03. Mama
Por: Sen Takatsuki
SH Editorial
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«Tal vez la cuchilla del carnicero fuera la redención para este animal, pero él es una herencia y debo negársela. Por eso deberá esperar hasta que se le acabe el aliento, aunque a veces me mira con razonables ojos humanos, que me instigan al acto razonable»
El híbrido, Franz Kafka
TaeHyung siempre había pensado en su madre, como la flor más hermosa en el mundo...
En todos los laberintos que ha inhumado bajo el iceberg, los recuerdos agrios que se retuercen entre la tierra en la que fueron sepultados de antaño, emergen a la superficie sin previo aviso, quemando todo a su paso, y reduciendo deseos internos a meras cenizas de intenciones fantasmales.
Sin embargo, el monstruo de sus pesadillas, continúa siendo endemoniadamente bello.
Manos pequeñas, que se aferran fervientemente a un cordero de felpa, una mirada infantil que va perdiendo el brillo pueril que solo se puede mantener, cuando se nada en la ignorancia.
No quiso admitir en aquel momento que le observaba. Negó cuantas veces fue necesario, el haber sentido alguna vez algo por alguien, mucho menos hacia el dueño de esa sombra que se siente incapaz de mirar dignamente a los ojos. Indigno de ser humano, indigno de un amor correspondido, el huevo bajó la mirada en todas y cada una de las ocasiones en las que le tuvo en frente; y se había arrepentido en ese mismo instante, presionando sus dientes y tragando lo amargo de su cobardía como castigo.
Él, el menor de los Jeon, hijo de una neurocirujana bien acomodada que se había mudado recientemente por el trabajo de su madre, llegó al distrito 11 como una criatura fantasiosa que no pertenecía al putrefacto mundo en que Tokyo se sumía, como un monstruo, mitad algo y mitad todo que se movía entre los mortales, ignorando su naturaleza divina. TaeHyung le había observado de lejos, sin saber que una profunda obsesión se sembraría, allí, bajo sus costillas con el pasar de las estaciones.
Crecieron separados. Con suerte, se lo habría topado alguna vez, en el departamento de Ciencias, con la mirada clavada en libros de anatomía que le aseguraban seguir los pasos de su respetable padre, el fallecido doctor Jeon, supo de él por los murmullos... a donde fuera que Jeon moviera su andar airoso, en donde clavara esa mirada conmovedora y al mismo tiempo dotada de una crítica extraña, a donde fuera que posara su figura, las moscas caían a sus pies y tapizaban su andar de ilusiones destrozadas por sus verbos.
En aquel entonces, en que TaeHyung aún podía deambular en la universidad, fingiendo ser un estudiante común, una persona íntegra y respetable, se tomaba el atrevimiento de mirarle como un mendigo observa a un rey.
Su actuar despreciable, las calumnias cometidas por las uñas de su madre, parecían esfumarse cuando le tenía a él en su campo de visión... Bajo los árboles de cerezo que abundaban en el campus, entre la bruma violácea de los atardeceres otoñales, a veces platicando alegremente con un par de amigos más... A veces solo con su alma, en un silencio devoto y casi beato.
Una sonrisa ladina, un lunar debajo del labio que se mueve incesante, de arriba a abajo, recitando versos que parecen oraciones a un dios en el que podría creer, si tan solo sus circunstancias repulsivas no fueran tan inminentes; una figura a la cual adorar, cuando la fe es lo último que podría llegar, como hilo de salvación en medio de la muerte.
No había nada en común entre ambos.
Una cabra y un cordero.
Semejantes y al mismo tiempo heterogéneos.
Eran dos mundos en órbitas diferentes, ajenos el uno del otro, sin una oportunidad de conexión.
Hasta el maldito momento, en que una cabellera negra, y una mente quebrada sedienta de borgoña, les obliga, torciendo los hilos del destino entre sus uñas, atando nudos infaustos, en tirones desordenados y putrefactos... A colisionar entre sí... Y herirse irremediablemente en el proceso.
Basta un tenue movimiento de su cara hundida en el retrete, para recrear la vomitiva sensación que el parentesco le provoca. Basta un insignificante recuerdo, para que de sus fauces emane el veneno viscoso que parece quemar su esófago.
Sus alaridos animales se nublan, se mezclan con el silencio de la noche y un televisor encendido que habla solo hacia la nada, lo devuelve paulatinamente a la realidad que tanto odia y de la que tanto reniega.
«Se confirma una segunda víctima de la Cabra Negra en esta semana, las autoridades piden a los ciudadanos permanecer en casa después del toque de queda. Si regresan del trabajo, no lo hagan solos, manténganse alertas por cualquier...».
La conoce a la perfección... ¡Cómo no hacerlo, cuando es su madre! Ya antes le ha arrebatado personas importantes, entre ellos, un hermano del que casi no recuerda figura alguna...
«Ve, y acaba con ella...
Ve, y revienta su cabeza
contra el asfalto.
Ve, ve, ve y haz uso
de tu derecho como hijo.
Mátala.
Eres capaz de hacerlo,
ella te teme,
lo presientes...
Por eso debes aprovechar...
y acabar con el perro
que esparce la rabia;
¿Quién más digno que tú
para quitarle la vida?,
¿quién más justo que tú
para otorgarle
el final que merece?».
¿Un herido puede defender lo que le importa?, ¿puede un ser humano quebrado, evitar el quiebre de otro en manos ajenas?
No le conoce y aún así, puede afirmar que le ama... O al menos siente una necesidad infundada por mantenerlo en sus pensamientos a cada momento. De pronto, parece caer en la consciencia de que, en efecto, se ha vuelto loco; pues su mente y sus pensamientos parecen líquidos... imagina que es como ella, que puede tomar todo cuanto le plazca. Imagina, odiando a su mente en el proceso, que es como ella. Y que entonces, sale a las calles a reclamar a Jeon como suyo, que le toma, que le destroza el cuerpo, pedazo a pedazo; que disfruta del llanto que emana desde lo más profundo de su pecho; que se apodera de sus labios de granada y succiona todo el oxígeno de sus pulmones, hasta que desde sus brazos en el exterior puede sentir el neumotórax ocurrir con una belleza electrizante.
«Ahora la entiendes.
Finges sentir repulsión
de sus actuares,
pero, si pudieras,
si no fueras un
cobarde hijo de puta,
harías exactamente
lo mismo que ella...»
No…
Él es diferente.
Está seguro…
¿Lo está?
Lo está.
Aún si no puede pensar con claridad, sabe que es ella quien ocasiona el mal en su mente. Siempre había sido así… ¿qué lo hacía diferente ahora?, ¿acumular musculatura y un poco de fuerza física le había hecho creer que sería libre? ¡Vaya estupidez! Rozaba con las yemas de los dedos una adultez anhelada, sin embargo, por dentro, las lágrimas del niño abusado seguían cayendo a borbotones. Físicamente podría ser incluso más fuerte, pero... cuando la tenía enfrente, ella ocasionaba el homicidio de su moral. Con el pasar de los años, no había aprendido a sobrellevar la terrible relación con su madre... y él no era ningún asesino ni mucho menos... Pero, si por el bien del argumento de un dios burlón en algún rincón del universo, se fuera a retorcer sus creencias a algo más deplorable, más repulsivo...
Ella era una Flor del Infierno, oscura, frágil, roja y centelleante. Lo único que tenía que hacer era...
Arrancarla de raíz.
✎22032020
Posiblemente muuuy en la noche publique otras dos partes, si logro acomodar lo que tengo planeado...
Recuerden, cuidarse mucho y mantenerse en casa! ♡
...
¿Han leído "El híbrido"?, ¿qué les pareció la mini bestia?
Love, Sam 🌷
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