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XXVII - El Dueño del Mundo

Después de que sus secuaces hicieran un informe sobre el paradero de las personas que eran su principal propósito, Klaus pasó a conocer el destino de ellos. En Londres, el brujo se preparaba para pillarles en una emboscada. Se transformó en una figura diferente, un hombre de cabello gris que aparentaba 50 años, usando un traje elegante. Era un empresario de la ciudad. Sus adeptos habían comprado las acciones de varias compañías cuando fueron enviados al futuro y él ahora era el dueño de muchos negocios famosos de Europa, con sucursales también en los Estados Unidos y en países emergentes.

En la matriz de la Magic Invest Company, localizado en la Oxford Street, corazón de la capital, el señor Edward Rizzoni, que era el falso nombre de Klaus, había cerrado la puerta de su escritorio y acariciaba el rostro de Samantha. Su secretaria era bruja, como  todos los otros que empleaba, tauneses traídos de la muerte a la vida.  La pareja estaba arrimada a la mesa cuando él miró los ojos castaños de ella mientras la besaba en la boca. En un ímpetu de deseo, con la mano derecha tiró los papeles y objetos detrás de la mujer; después la acostó sin quitarle los labios de los de ella desnudando a la bella bruja. Se puso enloquecido al verla vestida con una lencería negra exponiendo las curvas seductoras de su cuerpo.

— ¡Nunca había visto en toda mi vida una hembra tan linda como tú, Sam! Sería capaz de atravesar los siglos contigo a mi lado.

— Mi Señor, me encanta la manera en que me amas y nunca imaginé que serías capaz de decir cosas tan bonitas...

Y continuaban haciendo el amor de modo insano, mientras en el resto del edificio centenas de personas hacían el capital de Klaus crecer aún más con las aplicaciones en las bolsas de valores de mundo entero. Él mandaba a sus seguidores engañados al tiempo futuro y así sabía cuáles eran las acciones que subirían de precio en los próximos años. Una mina de oro que jamás pensara existir hasta llegar a aquel tiempo. Un perfecto alimento para su ambición desenfrenada.

Después de amarse, él dispensó a Samantha de su sala.

— Ahora puedes irte...

— Pero me dijiste que querías estar a mi lado.

— Ay, ángel mío... Ya sabes... A veces decimos tonterías en el calor del momento. Sal rápido que tengo cosas más importantes que hacer.

Detrás de la cortina un humo negro se materializó en un hombre alto que vestía un traje negro, corbata azul y tenía un bigote grande.

— También quiero esos momentos que mi amo tiene. Pero creo que debería tratar mejor a las mujeres. Ellas pueden despreciar a mi Señor si no cuida con cariño de ellas.

— ¿Cómo osas dar opiniones sobre mi vida y quedarte observando lo que hago todo el tiempo, Fratello? Si quieres una mujer, basta usar ese cuerpo que posees. Ya hice un hechizo permitiendo que te transformes en lo que quieras.

— Quiero amar a una mujer y ser retribuido de verdad.

Klaus se carcajeó frente a aquellas palabras.

— No me puedo creer lo que oigo. ¿Tú quieres ser humano? ¿Sólo por placeres momentáneos? No te creas esa farsa de que existe amor. ¡Es todo una idiotez! Tú sólo necesitas aprovechar el sabor de la carne de ellas – lanzó una mirada penetrante y sin brillo.

— He observado por toda la eternidad la vida de los seres humanos. Lo que más quiero es volverme uno de ellos. Sentir el dolor de la herida, el calor de la brisa tibia, comer los alimentos sabrosos que vosotros os empeñáis tantas veces en compartir, oler los perfumes con que las mujeres seducen a sus pares y ser capaz de oír la música que todos tanto aprecian, bailar con el rostro pegado a alguien que realmente consiga hacerme amar.

— Sólo falta oírte decir que quieres ser padre. Imagina un Doppelgängercito agarrado a tu pantalón pidiendo que le cojas en brazos. — Klaus rio burlándose de su compañero de maldades. — ¿Te he visto matar centenas de esas criaturas miserables y ahora quieres convertirte en una de ellas? Creo que el pasar de los siglos está volviéndote loco o, quizá, ablandando tu negra alma. Todo eso no va a llevarte a ningún lugar. Continúa a mi lado. Juntos seremos los dueños de este mundo.

— Pero, amo, yo deseo mucho ser alguien como tú.

— Entiendo... Tú formas parte de mí y eso genera un anhelo de ser como yo soy, hacer las cosas que hago... — Klaus anduvo hasta la ventana de su despacho, perdió la mirada en los edificios de la ciudad y se volvió hacia el Doppelgänger – He tenido una idea para que seas como nosotros los humanos y pruebes los placeres que nos son inherentes. Pero tienes que continuar siendo mi gran aliado. Tengo un plan nuevo para la humanidad y tú formas parte de él. Voy a ayudarte a realizar tus deseos...

— Seré tu siervo leal por toda la eternidad.

Un día pasó. Klaus leía el Libro de los Muertos en la biblioteca de su mansión mientras acompañaba en los monitores virtuales los números de sus inversiones financieras que no paraban de aumentar.

Silene llegó a la sala de estar para conversar con Klaus, los empleados ya se habían ido y ella estaba bien arreglada; una falda negra mostraba sus muslos, medias también negras, una chaqueta caqui, el cabello bien peinado y liso cayendo sobre los hombros. Él bajaba las escaleras y no pudo dejar de percibir cuán deseable la mujer estaba aquella noche. Al mirarle la bruja atrayente percibió un deseo en los ojos de él, pero no quiso creer en lo que sería totalmente inusitado.

— Veo que te has preparado para conocer las calles de Londres esta noche, Silene.

— Señor, he venido aquí para ver si necesitas alguna cosa más. Samantha me espera para ir al centro de la ciudad. Necesitamos distraernos un poco después de tanta agitación.

— Debes mantenerte atenta. Nuestros blancos ya están en la ciudad y estoy preparándome para cogerles. Eso no quiere decir que no puedas divertirte, está claro. Veo en tus ojos el deseo de volver al mundo de los vivos y quien sabe convertirte en uno de ellos para siempre... Entonces, ten cautela.

— Me encantaría. Todos nosotros, tauneses, sabemos que puedes darnos ese privilegio de vivir una vez más y tener la eternidad como dadiva.

— Puedo darte lo que quieras con un simple chascar de dedos, pero tienes que obedecerme.

— Haré lo que quieras... Te ayudaré a subyugar a tus enemigos.

— ¿Todo lo que yo quiera, Silene?

— Basta un simple pedido de tu boca.

Él la miró con una mirada diferente apreciando sus bellas formas, saboreando la oportunidad de satisfacer sus deseos.

— Entonces quiero tenerte ahora... Para mí.

La mirada anhelante de su Señor la hizo creer que lo que estaba pasando era real. Y él se acercó a ella tocando su rostro sedoso mientras andaba alrededor de ella como alguien que invita a un baile. Al chascar los dedos, una canción suave ocupó el ambiente. Puso la mano derecha sobre la de ella, con la izquierda en la cintura la llevó a otra sala próxima, bailando de modo afectuoso bajo los compases de la música clásica. La miró con una mirada penetrante esta vez y ella entregó los labios a los de él, que reposó el cuerpo de Silene con delicadeza sobre un gran sofá lleno de cojines leves; empezaron a amarse como si él estuviera haciendo aquello por la primera vez en su vida.

Después de mucho placer, él dijo:

— Silene, tú eres la primera mujer de mi vida. Yo quería repetir esta noche otras veces. Tu piel es sedosa, tu toque es suave y el aliento caliente y fragante despertó unas ganas desmedidas de besar tu boca con un deseo incesante de amarte.

— Me siento lisonjeada mi Señor. — Dijo ella disimulando, pues sabía sobre el caso amoroso que él tuvo con su amiga.

— Por favor, no me llames Señor. Soy un hombre enloquecido por una mujer que pensé sólo tener deseos asesinos en su mente. Ahora veo que tú eres capaz de amar como todas las otras.

— Pero olvides lo que me prometiste. — Ella recordó la promesa hecha en el principio del encuentro.

— Te doy todo lo que sea posible.

— ¿Cuándo haremos esto de nuevo?

— Somos frutos del mismo árbol y estaremos siempre juntos.

El teléfono de ella les interrumpió:

— ¿Dónde estás?

— Estoy aquí en el Magical Wizard Bar en la calle Fleet, esperándote. — Dijo Samantha, que usaba una ropa de cuero marrón coñac pegada al cuerpo, las pestañas postizas realzando sus ojos.

— Ya estoy yendo...

—Voy a pedir una bebida para ti, amiga.

—Tengo que irme ahora. Me encantó nuestra noche.

—Ve a divertirte... La noche no ha acabado aún.

Y él subió las escaleras mirando atrás, viendo ella salir y mirándole de vuelta.

Al llegar a la biblioteca, Klaus miró a su gemelo que entraba.

— ¿Cómo fue tu primera vez?

— ¡Espectacular, mi Señor! No me puedo creer que esto ocurrió esta noche.

— No sé por qué, pero siempre me pareció que tú y Silene combinabais. Formáis una bonita pareja por lo que representáis... Las ganas de matar. Por eso no te olvides de que tú naciste para ser un asesino.

A la criatura, que intentaba ser un poco humana, no le gustaban las palabras de desprecio de su amo, pero de momento no había otro camino a seguir.

Klaus continuó leyendo el Libro que le presentaba las ideas de su nuevo plan. Si él consiguiera lo que quería, el mundo estaría perdido.

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