Capítulo 19: Dulce carne parte 2
La joven corría como mas pudieran sus piernas, con la tensión de sus músculos y el pavor de la situación.
Ella nunca en su vida había podido en carne propia el terror, el pavor, y entre otras emociones que nublaban sus pensamientos congelándola en el acto. Pero en este caso pudo alcanzar un autobús en la parada, para ello tuvo que ignorar una fila de personas esperando por entrar. Luego de ella recibir frases de odio, se dejo caer sobre un asiento amueblado. Y el caso era que quería mas correr de allí, votar el sobre y no saber nada mas al respecto, de que con tal, pudiera olvidarse de ello. Parecía para la joven un juego, nunca pensó que se haría peligroso.
De forma casi inmediata el transporte publico comenzó a andar por las concurridas calles nocturnas de la ciudad. La joven sentía como una parte de ella había perdido en ese instante. Estando allí recostada sobre la ventana, la vista se le hizo clara de como el mundo era horrible de la forma mas cruda. Prostitutas en cada esquina, sitios de comida engañosos de el origen de su materia prima, personas vagando por las calles, pidiendo monedas para su sed de alcohol y mafiosos implicados de alguna forma indirecta o lejana a esa poderosa secta que se hacia llamar La Cúspide Roja.
A la mitad de la calle, se detiene el transporte publico, y suben tres personas, su vestir era igual, de negro formal, con sombrero y lentes del mismo color. Ellos se sientan en los asientos de atrás. La joven no se percata de su presencia, pero ellos hacia ella si. De hecho disimulan a lo mucho no ver a la joven recostada sobre el vidrio. Los hombres comparten palabras, y parecen esperar a algo para lanzarse al ataque.
En otra ocasión, el autobús se detiene, y uno de los hombres que estaba atrás, se sienta junto a ella sin perturbar su meditación. Este le pregunta:
—¿Es bella la noche verdad?—el hombre la agarro de sorpresa, ella no tenia que responder, trato de disimular, hasta que el hombre agrega:
—Por supuesto que, un viaje por la bahía, de vez en cuando no hace daño—la joven se iluminaron los ojos un escalofrío que se podrían imaginar, recorrió su cuerpo, ella se detuvo para voltearse y decirle con ingenuidad:
—¿Perdoneme, que me estaba diciendo?—para la mujer, la voz parecía reconfortante, como encontrar un conocido en una situación de caos urbano.
—Usted ya me oyó ¿entiende? —tenia un cierto tono de prepotencia en la voz— pero ese no es el caso, ¿alguna vez ha visto el cielo?.
—¿Porque lo pregunta?.
—Solo por curiosidad—al mismo tiempo de decir esto subió los hombros en signo de ignorancia, y agrego una mueca sarcástica que pinto momentáneamente en su rostro.
—La verdad, —busco ella las fuerzas, evitando el nudo en su garganta, producto de su hallazgo— la noche es muy bella—en un movimiento inesperado, el extraño puso una navaja en el pecho de ella, cubriendo el acto con su propio cuerpo, para evitar a los demás en el autobús. Y entonces se aserco al oído de ella y dijo:
—Si trata de que los otros aquí presentes la auxilien no solo le clavare esta navaja fulminante sino que también...—el hombre se cayó ante otra voz emergente.
—Sabemos donde reside su madre, y nuestra compañía se encargara de hacerla sufrir—esta voz era de uno de los acompañantes del primer hombre, que se había acercado a las butacas donde ellos se encontraban.
Y el tercero, frente a la chica, aprovecho el espacio entre las butacas donde estaba, para poner una imagen de su madre, la misma mujer que horas antes había conversado ella.
—Por favor, no le hagan nada, ¿Que es lo que quieren?.
—Digamos que, —decía el contiguo a ella— tu sabes algo que los demás no, de la existencia de nuestro culto, y para rematar, conoces uno de nuestros negocios ilícitos, y no lo dejaremos así, ¿comprendes?.
Era tal el terror que ella llevaba por dentro que con solo unas palabras mas de aquel hombre, podían hacer que ella se desmayara en el acto. El instante se resumía en contestar ella de la mejor forma para escapar, pero tenia que pensar rápido.
—¿Y que sera de mi?—dijo ella mostrando un rostro entristecido mientras que sentía al fin una oportunidad en la ventana del bus.
En la calle donde el transporte publico se desplazaba había una especie de centro comercial, congestionado de geste lo suficiente para perderse. En un fino momento de reflexión, el hombre con rasgos serios, como un rostro cuadrado, habla:
—Vamos a llevarte a un lugar secreto donde no veras la luz del dia—decia el mismo tiempo que sujetaba el brazo de ella con fuerza, y con contundencia dejó la navaja en su pecho, mirando al mismo tiempo, la calle para bajar.
Una vez dicho esto el bus se detuvo y sus puertas se abrieron para dejar paso a la entrada del centro comercial. Los tres hombres incluida la joven, se dispusieron a bajar de allí, para ella cada escalón era una campanada para indicar su escape, todo estaba planeado, todo estaba listo para ejecutarse.
Al mismo tiempo que se disponía a bajar y estar en la calle, era escoltada por hombres con un rostro neutral, que al ella voltear se a ver su secuestrado pudo ver la locura en sus ojos, y por acto seguido, él la empujo del hombro para que se voltease y siguiera por el andar junto al edificio.
Y al llegar a la esquina, un movimiento brusco ejercido por ella, comenzó lo que seria un enfrentamiento callejero. La joven se soltó de su secuestrador con un codazo en la cara, aunque, el hombre sintió el impulso atravesarla con la navajo, no debía por la multitud a su alrededor, pero si podía. Sus colegas trataron de evitar que se escapase, no obstante, ella optó por golpear a uno en el cuello, y el otro en la entrepierna. Al fin ella había escapado de ellos.
De forma continua, ella se ve envuelta en la multitud del centro comercial, a paso ligero dejaba cada vez mas lejos a sus perseguidores. Y a cada instante volteaba la mirada para que aquellos no estuvieran a su alcanzase. Aquí fue donde comenzó una idea a propagarse por su cabeza. Si la cafetería era partidaria de los caníbales de la secta ¿Porque no todo el pueblo?. Si tenían toda la ciudad a su disposición ¿Toda la carne era de origen humano?.
Estas preguntas no la dejaban en paz y mas cuando sin previo aviso, mostradores con sus mejores decoraciones danzaban frente a ella, mostrando con sus fríos letreros de precios, sus hamburguesas y demás cortes de carne.
Todo le empezaba a dar vueltas, se preocupaba por si había escapado del todo de sus matones, se asustaba al solo pensar de su madre, y a lo sumo el hedor de la carne cocida que impregnaba el lugar inundaba siempre sus pensamientos. Lo más asqueroso era que, al subir la vista podía vislumbrar como la gente con sonrisas tan grandes como sus estómagos, daban mordiscos grandes a la carne, con una textura viscosa entre sus dientes al abrir sus grasos labios. La pertenencia en ese lugar le corrompía el alma. Y un brazo se lanzo desde sus espaldas agitándola y trayéndola a la cordura.
—¿Se encuentra bien?—este era el ya mencionado hombre que trabajaba para la organización de la C.I.A, la reunión con él parecía un vestigio de confianza desde aquel encuentro mas temprano en el bar.
—Me alegra que usted este aquí—mencionó ella, a lo mucho respondió Michael, diciendo con una tranquilizante voz:
—Sigame por aquí, antes de que nos vean—por mas que puso en duda su destino, no le quedaba otra cosa mas que seguir aquel conocido, por donde quiera que sea su escondite.
—¿Como sabia donde estaría?—pregunto ella mientras esta era arrastrada por él, pasando por frente de vidrieras y mostradores de comida.
—Querida chica, yo trabajo para la Inteligencia Americana, sabría donde sea que estuvieses en el mundo. Fue solo cuestión de horas. Y debido a tus conocimientos, era claro que esa secta te empezaría a seguir para asesinarte—la chica se quedo impresionada por tales técnicas de investigación gubernamentales, y de lo que pronto seria un valioso aliado.
Sin previo aviso una chica se le cruzó en su caminar, la joven se sobresalto al verla, a lo que la chica, de ropajes negros y una camisa de Metallica dijo:
—Hola, Jane, que inesperada sorpresa—la joven se quedo aun sorprendida y le tomo eso de unos segundos para responder:
—Hola, tengo prisa realmente... —se volteo a ver Michael y se volvió a ella para presentarselo— ...ella era mi ex.
—Hola, —él anciano extendió el brazo— ¿ex-amiga, ex-compañera....?—Jane se volteo hacia él diciéndole:
—Ex novia...
—¿Y el es un amigo tuyo o ...?—dijo la ex-novia.
—No solo es....un conocido...nos vemos luego tengo que irme rapido—dijo Jane incomodada.
—Si, igual no me importa —dijo la tercera— , y no va haber un luego después de esto—mientras se separaban, los dos volvieron en el andar apresurado, y en ese instante Michael se atrevió a preguntar:
—¿Ella era tu ex-novia?, ¿eres ....?—la joven sintió como una sensación de repulsión hacia el conocido hasta tal punto de replicar:
—¿Hay algún problema con eso?—Michael solo respondió con un asustado mensaje de negación, a lo que pensaba lo extraña que era esa época en comparación a la suya.
Mas rápido no fue posible, para que llegaran a un callejón trasero del lugar de comercio. El ambiento era oscuro, a lo sumo, de la falta de iluminación, que volvían ese lugar mas que tétrico.
—Muy bien necesito que te vayas de aquí rápido—dijo él mientras dejaba en la palma de Jania una fría y plateada arma en similitud con un Winchester original, estaba mas que claro que él no la iba a proteger más.
—¿Que quieres que haga con ella?.
—Espero que comprendas que tratare de detenerlos...tienes que correr, huir, no vasta con la ciudad o el estado, tienes que desaparecer e ir a un país lejano a este, que no sea primer mundista, ellos lo tienen todo controlado. No confíes en nadie. Todos son parte de él y a la vez ellos no son nada—monologo él, y ella acepto el arma.
—¿Ellos están detrás de lo que le sucedió a mi padre?—la joven recordó un martirio mas alla de hace diez años, de como siendo un infante, su padre la abandonó, dejando atrás la fotografía de un rostro conocido como el español. Ya explicado esto a Michael, este responde:
—Ese hombre que recuerdas, —decía mirando por sobre la salida del callejón en busca de los perseguidores, y prosiguió con el discurso— fue uno de los peores genocidas que he conocido en mi vida, aunque en una sola ocasión me cruce en su camino, ya anciano igual que yo, y fue perturbador...ahora comprende, huye, vete con el arma—al terminar de decir sucedería lo que cerraría la noche con broche de oro.
Jania se sobresalto al oír lo que seria un disparo, escapándose no muy lejos de allí, produciendo un estruendo, era Michael al desparramarse en el suelo, con una mano sujetando su cuello. Ella solo pudo tirarse al suelo por temor, entre un contenedor de basura y Michael, retorciéndose de dolor. El responsable de esto no se divisaba cerca, mas bien todo estaba oscuro.
La joven se armo con el Winchester en ambas manos, y siguió por levantarse a un ritmo lento, al fin pudo ver sobre el mohoso contenedor los tres hombres, parecían marcar un paso lento hacia adelante. El pulso cardíaco iba en ascenso, y al voltear se por un instante pudo ver como, el sufrimiento del anciano, se deterioraba para acabar con un ultimo respiro dejando el mundo de los vivos.
Al mirar otra vez, la chica se puso en guardia, escondida tras el contenedor de basura, con el arma. Los tres daban un paso simultaneo con creces, mientras la respiración de ella se intensificaba. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, le disparo en el pie a uno de ellos tirándose al instante en el suelo.
Al aproximarse los otros dos, ella trato de atravesarle la frente a uno de ello, pero en efecto con una tenue vista y una mínima experiencia, y así la terminó por enterrarla en la pared. Uno de ellos lanzo un puñetazo así pecho. Ella desafortunadamente lo recibió con éxito, provocándole una asfixia que estando casi tirada en el suelo, pudo con todas sus fuerzas, levantarse y continuar la contienda.
Ella con un puño cerrado contraataco y precipito en el rostro de quien lo había secuestrado alguna vez, al fin sentía como un cálido placer, al verlo precipitarse contra uno de los bordes del contenedor y salpicar sangre. Ya estando este en el suelo, el tercero trato de lanzarle una bala, pero los reflejos de ella volvieron a ganar la pelea.
Con un tajante movimiento sin precedentes, la bala acabo por desplomarse en el contenedor rebotando y rozandole la mejilla al que la disparo en primer lugar. De misma forma ella apunto el arma a la frente del hombre y con un rostro de terror paso a furia, y acabo diciendo:
—Vete al infierno—y antes de que ella jalara el gatillo, el menciono:
—No existe para mi, solo un altar para la eternidad—al fin Jania la ejecuto con la provista Winchester.
La luz del alba empezó a inundar el callejón, y poco a poco sirenas de autos policiacos irrumpieron en el callado lugar.
FIN
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