XXX - El Guerrero Vikingo
Después de avisar sobre los propósitos de Klaus, el mago Rey Agathor, padre biológico de Phillip, paró por un instante y recordó cuando Juan salvó a su hijo aún bebé y se lo llevo a pedido de su madre, la Reina hechicera Elheonora, para ser cambiado por la hija del rey Albert que nacería sin vida. Una ayuda inolvidable y de gran valor. Como príncipe, el niño fue criado con todos los cuidados y amado por los padres terrenos hasta que el mago Juan volvió para enseñarle, cuando joven, cómo usar sus poderes mágicos.
— Gracias, Agathor, por advertirme sobre los objetivos del brujo sombrío.
— Yo soy quien debe agradecer, mi buen amigo que salvó a mi hijo. Enviaré a alguien de mi mundo para ayudarte a guerrear con la espada. Vais a necesitar todo el auxilio posible.
— Te lo agradezco una vez más, estimado mago Rey. Le diré al joven que has estado aquí.
El viento frío sopló una vez más haciendo a Juan sentir un escalofrío y una luz casi le cegó. Fue cuando apareció Elheonora, la madre biológica de Phillip.
— Querido, tenemos que irnos. Nuestro hijo no puedo perder un minuto más de su tiempo — y se volvió hacia Juan — Gracias mago, por dejar a un lado tus problemas y dedicarte a mi hijo. Hiciste lo que te pedí cuando te encontré a las márgenes del río en la Floresta Sombría. Nunca podré retribuirte todo lo que has hecho. Pero estamos intentando ayudaros a enfrentar las fuerzas del mal aun estando en el mundo espiritual.
— Id en paz... Haré todo lo posible para ayudar al muchacho y salvar a la humanidad.
— Confiamos en ti...
Y se fueron después de despedirse.
El mago entró y se fue a dormir aquella noche para recuperar sus energías. Al amanecer contó a los dos en el desayuno sobre lo que estaba por venir. Estaban asustados con tamaña locura y la posible aniquilación de la humanidad, pero fueron interrumpidos súbitamente.
— Alguien te espera, Phillip, en el portón. — Dijo Juan pareciendo saber de quien se trataba.
El chico ya había terminado de desayunar y fue a ver quién le aguardaba.
— Qué sorpresa agradable. ¿Vosotros por aquí?
— Hemos venido a pedirte que reconsideres nuestra oferta de enseñarte a luchar con el arte del Kung Fu.
Eran Dante y Leonardo, los monjes que querían auxiliarle para que enfrentara a las fuerzas del mal.
— Esta vez voy a aceptar vuestra oferta generosa. Pasé por malos tragos al luchar con mis enemigos y toda ayuda es bienvenida.
Juan soltó la cortina de la ventana después de oír la conversación y sonrió satisfecho viendo que el joven estaba cambiando su comportamiento.
Y, en el jardín de la casa, se iniciaba un gran entrenamiento. Los golpes de todos los estilos de más perfecto Kung Fu fueron entrenados, corriendo contra el tiempo, que era cada vez más corto. En algunas semanas, Klaus estaría listo para atacar. Los monjes trajeron bastones, shurikens y nunchakus para que Phillip aprendiera el arte de la lucha. Él prestaba atención en cada detalle.
Alexia observaba el entrenamiento e intentaba copiar algunos golpes, pero Juan y Phillip no dejarían que ella participara de la batalla contra Klaus esta vez. Lo que ocurrió otrora en que ellos se enfrentaron en el Castillo de los Ausentes no podía ser olvidado ni repetido. Querían protegerla a toda costa; ya bastaban los apuros que pasaba en compañía de ellos.
Sin embargo, algo diferente ocurrió una de las noches de Phillip. Él oyó a alguien que le llamaba allí afuera. Fue allá y no había nadie. Juan apareció y dijo:
— Quien quiere hablar contigo no está en este mundo. Tienes que conjurar un portal y dejarle entrar. Tú tienes poder para eso, pues esta encantamiento estaba en el Libro de las Almas.
— Está en mi mente, maestro. Pero me parece imposible que yo tenga ese poder.
— ¡Cree, hijo! Hay mucho más ahí dentro de tu cabeza. Te cabe aprender a usarlo. Voy a ayudarte en esa misión.
El joven se concentró y dijo las palabras mágicas extendiendo la mano derecha:
— ¡Öffne das Portal der Totenwelt! (¡Abre el portal del mundo de los muertos!
Alguien esperaba la oportunidad de atravesar... Era Enzo Thyodar, el hechicero nórdico del clan de los Lunes, un hombre de cabello largo y dorado, que usaba barba y portaba una espada en su vaina por debajo de una capa.
— El gran Rey Agathor me mandó que viniera y te enseñara a luchar con la espada. Soy un guerrero brujo vikingo, que siempre protegió el honor y la justicia. Tu padre me dijo que tienes la Furia de la Noche. Me gustaría verla otra vez.
Phillip levantó la mano y la metió en el aire en una abertura invisible frente a él volviendo con la espada de plata con la cual Enzo sabía luchar como nadie, pues había sido suya.
— Klaus está aquí. Y vamos a luchar contra él. Cada día se hace más fuerte y se acompaña de hordas de brujos tauneses y otros del reino de los muertos.
— ¡Qué hechizo poderoso! Debería dejar que los que se fueron descansaran. No se deben tocar los problemas ya resueltos. Yo te enseñaré a luchar como un guerrero, en honor a tu padre y contra todo el mal.
El valiente guerrero empezó a mostrarle al joven cómo se usaba la espada.
— ¡Cómo me gustaba la Furia de la Noche! La espada capaz de exterminar a los seres espirituales. Pero es necesario acertar el corazón en el punto en que se situaba mientras la persona estaba viva. Nunca te olvides de eso.
— Juan ya me lo había dicho. Ya enviamos a muchos seres de vuelta. — Contó el joven entusiasmado.
— Espero que no vuelvan nunca más. — Comentó también Juan.
— Entonces el gran Juan aún está vivo. Inmortal... La leyenda que todos creían que había sido devorada por los lobos de las montañas. Odín tenía un propósito para ti, mago. Y junto al Hombre Fantasma podrás salvar a la humanidad y dejar que los muertos descansen en paz.
— Lucharé por eso, gran héroe vikingo.
— No me considero un héroe, mago. Sólo lucho por los valores en los que creo. Tú y Phillip sois los verdaderos defensores de la humanidad.
Y empezaron los entrenamientos con la espada. El muchacho entrenaba de día con los monjes y por la noche con Enzo. En algunos días ya se sentía más confiado para el combate, principalmente, porque cuando era joven también había entrenado para la lucha con el capitán de la guardia real del rey Albert. Pero ahora el profesor era especial porque conocía el arma mejor que nadie. A fin de cuentas, era el dueño de la espada.
Todas las noches, el brujo vikingo cruzaba el portal que Phillip abría para aprender las mejores técnicas de combate. Poco a poco, aprendía trucos y golpes con la cuchilla y a usar las manos y pies con el arte del Kung Fu que los monjes le enseñaban. Estaban realmente dispuestos a rescatar el libro robado por Klaus, y Enzo estaba volcado para que la muerte siguiera las tradiciones, incluso las de su pueblo vikingo.
¿Pero todo ese entrenamiento sería suficiente para superar a Klaus y sus seguidores?
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