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Capítulo 18: Dulce carne parte 1

          Una joven se disponía a comer tocino y salchicha con huevos, por la mañana en una cafetería no muy lejana a su apartamento. Ella tenia unos rizos que llegaban a sus orejas, y su ropa reflejaba su lado artístico, este se basaba en un estilo simple de rock, con un llamativo brazalete negro con pullas. Nueva York, febrero de 2021.

          Luego de haber terminado de leer aquel periódico que descansaba junto a ella, y haber terminado su plato, se dirigió hacia la casa de su madre, como acostumbraba visitarla cada semana. Una vez allí toco el timbre, y su madre la recibió en brazos abiertos. Después de que la mujer anciana le contara sobre lo que le había pasado, la joven exclama:

—¿Acaso crees en esa porquería de los noticieros, o en aquel nuevo candidato a la presidencia?—decía la joven, parada frente a un escritorio.

—Si, si creo lo que ese hombre dice, porque es la verdad, sobre mejorar al país, y con esto la relación de los demás países de América—la joven discutía al parecer con otra mujer, mas anciana y mas reservada por lo pesada de su vestimenta. Al mismo tiempo que ambas miraban un póster del mencionado hombre, de cabellos rubios, cara burlona y manos cruzadas detrás de su espalda, y con un lema que sobresalía de un lado inferior: "votar por Walley, es lo que el pueblo necesita".

—No puedes votar por él, —decia la mujer joven, mientras la otra se alejaba momentáneamente hacia una cocina contigua a ese estudió— lo estuve vigilando, encontré pruebas...—la mujer anciana volvió a estar frente a frente con la otra mujer.

—¿Y que conseguiste?—la anciana se cruzo de brazos, y mostró una sonrisa como muestra de escepticismo hacia la joven, que respondió interesada:

—Esta involucrado en una secta y...—la anciana se río a carcajadas.

—¿Eso?, ¿Enserio?, es pura mentira de propaganda, de los partidos opositores, para no votar por el, obviamente...—seguía riéndose pero esta vez con menos fuerza mientras se volvía hacia la cocina, alejándose de la habitación.

—¡Es verdad! —la mujer joven la siguió hasta un pasillo, donde ambas se detuvieron— ¡tienes que hacerme caso madre!, todo esta aquí en este cuaderno—en el pasillo que conectaba el estudio y la cocina, se encontraba una estantería, de donde la joven extrajo el manojo de papeles y se lo dio a su progenitora.

—Mira, —seguia hablando la joven exaltada— hay fotos...y reuniones...¡Quien sabe que mas atrocidades en contra de nuestra religión cristiana haría ese hombre!—la mujer se compuso a abrir el cuaderno, y lo que encontró entre fragmentos de textos, fotografías muy gráficas, de entre las cuales se encontraba tomada desde un punto de vista lejano, de como el candidato a presidencia se encontraba en lo mas explicito, profanando las carnes de un infante.

—Mira, —decía la anciana, al cerrar el cuaderno— se que después de muchas cosas que han pasado en el país, se estuvo esperando durante meses a que sucediera algo mejor...y por fin esta es nuestra oportunidad. Así que deja ya esas mentiras tan...horrendas sobre ese hombre inocente—decía mirando el cuaderno con un tinte de repudio.

          Unas horas mas tarde, al ocaso del día, la misma mujer joven de aquella discusión se vio en la tarea de acudir a una biblioteca municipal, en la que se veía inmersa en paginas de historia contemporánea y moderna, con la dicha de conocer sobre la secta u orden a la que perteneciese el candidato a gobierno. Unos minutos allí bastaron para que una persona interesada posara sus ojos sobre la pesada lectura de la protagonista y eventualmente se le acerca susurrando:

—¿Estas buscando la historia sobre la Cúspide Roja, verdad?—la chica con su vista clavada sobre las paginas de las enciclopedias se sobresalta, y mira que la voz provenía de una mujer, con lo cual  responde con una curiosidad mezclada con inquietud:

—¿Porque lo pregunta?—las miradas de ellas se encontraron, dejando ver su rostro, que dejaba revelar una edad no muy lejana a los treinta años, y para romper el evidente silencio, la extraña responde:

—Debido a, que —la mujer treintañera rápidamente se sentó del otro lado de la mesa, que podía albergar hasta unas seis personas— puede que tenga información valiosa para ti, además de el paradero de uno de sus miembros activos—la mujer joven se contuvo de su asiento por tal esperanzadora noticia, pero escéptica pregunto:

—Demuestralo, pero en el caso de que si esa información que dices fuera verdadera, entonces ¿tendría un precio, verdad?—la protagonista estaba segura de lo que había hecho, y de misma forma veía como aquella mujer pensaba un trato igual mientras miraba por un momento el vacío, hasta que con un pensamiento veloz dijo:

—Eso es correcto tiene un precio, pero si lo anhelas tanto tendrás que hacer una entrega en la bahía, veras —decía con su mejor sonrisa— tengo una restricción para salir de este condado de Amnsville. Si quieres la información sobre la secta tendrás que ir hacia la bahía, a las veintidós en punto—la mujer arrastro un sobre por debajo de la mesa, dejándolo en el regazo de la protagonista, la mujer volvió a decir:

—Entregales esto, a cambio te darán otro sobre...traemelo a esta biblioteca mañana por la mañana, pero, de ninguna forma, no importa la circunstancia, no intentes abrir ninguno de los sobres—la protagonista accedió, y mientras lo ocultaba en su vestimenta aguamarina pudo sentir sus dimensiones, era una especie de carta pero envuelta en tal vez varios royos de cinta adhesiva.

—¿Que se encuentra en el interior del sobre?—pregunto sin divagar.

—No necesitas saberlo, solo ten en cuenta no abrirlo en ningún momento, solo entregalo y tu recompensa sera la verdad que derrumbara a esta secta y a ese hombre antes de que sea presidente—respondió la mujer al mismo tiempo que clavaba su mirada sobre el mismo tipo de póster de campaña política plasmada mas allá de una puerta abierta de la biblioteca, del otro lado de la calle, en una pared.

—¿Puedo contar contigo?—la mujer parecía muy convencida de la astucia de la protagonista, por lo cual se veía reflejado en sus ojos la confianza y la desesperación, pero que a su vez la protagonista, tenia conocimiento vago de la mujer que tenia adelante de ella, y de hecho no tenia nada de confianza hacia ella.

          Después de meditarlo unos segundo allí sentada frente a esa mujer, al final llegó a la conclusión de que si quería hacer lo necesario para destruir aquel político estaba dispuesta a todo, por lo que respondió:

—De acuerdo—el sobre negro ya estaba en su bolsillo, sus esperanzas ya estaban puestas en aquella extraña, y un apretón de manos fue suficiente para que la otra mujer se despidiera, cruzando la calle, perdiéndose de entre la multitud.

          La mujer extrajo de su bolsillo su teléfono inteligente, no era lo mejor, pero era suficiente, este en cuyo caso era de marca Motorola. Al encenderlo se percato de la hora, esta era próxima a un cuarto para las dieciséis, entonces con aquello en mente, decidió descansar y despejar la mente, y se dirigió hacia un bar cercano, que tenia una estética de tipo retro.

—¡Las raíz es lo que nos unen...! —era el sospechoso político en un televisor del bar— ¡...Aunque hallamos perdido nuestro origen!, ¡¡Encontramos la salvación si nos unimos!!, ¡El capitalismo, el socialismo, el comunismo...inclusive la democracia absoluta que aun perdura, son cosas que no llevan a nada!, ¡Mi campaña da hincapié en ello!, ¡¡La verdad se encuentra en olvidar todo y por fin unirnos!!, ¡¡¡Para ser uno solo, en unidad por resultado del esfuerzo!!!,¡¡¡Ignorante el pueblo que se deja engañar por votaciones de grado!!!—una multitud en la misma emisión televisiva usaba sus energías en exclusivamente aplausos.

—Todo es una completa mierda—estás palabras salieron de los secos labios de un hombre de avanzada edad al lado de la protagonista, que estaba expectante ante un vaso de whisky en la barra. El hombre volvió a decir elocuente:

—Me doy cuenta de que ese hijo de perra pertenece a un culto—la protagonista se volvió su vista hacia el hombre a un banco de distancia. Y este continuo mirándola:

—Si parece que tu entiendes, las atrocidades que ese hombre va a cometer. —se llevo el trago a la boca— Se nota en tus ojos desesperados de furia al mirar hacia el televisor—allí fue cuando ella se percato de la cercanía del anciano y le empezó a interesar mas por entablar una conversación.

—¿Quien es usted?—pregunto ella.

—Michael...Michael Willburn—decía mientras perdía su vista en el interior del vaso y se lamia los labios saboreándola.

—¿Como sabe usted que entro en cólera cada vez que lo veo?—intuyó ella mirando hacia el televisor.

—Debido a que, yo también estuve en contra de esa secta...¡yo hice todo lo posible para desenmascararla, vaya que lo hice!,¡¡Pero aun así no lo logre!!—el anciano parecía exaltado, con lo cual, ella se compadeció de él, por tener aquel vago espíritu de justicia.

—¿A que se refiere con que estuvo?—volvió a preguntar ella ignorando su entorno y su vaso que no tenia ni una marca de su lápiz labial aun.

—Pues veras...ya con la edad no puedo hacer nada, ¡¡Y con eso que en mas de una ocasión casi me dan por muerto!!, pero encontré los medios para que me dejaran de seguir... —el hombre mayor se acercó a ella, mientras esta se quedaba expectante— ...trabajo para la C.I.A—y para que la joven no lo tildara de loco saco una placa que tenia en su cartera, y contigua estaba su nombre, el nombre de su división y desde hace cuanto trabajaba allí, con lo mismo que se sobresalto:

          La joven posó su mirada por sobre su reloj, faltaba menos de una hora para la entrega de aquella desconocida mujer en la biblioteca del condado, y con un reflejo veloz, se volvió al hombre, interrumpiéndolo para decirle:

—Vaya que se me ha hecho tarde...—ella analizó la situación y le pidió amablemente su numero, y el anciano ante esto lo tomo como un acto irrespetuoso, pero al fin accedió a dárselo, ella se lo pedía con la excusa de escasear de tiempo, la verdad era que aquel extraño anciano le parecía familiar y quería conocer mas sobre él. Él continuo por decir:

—Necesitare hablar con usted eventualmente, llámame por favor—y ella continuó por despedirse de él con un apretón de manos, y siguió hacia la bahía, para ello tubo que tomar hasta tres autobuses, en el cual, el viaje le tomo aproximadamente unas horas.

          El hedor del mar abierto era contundente y perseguía a la protagonista con cada paso que daba sobre las tablas de madera del muelle, con su crujir que era acompañado por las luces de lamparas y la luz de la luna.

          Ella al cruzar en un almacén frente al mar, se percató de una luz que emergía del interior, y mientras indagaba en sus cercanías, una voz la tomo de sorpresa diciendo:

—Debes de ser la mensajera de Tina—parecía una voz un tanto familiar.

          Al voltearse, desenmascaro la identidad de aquel extraño. Ya claramente esa persona era un cocinero de una cafetería que prestigia de buena reputación, al otro lado de la ciudad, con que había tenido ella la dicha de conversar con él ese mismo día a eso de las ocho de la mañana. Ella responde por fruncir el entre cejó y exclamar:

—Ya lo había visto a usted antes...¿que hace en este lugar?.

—Vengo a recibir un sobre de tu pertenencia, y a cambió te entregue otro, ¿no es así?—ella interesada en la otra misteriosa mujer pregunta:

—¿El nombre de aquella mujer es Tina?—el hombre respondió con un ademán afirmativo con la cabeza y siguió su argumento:

—Deme el sobre, por favor—ella lo extrajo de su un bolsillo oculto en su vestimenta negra, dudo un poco, pero a la final accedió a dárselo.

          Mientras el hombre con una mirada fría se disponía a admirar el sobre una figura en su cuello fue apreciable, vasto un segundo, tan solo el espacio de un segundo para que ella percatarse de ese tatuaje que descansaba en su cuello de forma tan placentera. Era el famosísimo símbolo de la secta mas temible de Estados Unidos, la Cúspide Roja. Ella se le heló la sangre nada mas de presenciar tal hallazgo.

—Muchas gracias querida, dale esto a Tina —él le entrego otro sobre— , para que pueda dar lo que te allá prometido—mientras el hombre se despedía e iba alejándose hacia un barco carguero, ella le preguntó:

—De que se trata todo esto?—ella se quedo mirándolo como se detenía y volteaba la mirada diciendo:

—Es solo un cargamento de carne... —hizo una pausa pensativa— ...para mi negocio...y el sobre es solo un pago por adelantado—el hombre se alejo sin quitarle la vista de encima hacia aquel sobre amarrado con cinta adhesiva.

          La joven contaba con curiosidad, y en ese caso fue hacia detrás de un cargamento para espiar sin escrúpulos. La vista alcanzo a llegar hasta una caja, dos hombres fornidos se acercaron a está y la abrieron. La joven se contuvo para no vomitar, en toda su vida no había podido apreciar tal horror inenarrable. Una mano se alzaba de entre el interior de la caja, otra mas, y otra la seguía, era una cantidad inmensurable de brazos rodeados con hielo en ese espacio reducido y cuadrado. Ella se agacho, sus piernas ya no podían responder, trato de componerse, respiro hondo y volvió a levantarse  para asomarse por el borde de la pared. Los hombres volvieron a cerrar la caja, y esta decía en su inscripción el nombre de la cafetería, la misma donde había desayunado ella...tocino y salchichas con huevos. Su estomago se retorció, nada mas sentía que debía vomitar.

          Y como mejor pudo se fue a tiendas de allí, teniendo aquella imagen aun en su mente y un estomago desecho por sus pensamientos.

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