XXVIII - El Aviso
Phillip, Juan y Alexia por fin llegaron a una casa que alquilaron en los alrededores de Londres. Escogieron un lugar aislado con vecinos distantes de modo que evitaran contactos que comprometieran el hecho de estar escondiéndose de sus perseguidores. El joven había ganado algún dinero con sus clases y dividió los gastos de vivienda con su novia. Había tres cuartos confortables y un porche con vista al jardín. Uno de los ambientes era un pequeño cuarto donde Juan puso sus artefactos mágicos. No conseguía despojarse de la forma antigua de hacer magia. Por eso fue con el joven a un anticuario en la ciudad y compró un caldero viejo hecho de bronce y un espejo redondo grande que tenía exactamente su altura.
En una tienda de hierbas, adquirió algunas plantas para sus pociones. En un rincón del cuarto, montó un altar con azufre, puso una vela encendida en un candelabro para simbolizar el fuego, así como providenció agua. Después puso una pedra sobre un poco de tierra en un plato e incienso de mirra par representar la ligereza del aire. En el caldero añadió algunos ingredientes al agua como sal gorda, ramas de ruda, hojas de absenta, flores de caléndula, margaritas y un trébol de cuatro hojas.
Adquirió también una bola de cristal cuyo primero encantamiento revelaría el futuro.
En el cuarto de la pareja, Alexia y Phillip se besaban después de una noche de amor y descansaban en su cama. Era preciso relajarse un poco después de días llenos de revelaciones y peligros.
— No consigo pegar ojo, amor mío. Aún no me puedo creer todo lo que ocurrió. Parece que estoy soñando y que voy a despertar en cualquier momento.
— ¡Reposa tu mente, Alexia! Necesitas dormir para reponer tus fuerzas. — Dijo él acariciando sus cabellos intentando calmarla para que cayera en el sueño.
Cuando finalmente ella durmió, el joven aún estaba despierto, pero así que cerró los ojos, se vio en un sueño abriendo una puerta. Del otro lado, era el mundo de los muertos... Había atravesado y un hombre le aguardaba para hablar con él.
— ¡Padre! — Dijo al reconocer al antiguo rey de Germania.
— Phillip, mi querido hijo. Después de tantos años aún me reconoces.
— Cuanto os he echado de menos a ti y a mi madre.
Padre e hijo se abrazaron aliviando el sentimiento que el tiempo fuera capaz de aumentar en ambos. El joven se aproximó a un árbol en medio de un jardín florido y admiró el campo repleto de flores amarillas.
— ¿Y mi madre? ¿Cómo ella está?
— Estoy aquí, hijo. — La reina Mariele se acercó a él.
Ella le dio un largo abrazo, que no consiguió retener las lágrimas que bajaban tibias y saladas de sus ojos.
— ¡Qué momento feliz para mí! Poder abrazar a mi hijo después de tantos años.
— También siento mucha añoranza y aprovecho para disculparme por haber desaparecido de vuestras vidas. Sin no me hubiera venido a esta época, estaría muerto y fue un mago que había trabajado en la corte como consejero de papá quien me salvó, Juan.
— Ya lo sabemos todo, incluso conocemos a tus padres biológicos, Agathor y Elheonora. Son personas maravillosas. — Afirmó la reina sonriendo.
— ¿Sabéis sobre la condición de ellos haber sido brujos?
— Claro que lo sabemos, hijo. Lo sabemos todo sobre cómo Elheonora montó un plan para que tú fueras nuestro hijo. Agradezco cada minuto que pasaste a nuestro lado. Entendemos hoy que los momentos de felicidad junto a quien amamos son la cosa más importante de la vida. Es todo lo que llevamos con nosotros en nuestros recuerdos. — El rey también sonrió al decir.
— Pero tenemos que avisarte, cariño. Hay un gran revuelo en nuestro mundo. Algo grande está para ocurrir y tú formas parte de eso. Ten cuidado y sigue las instrucciones de Juan. Él podrá ayudarte una vez más. Agradécele por todo lo que hizo. Ahora tenemos que irnos... — dijo la madre al despedirse con los ojos humedecidos.
Phillip vio cuando se despedían y, entonces, los párpados se abrieron. Había despertado. Miró a su lado y Alexia dormía profundamente. Tuviera un encuentro con quien amaba y un aviso.
Juan fue al jardín y observaba la fuente cuando oyó el viento soplar más fuerte. Las aguas empezaron a salir con más fuerza subiendo mucho más alto hasta que salieron del recorrido normal y cayeron a su lado tomando la forma de una persona.
— ¡Juan! — Convocó una voz grave.
— ¡Mago rey Agathor!
— Mi querido amigo. He acompañado junto a Elheonora el gran bien que le haces a nuestro hijo desde cuando era un bebé. Te lo agradezco todo y estoy aquí hoy para comunicarte el nuevo plan de Klaus. Está más poderoso y tiene más armas de las que jamás tuvo antes. Necesitamos más que nunca tu ayuda.
— ¿Pero qué de tan peligroso puede ser, ya que conozco las maquinaciones de aquella serpiente? No puede haber nada peor de que el poder él detenta ahora.
— Existe sí. Y voy a contártelo todo para vuestro bien y el de toda la humanidad.
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