Capítulo 16: Encuentro en la lluvia
—¡Maldito café!—exclamó un hombre, que efectivamente había derramado café sobre su regazo.
Este hombre, vestía un atuendo tosco de chaqueta negra, una insignia policiaca sobresalía de la guantera. Su furia era notable intentando enmendar su error secando la bebida caliente, hasta que, en un teléfono comenzó a vibrar, era notable la antigüedad del aparato por su tamaño comparable al de un ladrillo gris. Este se encontraba adosado a una pared, con el nombre de teléfono, encima.
De imprevisto al sostener el dispositivo, este colgó, pero al quedarse extrañado el policía, lo estuvo admirando, y por ultimo lo omitió y siguió revisando unos papeles a un lado de él.
Este hombre ya estaba comprometido en un caso de violación, al tal punto de haberlo llamado el estado por la gravedad de la investigación. Después de una hora de haberse cambiado su pantalón, se percató de una persona que lo observaba desde una esquina, del otro lado de la calle, donde el policía había aparcado su auto.
El policía actuó de forma tal de ignorara aquel hombre al otro lado de la calle, el cual seguía allí. Como había un local de provisiones del mismo lado de la calle que el observador, el policía fue caminando hacia éste. Cabe destacar, que eran las dos de la mañana y las calles yacían desoladas.
Lo único que se podía ver del hombre eran sus ojos blancos y endemoniados, que eran la única parte de su cuerpo el cual él policía podía divisar traspasar las sombras de la única calle sin luz.
Al pisar la entrada de la tienda, hizo un movimiento veloz, merecedor de llamarse practicante de artes marciales. Su brazo con tanta agilidad rompió el aire, hasta llegar a golpear el cuello del otro hombre. Lanzo a éste hacia una pared y con el brazo depositado por sobre su misteriosos pecho, gritó el policía:
—¡¿Cual es tu problema conmigo?!—el hombre incapacitado físicamente mostraba una inquietante sonrisa.
—¡Dime de una vez o seré capaz de romperte cada uno de tus extremidades y dejarte en el suelo!—refunfuñó de nuevo el policía, a lo que el otro hombre respondió inmutandose.
—Deja en paz el caso de la mujer —decia el hombre con unas gafas— porque te estas metiendo con enemigos mas allá de tu entender—en ese instante, uno de los transformadores al otro lado de la calle estalló.
El policía se sobresalto por aquella pequeña oportunidad que le dio la explosión. Lo que había visto era el resto del cuerpo del hombre. Un rostro con cicatrices en él, pero también estaba el hecho de que contaba con una vista asustada. Y debajo de su chaqueta marrón, se encontraba sobresaliendo una bolsa con un fluido transparente, con una manguera, que entraba por una de las mangas del hombre.
Cuando termino la ventana de oportunidad, toda la cuadra se inundo en tinieblas. El policía se mostró consternado al no poder ver mas al extraño hombre. Y por de entre la oscuridad emergió agriamente:
—Queda usted advertido, sino quiere sufrir el mismo destino que ella—era evidentemente la misma voz del misterioso hombre que ya efectivamente no se encontraba mas allí.
Sin mas demora al siguiente día, ignoró las palabras del hombre, pero él estuvo alerta ante cualquier visita no deseada, al hospital donde aun se encontraba hospitalizada la mujer de su caso. Mientras caminaba de su auto al complejo, comenzó a organizar aquellas ideas, de aquel visitante.
El hombre contaba con una mirada asustada, pero por su voz después del estallido, no se podía asociar con aquello, ese miedo era respuesta de estar ocultando algo, mostrando su forma inexperta de controlar una situación. Allí el oficial abrió la primera puerta del complejo, hecha de una hoja grande de vidrio, y por siguiente la cerró detrás de él.
Aun dentro del pasillo de el hospital, pasando de entre la gente, y llegando a su destino, podía él pensar sobre que exactamente era esa bolsa transparente, en el interior de la chaqueta del extraño hombre. El policía hizo a un lado la puerta, deslizando la, para ver a la mujer mal herida en su camilla.
El policía continuó por agarrar una silla, ponerla al lado de la camilla, y al sentarse en ella dijo:
—Digame —decía mirando el cuerpo de ella— Mrs. Barnes, hable me de sus mas allegados a la familia—el cuerpo de la mujer estaba mas que atestado de gasa.
—No hay mucho que decir, —se notaba una voz ronca— pero mis padres eran mis únicos allegados, ellos estaban en la cena, la noche en que ocurrió la recaída de mi marido.
El policía sin sobresaltos anotaba con cierto grado de exactitud cada palabra, silaba y oración, que de la boca de la mujer salia. Pero era aquella situación al día anterior la cual le dejo un estigma en sus recuerdos. Y mientras sus pensamientos se mezclaban con su buen juicio, la mujer, que ya por su estado grave de salud, dijo:
—¿Acaso usted no a podido ver a mi marido?—esas palabras de una mujer moribunda bastaron para traer a la vigilia aquel hombre, que por un pensamiento rápido le respondió:
—Por favor, siga me contando de su relación...pero, con respecto a eso, no lo pude ver cuando entre, ¿Donde esta?—el policía se quedo anotando unas cosas en su libreta, que eran para recalcar, ajenas al caso de la pobre mujer.
Un par de horas después, ya estando otra vez la noche fría, el mismo policía se encontraba sentando en una banca fea y oxidada, al otro lado de la calle frente al hospital, el no tenia el vicio de fumar, pero debido a su caso que había sido abrumador, contaba con un cigarrillo entre los labios, aspirando por bocanas el humo blanco y espeso. A su vez que habría la libreta de anotaciones por sobre su regazo, eran visibles ideas que hablaban sobre el caso de la mujer en particular, pero repentinamente estos eran cortados, o mal acabados sin ninguna conclusión aparente, para dar paso a ideas del encuentro con aquel hombre, en esa calle.
Mientras se encontraba inmerso en sus hojas a rayas, una presencia le cambio el panorama enigmático que ya había adquirido en el pasar de sus hojas con apuntes. Aquella sensación no eran amenazante, sino mas bien reconfortante, como si se tratase de un familiar. Y al sentirla subió la cabeza, y pudo admirar toda la calle pavimentada de extremo a extremo, solitaria completamente, a lo que giro su vista al otro extremo de la banca. Lo que yacía sentado al otro extremo de la banco no era mas, que un hombre de chaqueta negra y de sombrero igual, fumando por su parte un habano.
—Alejate de mi familia —decia aquel hombre quitándose el sombrero y mostrando su oscuro secreto— como te dije, hay fuerzas afuera de este mundo, que no merecen ser intervenidas por personas como tu—era evidentemente el padre de familia, y el esposo de la mujer que mostraba se tendida sobre una cama.
—¿De ser esta la segunda vez que me lo dice, a que se esta refiriendo usted?—el policía se acomodo mejor por sobre la banca, y miro con terror las cicatrices que irrumpían en el cuero cabelludo del hombre y acababan en el cuello.
—Hay un poder oculto tras las paredes de cada edificio, debajo de cada sótano, dentro de cada maldita escuela...es evidente que cabe la posibilidad...no, es solida la existencia de una secta que envenena nuestras aguas y alimenta a nuestros niños con propaganda muy bien producida—el policía no tenia otra expresión que mostrar mas que de una pequeña risa, que acompaño diciendo:
—¿En serio, piensa usted que me pueda comer tal mierda?.
—Es la verdad —el hombre miro hacia el hospital, pensando durante un lapso menor de un segundo, y volviendo su vista hacia el policía otra vez pronunció— piensalo, ¿nunca has sentido que todo lo que hay en este pueblo se hace con un propósito?, cada edificio, cada mierda que pasan por la televisión...¿tal vez lo que estés fumando no sea tabaco, sino alguna sustancia alucinógena, pueda ser?—el policía, con su cigarrillo contenido en su mano izquierda, lo examinó de abajo hacia arriba, y lo desmenuzó con la vista, a lo que pregunto:
—Seamos racionales, ¿como una cajetilla de cigarrillos inofensiva podría hacerme cambiar mi paradigma?—el hombre al otro lado de la banca extrajo una caja de cigarrillos de su chaqueta negra, y continuo por dejársela en medio de la banca, para que ambos pudiesen admirarla.
—Si me dices que seamos racionales, entonces explicame, ¿como no podrían manipular la composición de un cigarrillo, si solo hay un distribuidor de estas cajetillas?, el cual es empaquetado y fabricado aquí, en Lake Town—el policía al ver la cajetilla sobre la banca se percato de que era la marca y el color de la cajetilla roja, era idéntica a la que cargaba él esa noche, Stick's of the Lake.
—Ellos —continuó el hombre— tienen planes para mi y para mi esposa, por razones que no logro entender claramente pero....ella debe morir—lo único que pudo responder el policía fue con el ceño fruncido y con un poco de extrañeza, dijo:
—Pero, ¿acaso ha perdido el sentido común?, como puede decir tales cosas, ¿Ah enloquecido acaso?—el hombre a esto, solo le pudo responder por levantarse de la banca, y alzado sobre la vista del policía, allí pronunció con una sonrisa:
—Me hubiera fascinado haberlo conocido mejor...en un mejor momento—el hombre introdujo su brazo en el interior de un bolsillo oculto tras la chaqueta negra, y lo extrajo fue nada mas que un revolver, el policía ante esto reacciono extrayendo también un arma de su bolsillo trasero.
La vista del policía, se concentraba sobre la boca del arma de su adversario, que se hallaba apuntando hacia el suelo, una gota de agua se deslizo sutilmente por la mira del revolver, pasando por el cañón, hasta resbalar en la boca del arma, estrellado se sobre el suelo. Comenzó a llover, y una por una, más gotas siguieron desparramándose.
—¿Que esta intentando hacer?—el policía se trato de preparar para cualquier percance que se interpusiera, mientras intentaba hablar con aquel asustado hombre.
El hombre vestido de una chaqueta negra, se encamino a levantar cada vez mas lento el revolver, hasta que ya alcanzado con jubilo la cabeza del policía, este le dijo conpasivo:
—Cuidado con lo que intente hacer, recuerde que tiene familia, aquellos que...—rápidamente fue interrumpido el policía, por el otro hombre al decir:
—Para mi ellos ya están muertos—el rostro del hombre yacía empapado por la lluvia, y aun así su mirada mostraba ya no miedo, sino una temple de hierro al mover con vehemencia el revolver a su propia cabeza.
—¡Suelte el arma de una vez!—decía el mismo policía mientras el agua salpicaba su arma, que era apuntada sobre el pecho del hombre.
—Discúlpame, pero la decisión no es nuestra, no somos libres...—en una rápida escena, el policía se encontraba en una situación tan tensa que, al momento en que el hombre jalo del gatillo, él hizo lo mismo, por lo que dos balas terminaron por penetrar el cuerpo del hombre.
El cuerpo ya se encontraba sin vida antes de que este se desplomara en el suelo, a su vez que llego a caer sobre el pavimento y la acera, mezclando su sangre fría a borbotones con el agua interminable de la lluvia. El policía con adrenalina en sus venas, se abalanzo gritando en negación a la muerte del hombre, por lo que al llegar al cuerpo, maldijo y le palpo el cuello, y este sin pulso, decidió levantarse.
Unas luces salieron de un extremo de la calle, parecía una patrulla policiaca que había visto el incidente. Los ojos del policía se llenaron de jubilo al ver a la patrulla e intentar llamarle la atención, se detuvo en medio de la calle, y seguía alzando los brazos en un afán de poder verlo, pero esto parecía en vano. El policía no podía ver con claridad la cercanía del automóvil mientras alzaba los brazos. Pero cuando mas estuvo cegado por la luz, toda su vista se nublo y se volvió oscura, y también sintió algo relativo a un empujón.
—Llevad al muerto adentro, yo me encargo del policia—sonaba como una voz familiar, esta se acercaba al cuerpo del policía que yacía boca abajo del pavimento mojado, el hombre que ya se había acercado a él, jalo del cabello del policía, y con una navaja le abrió de tajo el cuello, continuando por dejarlo allí en el piso, para terminar yéndose de allí en su patrulla.
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