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2.

Era costumbre para él no quedarse siempre en el mismo lugar, no duró mucho en el motel, tampoco en ese pueblo luego de lo que pasó. Para la pequeña población fue un alivio que Tyron haya muerto, pero esto no es algo que a Jack le importe ni mucho menos le interese. Tenía hambre, quería saborear una hamburguesa por primera vez en tanto tiempo, estaba harto de seguir comiendo basura y por fin tenía el dinero para comprarse algo delicioso. Así que se compró una hamburguesa en “Meat & cheese” para comersela en el camino, mientras tomaba de vez en cuando su refresco.

Caminaba por la carretera a ninguna parte, no tenía idea de a dónde demonios se dirigía y no es algo que le importe mucho, que sepa, toda su vida a estado de aquí por haya sin ningún lugar a donde pertenecer. Este es Jack, un chico que no sabe su edad o si “Jack” es su verdadero nombre, un vagabundo deambulando por todos lados que posee la maldición de convertirse en un hombre lobo.

Los días pasaron tranquilamente, cada vez que llegaba luna llena se dormía temprano para no terminar transformándose, se detenía algunas veces para pedir un aventon pero nadie se paraba, todos pasaban de él. Así sucedió por días hasta que se convirtió en una rutina, pero por fin había llegado a una ciudad, lo primero que hizo Jack fue ir a comer algo, se moría de hambre y todavía tenía dinero, cosa que le parecía increíble ya que eso nunca le dura demasiado.

Jack caminaba por la ciudad, vestido solo con unas prendas negras de pies a cabeza y unas chanclas verdes, observaba los alrededores de la ciudad, cada establecimiento de comida, un lugar de videojuegos que no pudo evitar ignorar y entrar ahí, se compró unas monedas y juego en las máquinas, estaba encantado con Street fighter, pero era muy malo, perdía todo el tiempo y aún así sonreía y saltaba de la emoción porque esto es algo nuevo para él.

Después de que se canso de jugar tanto, siguió explorando esta ciudad tan grande. Miró a un grupo de personas rodeando a alguien, no sabía de qué se trataba pero le dio curiosidad y fue a ver, podía oír el sonido de una flauta, observó de que se trataba y resultó ser un hombre indio mostrando sus habilidades para controlar serpientes con su música, o hacerlas bailar con esta. La gente, conmocionada, le lanzaba monedas por su talento, Jack también quiso hacerlo.

Cuando el pelinegro extendió su mano para tirar dinero, la serpiente miró a Jack, su nariz percibió algo desagradable, el olor a muerte impregnado en ese muchacho puso alerta al animal haciendo que le gruñera en advertencia para que retrocediera. El dueño del animal se sorprendió y todos se sobresaltaron asustados, creyendo que la serpiente perdería el control dieron un paso atrás. Jack fue el primero en hacerlo.

El indio agarró a la serpiente para calmarla, no comprendía la raíz de su enojo, miró a Jack y le hizo una seña de que se retirará, el pelinegro asintió y por no querer arruinar el espectáculo prefirió irse. Confundido dio media vuelta, para chocar con alguien y tumbando sus gafas.

—¡Lo lamento!—expresó él amablemente en vez de Jack.

—S-se supone que yo debería decir eso.—dijo confundido.

—Ah, perdón.—limpió sus lentes y se los volvió a poner.—No era mi intención robarte tu frase, solo no quería molestarte.—sonrió.

Jack miraba a este hombre con una expresión tan amable y gentil, Jack no recuerda la última vez que alguien lo trató así, o si por lo menos alguien lo hizo. Cosa que duda. Esa persona se veía que era un oficinista, parecía un empresario o algo así, mientras que Jack solo era un tipo con ropas sucias y ni siquiera sabía leer o escribir su nombre.

—No me molestaste, para nada.—rió nervioso.—Fui yo el tonto que no se fijo.

Por la respuesta de Jack, el extraño hombre sonrió amablemente.

—Mi nombre es Frank.—le extendió la mano.—Un gusto, joven.

—A-ah, si.

Nervioso estrecho su mano con la suya, hay que recalcar que Frank es mayor que Jack, aparte de eso, desprende un aire de superioridad y actualmente poseía una fuerte presencia que lo hacía sentir cierto respeto a su persona apenas conociéndolo.

—Yo soy Jack.

—Bueno, Jack, por lo que vio no eres amigo de las serpientes.—mencionó lo ocurrido.

—Al parecer no.—rió nervioso.

—Por cierto, tienes tus ropas sucias.—continuó examinandolo.—Sus zapatos están sucios de barro.—pensó.

—Bueno, he estado vagando por algunos días.

—¿No tienes hogar?

—Nope.—contestó.—Soy nuevo aquí, llegué por casualidad, estoy buscando un lugar donde quedarme. Eso es todo.—dijo sincero.

—Entiendo.—acomodó sus lentes.—... Creo que puedo ayudarte con eso.

—¡¿Ah?!, ¡¿Enserio?!—exclamó emocionado.

—Si.—asintió sonriente.—Mi casa está a unas calles de aquí.

Jack iba a aceptar la propuesta de Frank, sin embargo tuvo que negarse ya que le daba algo de vergüenza. Más haya de eso, si terminaba yendo a la casa de este hombre lo que iba a hacer sería robarle y largarse lo más rápido posible, Jack no quería hacerle eso a este amable señor.

—Ah, no. Estoy bien así.—sonrió.

—¿Seguro?—inquirió.—Puedes quedarte un par de días, vivo solo, no me molestaría.

—No, no es eso.—dijo nervioso.—Es que... Osea, estoy bien así. Y solo voy de paso.

—Hmm.

Jack se inventó otra mentira.

—Y... Y... Tengo que ir a ver a alguien.—era muy malo mintiendo, Frank se percató de eso.

El hombre suspiro.

—Comprendo, no te retrasare más.—dijo.—Fue un gusto conocerte, Jack.

—Ah, si, si. Igualmente, Frank.—expresó nervioso.—¡Adiós!

Jack se fue y Frank lo miró de manera despectiva por unos segundos, se sintió frustrado, no pudo llevar a su hogar a ese joven que parecía muy ingenuo y fuera de lugar.

Que lastima.—pensó Frank.








Frank es un hombre mayor, de 36 años de edad, a pesar de eso no se ve tan mal para su edad, tiene unos ojos rasgados de color miel y su cabello es negro con algunas canas. Le gusta mantener su cabello arreglado, se pasa la mano de vez en cuando por si está un pelo fuera de lugar, trabaja en una empresa, es solo un oficinista más que se encarga de los comercios y gastos. Le molesta mucho que las cosas no salgan como él quiere.

Este hombre llegó a casa, su solitario hogar, encendió las luces, fue a su habitación para desvestirse y quedarse en toalla, luego se dirigió a la cocina para preparar la cena y mientras hervian los víveres él se bañaba. Después de una buena ducha, terminó de hacer su cena, se sentó y comió tranquilamente, fregó y se fue a reposar a la sala de estar, leía un libro sobre detectives. Habiendo cumplido su rutina, por fin se paró y fue al sótano, encendió el bombillo, se detuvo por unos segundos en medio del lugar observando a alguien.

Había una persona ahí, estaba atado con cinta adhesiva, la persona al sentir la presencia de su secuestrados empezó a moverse desesperadamente y balbucear cosas, tenía cinta en sus labios no podía comunicarse. Frank se acercó y le arrancó el pedazo de cinta para oír lo que sea que tenga que decir, el hombre jadeo por unos segundos, cosa que a Frank le dio algo de asco, hasta que por fin tomó el aire suficiente y habló.

—Y-yo no quería...—musito.—... Yo no quería hacer eso, ¡ayúdenme!, ¡alguien que me salvé!—gritaba de repente, desesperado. Pero era en vano.

—Que ruidoso eres.—comentó Frank.—Nadie podrá escucharte. Puedo tener a mi familia entera ahí arriba y no te oirán.

El chico comenzó a sollozar, las lágrimas bajaban por sus mejillas hasta su mentón. Frank rodó los ojos, de nuevo, sintiendo cierto disgusto por la actitud tan penosa de ese chico.

—N-no me maté.

Frank resoplo.

—Ahora ruegas por tu vida.—dijo irónico.—Me preguntó, ¿si yo hubiera rogado en ese momento, te hubieras detenido?—lo miró, con desprecio.

—S-sólo pe-perdoname.—tembló.—No lo volver a hacer. D-déjeme ir. No l-le diré a nadie.

—¿Decirle qué a quién?—espetó.—... No vas a vivir lo suficiente para eso.

—... Mi mamá...—Frank frunció el ceño.—... ¡Quiero ver a mi madre!

—Tonto, ella de seguro está llorando por ti y desconsolada llamando a la policía, desde hace una semana.

—¿U-una semana?

—Haz estado aquí por una semana.—aclaró.—El tiempo vuela, ¿no?

—... ¿Esto es venganza?—cuestionó.

—Hm, tal vez.—dijo.—Digo, si un grupo de jóvenes me ataca de la nada, yo tendría que defenderme.

—No quería hacerlo. ¡F-fue idea de Mike!, ¡y-yo jamás le robaria a alguien!

—¿Mike es el chico del afro?

—¡S-si!—respondió.—¡E-ese mismo, fue él!, ¡Te p-puedo decir dónde está!, ¡solo liberame!

Frank sonrió y puso su mano sobre el hombro del chico.

—Mike está muerto.

Esta declaración le heló la sangre al muchacho.

—Lo maté. A él y los otros.

—M-mis amigos...—musito.

—Exacto.—dijo.—Ahora que vas a morir, supongo que no hay ningún problema en que te cuente que esto es más que sólo venganza innecesaria.

—... ¿Morir?

—Verás, pequeño, la muerte de tus amigos no fue en vano, tuvo un propósito.

—¿D-de qué estás hablando?

—Yo me he dado a la tarea de alimentar a cierta criatura.—cada palabra dejaba más confundido al menor.—Irónico que sea el único humano en esa secta.

—¿Una secta?, ¿criatura?—cuestionó.—¡Vete al diablo, jodido monstruo!, ¡eres solo un asesino!

—Vaya, que repentino cambio de humor.—dijo.—Pertenezco a una secta de vampiros. Suena loco, pero es cierto. Se mueven entre las sombras y cazan humanos para alimentarse y alimentar a su señor.—sonrió.—El nuevo Dracula. Formaremos un nuevo orden mundial con el nacimiento de nuestro señor.

—Eres un d-demente.

—Tal vez tengas razón.—sonrió.—Pero eso no importa realmente.—saco un cuchillo de sus pantalones.—Mucho menos cuando vas a morir.

El joven intentó decir algo al respecto y se agitó, pero Frank cubrió su boca con su mano y lo empezó a apuñalar, lo hizo varias veces en su pecho y estómago. Al asesinar a ese joven, busco una nevera transportable, una cierra y corto sus extremidades, retiro algunos órganos para meterlos en la nevera, fueron unas horas exhaustivas de descuartizando y destripando. Al terminar, hizo una llamada.

—¿Hola?, ¿si?, ¿te llegaron los paquetes?

—Si.—respondió el de la otra línea.

—Me falto uno, te lo enviaré mañana.

—No, dejalo en el lugar de siempre.—exclamó.—Enviaré a alguien para que lo recoja.

—Está bien.—dijo.—Nos vemos.

—Adiós.

Colgó y jadeo, se tomo un par de bocanadas de aire para recuperar el aliento. Miró por unos segundos todo el desastre que hizo, de repente vómito, toda su cena salió desparramada en el suelo. Frank soltó una pequeña risita y pasó su brazo por su boca.

—Ah... Que desastre he hecho.









Jack caminaba por las oscuras calles de la ciudad, o así era hasta que encontró un parque donde podría dormir esa noche. No tenía ganas de gastar dinero en un motel, se acostumbró a domir en las calles así que no le molesta. Se acostó en una banca del sitio, pasaron unos segundos y alguien lo tocó. Jack abrió sus ojos y miró un anciano con arapos así como los que usaba antes de comprarse esa ropa.

—Lamento molestarlo joven.—dijo amable y tímido.

—No, esta bien.

—¿No tienes un lugar a donde ir?—preguntó preocupado.

—No.—negó.—Vine aquí a domir.

—Que pena, tan joven y en estas condiciones.—Jack se sintió un poco extraño por la preocupación de ese hombre.—No duermas ahí, puede que te pase algo malo.

—¿Cómo qué?

—A veces vienen unos jóvenes a golpear a los vagabundos. ¿No has oído las noticias?—Jack negó con la cabeza.—Atacan indiscriminadamente a las personas sin hogar.

—Ah, ok.—Jack no se sorprendió por esto.—Bueno, está bien. Seguiré durmiendo.

—¿No oíste lo que te dije?—replicó.—Te golpearan con palos y tubos. Mi amigo Arthur fue víctima de esos abusadores.

—Si, ok.—susurró sin darle importancia.—Si vienen les daré una paliza.

—Oh, así que eres un tipo rudo.

—No, pero soy peligroso.

—Bueno, “chico peligro”, cerca del otro lado del parque, hay un grupo de nosotros, cuando quieras ven y descansa. Tenemos campañas y todo eso.

Cuando Jack escucho eso lo pensó por unos segundos, pero prefirió no decir nada y quedarse solo. Tampoco es que vaya a estar mucho tiempo ahí. El anciano se fue, y Jack se durmió despreocupado sin saber que el mal estaba al acecho.












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