Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

14. Ventaja

«Te amo desde el sabor inquieto de la fermentación;
en la pulpa festiva. Insectos frescos, azules.
En el zumo reciente, vidriado y dúctil.
Grito que destila la luz:
por las grietas frutales;
bajo el agua musgosa que se adhiere a las sombras. Las papilas, las grutas.
En las tintas herbáceas, instilantes. Desde el tacto azorado.
          Brilloㅤㅤㅤ
que rezuma, agridulce: de los goces feraces,
de los juegos hendidos por la palpitación [...]»

Una luciérnaga bajo la lengua, Coral Bracho.

    —Hey, mamá... ¿Por qué decidiste ser mi madre? —Antes de Tokyo y su abrumador y cansino ambiente, mucho antes de los días grisáceos y la adherente tristeza que estos traían consigo, vivieron juntos en una casita muy pequeña en Daegu. Ella los bañaba a ambos y les ponía conjuntos de ropa muy linda, con listones que caían de por aquí y por allá. Los entalcaba con wakodo y les cepillaba los cabellos para ponerles solo un poco de laca. Eran entonces los niños más elegantes y bellos sobre la faz de la tierra.

    Salían de paseo. A la casa de los abuelos.

    Quizá en aquel tiempo de hambruna, no pudo contestar a la pregunta inmediatamente. Era tan joven, tan inexperto e inocente, que la idea de un odio no clamado, jamás pasó por su mente cuando su madre tardó más tiempo del necesario en responder su pregunta. Estaba nerviosa, lo veía por la manera en la que giraba el anillo dorado en su dedo anular con insistencia. Observaba nerviosamente hacia la habitación de arriba, quizá sin saber que su hijo mayor lo notaba, sin saber con exactitud el porqué.

    —Porque te amo —respondió en cambio. El hilo en su voz, fungió más como una endeble promesa que como en una afirmación. ¿Lo amaba? Se preguntó en ese mismo instante, mientras observaba el brillo domar cada minúscula parte de tan grandes ojos grises. Y entonces lo tomó en brazos, Tae Hyung la observó de hito en hito, los guantes en sus pequeñas manos le tomaron de las mejillas y le dedicó una tierna sonrisa, levantado por los aires. Amor. Suavidad. La piel de mamá era tan suave entonces. Cuando pegaba su nariz a sus mejillas y sin aviso alguno dejaba un gran beso allí, en donde el brillo pegajoso de su bálsamo labial se quedaría por un rato. Rato en los que el niño andaría por todas partes diciendo "Mira, mi beso. Me lo dio mamá y es solo mío". Tae Hyung sonrió de inmediato ante la muestra de afecto, mostrando en aquel hoyito entre su dentadura, la evidencia de su inocencia—. Sí. Porque te amo.

    Respondió con gran tristeza. Casi como si se lamentara por sentir que sus palabras eran mentiras.

    Ella no decidió ser su madre, a decir verdad. Pero esa es otra historia, y a pesar de que cada vez es más difícil mantenerse concentrada y cuerda, a pesar de que la desafortunada herencia se esparce como bacteria necrosante en piel humana, tiene muy en claro que su hijo es la única cosa verdadera que tiene y tendrá al final de sus días. Tae Hyung no era culpable de venir al mundo... Pero Young Ae tampoco era responsable de este hecho. Es por eso, que aunque no le debe ni una pizca de amor, hará lo posible para que su hijo, una pequeña cabra rodeada de cruentos corderos, pueda vivir con la fuerza que requiere ser un depredador.

    A lo lejos se escuchan los balidos del rebaño en la granja. Los cánticos de una nana se mezclan con el susurrar del viento indulgente que acaricia las ventanas de madera vieja e hinchada por las lluvias. Al abrir una puerta, incluso hay que empujarla con demasiada fuerza, y eso alerta a todos dentro de la pequeña casa. Es un lugar tan pequeñito, que es casi imposible guardar secretos... O esconderse de los males.

    El cuerpo pequeño de un infante, no más de seis años, quizá. ¿o serían siete? No lo recuerda con exactitud. Pero baja por las escaleras, siempre tomándose del barandal como le ha indicado, para que no caiga, para que no se lastime, para que su más preciado tesoro en el mundo no salga herido.

    Y entonces, entre tantos saltos, entre tantos brotes de curiosidad —brotes que jamás debieron existir en un huevo tan, pero tan pequeño—, un gemido de dolor se empapa junto a la lluvia, adhiriéndose en el proceso a la madera del hogar. Y cuando los ojos de la inocencia se asoman por la puerta, caminando de puntillas para que ellos no se den cuenta de que está allí, la dulce figura de su dulce madre yace en los tablones sobre la alfombra, derramando su dolor ante el mundo, a manera de lágrimas resentidas que miran hacia arriba con mucha, mucha rabia y ese brillo carmín emanando de lo alto de su frente.

    Entonces levanta la mirada y ha visto los ojos de alguien aún más aterrador que el demonio o las bestias bajo su cama. Una mirada filosa, cejas prominentes, boca ancha, barbilla fuerte, y el destello pétreo de un ser inalcanzable.

    Él camina directo hacia la puerta, sin que Tae Hyung entienda por qué el terror lo ha obligado a quedarse tan quieto en su sitio, pese a que todo dentro de su carne le indica que debe correr en ese mismo instante, lejos de los pesados pisotones de aquel gigantesco monstruo. Y lejos de la mirada desaprobatoria que le da su madre desde el otro lado del cuarto.

    —¡Te dije que te quedaras en tu habitación, Tae Hyung! —La escucha exclamar con una voz tan profunda y tan severa que todo en su pequeño cuerpo se estremece.

    Y el monstruo más aterrador se aproxima hasta quedar frente al niño. Es la respiración pesada de un toro, de un volcán que respira fuego y exhala cenizas de infortunio. Se acerca demasiado, está incluso rechinando los dientes, casi como si el pequeño fuese el responsable de todas las catástrofes que ocurren en el mundo. Tae Hyung tiembla. Ha presionado la galleta de jengibre tan fuerte entre sus manos que esta se ha roto, y ni siquiera importa si las migajas se impregnan en la preciada alfombra de mamá. Ya no puede huir escaleras abajo, en donde el olivo del horizonte le parece amable, en donde la vida se reduce a canciones de cuna y el sonido de la afectuosa naturaleza.

    Hasta que esa cabellera negra y lacia se interpone entre Tae Hyung y su más grande verdugo.

    Y mientras él corre escaleras abajo para esconderse...

    Lo acuna de nuevo la voz de su madre.

    Mas no en cánticos de nana.

    Ni en poemas de amor.

    Ni en leyendas de ensueño.

    Sino en gritos de dolor.

    Y en lágrimas de impotencia.

    "¿No lo recuerdas, pequeño?" le pregunta ella con dulzura "Decidí ser tu madre, porque amo cada parte de tu existencia".

𖥸·᪥·𖥸

    Toma el papel entre sus manos, sintiendo un alivio pinjante en el centro del pecho. Repasa las letras por si hubiese leído mal y cuando corrobora las notas, se permite suspirar con un alivio agonizante. No lo sabe, pero su madre ha estado de pie en el dintel de la puerta observando hasta el más mínimo de sus movimientos. Un respingo y el hondo vacío que deja la ansiedad en medio del pecho, le embarga en tan solo un santiamén cuando sus orbes conectan con los de ella.

    —Ah, mami, llegó mi reporte de notas en la universidad. ¿Quieres ver? —pregunta con la esperanza picando las yemas de sus dedos.

    La mujer parece dudar por un segundo, la ve revolver un poco su corto flequillo y después de soltar el mayor suspiro que le ha escuchado exclamar durante la semana, le dedica una mueca cansada y un:

    —Sí, quiero verlas, Jung Kook. —Ella toma el papel con una brusquedad involuntaria, mientras que con la mano libre desarma el moño que lleva sobre su corto cabello negro. Ausculta por unos segundos el papel con pétrea mirada y labios titubeantes, y después de lo que parece una eternidad, por fin Jung Kook puede obtener palabras de su progenitora—. Ese noventa y ocho entre tantas notas perfectas lo arruina bastante, pero está bien, has mejorado.

    Jung Kook tragó saliva, sabiendo que no podría ignorar la fastidiosa nota que no pudo salvar por más que se obsesionó hasta el cansancio con ella. 

    —Me sentí mal el día de la prueba y tuve que salir antes durante el examen —responde de inmediato, como si la justificación pudiese hacer que su decepción disminuya, aunque fuera un poco—. Olvidé responder un par de preguntas. Pero ya estoy estudiando para el siguiente período —se apresura en añadir. Su voz sale cada vez más rápida como cuando el nerviosismo se apodera de él—, el doctor Kaneshiro me dijo que puedo alcanzar la nota máxima si...

    —Perdona que te interrumpa, cariño —exclama la mujer, sin poner mucha atención en lo que le cuenta su hijo menor. En su mente reverbera la plática con el policía de la estación que no quiere darle avances sobre el paradero de su hijo y sobre tantas otras cosas, que es casi imposible concentrarse de verdad—. ¿Puedes pasarme mis pastillas?, me duele mucho la cabeza.

    Jung Kook entiende que quizá no es el momento para hablar de la vida escolar como si nada estuviese pasando. Está bien, había sido su culpa, había sido imprudente. Sin embargo, en el mismo instante en que intenta justificar al único eslabón que parece quedar de su familia, muchos pensamientos desagradables cruzan su mente. Se vio a sí mismo en el pasado, esforzándose al máximo durante meses para lograr esas notas casi perfectas, y ahora que podría llegar con su ofrenda de honor hacia su madre, nada importaba. Nada nunca sería más importante que la sombra de ese hermano al que no le nacía visitar su propia casa de vez en cuando para dormir.

    Él se la pasaba encerrado estudiando para hacer honor a sus padres, y no obtenía absolutamente nada. Obtenía un "pudo ser mejor". Siempre pudo hacerlo mejor. Nunca era suficiente, jamás, por más que se desviviera entre libros y proyectos, al final, sus resultados eran poco menos que decepcionantes. Mientras que ese hermano problemático, solo tenía que aparecer un par de veces a la semana por el dintel de la puerta, y entonces a su madre se le iluminaba el rostro como nunca, y le recibía con los brazos abiertos. Entonces preparaba grandes festines con brochetas de cordero e incluso fruta fresca y pláticas durante horas sobre cuán orgullosa se sentía. ¿Podían culparlo por sentirse enojado de aquella paridad de la que ninguno de los dos hermanos era responsable?

    Alcanza el medicamento a la mujer como en un acto de rendición y recorre las escaleras a grandes zancadas, esperando que su madre le llame de nuevo, que le diga que quiere escucharlo porque cada palabra que pueda salir de su boca es necesaria e importante. Pero lo que prosigue al golpe de la puerta de su habitación cerrándose, es el perpetuo silencio que se les da a aquellos que son olvidados desde antes del nacimiento.

𖥸·᪥·𖥸

    Deambula durante un par de horas entre las laberínticas calles del barrio. Baja hasta las profundidades de los edificios, por ahí, muy cerca del onceavo distrito al sur de la ciudad, en donde ambos habían encontrado su escondite años atrás, entre departamentos que, aunque fueran costosos, eran la única manera de asegurar que los vecinos no fueran demasiado entrometidos. Y después de un rato sintiendo que alguien le seguía los pasos, se escondió detrás de una de las casas más altas, en lo que se aseguró que los jardines escondieran su cuerpo tembloroso y sus manos sospechosamente sudorosas. Pronto los pasos se adelantaron con rapidez. Un par de chicos caminaban silenciosamente hacia adelante. No habían reparado en él. Y nadie lo estaba siguiendo.

    Al sacar la carta con cuidado de su bandolera, puede observar como la sangre roja y vibrante se impregna en el papel y tiene que ser cuidadoso para que las letras no se empapen también. La letra de Jeon resulta revuelta, un poco caótica, como si hubiese escrito la carta en un último atisbo de valor. Un atisbo de valor que a él le gustaría tener de vez en cuando.

    En ella, no hay más que los deseos de un muchacho común. Admite haber desarrollado cierto interés hacia él y Tae Hyung no puede comprender a qué se debe tal interés.


     ¿Sería aquello como la satisfacción de un divino morbo?, como cuando los mortales asisten a un bestiario para observar a las más inverosímiles criaturas que existen sobre la faz de la tierra. Como encontrar en medio de la acera una bestia tan horrible, sin poder eludir los deseos de tomarla entre las manos y llevarla consigo.

     Y no le molesta la idea... No le molestaría que Jeon le observe, que se observaran mutuamente, contándose las cicatrices de vez en cuando, o curándose las heridas. Pero no podría permitirse tal deleite. Porque ella no lo aceptará, aún muerta. Y matarla es... Tomará tiempo. Siente de pronto una opresión en el pecho, los insanos deseos de llorar le embargan de nuevo. Dios, si es que existes en algún lugar de la tierra, ya fuera en el cielo, o entre las muelas de los cadáveres, ¿por qué le habías dado a este hijo la capacidad de sentir y al mismo tiempo, le habías impuesto la prohibición?

    ¿Qué de regocijo podría existir entre tu grandeza, el ver a un ser tan pequeño sufrir por su propia pequeñez e insignificancia? (Insignificancia que tú mismo le habías dado). Le hacía sentir amor por su madre, y repugnancia también. Pero ni el suficiente amor para aceptarla, ni el suficiente odio para asesinarla. Siempre dejando sus voluntades en el punto medio, en la indecisión, en la parcialidad, en la precaria idea de un todo que jamás será completado.

Un todo que no lo es todo.

Una nada que es un algo.

Un vacío que está lleno.

    ¿Oh, cuánto tiempo tardaría en doler?; Se pregunta en aquel momento, ¿cuánto tiempo tardaría en cicatrizar de su muerte? ¿y si después de matarla la herida se mantuviese sangrando, sin oportunidad de cerrarse?, ¿qué haría entonces?, ¿en dónde podría esconderse? Si todo cuanto lo viera reconocería a un detractor, perpetrador de su propia sangre.

"Miren, ahí va ese chico. Sí, fue él quien mató a su madre".

    No podría entonces con los ojos inquisidores que lo mirarían de arriba abajo, sobajando su valor a poco más que el de una cucaracha. Y los de Jeon... ¿Qué haría si se enterase?, ¿lo repudiaría?, ¿lo miraría desde arriba, como se le mira a un insecto putrefacto? Con asco, con desdén.

    Pero vivir con ella tampoco es posible.

    Bien entonces, para ahorrarle los malos ratos a desconocidos, él tendría que sacrificar el más mínimo indicio de una vida normal. ¿No?

    Oh, Jeon... él y su carta, le daban las respuestas que justo no quería escuchar. ¿Cuánta tristeza puede absorber un ser humano?, ¿cuánta porquería era Tae Hyung capaz de absorber antes de estallar por completo, justo como una ampolla que se pega en tela y revienta al retirarla?

    A lo lejos, divisa con horror a Young Ae conversando con otra mujer. Y basta una mirada de soslayo, para que Tae Hyung reconozca a la madre de Jeon en la lejanía. A su lado. A su lado. Cerca. Muy cerca. Peligrosamente cerca. Malditamente cerca. El corazón se le aplasta en el pecho. Parpadea suavemente, sintiendo como la rabia crece en la boca de su estómago y comienza a tragarse el aire de a su alrededor a bocanadas, hinchando sus pulmones de vapor. ¿Se estaba ella burlando?

     "¿Qué planeas, mujer?" se pregunta en sus adentros. No puede pretender que atacará a alguien a plena luz del día, ¿verdad?, ni siquiera ella es tan estúpida, ¿verdad?, ¡¿verdad?!; Entonces esto debe tratarse de una reprimenda implícita. Una lucha silenciosa en la que le recuerda, "yo hago lo que quiera". Y lo confirma cuando conecta con sus orbes inquisidores y burlones. Y le sonríe en la lejanía.

    Tae Hyung gruñe, furibundo.

    —No podías quedarte quieta un maldito segundo, ¿verdad? —masculla, incapaz de ser consciente de que lo ha dicho en voz alta.

    No podía siquiera cumplir una puta promesa. ¿Era eso? Entonces piensa, que no había nada que lo obligara a cumplir las suyas.

𖥸·᪥·𖥸

    Una profunda tristeza es lo que permanece en sus cartas. Respirar profundo y pretender que los males son insignificantes ya no es suficiente. Es una dulce melodía, son las teclas que con suavidad tocan sobre las alabanzas y la bondad. Y al mismo tiempo, es sobre el caos, sobre lo atroz, lo inhumano. Ya no quiere mirarse al espejo y odiar su reflejo, pero no puede hacer más que levantar de nuevo la mirada hacia el cielo nocturno y suspirar, harto del oxígeno que indómito se pasea entre sus pulmones.

    Pulmones.

    Que como esponjas se deslizan y expanden sus costillas.

    Costillas.

    Que tan frágiles como se profesan, tan solo bastaría una caída de una altura más o menos considerable para quebrarse, cual adorno de vidrio sobre una pequeña mesa en el tocador de su vieja casa.

    —Ah, Jeon-san. ¿Te he presentado ya a mi hijo, Tae Hyung? —Ella sonríe con cordialidad, mientras extiende su brazo para hacerle aproximarse hacia ambas. Rodea su brazo con sus manos y apoya la mejilla en la manga de su blazer. Esa es una señal clara. Quédate quieto, le dice en silencio. Es la manera que tiene de proclamarlo suyo. Ya no habrá oportunidad de negarla ante extraños si se le da la oportunidad ya no habrá manera de negarse culpable cuando todo estallase. Era la manera que tenía de recordarle que haría siempre al final del día su voluntad. ¿Le había pedido que se alejara de la familia agredida? Entonces iría justo a entablar conversación con la madre, ¿para qué?, ¿para burlarse de su luto, quizá? O simplemente para dejar en claro quién de los dos es más fuerte. Y Tae Hyung cree entender el mensaje. Mas eso no significa que va a perder los estribos. Si hay algo que siempre le ha reprochado, es la manera tan estúpida de controlar sus impulsos, o mejor dicho, de no controlarlos. ¿No era esta la oportunidad perfecta para demostrar que no eran iguales?—. Mi muchacho está estudiando la universidad. Y tiene unas notas tan buenas, ¿no es así, querido?

    Por supuesto que no era igual a su madre.

    —¿Es en serio?, qué orgullosa te debes sentir, Kim-san —exclama la Señora Jeon con un aura cansada. Sonríe con amabilidad hacia ambos y Tae Hyung se obliga a devolverle la más complaciente sonrisa que puede sacar de sus ademanes fingidos. Saluda en silencio con una suave reverencia, sintiendo el agarre de su madre en su brazo, como una cadena, como una correa. "Mira, pequeño, estoy aquí y no me iré solo porque lo desees". Y él le clava la mirada con severidad y Young Ae la devuelve con igual o mayor ímpetu.

    Oh, ¿en dónde había quedado su bella y astuta madre?, aquella a la que los impulsos nunca la doblegaban. Aquella que era fuerte y definitiva. Aquella que no necesitaba que los demás le quitaran las piedras del camino para avanzar sin tropezarse en su vereda por el mundo óleo, frío, resbaloso, ruin. Mientras más la observaba, más se convencía... Ella era la decadencia de lo que alguna vez fue, y de su verdadera madre ya no quedaba nada.

    Cuando a sus pisadas resonantes en los charcos, se les unió el sonido de alguien más siguiéndoles los pasos, supo que quizá su madre no era el único problema que tendría que enfrentar esa noche.

    —Mamá, Sakaguchi-san te está buscando. Irá a verte al departamento —exclama con premura, cuidando su pronunciación como lo ha hecho desde niño—. Mencionó que era muy importante. 

    Ella entorna los ojos con el ceño fruncido, intrigada. Por primera vez, no puede asegurar que su hijo no esté mintiéndole, el muy bastardo estaba aprendiendo a regular el tono de su voz. Quiere buscar algo, un indicio de que es una farsa, su labio inferior titubeando, el hecho de que se lleve el cabello tras la oreja, manos sudorosas, a Tae Hyung suelen sudarle las manos cuando miente, lo sabe, desde niño solo ha tenido que tomarle de las manos, y al sentirlas frías, sabe que está mintiéndole. Pero en esta ocasión no ve nada.

    Tae Hyung la observa titubear.

    Se ha tragado la mentira.

    Lo sabe porque hay un ligero enojo guardado en las comisuras de sus labios, casi como si hiciese un berrinche porque le han arruinado un festín que le ha tomado toda la tarde preparar. Por su parte la cabra no puede ignorar sus palabras, pues las advertencias de ese tal Jung dando vueltas a su alrededor son reales y quizá algo ha pasado en la prefectura que la pueda poner en peligro a ella y a su hijo. Y así, sin saberlo, Tae Hyung ha soltado por primera vez en la vida una jugada que funciona. Como verter champaña sobre una pirámide de copas. Quizá algo caiga por los bordes, pero al final el espectáculo sigue siendo abrumadoramente hermoso.

    Ve a su madre despedirse con pena y dedicarle una mirada filosa al retirarse, breve, pero inquietante. Ya no puede seguir poniendo atención a los balbuceos de Tae Hyung. Y se marcha. Dejando al muchacho con el corazón a punto de estallar de la emoción. Observa a la señora Jeon por un segundo, buscando alguna herida, algún indicio de que ha sido atacada... Pero más allá de las grandes ojeras que adornan sus ojos, todo parece estar en orden con ella. Ojos. Un momento. Algo en ellos, ligeramente dilatados le hacen saber que estuvo a nada de llegar realmente tarde.

    —Vaya a casa —ordena, casi con dureza. En esa pobre mente de cordero no existe alguien realmente consciente por el momento, sus ojos nublados, su madre ha sido rápida al momento de drogarla, si no hubiese llegado a tiempo, entonces...—. Y no se acerque de nuevo a la mujer que conoció hoy. ¿Me escuchó?

    La toma del brazo con firmeza y la encamina hasta el domicilio de Jeon, para el que quedaban tan solo un par de calles a la izquierda. Ha plantado los pies, mirando de tanto en tanto a su alrededor por si alguien está viendo. Pero la calle, dado que el toque de queda está a punto de comenzar, está completamente vacía.

    Ella entra al edificio, incapaz de poner sus ideas en orden... Estaba en una cafetería, con una nueva amiga, y de pronto... De pronto... Todo a su alrededor se había vuelto tan pesado, tan lento. Caminaba, caminaba al lado de alguien, ¿de quién?; No sabe que ha subido al elevador, hasta que este se abre en su piso, y reconoce a duras penas la entrada de su departamento. Toma la tarjeta de acceso con las manos temblorosas y la pasa. Denegado. La voltea, y lo intenta de nuevo. Denegado. Una vez más. Por fin su hogar le abre las puertas, y cuando cierra la puerta tras de sí...

    —J- Jung Kook... —susurra, tomando la aldaba de la puerta con fuerzas escuetas, justo antes de caer inconsciente.

Les dejé la carta, por quienes querían saber qué decía ♡ bais!

24012022 | Love, Sam 🌷

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro