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X - El Brujo Mongol

Siglo XVII – Italia

En su castillo, Klaus miraba su pirámide cristalina y esta ennegreció cuando la acarició con las dos manos. Profirió algunas palabras mágicas invocando informaciones sobre brujos que por ventura aún existieran. Vio una imagen de un individuo de ojos rasgados. En la escena, el mago, en una tierra longincua, conversaba con su esposa:

— Ahora que escapamos de las manos del emperador, vamos a tener una vida tranquila en el campo al sur de Mongolia.

— Nergüi, siempre te he dicho que la vida de la magia no vale la pena. Tenemos suerte de estar vivos. En occidente, varios hechiceros fueron muertos y hay rumores de que seres sobrenaturales les persiguen para robarles las almas.

— No digas tonterías, mujer. Tenemos que tener miedo de los hombres comunes que son más peligrosos.

En el silencio de la noche, una noticia más para alegrar los oídos del brujo taunés. Un mago de oriente que sirvió al imperio mongol vivía fugitivo de los cazadores chinos de brujos que dominaban la región. Klaus decidió ir tras él.

— ¿Qué te parece, Fratello? Vamos a pillar a uno más. Siempre he querido conocer el Oriente. Tal vez el sujeto sea rico y le dejaré pobre y quebrado como vino al mundo.

— Mi señor, sabe que siempre le acompañare a los lugares más distantes del planeta. — Dijo la criatura sonriendo satisfecha por poder matar una vez más.

— Prepara nuestro viaje Antonella. — Le ordenó Klaus a la nueva empleada del Castillo.

— Sí señor. — La mujer respondió con la cabeza baja.

Los otros empleados la imitaron.

El brujo confirió la bosa de cuero donde llevaba una cantimplora con ron, algunas frutas y otros utensilios para viaje. Se puso una espada en la cintura, en el antebrazo un puñal oculto, y el Fratello le siguió por el pasaje que abrió en medio de la nada.

Los trabajadores del castillo ahora eran en número de tres, dos hombres y una mujer. Cuidaban de los caballos, de la limpieza, de la comida y demás quehaceres del castillo. Con lo que recaudó de sus artimañas, traiciones y matanzas, el brujo se hizo un hombre de grandes posesiones y sus empleados que no osaran traicionarle. Sabían bien su destino y temían a la criatura asustadora del patrón.

El portal le llevó a la ciudad donde el objetivo vivía, en una casa en los alrededores del Tíbet donde troncos de madera en fila cercaban la casa, el tejado de cerámica era cubierto con heno y la vista daba a las colinas.

Klaus llegó a un callejón al lado de una construcción abandonada y, detrás de él, su fiel escudero. Fueron directamente a una taberna, el monstruo se hizo invisible para no asustar a las personas y echar el plan a perder.

El amo se sentó a una mesa y pidió una cerveza. Mientras la degustaba, observaba el comportamiento de las personas que frecuentaban el lugar. Después de algunos tragos, decidió preguntarle al dueño del establecimiento:

— ¿Conoces a alguna pareja que se haya mudado a esta ciudad recientemente? Estoy buscando a un hombre que vino de Mongolia. Su nombre es Nergüi. Creo que con ese nombre va a ser difícil que pase desapercibido.

— No les conozco, pero hay un tipo que sabe todo lo que ocurre aquí. Se llama Chun-Li. Es herrero y, por unas monedas, ciertamente le dará informaciones, señor.

Sin agradecer, Klaus miró a su lado.

— ¡Vamos!

El tabernero miró para ver si había alguien con el forastero, pero no había nada. De repente, un viento zumbó al oído derecho del hombre; era el ser oculto que acompañaba al brujo. Las copas y vasos rechinaron con el pasaje y el hombre no entendió lo que había pasado.

Llegando a la herrería, un hombre vestido con un delantal forjaba una espada, golpeando el martillo contra el metal incandescente en el yunque. Así que Chun-Li les vio, paró de hacer su trabajo y preguntó:

— ¡Hola, señor! ¿Qué necesita? ¿Una espada o un cuchillo afilado?

— No necesito nada de eso. Sólo quiero una información. — Dijo Klaus con un saco de monedas en la mano seduciendo al hombre.

— Generalmente, sé todo lo que pasa aquí en la ciudad.

— Por eso estoy aquí. Alguien te indicó.

— ¿Y qué es lo que quieres saber, forastero?

— Es al respecto de una pareja de mongoles que llegó recientemente. La mujer es baja con cabello castaño oscuro y el hombre es gordo de estatura media. Su nombre es Nergüi.

— Debes estar refiriéndote a las personas que alquilaron la casa de la colina. El inmueble pertenece al señor Xiao.

— Gracias y no le digas a nadie que estuvimos aquí.

— Estas monedas de oro han sellado mi boca.

Y se fueron los dos tras la presa, el señor y la criatura, sedientos de sangre. Se acercaron al ver la morada y al llegar, tocaron a la puerta.

El hombre abrió de modo inocente, pues allí era el fin del mundo, bien al pie de las montañas del Tíbet. Solamente monjes pasaban por allí para pedir agua o comida antes de la ardua subida.

Miró las facciones del hombre que estaba disfrazado. Él se había transformado en un morador, con rasgos característicos de la región.

— ¿Qué desea, señor?

— ¿Tu nombre es Nergüi?

— Sí, ¿pero cómo sabes mi nombre?

— Sé que eres brujo y eso es suficiente para mí.

La esposa apareció por detrás del ciudadano mongol.

— ¿Qué pasa, querido? ¿Alguien está importunando? — Preguntó cuando oyó la voz intimidadora de Klaus.

Ella tenía en manos una escopeta de dos cañones lista para tirar.

— ¡Espera, cariño! — El brujo lanzó un polvo al aire que se sacó de un bolsillo.

Al lado del visitante imprevisto, surgió otro ser cuya silueta fue revelada por el polvo mágico. El dueño de la residencia vio a la criatura enseñar los dientes al ser descubierta.

— Baja el arma, Sarangerel. Estas personas no se matan con armas de fuego.

Lentamente, la mujer obedeció al marido.

— ¿Qué es lo que quieres de nosotros? Nadie anda con un Doppelgänger por nada.

— He venido a buscar tu alma.

— Ya dije que había cazadores de brujos por todas partes. — Vociferó Sarangel nerviosa.

— No va a ser fácil cogerme, puedo asegurártelo.

Diciendo algunas palabras mágicas, dos serpientes surgieron subiendo del suelo arenoso y abrazaron a los dos apretándoles con violencia.

El monstruo se convirtió en humo y se preparaba para cortar la carne de las cobras con sus garras cuando su amo las tocó con las dos manos transformándolas en gusanos.

— ¿Algún truco más, mago?

Nergüi levantó los brazos y el tiempo oscureció. La mujer se apartó corriendo hacia dentro de casa. Un viento en forma de remolino pasó arrastrando a Klaus y a su monstruo llevándoles para arriba. El brujo maléfico levantó el cayado y lo rodó en el aire apartando el viento lejos.

— ¡Basta! ¡No estoy aquí para jugar! Rayos y truenos, traed la muerte para este ser desventurado.

El cielo se volvió oscuro, vientos fuertes empezaron a soplar y un relámpago bajó por el cayado de Klaus, que le apuntó al mago mongol. Inmediatamente, el hombre, al ver el poder del verdugo, gritó:

— ¡Espera! Tengo un trato a ofrecerte antes de que me mates.

Interesado en oír, el brujo taunés envió el rayo de vuelta a la nube. Los cielos se calmaron de súbito.

— Habla pronto, mago insignificante.

— Mátame, pero perdona la vida de mi esposa. No sé porque me persigues. Tal vez yo le haya hecho mal a alguien que amas. Pero, imploro que la dejes en paz. Puedo darte algo grande a cambio... Un secreto fabuloso.

Las palabras eran atrayentes. Los oídos se agudizaron y Fratello ya se ponía cerca de la esposa del mago listo para degollar a una víctima más. El marido, cada vez más nervioso viendo el óbito de cerca, disparó de una sola vez:

— ¿Conoces el inestimable Libro de los Muertos? Aquel capaz de dar todo el poder sobre el reino de Hades a quien lo posea. — Dijo él rápido, pues el reloj del tiempo andaba más veloz mostrando que las vidas de Sarangel y la propia podían ser cortas. — Yo sé dónde está.

Los ojos de Klaus brillaron, tamaña era su curiosidad.

— Conocí el Libro de las Almas, estuvo con él en mis manos y así me hice inmortal. Pero, ese que has citado no pasa de una leyenda.

— ¡Te equivocas! Existe y quien lo posea podrá hablar con los seres del otro mundo. Sabrá secretos nunca contados, palabras jamás dichas e invocará la llama del mal.

— ¡Habla rápido, mago mongol! ¿Dónde está el libro?

— Antes prométeme que mantendrás nuestras vidas, la mía y la de mi esposa. El trato es justo y lo que tendrás en manos será lo suficiente para olvidarnos para siempre.

— Claro que estoy de acuerdo, Nergüi. Doy la palabra de Klaus, el último brujo taunés vivo.

Ansioso por preservar su vida y, principalmente, la de su mujer, el mago oriental respondió:

— El libro fue llevado al monasterio budista en lo algo de la montaña del Tíbet. Allí está protegido de los curiosos. Está detrás de una piedra que es diferente a las otras y sólo puede ser vista al ser tocada por la luz del sol al medio día. Esta pasa por una grieta en medio de las murallas y revela el lugar sagrado. Los monjes, como guardianes espirituales, lo escondieron para que no cayera jamás en malas manos.

— En ese caso, mis manos son las apropiadas. — Dio una carcajada que resonó en las montañas desérticas.

Inmediatamente, el brujo maléfico miró a la bestia e hizo la señal con el pulgar girado hacia abajo pasando en el cuello. Enseñando los dientes afilados, el Doppelgänger hizo el servicio que le gustaba, dejando una cabeza más rodar cayendo a los pies del marido.

— ¡Desgraciado! — El hombre lloraba gritando en desespero — ¡Brujo del infierno! Has matado a mi querida a la que yo tanto amaba. Te destruiré con mis propias manos.

El Doppelgänger flotó en dirección a él, pero Klaus hizo una señal con la mano derecha ordenando que parara.

Nergüi desenvaino la espada y se la intentó clavar al brujo que se giró de lado, dejando la hoja pasar rozando el cuerpo.

Como contraataque, Klaus soltó de su muñeca, bajo la manga, una daga que deslizó directo al corazón del mago mongol y este cayó de rodillas a sus pies, la sangre chorreando por la boca, los ojos perdidos viendo a la esposa que tanto amaba degollada.

Antes de su último soplo de vida, el brujo mongol dijo con la voz ronca, el líquido rojo caliente resbalando por las piernas, el aire escaso:

— Pero tú prometiste que respetarías nuestras vidas...

— Cambié de idea. Necesito la energía que tu muerte me va a proporcionar.

Con el mago inerte, finado en el suelo, él irguió la cabeza hacia el cielo y sintió el poder estremecer su alma.

— Déjalos que se pudran en este fin de mundo, Fratello. Tenemos un libro para robar...

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