Por Sen Takatsuki
SH Editorial

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«Tan sólo en tu belleza ya persisto.
Por eso, apasionada, en ti me lloro
y en ti me alegro si me crucifico».

En tu nombre, Alba Acosta.

    Sakiyuki resuena en sus audífonos. La voz de Kyu Sakamoto le ayuda con la concentración. Se levanta de su escritorio cuando divisa la luz encendida que le indica que su amigo no está jugando videojuegos y que ha tenido la decencia de mandar su parte del proyecto. En la ventana, el recipiente de agua de DakHo sigue intacto y comienza a mezclarse con polvo y agua de lluvia, así que decide salir a la pequeña terraza para cambiar el agua de la gata por si, por alguna obra de la suerte o del destino, esta se digna a regresar a su hogar. Con un pesado suspiro, toma el vacío como una rendición y regresa a su sitio, no sin antes subir el volumen del WM-2 cuando la canción llega a su parte favorita.

    Al organizar sus libros, remueve un poco un portarretratos. En él, la sonrisa esperanzada de su madre y la mueca distante de mal genio que portan su hermano y él, le dan un poco de pena. Ahora que pensaba en ello, ¿no ponía la mujer demasiadas esperanzas en un cambio de ciudad?

    En aquel tiempo, cambiar de aires parecía una gran idea, el sendero hacia la tierra prometida. Siete años después se daba cuenta de que ni la ciudad ni la casa eran el problema, sino la familia quebrada que arrastraban en sí mismos.

    Con un ademán hastiado, toma el retrato y lo pone contra el escritorio. No quiere ver sus caras. No quiere sentir que es en parte responsable de esa aflicción. Porque claro, cuando siente que nunca ha tenido tanta paz desde que su hermano no ha vuelto a casa, de inmediato la espina de la culpa se clava en su corazón. Lo ama, por supuesto, como cualquier hermano ama a quien le acompañó en aventuras durante la infancia... es solo que no se había dado cuenta de cuándo se habían vuelto tan lejanos, y cuándo exactamente comenzó a fantasear con que él no estuviera allí para hacerles la vida más difícil a él y a su madre.

    Su madre... Igual y aniki tenía razón, y los había cambiado por el hospital desde hacía mucho. Ellos, cada vez mayores, cada vez necesitaban menos cuidados, ¿no es así? Lo cierto es que eso era una putrefacta mentira, el único abandonado había sido el menor de los Jeon, pues Yu Geom siempre había tenido una estrella sobre la frente ante los ojos de su madre.

    De un segundo a otro, siente la mirada juzgadora de dios tras su espalda, lo que lo obliga a acechar por medio de la ventana. Juraría que alguien le estaba observando.

    JungKook se centra de nuevo en sus libros y sube el volumen de la melodía, sin saber que abajo, lejos de la música alegre de su walkman y las frustraciones sobre el pasado o su familia, la cerradura de su departamento se abre temblorosa para dar paso a la única persona que le queda en el mundo. Confundida, aterrada y por supuesto, inconsciente.

14082022

Love, Sam 🌷