiendo si decirle o no a Adler. Al final, como alguna clase de movimiento vengativo concluyó que si él le ocultaba información, no tenía que recompensarle ella con decirle todo, de forma que callaba su aventura cada vez que él le preguntaba si estaba bien, pues su ausencia era evidente. Sugar consideró que no decirle no perjudicaría a nadie, ya que el hacerlo sólo le daría preocupaciones a él y nada de respuestas a ella. Si su amigo quería ocultarle cosas, ella también podía.

Pero una vez que todos los aspectos urgentes de ese tema fueron resueltos, Sugar no pudo pasar desapercibido el abrumador sentimiento que la llenó al verlo de nuevo. Lo había extrañado terriblemente, todo de él; su sonrisa, su humor tonto, la inusual forma cautivante en la que lucía, aquella sensación de paz y plenitud que le producía y lo cómoda y feliz que se sentía a su lado. Duró todo el fin de semana pensando en la posibilidad de que sus sentimientos fueran más allá de una amistad fraternal, y el saber que estaba en una cita con una despampanante morena de personalidad explosiva que atraía chicos como si fuera un imán e iba con todo tratando de conquistarlo, duplicó la angustia.

Y ella había pensado que podría disimular sus ansias de saber cómo había resultado, pero en ese momento se dio cuenta de que no. Su caso era más grave de lo que pensaba. Porque había sonado como una loca paranoica que trataba a alguien como si ya fuera su esposo cuando ni siquiera estaba claro si había o no sentimientos de por medio. Sugar se moría de pena, y se sonrojó terriblemente. Era impropio de ella, y él lo sabía, porque borró su sonrisa y la miró extrañado.

—Sugar, ¿Estás bien? Estás demasiado roja y caliente, y tú no eres así. ¿Me volvieron a cambiar de amiga?

Amiga

¿Por qué de pronto sentía que la palabra le quemaba el pecho?

Ella asintió.

—Sí, estoy bien. ¿Por qué no estaría bien?

—No lo sé, tú dime.

¿Era su imaginación, o él hacía todo eso a propósito? No podía ser así, ¿Por qué lo haría?

Ella gruñó irritada y decidió no responder nada y terminar su desayuno, sin mirarlo en el proceso ni una sola vez. Él alzó su ceja, extrañado.

—¿Ahora ya no me vas a hablar?

No respondió ni siquiera con un movimiento de cabeza.

—Sugar, no estás enojada, ¿O sí? —La rubia continuó comiendo con su barbilla alzada, ignorando sus preguntas—. Estás siendo muy infantil.

Nada. Era como si Adler fuera parte del Árbol y no pudiera hablar.

—¿De verdad vas a hacer esto?

Ella solo lo miró retándolo. Sus ojos y su expresión decían "puedo hacer esto todo el día". Y Adler sabía que eso era verdad. Suspiró y alborotó su cabello. Se veía realmente abatido, como si las cosas no hubieran resultado de la forma en la que quería. Y a ella le gustó esa expresión, pero no evidenció su sonrisa triunfal, no aún.

Pasaron varios minutos en los que Sugar no daba su brazo a torcer, y el chico comenzaba a desesperarse. Finalmente, dispuesto a perder la disputa, se colocó justo frente a ella y sujetó su rostro, obligándola a mirarlo.

—Sug, si respondo tus preguntas, ¿Dejarás esa actitud absurda?—Ella asintió, curvando sus labios de forma casi imperceptible.

—Mierda—suspiró, rodando los ojos—. Eres terca, ¿Lo sabías?

Ella se encogió de hombros.

—¿Qué? ¿No contestarás hasta que yo te diga?— Aunque a Sugar le pareció una pregunta absurda con respuesta obvia, asintió con su cabeza—. Bien, supongo que es justo—comentó, derrotado.

Ella asintió de nuevo y colocó sus manos en sus mejillas, dirigiéndole toda su atención. Adler casi podía jurar que le estaba diciendo "adelante, te escucho" en un idioma mudo.

—Si es lo que quieres, te diré. Fue genial, muy bueno—comenzó a hablar, y para esas alturas a Sugar ya le comenzaba a doler el pecho. Ya estaba deseando no haber preguntado—. La convención fue fantástica, las cosas que llevaron y todo lo que mostraban me gustó, y Sonya, de hecho es muy agradable. Tenías razón.

Le dolió. El comentario le dolió a Sugar y ni siquiera supo bien por qué.

—¿Ah sí?

—Sí. Una vez que olvidé los prejuicios de verdad me divertí. ¿Ella es genial, verdad?— Adler estaba sonriendo, y la emoción en su voz ella podía sentirla. Estaba pálida y sorprendida, y en su rostro se reflejaba el dolor, pero al parecer él no lo notaba.

—S-sí, muy genial—respondió forzando una sonrisa y tratando de disimular su reacción nefasta, cosa que no hacía muy bien—. Te lo dije.

—Sí, y tenías toda la razón. Tú siempre la tienes.

—Ya sé. Entonces... ¿Te gusta?

—Yo creo que sí. ¿Cómo podría no hacerlo?

Sugar no había notado lo mucho que le comenzaba a gustar el chico hasta que sintió el dolor palpitante que precedió esa frase, como si le hubieran clavado una estaca en el pecho. Su rostro se desfiguró y temblaba un poco, adquiriendo una tonalidad pálida que no había creído humanamente posible.

—Oh...—susurró con voz ahogada. Apenas y podía hablar—. ¿De verdad?

—Sí. ¿No es genial?

—C-claro, mucho. Es...

Ella hubiera continuado con su balbuceo, pero la interrumpió la carcajada intensa y estruendosa de Adler, quien se desteñía de risa sentado en el suelo. Se reía tanto que tuvo que dejarse caer sobre el pasto, sosteniendo su estómago mientras golpeaba suavemente el tronco del árbol. Sugar, que ya sentía una lágrima atrapada entre los parpados, lo miró en medio de su ataque con el ceño fruncido.

—¿Qué es tan gracioso?

—Tú—exclamó entre carcajadas, lo cual comenzó a crear molestia en Sugar—. Tu cara—seguía riéndose en carcajadas que apenas podía controlar—. Te hubieras visto. Estabas... estabas...

Y otra vez se puso a reír. Entonces ella entendió todo y la palidez se fue, siendo remplazada por un enrojecimiento iracundo.

—¿Era una puta broma?

—Sí, claro que sí. No s-sé cómo lo creíste. Por dios, qué risa—carcajeó él secando una lágrima que ya había dejado escapar de tanto que se reía.

Pero ella no se estaba riendo, y cuando él lo notó, poco a poco dejó de reír. Estaba furiosa, avergonzada y muy, pero muy molesta. Se levantó, y con su molestia plasmada en su semblante, comenzó alejarse, no sin antes murmurarle al chico un "que te den" cargado de desprecio. Él ladeó la cabeza confundido y se levantó para ir tras ella.

—Sugar ¿Qué pasa?

Ella se detuvo y se giró para encararlo, probablemente más molesta que antes.

—¿Qué me pasa, dices?—bramó con ironía—. Todavía preguntas. Eres un idiota.

—¿Pero por qué?

—Eso que hiciste no es gracioso. No puedo creer que te haya dado risa, estúpido.

—Pero... Sí es gracioso.

—¡Claro que no!

—Pues yo me reí—susurró Adler, pero al ver el rostro de Sugar, cada vez más encendido, se arrepintió. Tal parecía que cada cosa que decía la hacía enojar más.

—Pues claro que te reíste, porque tus bromas son crueles, desconsideradas y bestiales. Bobo.

—No entiendo. Solías reírte mucho de esa clase de bromas. Es nuestro humor. ¿Por qué estás tan sensible?

—¡¿Cuándo entenderás que yo no soy esa Sugar?!—explotó, alzando sus manos con dramatismo—. Puedes engañarte y engañarme todo lo que quieras, pero lo que ves, es lo que hay, y no soy esa persona agradable, divertida y blindada que conociste, perdón por decepcionarte. No soy fuerte, no soy sarcástica, no soy un chico.

<<Y estoy tratando de no sentirme rara respecto a esto, pero tú eres tan... AGH. Insistes en tratarme como esa amiga tuya cool y genial, cuando no soy esa chica. Soy la típica nena complicada, lamento que eso sea demasiado para ti. Y siento mucho obligarte a estar con una niña mimada, sensible y dramática, pero así soy. Mejor me voy y ya no te molesto.

Y dicho esto, comenzó a caminar rápido hacia la escuela. Adler se quedó estático en su lugar apenas un segundo, casi petrificado y sintiéndose mal. Tenía muchas ideas y opiniones contrarias chocando entre sí en su cabeza, pero no le impidieron correr tras ella una vez que notó que la había cagado. Ella se estaba esforzando por encajar en ese nuevo mundo donde todos la veían como algo que no era. Él era el único que sabía lo que le pasaba, y ni siquiera se molestaba en tratar de conocerla de verdad. Solo quería tratarla como siempre lo había hecho, y había momentos, como ese en específico, cuando olvidaba que no era la misma de siempre.

La detuvo antes de cruzar la puerta, situándose frente a ella con el rostro preocupado. Ella trató de esquivarlo, tratando de evitar su mirada. No quería que viera cómo la había afectado. Se sentía muy estúpida. Trataba de evitarlo, pero cuando ella se iba a la derecha, él se situaba frente a ella impidiéndole el paso, y cuando se iba a la izquierda hacía lo mismo. Finalmente suspiró y se detuvo, cruzándose de brazos y mirándolo con impaciencia.

—¿Y bien? ¿qué esperas para dejarme pasar?

—Quiero que me escuches.

—Yo no quiero escucharte.

—No me importa—arremetió, y en su rostro tenso se notaba lo difícil que era para él mantener la calma. Odiaba cuando la situación se escapaba de sus manos—. Perdón. De verdad, yo... estoy siendo un poco idiota.

Ella alzó la ceja incrédula y habló con sarcasmo:

—¿Solo un poco?

Se encogió de hombros, dejando la respuesta a la deriva. No quería desmentir a la chica y avivar aún más la llama de su furia, pero tampoco estaba de acuerdo con ella. Y eso Sugar lo notó en sus ojos, algo escépticos ante su antónimo, mas no dijo nada ni se enfureció más debido a eso; ni siquiera ella aprobaba mucho su comportamiento, pues la ponía en evidencia. Pero no acostumbraba a callar lo que la molestaba, no desde que vivía en esa realidad. Ya había pasado suficiente tiempo conteniéndose a sí misma y sus verdaderos pensamientos como para continuar con ello.

—Solo... mierda. Ni siquiera sé que decir—el hecho de que Adler se encontrara sin palabras llenaba a Sugar de gozo en la misma medida y cantidad en la que lo molestaba a él.

—Entonces no digas nada y déjame ir.

—No puedo.

—¿Por qué no?—inquirió molesta. Esa palabra le molestaba, la asociaba con la mentira y la manipulación—. ¿Estás pegado al suelo? ¿Alguien te controla? ¿Por qué no puedes, Adler?

—Qué fastidio...—murmuró para sí mismo, pero Sugar lo escuchó.

—Si eso es lo que crees, ya te di la respuesta. Quítate del miedo y déjame ir. Al menos, claro, que te hayan salido raíces y estés pegado al pasto.

—No, no—musitó Adler tomándola por los hombros y fijando sus ojos verdes y profundos en el gris vacío de su mirada—. El fastidio es no poder expresarme bien porque tú me paralizas.

Sugar se quedó muda ante la declaración. Él continuó:

—No soy bueno lidiando con las emociones. No sé cómo manejarlas, cómo entenderlas... a veces olvido lo delicadas que son cuando no las estoy sintiendo. Sé muchas cosas, más de las que imaginas, pero los sentimientos me bloquean, son tan complejos y tan difíciles de estudiar. Lidio tan bien con ellos como lidio con lo desconocido; es decir, nada bien, y lo sabes—Emitió una pequeña risa nerviosa que la sorprendió—. Por eso era tan fácil ser amigo tuyo, de tu otra versión. No había emociones abrumadoras, ni sensibilidad, ambos sabíamos que nos queríamos pero jamás lo discutimos, ni lo dijimos. No había nada de eso, y ella era tan sencilla de entender que no me desequilibraba, a diferencia de ti.

—Mira, ya entendí...

—No, no lo has hecho—Sujetó su cabeza sin dejar de mirarla a los ojos—. Porque tú cambiaste todo. Eres sensible, inestable, emocional y algo irritante. Todo lo que no soporto.

Sugar no entendía su punto, ya estaba a punto de llorar.

—¿Este es tu consuelo? Porque apesta...

—Déjame terminar—espetó, suavizando su mirada—. No lo soporto porque no lo entiendo, porque no lo controlo. Eres incontrolable y contigo no sé cómo actuar. Usualmente sé todo, ¡pero contigo no sé nada! Estoy en blanco, por eso me equivoco tanto. Es difícil para mí ser tu amigo porque no tengo ni puta idea de cómo actuar contigo, y te has dado cuenta.

<<Pero antes de que digas algo como "entonces no seas mi amigo", deja que te diga la otra parte de mi dilema; la más frustrante. Y esa parte es que quiero ser tu amigo. No te conozco, no te entiendo, pero cada parte de ti que me muestras me gusta más que la anterior. Nunca me había sentido tan feliz con la incertidumbre, como si fueras la emoción que necesitaba. Eres una persona nueva y me agrada esa persona. Quiero ser amigo de esa persona.

Ella sentía un tumulto de emociones agridulces. Por un lado, su corazón palpitaba acelerado por cada cosa que él decía, pero por otro, la palabra amistad y amigo quemaba porque le hacían ver que solo a eso podía llegar y le dolía.

—Entonces....

—Quiero que me perdones por ser un asno, en serio. Es solo que... a veces olvido que eres otra persona, no sé cómo actuar contigo, no sé qué te gusta y cómo reaccionarás, pero quiero hacerlo. Quiero conocerte.

Ella sonrió con intensidad, iluminando su expresión apagada. Solo él podía hacerlo, solo él cambiaba con tal facilidad su humor.

—Pudiste haber dicho solo eso, ¿sabes? Te hubieras ahorrado todo lo demás.

Adler rio sonoramente, acariciando su cabeza y quitándose de su camino. Sugar había tomado la decisión de no decir nada al respecto, y con esa frase le decía que todo estaba bien sin necesidad de decirlo. Él agradeció eso, pues no quería tener que lidiar con más sentimentalismo que lo desorientaba.

—Claro, pero quise ser más dramático, saber qué es lo que te gusta tanto del drama—inquirió el chico sin dejar de sonreírle al igual que ella a él. Habían comenzado a caminar por los pasillos de la escuela.

—¿Y qué tal?

—No está mal, pero no es lo mío. A ti se te da mejor.

—Pues claro, son años de práctica. Pero a ti tampoco te salió mal.

—Oh, gracias.

Se quedaron sumidos en un silencio agradable mientras caminaban uno al lado del otro, hasta que a Adler se le ocurrió una pregunta inquietante.

—Por cierto, hay algo que no comprendo muy bien—. Susurró dejando de avanzar y mirándola fijamente. Ella se detuvo y le dio su atención—. ¿Por qué te alteró tanto el pensar que me gustaba Sonya?

Ella se paralizó, abriendo su boca y sintiendo el color trepar por sus mejillas.

—Eh... Bueno...

Comenzaba a hablar, tratando de inventar algo rápido, ya que el decir "me gustas y estaba celosa de ella" no era una opción. Pero no tuvo que responder nada, pues en ese momento la aludida llegó corriendo hacia ellos con una sonrisa en su rostro y la emoción en sus facciones.

—¡Sugar!—gritaba extasiada, como si ella fuera lo que había estado buscando toda su vida—. Finalmente te encuentro.

A sus palabras precedió un silencio incómodo, mientras Adler miraba a Sugar esperando una respuesta que ya no iba a llegar y Sugar miraba con alivio a su salvadora. Ella abrió su boca en forma de "o" finalmente cayendo en la cuenta.

—Mierda, lo siento mucho. ¿Por qué siempre llego y los interrumpo? Perdonen, continúen, yo puedo volver más tarde.

Sonya hizo amago de querer irse, pero Sugar, reaccionando a tiempo, la detuvo.

—No, no te preocupes, no hablábamos de nada importante.

—¿De verdad?—inquirió la morena con duda—. Yo me puedo ir, realmente no tengo problema alguno.

—No, de verdad. Solo estaba interrogando a Adler acerca de su cita del sábado.

—Oh...—de pronto Sonya sonrió traviesa, mas no con la emoción que Sugar esperaba.

—Pero él no quiere decirme nada. ¿Serías tan amable de contarme tú?

Adler la fulminó con la mirada de forma graciosa y condescendiente, reprochándola por jugar sucio, pero ella estaba muy ocupada agradeciendo la presencia de Sonya como para responder su mirada acusadora.

—Bueno, en realidad no hay mucho que contar—respondió encogiéndose de hombros y tratando de contener su emoción—. Fue una buena convención, y por primera vez Adler estuvo a mi lado a solas sin gruñirme o mirarme mal.

Sugar rio. Regañó al chico con la mirada y él en respuesta se encogió de hombros, regalándole una sonrisa de inocencia, sonrisa que ella reprochó con ojos divertidos. Estaban sosteniendo una extraña conversación muda, y Sonya se sentía fuera de lugar, así que procedió a retirarse silenciosamente, para no interrumpir el ambiente que ambos habían creado. Sin embargo, Sugar alcanzó a verla por el rabillo del ojo y la detuvo.

—Alto ahí, no he terminado mi interrogatorio.

—Tengo derecho a un abogado.

—No en mi comisaria.

—¿Puedo presentar mi queja con el alcalde?

—No—interrumpió Adler—. Yo soy el alcalde y digo que no.

—Par de corruptos—gruñó ella, pero en sus ojos color chocolate bailaba la diversión.

—Continúe su declaración señorita Williams.

—Soy inocente, lo juro.

—Sonya...

—De verdad, lo juro. Fui una niña buena, ni siquiera traté de besarlo. Me comporté y mantuve mis manitas y mis sexys labios para mí.

Sugar rio, pero fue más que nada para disimular su suspiro de alivio. Ella desvió su mirada a Adler, con la interrogativa en su semblante.

—¿Adler?

—Ella está diciendo la verdad. Se comportó.

—Bien—. Sonrió satisfecha—. Entonces, ¿cuál es su estatus?

—Eh... Amigos. Somos amigos, supongo—comentó Sonya, con una sonrisa tímida. Buscó la mirada de Adler—. ¿Qué dices, Adler?

Él le sonrió de regreso.

—Sí, es cierto. Somos amigos— la sonrisa que ambos se dedicaban tenía un significado extra de tregua, afectividad y dulzura, dándole veracidad a la declaración. Y Sugar pudo ver una pizca de culpa en sus marrones ojos antes de que se disipara tan rápido como llegó. Ella llegó a la conclusión de que la había imaginado. O que tal vez Sonya se había sentido culpable y nerviosa por el cómo iba a tomarse ella la noticia, así que comenzó a exteriorizar su emoción y alivio con una dirección distinta.

—Eso. Es.. ¡Genial!—exclamó con alegría, saltando y envolviéndolos a ambos en un abrazo, rodeándolo a cada uno con un brazo. Ellos rieron algo incómodos, pero alegres de ver la felicidad genuina de Sugar—. Finalmente hay tregua. Me alegro que les haya ido bien.

—Y a nosotros que te haga feliz, rubia—susurró Sonya con voz ahogada—.Pero ya suéltanos que nos vas a venir matando.

—¿Eh?

—No podemos respirar, Sugar—apenas pudo decir Adler, con la garganta sujeta por el abrazo de boa constrictor de su amiga.

—Ups—murmuró ella soltándolos—. Me emocioné de más, perdonen.

Ambos rieron restándole importancia al asunto, y Sugar no pudo si no sonreír porque finalmente los tres podían convivir sin que uno tratara de matar a otro.

—Bueno, Sonya. ¿Querías decirme algo?

—Eh... ¡Sí! Ya me acordé. Ven conmigo.

—Pero...

—¡Ven!—dijo con emoción, la tomó de la mano y comenzó a arrastrarla por el pasillo. Sugar solo atinó a girar su cabeza y despedirse de su amigo con un movimiento de cabeza y una sonrisa de disculpa. Él sonrió de regreso y lo hizo hasta que Sugar lo perdió de vista por la amplitud del pasillo.

—¿A dónde vamos?—preguntó Sugar a Sonya mientras corrían.

—A la cafetería. Las chicas y yo necesitamos decirte algo.

Sugar rio por la emoción en su voz, contagiada de esta, pero cuando estaban dirigiéndose ahí, del baño a un lado de la puerta, salía caminando Segel, con los tacones rotos y el cabello despeinado. Su maquillaje seguía luciendo impoluto, pero sus ojos estaban enrojecidos y algo hinchados.

Mantenía su mirada baja y sus puños juntos, arrastrando toda pesadumbre en ellos.

—Segel, ¿Estás bien?

Tanto Sonya como Segel se sorprendieron de las palabras de Sugar. Incluso ella no esperaba ese total acto de simpatía. Pero en sus semanas con Nacht, había desarrollado una empatía cegadora. Después de esa clase de dolor, no soportaba que alguien más la experimentaba, ya que eso no se lo deseaba ni a su peor enemigo. Y la apariencia de Segel emanaba la misma aura que Nacht.

La aludida levantó la cara y la miró, sin fuerzas para evidenciar su sorpresa. Y solo entonces Sugar pudo ver lo destrozada que estaba.

Su cabello estaba dolorosamente seco y cenizo, estaba tieso y puntiagudo, había perdido parte de su color y brillo. Su piel pálida ya no tenía la apariencia de porcelana suave, ahora estaba agria y rasposa, y ni todo el maquillaje del mundo ocultaba las ojeras y lo gris que se veía su rostro. Pero lo más alarmante eran sus ojos. Ya no tenían ese intenso color celeste y embriagador que solían tener, ahora estaban de un color azul grisáceo muy bajo, casi transparente, y se veían enfermos. ¿Cómo era posible eso? Antes parecía ser el ángel más hermoso del mundo, pero ahora... era más parecida a un individuo traído de la muerte.

—No te importa—gruñó, con voz ronca y amarga, muy diferente al claro timbre cantarino que solía poseer. Era doloroso ver a un ser tan hermoso como ella de esa forma. Extendió su mano para tratar de estrechar la suya, pero ella la retiró como si se fuera a quemar por su tacto—. No me mires así. Aléjate Bronson.

—Pero, quiero ayudar...

—No necesito tu lastima.

—No es lástima, es...

—Sugar— la detuvo Sonya. Ahora ella estaba seria y lastimada, sin poder dejar de mirar a Segel. Era indescriptible la forma en la que se miraban, como si el dolor que sentía ella se reflejara en los ojos de Sonya, como si su dolor se compartiera. La morena parecía estar a punto de llorar, cargando el peso de la apariencia de su amiga—. Vete.

—Pero...

—Por favor—Se giró para mirarla a los ojos y le dolió la cantidad de miseria que había. Como si el dolor de Segel la atormentara a ella—. Yo te busco mañana. Hablamos después.

—Pero...

—¡Basta!—casi sollozó Sonya—. Sé que no es tu intención, pero tu presencia le duele, ¿qué no lo ves?

Solo entonces, Sugar regresó su mirada a Segel y pudo ver como cerraba sus ojos distorsionando su rostro en dolor cuando ella la miraba. Era verdad, la estaba lastimando y no sabía por qué. Sonya continuó hablando;

—Por favor, si quieres ayudar, vete. No podré decirte, será otro día.

—Yo...

—Sugar, con todo respeto, este no es tu asunto. Por favor, no insistas.

Y no pudo reprochar más, no cuando veía el más puro de los tormentos en sus ojos. Suspiró y asintió suavemente, comenzando a alejarse. Por el rabillo del ojo pudo ver como Segel y Sonya se sumergían en un gran abrazo antes de salir de Marlwood high, y Sugar caminaba de regreso a Adler, preguntándose qué diablos era todo lo que acababa de pasar. 







°°°

¡Bendito milagro!

Ni siquiera sé por qué este capítulo me llevo tanto tiempo, de verdad. Quiero creer que es por la edición y unos cursos de verano a los que estoy asistiendo. 

De todas formas, aquí está lo que pude sacar en esta ocasión. parece que cuando me decido a escribir un capítulo de descanso, suave y sin drama, mi subconsciente escritor se ríe de mí como si lo estuviera retando y se saca esta clase de cosas de la manga. Aún así, comparando con el drama y con las cosas que pasaron anteriormente, este pequeño dramita adolescente simple y común le cayó de maravilla a Sugar. No se puede decir lo mismo de Segel.  Pobre :(

¿Ustedes se sienten mal por ella, o creen que después de cómo se está portando lo merece? Por mi parte, me siento mal por ella. Sigue siendo mi bebé y me duele su dolor, pero no lo suficiente como para detenerme 7u7

Algo así serán los siguientes capítulos. Suaves, pero con su respectiva cantidad de drama y comedia. ¿Les gusta la idea, o les parece muy aburrido?

Cuéntenme que les pareció este capítulo. A mí me gustó mucho escribirlo, y espero que lo disfruten. 

Con amor de locos,

Lia :3





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