05. Adversario
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Por: Sen Takatsuki
SH Editorial
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«Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en qué lugar escondidos,
están muertos o dormidos,
los besos que no se dan?[...]»
—Resucitarán, Manuel Gutiérrez Nájera.
A la muerte le tomó apenas unos minutos reclamar su cuerpo. La piel se desprendió de su sitio, como si pelara una fruta, una fruta podrida que chorreaba en los bordes ensangrentados de su infortunio. Al principio fue difícil, pero cuando usó la fuerza con mayor ímpetu, las capas de grasa habían cedido; entonces el tejido se quedó tendido de las mejillas.
Se sintió entonces un poco, solo un poco satisfecha.
Pero antes de aquello, mucho antes de que ella cayera en el frenesí de la situación, habría proferido alaridos patéticos hacia algún lugar del universo muy por fuera de su concepción... Las calles húmedas que deja septiembre a su paso hacen brillar los limitados espacios en un halo dorado, opacado por la penumbra, como espejos que muestran la verdadera profundidad del ser.
La voz de su hijo llegó a su mente, como el vaivén de hojas secas. Tierra en heridas purulentas, lodo bajo los pies descalzos y el caminar de un arácnido sobre piel intacta... El recuerdo de su voz es podredumbre... Y aunque quiso actuar con mucha meticulosidad (como era su costumbre últimamente) estaba demasiado enojada como para fijarse. No se dio cuenta cuando estaba hundiendo los larguiruchos dedos entre las cuencas de ese hombre desdichado... Los fluidos desprendían un aroma penetrante, comparado al diluyente o el cloro puro. Por lo menos se sentía bien penetrar en el cuerpo del otro con los dedos, dejando que el calor envolviera sus dulces extremidades... Eso le servía de consuelo.
El muchacho había intentado gritar, por supuesto, pero ella fue más rápida.
Había aprendido de la experiencia, que la manera más fácil, era enterrar el cuchillo en el cuello, cortando el paso de aire. Entonces se retorcían como peces, abrían la boca desesperadamente, como si la quijada se les desprendiera en un acto de rebeldía desenfrenado, una osadía que se desvanece en intentos vanos, si bien el metal les bloqueaba el paso de aire.
Era egocéntrica, por eso es que saca los órganos con mucho cuidado, encorvando los dedos. Siente al cuerpo ceder ante su presión, es hueso, es piel de papel y humor gelatinoso. Gemidos; de esos inquietantes, los de él de dolor, los de ella, de regocijo. Y se crea un tatuaje en el aire de agonía integra, sonidos entremezclados entre metal y petricor... Lo que la hace considerar sus actos, verdaderas obras artísticas.
Entonces miró a su víctima, al punto del desmayo, sin duda era hermoso poder observar el nervio óptico en el exterior, como un cordón umbilical empapado en pintura borgoña, una tira enroscada de al menos quince centímetros, que servía como conexión hacia el exterior.
Demasiado fácil...
«¿Por qué nada es suficiente?».
No era lo que quería. Por lo menos la lluvia naciente se encargaba de limpiar la sangre y redirigirla hacia las alcantarillas; Pero, incluso sintiendo la dicha de sus más grandes y retorcidos deseos, aun saboreando fantasías hechas realidad, nada parecía llenar el interior.
—¿Qué se siente? —pregunta, como si la curiosidad la abrumara. Como si burlarse reestableciera la dignidad que sentía perdida. Lleva los largos cabellos pegados a la frente, y los ropajes al perfil de su cuerpo, la piel está hirviente, a pesar de que la temperatura del agua cala los huesos... el hombre tirita, quizá en una convulsión, en la bruma de una agonía inconmensurable —¿qué se siente pensar que te vas a coger a una mujer que no quiere nada contigo? —susurra— Supongo que pensaste que esto sería divertido... —El tipo, aunque no se tratara de un inocente, podría sin dudas, ser una verdadera víctima de la mala suerte. No la tocó, pero cometió el error de hacerle pensar que lo haría. Fue entonces cuando ella se sintió ofendida, y explotó en su arranque habitual; le hizo creer que aceptaría su invitación de correr cual adolescentes al motel más cercano, pero, si bien dieron la vuelta a la calle en donde las cámaras de seguridad llevaban averiadas ya varios meses, el hombre sintió su destino, a manera de puñal en la espalda, besando el dorso de su cuello, moviendo de su lugar a las vértebras cervicales, con mucha... mucha dulzura—. Al menos uno de los dos se está divirtiendo—exclama con tono dulce, casi condescendiente—. ¡Mira mi rostro y no te desmayes, carajo!
Le golpeó con una fuerza abrumadora, mientras un hilo de saliva se entremezclaba con el agua en su rostro. Soportaba el cuerpo con ambas manos. Por eso le gustaban delgados; así no tenía problemas al realizar sus prácticas.
—¿Creíste que me quitarías a mi hijo, bastardo? —gruñe, como un animal, le habla a la nada, al pasado, a la mala suerte que la atrapa a cada momento—. ¡TaeHyung es mío, ha salido de mis entrañas, lo he sacado de mi interior y se me ha arrebatado una parte del cuerpo para que él pueda vivir! —profirió— ¡No tienes ningún derecho a acercarte! —entonces comenzó a golpear al cuerpo con el filo del arma, doblando las muñecas con maestría, y ocasionando un nuevo y profundo corte en cada ocasión —. ¡No tienes el maldito derecho de mandar una puta carta del demonio! No tienes derecho de poner un pie en esta tierra y decirme cómo debo criar a lo que me obligaste a... —una masa homogénea, irreconocible, blanda, torpe. Cartílagos que se desprenden y arterias que estallan cuando, en medio de su locura, falla al apuntar al rostro—. NO LO MATÉ CUANDO PUDE. AHORA QUE NO PUEDO MATARLO, ME NIEGO A RENUNCIAR A MI DERECHO SOBRE ÉL. ¡LO ESCUCHASTE!?, ¿LO ESCUCHASTE?!, HIJO DE PUTA.
El cuerpo había dejado de luchar por una vida perdida, (o por un cuerpo digno de un velorio a tapa abierta), mientras ella sollozaba encolerizada por la idea de ver a los ojos a ese malnacido de nuevo. No quería, prefería morir antes que ver lejos a su engendro, bajo la protección de otra vida, abandonándola a ella en el proceso.
Bueno para nada, eso eres, pensó, arrojando su cuerpo para que su propio peso le hiciera colapsar con el asfalto. El cadáver ocasionó el torpe sonido de un golpe seco, horrible, sin una pizca de gracia o belleza. De nuevo, había fallado.
Entonces ella se paró a sus pies. Sí, estaba muerto, y ni siquiera se había divertido lo suficiente. Se lamentó tanto en aquel momento en que los cardenales no aparecieron en su piel con la inmediatez que su ansiedad requería. Quizá esa era la diferencia. Quizá esa era la verdadera razón por la que no acababa con la vida de su muchacho. Por amor...
Por supuesto. Disfrutaba más de esa versión de la realidad. Una en la que le mantenía cerca, por el mero placer de ocasionar moretones en su piel. Las heridas de TaeHyung eran diferentes... De alguna manera, resultaban la única belleza en su asquerosa existencia.
Al morir el hombre, se sintió estafada. Le gustaba más cuando se arrastraban, cuando usaban fuerzas de algún lugar desconocido y, en medio del delirio, pensaban en escapar de ella, su fuerza, y su egocentrismo. Este había sido un total fracaso. Ni siquiera se molestaría de llevar alguna parte a casa como recuerdo.
Estúpido juguete roto.
Tomó ambos globos oculares y los observó. Desentornados... Oh... Realmente no había nada que valiera la pena. En verdad dios habría estado jugando al crearlos; de otra manera, no se explica por qué perder el tiempo en diseñar algo tan horrible; quizá era una manera de alimentar su divino morbo. Le entiende, se siente comprendida por ese ser divino, pues, entiende la manera en que, crear un ser despreciable para después verle sufrir por su propia fealdad, terminaba siendo uno de los pasatiempos más maravillosos que una persona podría experimentar.
Ahora que ha disfrutado, ahora que ya no se siente tan herida, ni desbordada, se permite continuar con su adorada labor. Su más grande manifestación de egocentrismo: Su firma.
Porque toda obra de arte debe llevar firma. Y porque cada obra para ella, es especial y única, aún si esta no ha sido maravillosa en particular... Son a penas las dos con treinta y cinco. Eso le da veinticinco minutos para actuar.
Limitado, pero suficiente.
Y no necesita más.
Entonces toma con fuerza la mandíbula del cadáver y la fuerza a abrirse...
—Hoy no tengo hambre... —exclama en un susurro casi romántico, ronronea sus verbos como un animal muy pequeño —pero puedo invitarte a cenar... claro, si me aceptas la propuesta.
Entonces trabajó sin inspiración.
No podía esperar para tener a su verdadero objetivo bajo sus manos.
Oh, entonces crearía algo realmente digno.
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Uhh... Realmente espero que hayan disfrutado. Narrar violencia no es tan sencillo como pensaba. (Lamento si me quedé corta en lo que sería una asesina como tal). Sin embargo, aquí estamos, dejando notas, pistas y detalles que nos servirán para entender cosas más adelante. ♡ Supongo que mi manera de narrar gore mejorará con el tiempo, idk (?
Nos leemos pronto.
✎12072020
Love, Sam 🌷
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