XIV - La Revelación
Siglo XVII – Florencia – Italia
El poder del brujo sombrío aumentaba cada vez más al aniquilar a sus enemigos de pose del Libro de los Muertos podía utilizar un instrumento más para alcanzar sus viles objetivos.
— Han pasado dos siglos y ni señal del hijo de Agathor. Cuando esté en el tiempo para el cual él fue enviado, sentiré cuando él haga algún hechizo. Es el Hombre Fantasma y va a usar sus poderes. Lo sabré cuando ocurra...
— Quiero atravesar sus entrañas con mis garras afiladas, mi señor. Házmelo saber cuando sea la hora. — Dijo la criatura con sed de muerte.
— ¡Calma, Fratello! La venganza debe ser tramada con sabiduría. Su sabor es proporcional a tempo y a las ganas. — Miró su pirámide y vio algo moverse dentro de ella. — ¿Qué está pasando en el mundo oculto? Vamos a ver.
Klaus y la criatura se acercaron al cristal que brillaba emitiendo una luz grisácea oscurecida. El agua de su caldero también se agitaba en ondas continuas. Algo grande estaba por venir.
La imagen que le apareció fue la del Libro de los Muertos abierto mientras él mismo lo leía.
— ¿Qué tal realizar el deseo de los objetos mágicos? Estoy muriendo de curiosidad por saber lo que estas páginas quieren revelarme. Si los monjes budistas lo guardaban con tanta devoción, debe ser porque es algo de gran valor, como dijo el brujo mongol. Aún puedo sentir sus ojos rabiosos mirándome al perder a su esposa. ¡Qué escena más fascinante!
— Podemos repetir con otro brujo.
Los dos seres se carcajearon resonando dentro del castillo. Los empleados que dormían despertaron, se revolvieron en la cama y volvieron al sueño, pues estaban acostumbrados con las locuras de su patrón.
El hechicero se sentó tranquilamente y cogió el compendio mágico. Lanzó un encantamiento para que el candado que envolvía su cubierta se abriera y hojeó las páginas. El hermano de las tinieblas le observaba entusiasmado.
— ¡Qué extraño! Está todo en blanco. No consigo leer una palabra. Déjame ver en el caldero si hay alguna revelación sobre este libro.
Klaus removió las aguas con el dedo índice derecho, pues ya se habían calmado, después cogió el objeto y dijo:
— Muéstrame lo que debo hacer para que el contenido de este artefacto mágico se revele a mí.
Las escenas empezaron a aparecer para él y Fratello, que fisgoneaba con el cuello estirado por detrás del amo. Apareció Alejandro el Grande, el emperador griego que invadiera Egipto con su ejército.
Uno de los soldados, acompañado de varios otros que profanaron una tumba sagrada de cierta pirámide, encontró escondida una bolsa conteniendo un libro. El utensilio estaba dentro de la tumba del faraón junto a decenas de gatos momificados y diversos tesoros. Mientras los otros robaban joyas valiosas, aquel hombre encontrara el valor en las letras que imaginaba contener grandes secretos.
Cuando más tarde vio que las páginas estaban en blanco, se quedó frustrado creyendo que no tenía valor y vendió la reliquia a un mercader asiático que viajaba por aquellos lugares. En las aguas de su caldero, Klaus miraba el episodio curioso cuando vio, siglos antes, al faraón recibiendo de su hechicero las instrucciones para usar el Libro de los Muertos en el mundo al cual iría tras su muerte.
El sacerdote que usaba un cayado con una serpiente en la punta pasaba la instrucción:
— Solamente el gran faraón Kanemathon conseguirá leer el contenido del libro, lo que le permitirá ser el supremo emperador en el reino de los muertos.
— Dime, Necatus, como puedo leerlo aún vivo.
— Solamente gotas de sangre derramadas en las páginas traen la revelación de su contenido.
— Basta, caldero mágico. — Ordenó Klaus interrumpiendo el descubrimiento.
Ansioso por respuestas, se hizo un corte en el dedo con un cuchillo y dejó su sangre resbalar por las diversas páginas. La Luna que estaba clara aquella noche se ensombreció hasta ue las nubes la cubrieron totalmente. Pronto en el primer trecho, un acontecimiento era mostrado al gran interesado, siempre acompañado por los ojos saltones de la criatura siniestra.
— Nuevo mundo, Estados Unidos, en una villa llamada Salem, muchas personas acusadas de Brujería están listos para morir.
— No me perdería eso por nada. Vamos Fratello. Tenemos un trabajo que hacer. Y pensar que hay brujos en un lugar tan distante. La magia se esparce por todo el mundo. Es como un enorme granero para que yo me divierta cada vez más y no respete vidas en mi camino.
— También quiero ir.
— Claro que tú vas conmigo. Necesito a alguien que me ayude a robar algunas almas.
Y allá fueron ellos, preparándose para absorber más energías vitales mágicas, esta vez en América, un nuevo continente descubierto por las grandes navegaciones europeas.
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