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Capítulo 13: Luces macabras

          En la víspera de otoño de 1956, una casa en el campo era asediada por el frió de la noche, y acompañada por el silbido del viento sobre el tejado. En el pórtico del hogar se alcanza a ver una sombra sentada sobre la escalera de madera alojada junto al suelo. Una puerta del interior se abrió y una mujer emergió del umbral diciendo:

—Hola, cariño...¿te pasa algo?, no te veía en la cocina y me preocupe por ti—la mujer continuo por sentarse junto al hombre con un deslizandose por sobre las escaleras.

—No, no me pasa nada...Es solo que, tuve un sueño extrañó...pero todo esta bien—mientras el hombre vacilaba era evidente de que se encerraba dentro de si, teniendo hasta ante su esposa desconfianza.

—¿Que sueño extraño?.

—No, mejor dejalo así...no es importante, volvamos adentro ¿si?.

          A la mañana siguiente, unos gritos bañaron todo lo alto del firmamento, esto venia efectivamente de la casa. Se trataba de nadie mas que el mismo hombre de la noche anterior.

—¡¿Que ocurre?!...oh dios mio ¡cariño!—vociferó la mujer al despertar por los alaridos de dolor de su esposo, pero lo que le puso los pelos de punta fue la razón extraña de que su marido vomitaba sangre, y se le escurrían hilos de sangre de nariz y oídos.

          Mas tarde en un cálido hospital, no muy lejos del hogar, pudo su esposa internar a su marido, que efectivamente se encontraba entubado, inerte en la blanquecina camilla del hospital.

—Doctor... —decía la esposa en el pasillo, con una vestimenta muy diferente a la que uso al levantarse— ...necesito entender, ¿que le acaba de suceder a mi marido?-ella de verdad se notaba cansada, aterrorizada, e ida a la preocupación hasta el punto de tener ojeras y apretándose las mangas de su camisa.

—Me es de contarle que se encuentra inconsciente, y mejorandose—la mujer reaccionó de lo mas simple y dijo:

—Y la causa.

—Tal parece una sobredosis de somníferos.

—¡Pero que me esta diciendo...que mi marido se drogaba!—la mujer cambio su tono de voz y pareció mas violento el movimiento de sus ojos, a la vez que el doctor yaciendo calmado allí miro a sus lados y se percato de la mirada desconcertada de las personas en la sala de espera.

—Tranquilicese, no me acuse ni me mire como el responsable, esta conclusión es la única, ni es una acusación, ni una idea remota, y que pase un buen día, porque ya no es mi problema—ella se quedo petrificada, la gente alrededor desvío la mirada cuando el doctor se largo de la sala de espera.

          Lo único que le quedo ella por hacer fue esperar junto a su hijo en la habitación de hospedaje de su abatido marido en cama. Pasaron las horas y no parecía despertar. La mujer yacía sobre el sofá mirando a su marido, al voltear la mirada a la butaca al otro extremo de la habitación, noto a su hijo plácidamente dormido. Ella volteo su mirada de nuevo a su marido, y con un pesado movimiento, la mujer cerro sus ojos y opto por dormir en la penumbra de la habitación, por el efecto de las luces del pasillo. Mientras su mente se disolvía entre sus sueños empezó a sentir una mera sensación de toqueteo en su entrepierna, era mas bien un toqueteo de placer pasando por su clítoris hasta la parte mas baja de sus labios vaginales.

          Al mismo tiempo que en su cuello sentía una asfixia tal, de estar sofocando la, era mas o menos igual al de una correa o cuerda, amordazado la. No podía escurrirse de ese sueño o tal vez de algo más. Mas y mas lo que parecía producirle placer se escurría mas hacia dentro de su ser. Ella ya no sentía nada a lo que fuera ajeno a esa escena como el sillón, donde yacía anteriormente o el mismísimo hospital, solo estaba presente esa obscuridad profunda que cegaba su vista, y la hórrida idea de estar flotando a la deriva, en esa marea de placer y miedo, a lo desconocido.

          Gotas de sudor se deslizaban de frente hasta las partes mas bajas de su abdomen. Luego sintió como algo de entre la bruma de la obscuridad, no muy bien apreciable, se movía hasta su oído y le susurraba:

—Has silencio, que tu hijo nos descubrirá—en ese momento se percato ella de que esa voz era de un desconocido fue suficiente hacerla estremecer del miedo.

          Y de golpe despertó, en el mismo sofá. Ella se encontraba bajo la sabana, parecía estar amaneciendo y su hijo seguía dormido. Ella intento levantarse pero sentía un dolor inimaginable en la entrepierna, peor que la menstruación. Levantó la sabana y se sobresalto al tener cortadas alrededor de su vientre, y la parte mas baja a su ombligo. Su cuello tenia marcas de ser estrangulada. Lo que sintió no fue un sueño, y eso fue lo que mas le perturbó.

          Como mejor pudo se levanto del sofá, y continuo por encaminarse al pasillo con una mirada desconcertada, una semblante mostrando dolor, con un nudo en la garganta y padeciendo de dolor en todo su cuerpo. Al llegar allí, una enfermera que iba de paso giro la cabeza hacia la mujer doliente. Esta se quedo petrificada y luego miro hacia abajo aun mas asustada.

          La mujer miro hacia abajo al igual que la enfermera, ella de repente se percato de que gotas de sangre goteaban debajo de la falda de la esposa. Ambas se horrorizaron, y la enfermera se llevó una mano a la cabeza, y después dijo con una voz temblorosa:

—¡Espere allí...no se mueva! —continuó por dar un paso atrás— ¡Necesito ayuda aquí, por favor!—la enfermera continuo por agarrar un botiquín y correr para auxiliar a la mujer que estaba por derrumbarse, sobre su propia sangre.

          Un par de horas mas tarde, despierta la mujer recostada sobre una camilla, y estando tumbada abre sus ojos en son de admirar su lugar de descanso. Era un sitio apacible, parecido al que estaba su esposo. Miraba a todos lados, hasta que detuvo su mirada por sobre un hombre en la habitación. Este contaba con un sombreo marrón obscuro, y una camisa formal, pero se presumía su origen al de la ciudad de Lake Town.

—¿Como se encuentra mrs. Barnes?—el hombre se acomodo lo mas posible de entre la obscuridad.

—Bien...¿por que pregunta?—la mujer mostraba una actitud a la defensiva por su tono de voz y su fruncir del entre cejó.

—Lo siento por irrumpir así...soy un investigador privado del pueblo de Amnsville—el oficial continuó por extender su mano hacia la mujer en cama, pero ella aludió a sus palabras diciendo:

—¿Que esta haciendo aquí?—el oficial se retrocedió unos pasos hasta llegar a un metro de la camilla.

—Vengo por que usted fue sometida al mismo químico que a su esposo, y tengo la prueba aquí mismo... —el hombre continuó por extraer de su bolsillo una bolsa transparente, sellada al vacío y conteniendo una jeringa con un par de miligramos de una sustancia plateada, con una tonalidad blanquecina, y visto esto, el hombre prosiguió— ...este químico me dejo desconcertado la verdad, desconozco su composición y no hay pistas de quien lo haya suministrado...por cierto esta jeringa usada, estaba entre sus sabanas.

—¿Pero que esta pasando aquí?—dijo en voz baja la mujer, acomodándose en la camilla para poder sentarse y ver mejor al hombre.

—Me disculpó si he llegado en mal momento pero quería entrevistarle, ¿si me deja?—el hombre busco la mejor forma de sentarse paciente frente a la mujer, mientras esta dijo:

—¿Que quiere saber?.

—¿Cuando comenzaron los sucesos exactamente?—el oficial parecía tener toda atención en ella, y con papel y pluma a la mano espero por cada silaba que saliera de la boca de la mujer.

—Desde... —ella cerro los ojos y pensó, luego contestó— ...el primero del mes...era en la noche... —ella fue recordando la primera experiencia que enfrentó esa noche de abril— ...cuando mi esposo me dijo que había soñado algo...al principio no lo había tomado en cuenta, pero en su brazo el tenia una especie cicatriz de un punto. Luego al siguiente día sufrió epilepsia y.... —ella se detuvo para quitarse las lágrimas con la mano— ... Por eso estamos aquí.

—¿Y sabia si él se suministraba esta inyección o...?—la mujer respondió con un rotundo no, entonces el investigador privado continuó:

—Por ultimo...¿conoce este símbolo?—el hombre se acercó a ella y prosiguió por mostrarle a la mujer un costado de la jeringa, que tenía un símbolo de un triangulo detrás de una cruz cristiana interpuesta por una espiral y una equis, en un fondo rojo y de color blanco.

          La mujer hizo un ademán negativo y el hombre comenzó a guardar sus cosas en un maletín alojado en uno de los sofás. Este dijo:

—Bueno si recuerda algo de importancia, —él saco un sobre— no dude en llamarme—él hombre se retiro del cuarto para perderse en el pasillo.

          Una hora después de la visita de su hijo a la camilla de su madre, ella estando contigua a una ventana, opto por dormirse y perderse en sus pensamientos y miedos que rodeaban a su familia.

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