En la comisaría, la conversación continuaba a pesar de los pensamientos intrigados de ambos; la abogada y el indiciado estaban sorprendidos con tamaña coincidencia. Evitaron hablar de eso y, por tanto, esperaron por el desarrollo de los hechos que podrían traer alguna revelación que explicara acontecimientos en común en el pasado.

— Entraré con un pedido de libertad junto al juez mañana bien temprano. Tenemos a nuestro favor la inexistencia de pruebas de allanamiento o de robo. Parece que los policías habían citado en el informe que usted portaba una espada, pero como esta desapareció de modo inusitado, el comisario prefirió retirar el hecho de los autos, porque no sabrían responder sobre el desaparecimiento del objeto bajo su custodia.

— No sé bien lo que todo esto que ha dicho significa, pero agradezco si fuera capaz de sacarme de aquí. Definitivamente, este no es el mejor lugar para estar en este mundo.

— Le entiendo perfectamente, Phillip. ¿Es este su nombre, verdad?

Ella miró curiosa el papel que tenía en manos intentando recordar de dónde le conocía.

— Phillip Honnusberg, hijo de Albert I, rey de Germania.

— ¿Qué? No he entendido... ¿Es alguna especie de broma? Si lo es, creo que no es hora ni lugar, debido a la naturaleza de su situación.

— ¡Discúlpeme! Puede llamarme Phillip.

— Si usted continua con esa historia de príncipe heredero de un rey medieval, va a ser fácil sacarle de aquí alegando demencia, pero lo peor es que el juez puede mandar internarle en un manicomio.

Los dos sonrieron con la situación cómica.

El muchacho se dio cuenta de la bobada que había dicho. Si fuera enviado al futuro cerca de medio milenio, las cosas serían muy diferentes... ¿Quién conocería a su padre?

— Si todo sale bien, le veré mañana para libertarle.

Durante la conversación, ella no pudo dejar de notar la extraña indumentaria que él vestía cuando fuera preso.

— Puede preguntar. No será la primera vez... — Dijo él al percibir la mirada curiosa.

— ¿Cogió aquellas ropas del museo? Necesito saberlo, porque es una prueba más contra usted.

— No eran del museo. Eran mis propias vestimentas de donde vine. Pero, después que me saque de aquí, le explicaré todo porque creo que ahora no conseguiré convencerla.

Ella levantó la ceja y respondió:

— Está bien. Creo que puedo sacarle de aquí aún sin esa información. Me ha parecido usted medio loquito, así podré hacer una buena defensa.

"¡No puede ser! Parece el modo en como Verena hablaba conmigo. Es demasiado extraña esta sensación." — Pensó él perplejo.

Había dejado la ropa y sus pertenencias, como pulsera y el talismán dado por su madre Mariele, en el depósito de la comisaría y vestía un uniforme como los otros encarcelados. Ellos se despidieron posando los ojos uno en el otro con una mezcla de admiración y curiosidad para entender lo que tan interesante encuentro reservaba para sus vidas a partir de ahora.

Aquella noche, mientras permanecía acostado en su cama, usó magia al pasar la mano sobre la pared para ver lo que había allí afuera. Así pudo ver las pocas personas que transitaban por la noche, los bares, la arquitectura de la ciudad y los trajes de la época. Se sorprendió con la tecnología del futuro. Vio a las personas comunicándose con smartphones, vio paneles gigantes con propagandas en los edificios, los coches, las motos...

Era todo tan diferente y, sin saber siquiera los nombres de tales máquinas y construcciones extrañas, se sentía fuera de la realidad. En el mundo en que vivía ahora, Phillip percibió que se había convertido en alguien distinto de todo y de todos. Estaba más fuerte también porque la magia que Juan le había enseñado le hizo más poderoso, a fin de cuentas, el mago maestro era uno de los más poderosos que ya vivieron en el mundo y uno de los atributos que poseía era el de absorber las energías de los seres mágicos, en el caso de que lo quisiera.

Él sabía que podría huir de allí con un simple chascar de dedos, pero prefirió actuar como un humano común, aún más ahora que estaba curioso por volver a ver a la mujer que se parecía demasiado con el amor de su vida.

Los otros le miraban de lado, con recelo, después de lo que le vieron hacer con el Pelón. Era mejor así... De ese modo le dejaban en paz y él necesitaba descansar después de todo lo que le aconteciera. De todas maneras, sus problemas estaban sólo empezando.

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