Por Sen Takatsuki
SH Editorial

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    La realidad que se acrecienta en estas líneas, es más el grito de una humanidad ficticia que solo vive en mi memoria. Sombras que no pueden decir nada, pero que lo muestran todo a manera de insensibles abusos. Hay muchas cosas en la mente que yacen demasiado guardadas, profundas dentro de un inconsciente que resulta más abrumador que apacible, la base de un iceberg que se alberga en lo más profundo de un nefasto océano compuesto por clara de huevo podrida.

    Cuando la veía, sentía que la vida me había bendecido y al mismo tiempo, se había encargado de maldecirme mil veces más con su presencia. Se me paseaba por la vida como la mejor de las amigas, como la más fiel confidente, la única persona en el mundo que se había tomado la molestia de interesarse en mi existencia —y cómo no, si ella me había parido—. Pero al mismo tiempo, le temía como al más terrible de los monstruos, como a la más despiadada de las bestias.

    Ahora que miro hacia el pasado, me doy cuenta... tenía tanto miedo de convertirme en ella; temía con toda el alma que sus enseñanzas se impregnaran en mi piel, así como sus cicatrices lo habían hecho sin ningún problema de por medio, desde hacía muchos años en el pasado; de imaginarla a mi alrededor, burlándose de mi existencia, de mi debilidad.

    Era joven, era inexperto y demasiado endeble para hacerle frente, pero entendía, muy en el fondo de mi existencia, que yo poseía un propósito mucho más importante que el simple hecho de ser su sombra, de seguirle los pasos y reproducir a rajatabla su camino por la vida. ¿No es a eso a lo que todos aspiramos? Siempre luchando para ser más, siempre deseando significar más de lo que nuestros nombres nos daban a la carta de una presentación fortuita e indeterminada.

    Quizá por eso tardé mucho en comprender que estaba obsesionado. De esas obsesiones que no te permiten ni comer, ni dormir, ni vivir, ni morir. Estaba obsesionado con mis propósitos, estaba obsesionado con mis fines... Y con el horrible latir de su corazón bajo sus costillas.

    Mi madre lo era todo para mí. Por eso pienso, que cuando ella desapareció, mi corazón afligido simplemente buscó un reemplazo, un placebo. Algo que me repitiera en el interior que no estaba solo.

    Sabía que lo que hacía no era correcto, no podía ser correcto. No podría jamás estar de acuerdo con su extraña manera de existir, de ver la vida, de aborrecerla con chasquidos asquerosos y miradas de vilipendio a cuanta persona se cruzase en nuestro camino. De revolver las vidas de las personas a su alrededor, así como revolvía de pronto el interior de sus torsos; pero ¿sabes?, tampoco hacía nada para detenerla.

    ¿Por qué habría de hacerlo?, ¿por qué injusta razón habría de poner piedras en el camino de mis semejantes?, ¿por qué habría de pensar que los dulces rituales que había visto alguna vez de niño eran algo incorrecto, o inmoral, o atroz?; Hasta que descubrí los porqués tras nuestros juegos en la arena...

    Entonces supe que era bestia y no mujer.

    Pero, por mucho tiempo me intenté convencer, de que ningún hombre podría jamás hacerle frente a alguien tan importante, tan definitivo, tan... Imponente como lo puede llegar a ser una madre; «No es que yo sea débil, es que ella es demasiado fuerte». Y, al mismo tiempo, sabía que esa «imposibilidad» con la que me desligaba de mis responsabilidades como hijo, no eran más que excusas. No era más que un cobarde, atrapado en un mundo que se empeñaba en ponerme en el camino aquellas cosas a las que más le temía. La sangre, la más liviana; y la soledad, la más dolorosa.

     Ni siquiera noté en qué momento, en medio de aquel bullicio salino, se apareció él entre mis días, y aunque me hacía olvidar por instantes breves el infortunio que, paciente yacía bajo mis uñas... ¡Quise alejarlo en el momento en que supe, corría peligro!, ¡te juro por mi alma podrida que así lo quería!, ¡te juro por mis entrañas roidas que yo así lo planeaba!; Sin embargo, por más que intenté alejarme de él, ¿cómo habría podido?, ¿de dónde habría sacado la fuerza?

    Así que, sí, soy el responsable de su desgracia, nuestra desgracia. Nuestra dulce y compartida tragedia. Fui el escritor de esta historia desde el minuto cero, y por más que reescribo no puedo cambiar el final.

    ¿Vas a condenarme? Adelante.

    Yo nací condenado desde que aquel cordón fue cortado, desde que me entregaron a sus brazos y bebí de su seno. Me condenaron desde el momento en que me dijeron, a los inexpertos orbes de un neonato ante el mundo:

    Mira, es esta tu madre.

    Y más adelante también, en el momento en que por primera vez en veinte años... No pude reconocerme como otra cosa que su hijo.

© 2020 El Huevo de la Cabra Negra The Prologue

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The Prologue fue publicado en 2020 en Inkspired, como un intento de hacer el contenido más compacto -allí no se puede hacer uso de la estética tal cual en esta plataforma-. Y como la estética es parte fundamental para mi corazón, tomé la alternativa de hacer un texto preambulatorio a partir de las emociones de un Huevo más maduro, o al menos más experimentado, así el apartado de la Nota Periodística (que no puede llevar tantas imágenes allí), no se vería tan vacío y/o caótico.

Como aquí en wattpad cambia la cosa, lo pongo como un prólogo en regla.

¡Muchas gracias por el amor que está recibiendo esta versión de EHDLCN! ❤️ Lo aprecio muchísimo.

Love, Sam.