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IX - La Emboscada

Los planes malvados del brujo estaban por fin realizándose, ya que no muy lejos de allí el silencio era quebrado por el trotar de los caballos de la Inquisición. Una legión de soldados estaba cerca, siguiendo el mapa que el propio Klaus les había proveído. Dos inquisidores comandaban la tropa armada hasta los dientes, con arcos, flechas y espadas. Además de eso, tenían carrozas con jaulas para aprisionar a los brujos herejes que sobreviviesen y llevarles a juicio, a fin se servir como ejemplo. Pero si dependiese de Klaus, no habría sobrevivientes.

En la Floresta Sombría, los participantes del cónclave decidían cómo la sociedad de los brujos lucharía contra sus enemigos, sin imaginar que, mientras tanto, ellos marchaban impetuosamente en aquella dirección para exterminarles.

Agathor miró a la luna y esta parecía estar roja como la sangre. Sintió un escalofrío, Oyó voces y susurros en la floresta; como si presintiese que algo estaba para ocurrir, se preparó para finalizar la reunión. Desmontarían el campamento y se dispersarían. No era seguro quedarse allí por mucho tiempo.

Klaus se dio cuenta de que el cónclave estaba terminando y su ejército aún iba a tardar un poco para llegar. Tendría que hacer algo para impedir el final de la reunión. Por eso, le pidió al cuervo que sobrevolase la región para ver la exacta posición de la guarnición y así calcular cuánto tiempo necesitaría ganar hasta la llegada de la tropa. En cuanto el ave salió, decidió pedir la palabra:

— Señores, me gustaría colocar una cuestión en debate...

— No tenemos nada más que discutir, brujo Klaus — dijo Agathor — Algo me dice que es hora de que terminemos esta reunión.

— ¡Sí que lo tenemos, Rey de los Magos! Me gustaría ofrecerme para crear un grupo para atacar a los inquisidores. Tengo informaciones de que su centro de operaciones se ubica en Italia y algunos de mis espías saben dónde podemos encontrarles. Si los eliminamos, aumentaremos nuestras posibilidades de sobrevivencia.

Agathor decidió darle la ocasión de oírle. De todas maneras, terminaría la asamblea en seguida.

— ¿Y quién sugieres que podría partir contigo en esta misión? — Preguntó Tyrone.

— Creo que los Tauneses pueden encargarse de eso. Tenemos muchos brujos de confianza y tú puedes liderar esta misión, ya que eres el jefe del clan.

Tyrone continuó mirándole con sospecha.  Estaba seguro de que la apariencia decadente de Klaus tenía que ver con la práctica abominable de magia del mal. Pero, desgraciadamente, hasta el momento no tenía ninguna prueba contundente. En vez de eso, el mentiroso alegaba que había sido hechizado por uno de los brujos sombríos.

En aquel momento, en los cielos, dos aves se cruzaron sobre el ejército. Tan parecidas, pero con intenciones tan opuestas, estas volaban alto sobre las montañas. El águila observó el movimiento de las tropas y volvió a la caverna, con el fin de avisar a Juan de que una legión de soldados venía en dirección a los brujos. El cuervo, al contrario, guardó la posición de la guarnición religiosa, después volvió al hombro de Klaus y le comunicó la proximidad de esta.

En su caverna, el mago Juan recibió las informaciones y agradeció:

— Gracias, Cazador de los Aires. Las noticias me asustan: los magos no tendrán la menor oportunidad. Siento la presencia de magia del mal cerniéndose sobre ellos. Debe haber algún traidor, probablemente el brujo con el aura grisácea. Tengo que actuar rápido para salvar a aquel niño... — Pensó por un momento antes de tomar una actitud. — Necesito cabalgar hasta allí; porque hacer un hechizo de desplazamiento físico puede echarlo todo a perder si la magia atrae la atención de algún brujo que está en el cónclave.

Este tipo de magia era muy peligrosa y solamente los magos más poderosos sabían utilizarla. Tenía que ser bien hecha, pues esta podría transportar a quien la hiciese a cualquier lugar, incluso dentro de la tierra, lo que causaría una muerte instantánea por ahogo. Juan sabía que muchos ya habían muerto por no saber hacer este hechizo con precisión.

Luna Negra, reúne a tu manada y baja hasta el lugar donde ellos están, lo más rápido posible. Quiero que me ayudes a salvar por lo menos al niño. Si el Libro de las Almas me reveló su existencia, significa que, por algún motivo, tendré que protegerle y cuidarle. Siento un poder divino uniendo las fuerzas del bien y de la naturaleza, a fin de orientarme... Pero, desgraciadamente, la muerte ronda a todos los que están en aquel cónclave.

Les pidió entonces a sus amigos:

- Reina de la Sabiduría y Cazador de los Aires, encontradme un caballo. Necesitaré una montura para entrar y salir de allí lo más rápido posible.

Las dos aves salieron volando en aquel instante.

— Luna Negra, reúne a tu manada y baja hasta el lugar donde ellos están, lo más rápido posible. Quiero que me ayudes a salvar por lo menos al niño. Si el libro de las Almas me reveló su existencia, significa que, por algún motivo, tendré que protegerle y cuidar de él. Siento un poder divino uniendo las fuerzas del bien y de la naturaleza, a in de orientarme... Pero, desgraciadamente, la muerte ronda a todos los que están en aquella congregación.

El lobo salió en alta velocidad.

Después de cabalgar hasta el conclave y dejar al caballo amarrado a un árbol poco distante, apareció cerca de la tienda. La reunión parecia bien agitada. Antes de que alguien le viera, Juan se agachó.

Tyrone empezaba a discutir con Klaus, porque no aguantaba más verle interrumpir los preparativos del final de la asamblea y, ya le tenía atravesado en la garganta.

Oyendo el alborozo allí afuera, Elheonora salió de la tienda dentro de la cual amamantaba al bebé para ver lo que estaba ocurriendo. Juan esperó a que ella saliese y entró para ver al niño. Así que el pequeño niño le vio, sus ojos, que eran verdes, cambiaron de color. Se volvieron anaranjados como si exhalasen fuego, sorprendiendo al brujo. Sintió que el niño emanaba una gran energía.

— ¡Qué extraño! No tengo tiempo para entender esto ahora. Tengo que darme prisa.

Tocó al niño y se sintió sondado, como si este viese dentro de su alma si tenía buenas intenciones. Cuando el bebé sintió que el mago quería únicamente salvarle, dejó que se aproximase. Antes de que Juan lo pensase dos veces, los sonidos de los cascos de los caballos de los enemigos fueron oídos. Los soldados habían llegado.

La batalla tendría inicio.

Invadieron el lugar de la congregación, gritando palabras imperativas e insultos:

— ¡Morid, brujos desgraciados!

— ¡Son los inquisidores! Protegeos... — Dijo Agathor.

Gritos resonaron por toda la floresta agitando a los animales silvestres que huían asustados. Flechas cortaban el aire sobre los magos y estos cogieron sus armas para luchar. Klaus movió la cabeza para abajo avisando al Doppelgänger de que era llegada su hora. Este salió de su escondrijo en la oscuridad e, invisible como un humo encubierto por la noche, empezó a matar a los rivales brujos clavándoles sus garras por la espalda. El cuervo volaba por encima de ellos graznando y, este sonido era música entonada para celebrar las muertes por los ataques de la criatura. Agathor cogió su arco y flechas, se puso el carcaj en la espalda y empezó a tirar ininterrumpidamente, acertando a varios soldados. Tyrone también cruzaba el campamento, atacando a los enemigos con su espada. Enzo cogió la hoja nórdica de plata y, sin pestañear, acertó a varios enemigos, la sangre de estos chorreando por el campamento. El entrechocar de las hojas era oído a kilómetros de distancia.

La masacre había comenzado. Pobres las almas que allí perecerían.

La tierra ardía con el calor de la batalla. Los gritos perturbaban el romper de la noche y el fuego de las llamas era vislumbrado a través de las hojas de las espadas. El suelo mojado de sangre era el escenario del combate en medio de la floresta. Evelyn decía en voz alta palabras mágicas, paralizando momentáneamente el movimiento de los enemigos, que eran abatidos por las espadas de los magos. Enzo pasaba entremedio de ellos cortándoles sin piedad, arrojando su rabia nórdica como si fuese un ancestral vikingo.

— En nombre de Odín, morid bando de asesinos. ¡Sentid el poder de mi espada!

Su barba estaba sucia de sangre de tantos soldados de la inquisición que ya había abatido. Los heridos gritaban maldiciéndole, mientras él acababa con sus vidas. Del lado opuesto de la lucha, el Doppelgänger, también era un elemento poderoso matando brujos en todas sus envestidas. Como hizo con Evelyn, clavándole las garras en el cuello, haciendo que el silencio tragase sus encantamientos. Lo último que vio fue el monstruo con sus ojos rojos, mientras su vida se desvanecía.

Elheonora luchaba valientemente con la espada e intentaba aproximarse a su hijo para salvarle. Un soldado la atacó por delante y ella le liquidó con un certero golpe en el pecho; otro vino por detrás y ella se agachó, empujando la espada por detrás atravesándole. La maga continuó luchando y caminando hasta que una flecha le alcanzó en el abdomen. Contuvo el gemido, la sujetó con la mano y continuó, queriendo sólo llegar a su hijo, pero perdía sus fuerzas, herida, y el camino hasta su bebé se hacía cada vez más largo. Varios soldados la cercaron y uno de ellos le acertó en el muslo, causándole una hemorragia, haciéndola derrumbarse.

Después de un arduo y demorado combate, los brujos estaban siendo vencidos por el cansancio.

¿Pero será que había aún alguna esperanza?

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