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Capítulo 5: Hoguera

          Clayton contenía la respiración mientras veía la silueta de unos pies pasando por debajo de la puerta, al mismo tiempo el pensaba en lo que acababa de pasar con las luces, se recompuso y decidió esperar a ver si se movía o no el hombre detrás del umbral de madera, el además se quedo sin palabras. La silueta se movió para desvanecerse, sobresaltando a Clayton, que comenzó a buscar la salida de allí.

          Un grito desgarrador allano la habitación del hotel, proveniente de la calle iluminada por llamas de hasta 2 metros de altura. Clayton se escurrió por la obscuridad de la habitación hacia la ventana, al mismo tiempo se peligraba por si algo emergía de la puerta a sus espaldas. Al sumar su vista a la de las personas del hotel se percato de la cercanía de las llamas, que iluminaban toda el centro de la ciudad, que está estaba sumida en tinieblas. Un escalofrío consumió a Clayton ante el hallazgo de lo que quemaban en la pira, no solo era combustible que avivaba las llamas, sino también animales que pasaban por allí que agarraban y lanzaban cual despojo al fuego, de hay provenía los desgarradores alaridos. Mientras la habitación era devorada por la leve luz rojiza de las hogueras rodeadas por personas.

          Él se estremeció frente a la ventana, para terminar volteándose hacia la puerta, la abrió y minuciosamente se asomo por el pasillo, en busca de salida, este se hallaba vació. También todas las puertas del corredor se encontraban entre abiertas. Todo estaba callado en el hostal, a excepción de las multitudes en las calles. Y al borde de la locura, Clayton se dispuso a tantear dar zancadas en el pasillo al borde del mismo, que además tenia motivos de rayas anaranjadas. Un hedor pulsan te se comenzó a sentir desde que él se encontraba ya a unos metros del lumbral de su habitación. En el mismo instante los aullidos se esclarecían cada vez mas próximos.

          Y el hedor no se desvanecía, era tal, que penetraba como si fuera ácido en el alma. Sumado con los incesantes gritos de afuera, creaba un ambiente sutil, pero progresivamente letal. Mientras el hedor cual azufre lo aturdía, diviso una puerta al final del pasillo, el cual se esforzó al máximo para alcanzarla, pero sentía como sus pies se arrastraban por el piso en vez de caminar. Al igual que, una inquietante mirada se posaba en su nuca, creándole escalofríos, Clayton ya con la vista borrosa traspaso la puerta que había visto. Se apresuro a bajar por unas escaleras de servicio, estas se encontraban escalando la parte de afuera del hotel, por suerte el penetrante hedor se había disipado allí.

          Lo que el veía no era natural, era algo que rayaba en lo sobrenatural sobre esas hogueras, había gente amontonada alrededor de esas fogatas de dos metros que despedían un llameante hedor penetrante. Mientras bajaba sus piernas ya no querían avanzar por lo que la vista daba a conocer, de como la gente gemía y quemaba cualquier cosa viva o muerta. La luz se veía reflejada en la impactada expresión de Clayton, al ver estas misteriosas y horribles columnas de fuego emergiendo del carbonoso suelo.

          Clayton decidido a ir por un callejón detrás de él, pero este no percato de que habían cinco personas paradas frente a él, formando una fila, con sus facciones obscuras, con sogas en sus manos. Él ante esto se sobresalto pero no se inmuto, e intento con ímpetu volver por donde venia, pero, había un hombre esperándolo sobre el quinto escalón de la escalera de metal, este hombre era indudablemente el doctor que vio al llegar a la ciudad, con su sonrisa alargada creando así una facción penetrante con esos ojos café que despedían un pulsante sentido, al igual que el que había sentido en el pasillo.

—Vaya, pero quien esta a expensas de nuestro festival—dijo el doctor sosteniendo su sonrisa siendo mas tétrica, gracias a la sombra que le hacia la luz de las hogueras.

—¿Quien es usted?—pronunció el protagonista mirando consternado a todo su alrededor, lo que el anhelaba era correr pero sus piernas no sentían lo mismo.

—Soy la muerte, Clayton—con esto dicho, el hombre hizo un ademán con la cabeza, a las personas en fila, las cuales inmediatamente se alzaron contra el protagonista.

          Clayton salio huyendo y por suerte no cayo en las manos de esas personas, teniendo así una persecución rodeando las hogueras por todas las calles, aunque algunos transeúntes intentaron lanzar lo hacia los posos ardientes. En una de esas oportunidades que tubo de perderles de vista, la aprovecho y se oculto detrás de un auto gris de la época.

—Ven, ven tu para acá—susurró una chica no mayor de los 18, junto con un chico de la misma edad, agachados en el lumbral de una puerta, haciendo ademanes para que Clayton se acercara, mientras que él no tenia ningún otro lado para ir, aunque dudoso, se escabulló por detrás del auto yendo hacia ellos y se ocultaron en la casa.

—Muchas gracias... —hubo un silencio, bueno de palabras audible, y no de alaridos exteriores— ...¿Que esta pasando allá afuera con la gente?—mascullo él.

—Es una fiesta, que trae la bienvenida de la verdadera celebración de Halloween, una efemérides enfermiza que queremos evitar, es mejor que tu te vallas antes de que eso suceda, con nosotros en nuestro auto—dijo la chica con la preocupación comiendo sus ojos, por ende llevando a Clayton junto con el chico, a una parte de atrás de la casa.

          Todos se sumergieron en el auto, la chica de chófer, el protagonista junto al piloto, y el chico en el asiento de atrás. La chica giro las llaves y puso andar el auto, y con ímpetu el carro salio disparado del garaje trasero que llevaba al frente, rompiendo las puertas del mismo.

—¿Cual es tu nombre?—preguntó Clayton mientras veía las maniobras de la chica al volante.

—Soy Elisa Allen, y el de atrás es mi hermano...Jonny—dijo la chica con la mente introducida en una calle desolada de la ciudad.

—Mucho gusto...Clayton—dijo el protagonista dándole la mano al chico de atrás.

—Oh dios mio—musitó Elisa deteniendo el auto de imprevisto.

—¿Que pasa?—Clayton al decir esto, miro al frente y se le heló la sangre, al igual que al chico por su expresión en el rostro como si le hubieran arrebatado su alma.

          Lo que divisaron fue un grupo de personas en mascaradas de gorros puntiagudos, blancos y que cubrían toda la cabeza, este grupo también era de diez personas aproximadamente, esperando frente a al auto con las luces apagadas. Una de las personas dijo:

—Se acabo Elisa, baja del auto, vuelve con tu padre—en efecto los chicos estaban en frente de una salida de la ciudad previstas de tierra y arboles a la distancia. Entonces Elisa vocifero:

—Después de lo que hicieron en mi niñez, nunca volveré—ante esto Elisa piso el acelerador, y la barrera de personas al frente se aparto del camino, por el auto a toda velocidad.

          Luego de haber visto eso Clayton no quiso hablar. Mientras el auto cruzaba la carretera a toda velocidad fueron sorprendidos en un camino recto por lo que parecía una mina de la segunda guerra mundial enterrada en medio de la carretera de tierra y gravilla. Todo salto por los aires, pero el auto solo se elevo unos centímetros al tocarla, luego todo se nublo para los chicos.

          Unas horas luego, se ve a Elisa despertando en la parte trasera de un camión de carga, cubierta por ropajes nuevos y con una carta en la mano, sin mencionar de unas cicatrices en el rostro recientes pero superficiales. La carta decía:

Al despertar, no te sientas confundida, porque te salve, aunque a tu hermano no lo puede recuperar, y un hombre que se hacia llamar tu padre se lo llevo, tuve que escapar por el bosque cargando contigo, fueron varios kilómetros. Como sea...un viejo amigo nos consiguió y decidió llevarnos hasta Arkansas por la historia que le di de la ciudad, estuve contigo hasta la mitad del trayecto, el conductor es de confianza, el te ayudara. Buena suerte.

Clayton.

          Al ver esto miro hacia la ventana y lo único que pudo hacer fue derramar una lágrima, no de tristeza sino de alegría al sentir su libertad.

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