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XXX - El Mentor de la Magia

Juan volvió a la Floresta Sombría y se encontró con los descendientes del búho y del águila, cerca de la cabaña en medio del bosque. Los animales se pusieron felices al verle, como si ya le conociesen. Mientras les saludaba, Juan se acordó con añoranza de Luna Negra, su compañero de caminadas por los bosques.

Según el vidente, el lobo ya había muerto, pero su manada se fuera, sin dejar ni un cachorro. Los animales que le encontraron en el bosque confirmaron el hecho. Miró a la luna que empezaba a despuntar en el cielo e hizo un homenaje a su amigo pidiéndoles a los dioses que descansase en paz, recorriendo su sendero entre las estrellas. Se transformó en un lobo blanco como ya hiciera antes para cazar con Luna Negra y aulló en dirección a la luna agitando a los animales de la floresta. Era un homenaje a su amigo leal.

Continuó andando y fue poco a poco recobrando su forma humana, el hocico retrayéndose, el pelaje desapareciendo, los ojos y orejas reduciendo su tamaño. Era nuevamente un ser humando. Se acomodó en la casita para pensar en el próximo paso. Decidió que, primeramente, buscaría a Phillip y le contaría toda la verdad. Tendría que enseñarle al joven los caminos de la magia, inclusive le entrenaría con la Furia de la Noche, la espada de plata.

El mago anduvo hasta el río, pasó la mano sobre el agua y está se transformó en una especie de espejo. Pidió poder ver imágenes del muchacho, de cómo él estaba. Intentó memorizar las facciones del príncipe, ahora con veinte años, para reconocerle cuando le viese.

Durante varios días, analizó al joven y futuro mago, conociendo su historia, pensando en la mejor manera de abordarle. Fue al ver el modo en cómo trataba a las personas, y la bondad con que ayudaba a las gentes en sus paseos, que Juan tuvo una idea: fingiría ser un mendigo para aproximarse a Phillip. Se quedaría en los alrededores del palacio real, donde se ponían los mercaderes. Pensó que de este modo conseguiría atraer la atención del muchacho en algún momento.

Al día siguiente, el mago se preparó para ir al castillo del rey de Germania. Construyó un portal de transferencia y penetró en él, profiriendo palabras mágicas:

— ¡Portal, Transport meimem Körper! (Portal transporta mi cuerpo).

Era hora de cumplir la promesa que le hiciera a la madre de Phillip, Elheonora, de cuidar al chico.

***

Phillip estaba sentado en la biblioteca, hojeando un libro, pero su cabeza estaba lejos, pensando en todo lo que ocurriera con los hermanos en el pozo. Sintió los dolores de la niña, oyó su llanto y la ayudó en su tormento, cuando buscaba a alguien para salvar al hermano. Aquello le apretaba el corazón. En aquel instante, el joven percibió cuánto sería difícil la vida de un mago cargando los dolores de la humanidad, intentando ayudar a las personas y a los espíritus perdidos. Pero aunque estuviese confuso, con tantas dudas y revelaciones poblando su mente, sentía dentro de sí una voluntad de continuar recorriendo el camino de la magia que, según los fantasmas de sus padres — una idea que poco a poco aceptaba — estaba presente en su vida.

El príncipe decidió caminar un poco para aclarar sus pensamientos. Fue a ver a la gente yendo al patio alrededor del palacio, entre los muchos mercaderes y sus alimentos, adornos y ropas. Los comerciantes se acomodaban en tiendas para vender sus productos. Algunos hacían entregas para la corte y mucha gente circulaba en aquel lugar. Él usaba una capucha como disfraz para evitar ser reconocido. Quería andar como un plebeyo, un ser común entre las personas. Se sentía bien así consciente de la igualdad entre los seres humanos.

Él tuvo la idea de buscar un regalo para su novia, Verena. Paró frente a una barraca donde eran vendidos cordones y anillos dorados. Escogió un cordón con piedras para su amada. Pagó la mercancía y continuó andando, mientras pensaba en la vida, hasta que se tropezó con un viejo mendigo con la barba blanca y ojos cansados, casi derrumbándole.

Pero Phillip no era como la mayoría de los príncipes. No le daban asco los pobres y ayudaba a todos los que lo necesitaban. Se giró para ver si el hombre estaba bien y este abrió las manos y las extendió en su dirección.

— Una limosna para un viejo necesitado. Por favor, señor ayúdeme y recibirá el doble.

El muchacho pensó un poco, continuó caminando por un momento, pero sintió algo extraño en su corazón. Por eso, volvió allí y colocó tres monedas de gran valor en la mano del viejo:

— Compre alguna cosa para comer, señor. ¡Le deseo mucha suerte! — Dijo Phillip sonriendo.

— ¡Gracias, Phillip!

El príncipe le miró, espantado, antes de preguntar.

— ¿Cómo sabe usted mi nombre?

— Lo sé todo sobre ti, inclusive sobre tus padres, Agathor y Elheonora, que ya no están entre nosotros en este mundo. Tu padre era un mago poderoso.

La historia que el viejo contara concordaba con la de la pareja de seres espirituales que le visitó aquella noche memorable en la biblioteca real. Aun así, el muchacho sintió miedo, fingió que no había entendido y decidió cambiar de asunto.

— Señor, creo que está equivocado. No puede salir por ahí diciendo esas cosas. La magia es algo que ya no existe en el reino — se puso pálido, pensando si aquel hombre era el mago prometido por los espíritus.

Si lo fuese, todo aquello que escuchara era verdaderamente real.

El mago sintió en los ojos del joven que este sabía la verdad, aunque quisiese negarla, tal vez por recelo de los bruscos cambios que ocurrirían en su vida. Phillip era un príncipe educado, lleno de confianza. y que había sido preparado para ser rey. Tal vez no quisiera que las cosas fueran diferentes.

Juan pensó en mostrarle cómo la magia aún era real. Se concentró y miró al joven, y a la misma hora los ojos de Phillip empezaron a brillar, como llamas... Sabiendo lo que acababa de ocurrir, Phillip se desesperó.

Corrió hasta llegar a los establos, tapándose los ojos, pidiéndoles permiso a las personas y yendo a esconderse al lado del único con el que se sentía seguro: Espectro. Cuando pensaba que estaba solo y abrió los ojos, se deparó con Juan dentro del establo, acariciando a su caballo en una intimidad que Phillip nunca imaginó.

— ¡Por favor, señor! ¡Pare de perseguirme! ¡Yo—yo—yo sólo quería darle una limosna! — Dijo tartamudeando.

— Yo siempre he sabido tus pasos, Phillip. Puedo sentir tus dudas y miedos, y solamente yo podré ayudarte a enfrentar lo que está por venir. — Dijo Juan, sonriendo al ver el poder que se manifestaba en los ojos del muchacho. — Tú eres el príncipe de todo este reino, pero también eres el príncipe de la magia. Agathor era el Rey de los Magos. Tienes que aprender a usar tus poderes. Te pido que me des una oportunidad de ayudarte. Basta con que me encuentres aquí todas las tardes que te enseñaré todo lo que necesitas para enfrentar a las fuerzas del mal que vendrán tras de ti — viendo la indecisión en el rostro del chico, extendió la mano. — Discúlpame, he olvidado presentarme. Mi nombre es Juan.

— Esto no puede estar pasando... — Phillip se resistía a creer mientras saludaba al mago.

— Estaré esperándote aquí mañana, en el establo a esta misma hora. De aquí iremos a un lugar seguro.

— ¿Será que el viejo lo sabía todo, como decía? — Pensó Phillip curioso.

Y como si respondiese a sus pensamientos, Juan respondió: Me ha gustado mucho el cordón que le has comprado a Verena. Ella es una chica muy bonita y merece tu amor.

Phillip casi salió corriendo. Pero se contuvo y empezó a librarse de Juan.

— No sé quién es usted, pero por favor, no me perturbe más...

Phillip se fue, mirando hacia atrás mientras el viejo también le miraba. Fue a dormir aquella noche pensando en lo que el mendigo le dijera y sabía que en el fondo todo era verdad.

El anciano volvió a la pequeña casa y pensando acostado en su cama, decidió que debería entrar en los sueños del príncipe aquella noche, para ayudar a formar la convicción tan importante en su vida. Una vez más él rodó los dedos en el aire y atravesó el portal entrando en el cuarto de Phillip. Y nada mejor que la verdad para convencerle.

Durante el sueño del muchacho, Juan le tocó la frente con el dedo índice y las escenas empezaron a pasar mostrando el pasado. La carnicería en el bosque de la Floresta Sombría, la emboscada del ejército de la Inquisición con las banderas seguras por los caballeros, el Doppelgänger matando decenas de brujos, su padre Agathor luchando con sus flechas y su cayado, su madre con la espada, un brujo oscuro atacando a los amigos y un hombre huyendo con un niño en su caballo siendo escoltado por un águila y un búho en los cielos. También pudo ver a la manada de lobos luchando contra los inquisidores y a la criatura del mal. Luna Negra aullando miraba la luna y había muchos cadáveres. El fuego consumiéndolo todo. Vio a la hermanita nacida muerta y él siendo colocado en su lugar. De modo sucinto reconoció al viejo mago actuando a su favor en ambas situaciones.

Mientras el joven se removía en la cama, Juan una vez más giró el sobre sobre el aire y desapareció al entrar por la abertura. El muchacho ya había visto lo suficiente.

Al despertar recordó todo lo que soñara.

Tenía más de que pruebas suficientes de que él no era un ser humano considerado "normal". Hablaba con los animales y veía cosas que nadie más era capaz de ver. ¡Y sus ojos se ponían anaranjados! El muchacho, por fin, dio un suspiro y decidió que buscaría al hombre al otro día.

A la mañana siguiente el príncipe fue a su entrenamiento con el capitán de la guardia del rey. En la arena luchaba con la espada y usaba también el arco y flecha. Aprendía a combatir en batalla y a defenderse. Todos los días era adiestrado para la guerra, como hijo del rey que era. Además de eso, el comandante le preparaba en funciones de mando y le enseñaba las principales técnicas de uso de armamento. Pero aquel día estaba entrenando en medio de las nubes, sin olvidarse del encuentro inusitado que tuviera el día anterior. Después de pedirle disculpas a su entrenador varias veces, le pidió terminar el entrenamiento más temprano. Necesitaba encontrarse con el tal Juan.

Fue a los establos y el mendigo estaba allí, como habían quedado. Ambos se miraron y el mago, por fin, dijo:

— Menos mal que has venido, Phillip. No tenemos mucho tiempo. El enemigo en breve nos encontrará. Él ya sabe que hay un gran poder mágico en esta región.

— ¿Pero quién es este ser que usted tanto teme? Basta una orden mía y mis soldados acabarán con él. Es sólo decirme quién es.

Juan esbozó una sonrisa antes de continuar:

— Mi joven, esta lucha no es para los hombres de este mundo. Será vencida con pura magia.

— Si soy realmente quien usted dice, ¿cómo puedo aprender la magia? — Phillip pregunto con desconfianza.

— Es para eso que estoy aquí. Te enseñaré todo lo que sé y podrás controlar todo tu poder, hasta la fuerza llameante de tus ojos.

— ¡Pero usted es sólo un mendigo!

— No creas en lo que tus ojos ven, muchacho. En este mundo, a veces, las personas humildes pueden ser aquellas que más pueden ayudarte. — Dijo con una sonrisa, cogiendo una piedra del suelo. — Mira, por ejemplo, este guijarro tan común...

— ¿Qué es lo que pasa?

— Ahora mira de nuevo — replicó Juan, cerrando el objeto en la mano.

La piedra dio lugar a un valioso diamante en la palma de la mano del mago. Phillip abrió la boca, espantado.

— Lo que necesitamos puede estar en las cosas más comunes. Todo en este mundo se transforma y lo más valioso es lo que aprendemos con estos cambios.

El príncipe miró la piedra preciosa, dándose cuenta del poder y la sabiduría del viejo. Tuvo la certidumbre, en aquel instante de que él solamente podía ser el mago sobre el cual la pareja le había hablado.

El mago pasó las manos sobre su vestimenta haciendo que se transformase en ropa nueva y limpia. A fin de cuentas ahora iba a ser maestro de un príncipe.

Invitó a Phillip a acompañarle al área de los mercaderes, donde le encontrara mendigando el día anterior. Al final del pasillo, escondido en un rincón, había una tienda sencilla. Fue para allá que Juan se dirigió con Phillip, los guardaespaldas del príncipe siguiéndole a distancia, preguntándose qué es lo que el heredero del trono hacía con aquel hombre.

— Entra en esta tienda conmigo, por favor.

Los soldados se acercaron, pensando que el viejo estaba pidiendo limosna al muchacho. Pero Phillip les dispensó.

— No os preocupéis, conozco a este señor. Estáis liberados hoy — dijo el joven.

— Pero Vuestra Alteza, nuestro deber es protegerle y escoltarle con seguridad al castillo.

— Y también debéis obedecer mis órdenes. Después se lo explicaré al rey. Este señor es abuelo de una amiga mía. Tenéis el día libre a partir de ahora.

— Sí, Vuestra Alteza. — Respondió uno de los guardias. En seguida, se fueron.

Dentro de la tienda, Juan empezó a explicarle al muchacho todo sobre su vida, el modo en cómo sus padres murieron y cómo él había sido adoptado por sus padres humanos que le tenían como a un hijo de verdad y le amaban, así como sus padres magos.

— ¿Vienes conmigo a la Floresta Sombría, al sur del país, donde estaremos tranquilos para usar toda la magia que necesitas aprender?

Phillip asintió, a pesar de no saber cómo llegar allá. Le gustó saber que aprendería la magia. Juan, sin decir una palabra, abrió el portal y fueron a la Floresta.

El joven se quedó admirado con aquello y miraba a su alrededor, tanteando el aire, sin creerse que aquello podría ser real. Movía el cuello hacia todos lados, intentando asimilar que estaba en otro lugar en cuestión de segundos. Se puso también ansioso por aprender más.

Después de volver a emplear su magia, Juan sentía el poder circular por su cuerpo, llenándole. Se sentía entero nuevamente.

Llegaron al bosque y allá estaban el águila y el búho, que posaron cerca de ellos.

— Aquí es mi hogar actual. — dijo Juan, mostrando su casa. Te cuidé en una caverna en las montañas, pero allí ya no es seguro porque el brujo ya sabe su localización. Hasta que nos encuentre aquí va a tardar un poco y necesitamos ganar tiempo para tu entrenamiento. — Lo que Juan no imaginaba era que Klaus ya estaba en camino.

***

Todos los días se encontraban y el viejo mago empezó a enseñarle al muchacho todo lo que sabía. Phillip aprendía rápido porque tenía sed de conocimiento. Juan hacía al joven entender que la magia estaba en la naturaleza y él tenía que controlar la energía contenida en los elementos para que el poder surgiese. Para eso, necesitaba creer que todo aquello era posible. La mente podría ser su mayor aliado o su peor enemigo.

— Es importante, Phillip, que no le muestres tu poder a nadie. Estamos viviendo tiempos difíciles para la sociedad de la magia, donde un brujo del mal acabó con todos y vendrá a por ti así que perciba tu poder. La Inquisición también busca brujos y es un enemigo voraz. Por eso, estate siempre atento para no perder tu bien más precioso, la vida.

El mago le habló sobre el Libro de las Almas, objeto de la obsesión de Klaus y le dijo que intentaría recuperar el objeto mágico y entregárselo a Phillip, para que aprendiese todos los hechizos contenidos en él. Desgraciadamente, él lo había entregado a malas manos. Pero había sido necesario para que pudiesen ambos estar juntos, en aquel momento crucial.

— Pero todo error puede ser arreglado. Pensó Juan.

Después de las clases de magia, el joven encontraba un tiempo para ver a su novia. Phillip estaba emocionado con todo lo que aprendía y no había profesor mejor que el experimentado mago Juan para enseñarle.

Después de algunos días, el viejo empezó a enseñarle a hacer magia más compleja, como crear portales de transferencia corpórea, hacerse invisible y como transformarse en otras personas. En cuanto a la manipulación de Furia de la Noche, Juan estaba haciendo un entrenamiento hábil con Phillip para que sus cortes fuesen precisos. El muchacho enfrentaría seres peligrosos del mundo espiritual y la espada era un arma importante para él.

Por eso, algunos días, los dos se quedaban luchando en medio del bosque por horas y, a pesar de Phillip saber manejar bien los varios tipos de armamento del ejército de su reino, oía atentamente lo que Juan le decía, mostrando que la magia puede crear la diferencia incluso cuando se usa un instrumento letal.

El mago también le enseñaba cómo debería ser el camino espiritual del muchacho y una vez le dijo:

— Phillip, cuando tenemos mucho poder, la tentación del mal intenta llevarnos al lado oscuro de la magia, para absorber nuestra energía. Ten siempre en mente que tú eres dueño de tu propia voluntad. El libre arbitrio es la dadiva más importante que los seres humanos poseen porque permite a cada uno hacer sus propias elecciones. Es eso lo que determina lo que seremos en este mundo. Busca el camino del bien y estarás siempre protegido.

— Gracias, Maestro, por las palabras de sabiduría.

El joven necesitaba aprender rápido, porque el mal se acercaba. Juan podía sentirlo en sus huesos.

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Lee la trilogía #LosHijosdelTiempo de #ChaieneSantos



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