3.
Su nombre era Billy, era un estudiante prometedor que siempre tenía éxito en sus calificaciones, el típico muchacho educado y listo de la clase, el único problema de Billy era que usualmente era intimidado por un grupo de matones de su escuela, estos se metían con él y le obligaban a que les haga la tarea, desde que se volvió la mira de esos tipos comenzó a dar pena y lástima, los demás lo veían por encima y trataban de menos, con el tiempo perdió el cierto respeto de sus compañeros y se ganó el despreció esto conllevó a saborear el dolor de la arrogancia de los demás.
Era un infierno. Se sentía acorralado, no quería saber nada de ninguno de ellos, no tenía esa confianza o esas ganas de juntarse con aquellos que lo tratan como algo que ni es humano, prefería quedarse solo, cosa que los profesores no entendían, cosa que sus padres tampoco entendían. Billy sabía de antemano que la sociedad es así, si te muestras débil te comerán como un pastelito, si muestras fortaleza de alguna manera puedes lograr librarte de eso. El problema es que Billy perdió esa autoestima y voluntad por culpa de el constante desprecio y abuso de sus compañeros. Al principio no le vio sentido el sentirse así si solo eran un puñado de jóvenes, pero se dio cuenta de que el aula de clases es un mundo aparte o por lo menos para él.
Decepcionado de sí mismo, despojado de toda voluntad y fuerza, se escondía en mundos de fantasía, videojuegos, anime, películas, etc, pero su tristeza le hizo dejar de disfrutar tanto este tipo de cosas. Billy quería echarle la culpa al mundo, quería culpar a Dios, quería culpar a alguien o algo, pero por más culpables que busque o maldiciones que lance, seguirá pensando que la culpa es suya por ser tan débil.
Billy, completamente deprimido, seguía su camino a casa, era tarde, estaba apuntó de anocher, tenía la mente en blanco y solo podía dar pasos de zombie hacía su hogar, donde la convivencia familiar no ayudaba en nada, más bien parecía empeorar las cosas. Entonces, es aquí donde el joven estudiante tiene un encuentro desagradable y se convierte en testigo de una escena del crimen aterradora, jamás había visto algo como esto en su vida y nunca pensó que algo así fuera real.
Dentro de ese callejón oscuro, podía ver como alguien estaba comiéndose a otra persona, o eso parecía. El muchacho se paralizó, embobado observando lo que ocurría, no sabía que hacer. Una persona que a simple vista se vería como alguien común y corriente estaba mordiendo ferozmente el cuello de una mujer, que por cuyas ropas se podía decir que era una prostituta, el monstruo se percató de las miradas curiosas que le estaba dando el joven, lo miró y ambos hicieron contacto visual.
A pesar de la distancia, de lo oscuro que estaba el callejón, apenas viéndose realmente que pasaba pero si prestabas atención serias capaz de darte cuenta de lo que ocurría, los ojos rojos de esa criatura brillaban con intensidad, sus pupilas dilatas lo miraban fijamente, hicieron contacto visual y un escalofrío recorrió el cuerpo de Billy, fui ahí cuando le hizo caso a sus instintos y salió corriendo de ese sitio. Huyó lo más rápido que pudo, sentía su corazón latir con fuerza apunto de salirse de su pecho, no sabía a dónde ir, si a casa o a la policía.
En medio de su huida, de la nada apareció alguien, cayó del cielo, de pie ante Billy estaba un hombre grande, sus ropas oscuras contrastaban bien en esta noche tan gélida y penumbrosa. Billy contemplaba a esta persona, escucho gotas de sangre caer al suelo, miró sus manos, estaban bañadas en sangre, este es el monstruo que asesino a esa persona con anterioridad.
—Maldición, se supone que por aquí no venía nadie.—se quejo el hombre. Billy lo observó mejor, noto que su piel pálida sobresalía de sus prendas negras y tenía unos ojos rojos carmín.—Ah, que fastidio.—chasqueo sus labios.—Quédate quieto niño, esto acabará rápido.—sonrió.—Que bien, premio doble.
Billy no sabía si esto era un sueño o alguna clase de broma; no, no tuvo tiempo para pensar de esa forma tan ingenua, recapacito y se puso los pies sobre la tierra.
—¡Esto es real!
Pensó, eufórico. Miraba a ese ser, sin duda alguna su descripción encajaba perfectamente con la de un vampiro, es lo que era. Su piel pálida, sus ojos ardiendo en un carmín impresionantes, esos colmillos tan grandes y escalofriantes, era un vampiro de verdad. Billy retrocedió, sentía mucho miedo, no sabía que hacer, su cuerpo reaccionaba sólo y se echaba para atrás.
—Oh, bueno.—exclamó el vampiro, y dejó de tener esa pose de ataque.—Supongo que a ti te puedo dar un mejor uso, eres joven después de todo.
El contrario frunció el ceño, confundido por lo que escucho.
—¿Q-qué?
—Si, supongo que sí.—repitió.—Oye, chico.
—¿S-si?—tembló de terror.
—Ya sabes lo que soy, un vampiro.—Billy asintió asustado.—Entonces eres consciente de que te puedo convertir en uno.
El menor empezó a tener una idea de lo que ocurría y no le agradaba para nada.
—L-lo sé.—tartamudeo.
—Mira, yo pertenezco a una secta de vampiros.—Billy se sorprendió.—Ellos quieren revivir a Dracula. O bueno, el más fuerte de nosotros lo quiere hacer.—contó.—Estoy harto de la misma mierda. Matar, buscar comida para una “bestia”, si, como no. Es una estupidez, Dracula no volverá, ese Grecier está loco.—hizo una mueca de asco. Miró a Billy de repente.—Te convertiré en un vampiro.
—E-espera.—retrocedió de nuevo.—N-no quiero eso.
—Nadie pidió tu permiso, idiota.—replicó.—Te volveré un vampiro para que te unas a mi y a mi causa. Ahí más de tu clase y otros vampiros que apoyan mi punto de vista, están igual de cansados de pasar 120 años tratando de revivir un pedazo de nada.—explicó.
—Yo n-no tengo que ver con nada de eso.—musito.
Estaba muy aterrado como para haber dicho eso en voz alta, pero las orejas punteagudas de ese vampiro lo oyeron, y como no le gusta perder el tiempo, en un abrir y cerrar de ojos se abalanzó a él y lo tomó del hombro. Billy se estremeció, se agitó pero fue en vano, la uñas de ese ser estaban clavadas en su piel, lo sostenía con demasiada fuerza.
—¿No me escuchaste?—cuestionó y lo tomo de la cara para que lo mirara fijamente.—Nadie pidió tu permiso.
Sin más mordio el brazo de Billy, el menor grito de dolor, a pesar de que fue sólo un instante, dolió como si hubiese sido una serpiente venenosa la que clavo sus fauces en su extremidad. El vampiro empujó a Billy y este cayó al suelo, quejándose, el mayor lamio sus labios para saborear las gotas de sangre que restaron.
—Bebí un poco.—soltó una risilla.—Mi nombre es Oliver, desde ahora seré tu señor.—bufo.—Esperaré a que se termine la transformación. Te buscaré cuando suceda.—se dio vuelta.—Por ahora, adiós.
Así mismo como tuvieron su encuentro de la nada, así mismo desapareció como si nada. Billy agarraba la mordida en su brazo que poco a poco dejaba de arder, quito su mano y miró si sobresalía demasiado, pero no, solo eran dos puntos pequeños de color rojo. El chico bufo por lo bajo, sudando de alivio por haber sobrevivido a esta experiencia, al mismo tiempo la sensación de que algo malo ocurriría a partir de ahora no se iba. Miró la mordida y lo sabía, nada sería como antes.
Frank conducía tranquilamente por la ciudad, en la cajuela tenía los pedazos de ese joven delincuente listo para ser entregado a los vampiros. Pero eso sería luego, ahora mismo debe de ir al trabajo, no se preocupa por si lo descubren o algo así, el cadáver no desplegará nada de olor porque está dentro de un mini refrigerados con hielo, además de que se necesita su llave para abrir la cajuela.
Una vez más, Frank tenía que estar aquí, en este edificio y subir a la misma oficina, sentarse y hacer su trabajo como buen empleado que es. Le disgustaba, el aburrimiento de estar ahí, convivir con esos tipos y tipas que no tenían nada nuevo que ofrecer y se creían de alguna manera superiores, algunos de ellos viviendo en su burbujeante arrogancia y incapaces de pensar en alguien más haya que ellos mismos. Era una molestia respirar el mismo aire que hipócritas. Pero eso no era todo, a pesar de lo bueno que es en su trabajo, no lo disfruta, le resulta aburrido y monótono; Frank odia eso.
—¡Oye, Frank!—uno de sus compañeros lo interrumpió.—Viejo, ¿viste el partido de anoche?, Lebron James es el mejor, ¿no lo crees?
—Si, claro.—dijo desinteresado.
—Enserio no pensé que houston les ganaría. ¡Mucho menos por la falta de defensa de James harden!—rió. Frank solo estaba pendiente a su computadora.—Frank, deberías de conseguirte una mujer.
—No tengo tiempo para eso.
—Oh, vamos.—chasqueo sus labios.—Eres un hombre mayor, no puedes quedarte sin hacer el amor. Conoce a alguien y casate, ten hijos, es lo mejor que puedes hacer.
—No me interesa.—dijo seco.
—¿No te interesa o no tienes tiempo?
—Ambas.
—¿De qué hablan?—apareció otro compañero.—¿Del partido de ayer?—sonrió.
—¡Si, estuvo increíble!—exclamó—Pero le decía a Frank que necesita a una chica.
A Frank le empezó a parecer irritante y molesto eso.
—Estará solo y senil el resto de su vida.—eso lo hizo enfadar, pero no podía hace nada, tenía que mantener su compostura.—Hay muchas por ahí que se volverían locas por él.
—¡Es cierto!—rió.—¡Aprovecha ahora!
Frank es de esas personas que disfrutan su propio espacio personal, es solo un solitario más, que cada vez que alguien irrumpe en ese espacio se enoja. Mucho más si se trata de personas como estás, tuvo que ignorar cada cosa que decían y soportar cada vez que se entrometian en sus asuntos, les da ganas de matarlos.
Le resulta aburrido, su vida le parecía aburrida, fue así hasta que un día un hombre llamado Oliver le dijo que podía ayudarlo a conseguir un mejor trabajo, fue en una noche desolada donde estaba solo camino a casa, decidió estancarse en un bar de mala muerte para ver si ocurría algo interesante, nada, lo único fuera de lo común fue ese encuentro repentino con ese hombre escalofriante. Luego conoció lo del clan de vampiros y etc.
—El ser humano necesita de algo para darle sentido a su propia existencia. Sino vivirá en un ciclo de aburrimiento y aborreciendo todo a su alrededor.—pensaba Frank al salir del trabajo y dirigirse al lugar acordado con los vampiros.—Odio socializar con los demás. Mucho más con esos idiotas ruidosos que se creen interesantes.—suspiro.—Que pérdida de tiempo.
Llegó al lugar acordado, era en la entrada de un túnel de alcantarilla, el sitio apestaba, ese olor a mierda y desechos tóxicos le molestaron a Frank, pero no les hizo tanto caso.
—Odio mi vida. O la odiaba.—abrió la cajuela.—Necesito algo emocionante. Algo que me llene. No me importa si estoy haciendo el mal o el bien, solo quiero sentirme vivo. Hacer algo diferente.—sacó la pequeña nevera portátil.—Eso es todo lo que alguien como yo puede pedir. Alguien que ha vivido a base de las expectativas y deseos de otros.—algunas memorias golpearon su psique. Chasqueo sus labios.—Váyanse al diablo.
Bajo para esperar a los vampiros, para su sorpresa, más o menos, ya estaban ahí, como siempre con sus ropas tan misteriosas que ocultan su identidad por completo.
—Gracias por tus servicios, humano. Será mejor que sigas así, estas haciendo un buen trabajo.—dijo uno de ellos.—William, pagale.
El otro asintió, era más pequeño que su compañero, George, metió su mano en su chaqueta y le dio el dinero a Frank.
—Por cierto, humano.
—¿Qué pasa?
—¿No ha habido nada sospechoso o si?
Frank frunció el ceño.
—No entiendo a que te refieres.
—...—George lo miró por unos segundos, directamente a los ojos para verificar si realmente le estaba mintiendo.—... No, por nada. Solo preguntaba.—y no fue así.—Nos vemos, humano. Y recuerda asistir a la ceremonia este domingo.
—Si, estaré allí.—dijo.—Adiós.
Todos se retiraron de vuelta por el lugar por donde vinieron.
Jack se estaba muriendo de hambre, camino por la zona manteniéndose cerca del parque, no quería alejarse demasiado. Para su suerte, encontró un restaurante de comida china, no tenía idea de que era la comida china pero sonaba sabroso.
—Esto está delicioso.—comento con su boca llena de fideos. Comía ramen.—¡No sabía que los espaguetis chinos serían tan buenos!
—¡Es ramen de carne!—corrigió el dueño.
—Ah, si, si.—volvió a comerlo.—¡Delicioso!, ¡que viva el espagueti de China!
—¡Ramen!
—Si, si, perdón.—exclamó.—Ah, caray. No merezco tanto.
A el restaurante entraron un grupo de jóvenes, eran cinco chicos, se sentaron en la mesa que estaba en la esquina, cuatro mesas por delante de Jack.
—El tonto Billy, ojalá y termine mi tarea o sino le partiré la nariz.—refunfuño un chico rubio de ojos negros.
—Si lo atrapamos, ¡practicare mi golpe de karate en su cara!—exclamó otro de cabello negro y peinado hacía atrás, sus ojos son negros también.
—Como sea, ¿qué carajos haremos hoy?—cuestionó un chico de cabello negro con ojos castaños. Tenía una cresta de gallo como corte de pelo.—La última vez apaliamos a ese viejo asqueroso que no paraba de toser.
—No me recuerdes eso, creí que me pegaría sus germenes.—saco su lengua del disgusto de tan solo imaginar eso.—Debimos de haberlo golpeado más fuerte.—este chico es rubio, su cabello largo atado a una coleta y sus ojos azules.—Ew.
—Lo hubiéramos hecho si cierto idiota no se hubiera puesto a gritar como loco y llamará la atención.—mencionó uno de ojos azules y cabello negro.—¿O no, Charlie?—miró al chico de cresta de gallo.
—Vete a la mirada Arthur, te crees la gran cosa solo porque piensas mucho y tienes buenas calificaciones.—chasqueo sus labios.—¡Es a tí a quien deberíamos de poner a hacer nuestra tarea!, ¡no ha Billy!
—Obligame, pedazo de mierda.
—Calmense ustedes dos, parecen niños pequeños.—dijo el rubio de ojos negros.—Me estoy hartando de lo mismo, quiero hacer algo nuevo.
—Quememos un auto.—expresó el chico de la coleta.
—Eso suena interesante, pero no tengo los instrumentos para eso, Benne.
—Demonios. Y no podemos ir por la otra zona, escuché que esos tipos son muy peligrosos. Si hacermos algo ahí nos matarían, Ethan.—bufo.—¿No tienes alguna idea, Michael?—miró al chico de cabello y ojos negros.
—No.—contestó el nombrado.—Ahora que lo mencionas, escuché que los de la otra zona tuvieron un problema con alguien.
—¡¿Enserio?!—exclamó Charlie, sorprendido. Los pocos clientes miraron en su dirección por esto.
—Dios, haces mucho escándalo.—se quejo Arthur.—Ahora, ¿quién es tan estúpido como para meterse con ellos?
—No tengo idea. Solo sé que mataron a unos chicos que pertenecían a su banda. Eran nuevos. Uno de ellos está desaparecido.—contestó.—Quien sea que haya sido, se ve que el trabajo de un asesino en serie.
—Con que hasta llegaron hasta ahí.—susurro Ethan.—Últimamente han estado desapareciendo personas y han ocurrido asesinatos por toda la ciudad. Creo que hay una secta o algo así por aquí.
—¿Estas seguro, Ethan?
—... Digo, no lo sé.
Benne chasqueo sus labios.
—Gran cosa.—se acomodó en su asiento.—Sectas, asesino en serie o lo que sea, si uno de esos me aparece les daré una paliza.
Charlie rió en carcajadas de inmediato.
—¡¿Tú?!—exclamó entre risas.—Lo único que te ganarás será una paliza.
—Por lo menos no soy un cobarde como tú. Te haces el fuerte con los débiles pero eres una rata moribunda. ¡Cobarde!—replicó enojado.
—Hay que andar con cuidado.—mencionó Arthur.—Seguiremos andando en grupo, los asesinos son como depredadores, buscan a los más solitarios para matarlos.
—Nah, solo van tras los más débiles.—dijo Benne.—¡Te digo que sí se me aparece los hago añicos!
—Hermano, deja de actuar como un idiota.—dijo Arthur, que es su hermano menor, por un año.
En toda la conversación que tenían, Ethan no pudo evitar mirar a Jack, completamente solo, comiendo su ramen en paz. Observaba con sus ojos negros a ese hombre moribundo pero con ropas de marca; su cabello despeinado, largo hasta el cuello, algo de suciedad en su cara y brazos, sus ropas de marca, etc, fue inevitable para él no pensar que se las robo a algo así.
—Oigan, ese tipo—miraron a Ethan.—¿no les parece raro?, osea, se nota que es un vagabundo y miren sus prendas.
Los muchachos observaron a Jack con el ceño fruncido, el joven estaba degustando tanto de su comida que ni se percató de haber llamado la atención de ese grupo de delincuentes y abusivos.
—Si, es una combinación muy extraña.—comentó Benne.—Le voy a hablar.
—Espera, imbecil, déjalo comer en paz.—dijo Arthur.
—Oh, ya sé que podemos hacer hoy.—mencionó Charlie. Los otros cuatro sintieron curiosidad porque usualmente a él no se le ocurre nada. Se inclinaron hacía él para oír lo que tenía que decir.—Cerca de aquí hay un parque,—susurraba.—hay un montón de indígenas asquerosos, tal vez deberíamos ir a darles una visita.
La idea no estaba mal, para unos chicos con la mente podrida y hundida en maldad, les encantó de inmediato.
—Maldición, Charlie, hasta que por fin sirves para algo.—exclamó Benne.
—Si, pero primero vamos a comer algo.—sugirió Arthur.
Los chicos pidieron algo para comer, Jack por otro lado estaba pidiendo casi todo lo del menú para comer, tenía dinero así que quería aprovecharlo al máximo en comida, además de que no ha saboreado algo tan bueno como esto en su vida entera. Los cinco chicos terminaron de sus respectivos alimentos primero que el protagonista de esta historia, descansaron un poco y planearon como lo harían y que harían, luego de un minuto, se pararon y fueron directamente al mencionado parque.
Pasaron ocho minutos para que Jack terminará de comer todo lo que pidió, luego de eso se sintió lleno, lo suficiente como para tirarse en cualquier lugar y domir toda la noche tranquilo. Agradeció que hoy no era luna llena para así poder disfrutar de todos esos platillos. Salió del restaurante japonés, se dirigió al parque donde tuvo un mal presentimiento de inmediato.
—¿Uh?, ¿qué es esto?—pensó. Se concentró por unos instantes, creyó haber oído algo.—¿Hay alguien gritando?
El pelinegro miró en la dirección donde supuestamente escucho a alguien, sin embargo, siendo como es él, prefirió no darle importancia a eso, creyendo que no fue nada, volvió al mismos banquillo en donde estaba acostado el día entero para poder dormir en paz. Pero claro, Jack no iba a tener una noche tranquila, para nada.
Charlie estaba corriendo con un palo en mano, miró a Jack acostado en el banquillo, por la capucha de su abrigo y lo eufórico que estaba no se fijo en quien era la verdad, solo lo vio y atacó de inmediato. Con el duro objeto, golpeó su pierna, Jack se sobresalto, Charlie comenzó a reírse y a insultarlo al mismo tiempo mientras seguía pegándole.
—¡Muere!, ¡muere, escoria de la calle!, ¡vamos, deja de resistirte pendejo, ni que fueras especial!
Justo cuando iba a golpearlo en la cabeza, Jack lo detuvo. Charlie se sorprendió, intentó arrebatarle el palo pero Jack era más fuerte, o eso parecía. Enfurecido, lo miró con rabia, en un movimiento, Jack se incorporó y pateó su estómago haciéndolo caer al suelo. Charlie se quejo.
—¿A qué crees que estas jugando?, niño.
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