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01. Albugíneo

Por Sen Takatsuki
SH Editorial

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«[...] ¿Por qué debo disculparme por ser un monstruo?, ¿acaso alguien se ha disculpado alguna vez por convertirme en uno? [...]»

Juuzou Suzuya

    El frenético e incesante latido de un animal bajo sus costillas. La tormenta desenfrenada que le ocasionan náuseas, los recuerdos del amor, del dolor, e incluso el abuso, aún dormitan bajo sus pieles falsas de borrego en noches como estas.

    TaeHyung puede observar a las ramas de los árboles golpear con euforia los vidrios de la ventana, mientras los truenos centellan y parpadean en una distancia silenciosa y estremecedora. En su piel fúrica descansa un escozor insistente, y aún si no quiere admitirlo, el camino de brillo que llega hasta su barbilla orgullosa, delata toda la frustración y el dolor que ha estado guardando desde hace muchísimos años. Hay una rabia que repta en el piso, que trepa por las paredes y le envuelve en una inseguridad asquerosa y asfixiante.

    El brillo ígneo, imborrable y perecedero, se escurre entre la madera, empapando sus pantaloncillos y su camisa blanca, así como parece manchar también sus huesos, como tatuando al pecador para evitar su huida; Casi puede imaginar, a su carne volverse podrida desde el centro hasta la punta de sus dedos, cuando toca aquello que no debió tocar jamás... Y la sensación es nauseabunda, inmunda.

    Observa los pequeños surcos manchados en sus huellas dactilares, como un desconectado, como en una realidad que no le pertenece, pero que quiere hacer suya para siempre. Con la mirada desentornada y la respiración ataviada por el llanto.

    Es joven, pero entiende bien lo que ella ha hecho. Lo que ella ha causado, presa de sus más atroces impulsos, perversidades ocultas tras su larga cabellera negra y ese rostro de porcelana envuelto en hipocresía. Puede escuchar su risa, una dulce risa que funge como trampa para el hombre, una dulce risotada que oculta agonías y lechos de muerte ajenos.

    Ella, la encarnación de la perversidad.

    Su madre.

    Es ella quien vuela entre los recovecos de su mente, burlándose de su fuerza que más resulta endeble y quebradiza. Porque ella sabe a la perfección que aun si encubrirla en sus delitos no es un consentimiento expreso de compartir sus ideales, no lo hará, no la delatará, ni la entregará hacia el castigo que en evidencia merece; Se convenció a sí mismo de que su madre sería su madre, hasta el momento en que su putrefacta piel se viera rodeada de tierra y larvas carroñeras.

    Por eso despliega lágrimas gordas a la par de la tormenta... Maldiciendo su nacimiento, su existencia en este mundo en donde su solo recuerdo, parece retorcerlo todo hasta los bordes de la cordura, esos bordes tan estrechos como el filo de un cuchillo brilloso y metálico; ¿Si mezclara su sangre con la de sus víctimas podría obtener redención para ambos?, ¿si se arrodillara en medio de la tormenta, podría pedir alguna oportunidad de perdón para ella?

    En su sitio, en su patético sitio, TaeHyung tiembla asqueado.

    Pues la sangre a la que más le teme, no es a la que está escurriendo justo ahora de sus dedos ni la que se está secando bajo sus uñas, no es la que emana del cuerpo agonizante a sus pies, tampoco la que ha salpicado a sus pestañas, ni la que ha saboreado en los bordes de sus labios (gotas, pequeñas y amargas que han sido tragadas sin intención alguna); No... A la que más ha temido desde que tiene memoria, corre entre sus vías venéreas en un circuito de eterna agonía, de herencia indeseada; Células humanas que, irónicamente, carecen de cualquier indicio de humanidad gracias a sus asquerosos genes y perversidad latente; Porque lo sabe... ¿Era posible para un monstruo como aquel, parir a algo más que no fuera eso... un monstruo?

    Por eso, este retorcido huevo, este retorcido hijo podrido, dejó de sollozar esa noche de tormenta. Dejó de rogar a los cielos por el perdón de una familia corrupta e indeseada. El mundo blanco, la belleza de una madre abusadora, lo asqueroso de un cerebro que escurre en sangre y coágulos, lo repugnante de miles de intestinos acomodados en el suelo, dibujando una flor de muerte que apunta siempre hacia el oeste; la tierna carcajada de un niño inocente y el chasquido estresante de una palma estrellándose en una mejilla infantil, a manera de bofetada fúrica y regaños severos ganados gracias a la irreverencia; Cigarras en verano, tifones en invierno, los brazos de una madre amorosa y el chapoteo entre una tina repleta de sangre espesa y oxidada...

    Por eso está temblando aún si ha decidido dejar de hacerlo para siempre. Sus vanos intentos por mantener en un hilo irrompible su moral, sus insistentes saltos hacia la nada, en los que, torpemente esperanzado, intentó buscar un destino diferente al que los actos de ella habían trazado camino, como única opción de vida...

    Piensa de nuevo en el pasado, y se pregunta... de haber tenido la oportunidad, ¿se habría quitado la vida aún dentro de su vientre? La afirmativa que le entrega su subconsciente manda una corriente gélida a través de su columna vertebral, irguiendo su cuerpo de un golpe que lo alinea con la madera de la cama en el cuarto, su propio corazón palpita entre sus dientes, frenético por el pánico y paralizado por la rabia.

    Para Kim TaeHyung, pensar en su madre, era llegar a la conclusión de que haber nacido, había sido la mayor estupidez que había cometido alguna vez. Pues aun cuando ella ya no respiraba en este mundo, más adelante, su fantasma y sus enseñanzas malditas, estarían para siempre entre los surcos de su piel para recordarle, que él era hijo del mismísimo demonio encarnado en mujer... Y que su destino se reducía a su transformación en un demonio de igual o mayor calaña.

    Repleto de una furia repentina, miles de carcajadas ahogadas salen de sus labios, a manera de atropellados gritos de auxilio, que se traducen en un placer extraño que le embarga, cuando siente llegar parsimoniosamente a la calma en el cuerpo de la víctima de mamá, de su víctima. Desde que dejó de luchar, ella le había obsequiado una dulce sonrisa y le había acariciado las mejillas dulcemente, allí en donde sus uñas le habían dejado cicatrices años atrás, cuando esos mismos actos irreverentes la obligaron a disciplinarle.

    —Mi querido ser incompleto... —dijo ella, casi en un susurro que hicieron llorar a TaeHyung como lo que era... Un niño —tu madre está aquí para criarte como es debido...

    Una vez su figura se disolvió entre la penumbra del pasillo, y escuchó como huía desde la arboleda en la parte trasera de la casa, soltó todos los gritos lastimeros que se había estado guardando entre las cuerdas vocales. Y pronto el sollozo se convirtió en llanto... Y el llanto en más gritos; y los gritos en carcajadas torcidas e impropias que agrietaban las losas y rompían los techos.

    Se levantó entonces en medio la habitación y arrastró su cuerpo hasta el espejo en el tocador, una risa satisfecha, que desentonó con la incipiente locura alojada en sus orbes, fue lo que le hizo ver la realidad que el espejo le devolvía, como una disculpa del destino ante la vida que le había entregado por error.

    Entonces vio sus ropajes blancos, manchados del óxido líquido; y se dio cuenta tarde. Su mundo albugíneo era todo... menos blanco.

Love, Sam 🌷
©19032020

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