6
Recuerdo que dijo que tenía información, evidencia, ella sabía que estábamos ahí por eso y no por el dinero.
Paso mi mano por el cabello algo largo, necesitó dar con esa rata de cañería, romper ese cartel, limpiar las calles de la porquería que vende.
Hago varias llamadas y tengo varias conferencias así, poniendo al tanto de lo que ha pasado con la operación, todo esté tiempo siguiendo cada pista, hasta dar con ese barrio tan peligroso del otro lado del puente elevadizo.
Cuando termino, mi tono de policía a ha vuelto.
— ¿Sabes en qué lugar puede estar tu amiga? — mi tono serio se hace presente.
—No lo sé — me mira furiosa pero también con cautela — pero se de algunas personas que sí, solo tenemos que hablar con ellos amablemente — sus labios se curvan una pequeña sonrisa traviesa.
—Entonces tenemos que trabajar juntos, acompáñame — camino hacia la puerta, sin dudarlo empieza hacer lo que le digo, caminamos hacia la parte donde están las armas.
Al llegar al sótano, las luces parpadean constante por lo que ha pasado, los policías, van y vienen ayudando en lo que pueden, al doblar en el pasillo hay una gran puerta del más grueso metal que hay, tecleo la clave de acceso en el panel que se encuentra a un costado.
Al entrar tomó un mochil negra y pongo varias armas en ella, cosas que necesitaremos y las que creo que nos hará falta, cuando termino, me fijo que, Amber, mira cómo está su ropa, hecha un desastre, su cabello de colores despeinado, su cara manchada de tierra y un sonido rompe el silencio.
—Tenemos que irnos, en el camino podemos comer algo y podrás hacer algo con tu aspecto — levanta la cabeza y tiene a expresión que no puedo descifrar.
Dejo que pase primero así puedo ver su trasero. Lo tiene firme, su pantalón de mezclilla se acomoda de tal manera que me hechiza.
—Deja de verme el trasero, degenerado — sonrió, que mujer más inteligente.
—Con está vista como negarme, es muy excitantante — sin que se dé la vuelta puedo asegurar que está refunfuñando entre dientes.
—Y por eso morirás más rápido, cuando una mujer se te insinúa de la nada es porque sabe quién eres o busca información mientras te droga con alguna sustancia o simplemente no le agradas y te regalará una bala en la cabeza.
Me acaba de hablar como alguna vez hubiera estado en un operativo de infiltrada, es alguna de las cosas que las agentes suelen hacer.
—No me cambiare con cualquier ropa, quiero la mía y nada más — un idea pasa por mi mente, quiero ver que tanto me dejara ver.
—De acuerdo tu maleta sigue en mi auto, pero el dinero, está en otro lugar y al parecer fue mejor así, de alguna otra manera se lo hubieran llevado.
Salimos de la estación y entra en la parte trasera sin preguntar, yo saco su maleta de la cajuela y se la doy.
Después me acomodó y pongo el cinturón de seguridad después de dejar la maleta con las armas en el asiento del copiloto. Arranco y conduzco hacía ese barrio, por el espejo retrovisor veo como busca algo que ponerse.
—Mira al frente o nos matarás — se quita la chaqueta, miro al frente pero acomodó el espejo para tener mejor vista.
Se quita la blusa y veo su sostén de encaje azul eléctrico, se dobla hasta quedar escondida en la parte de atrás, cambio rápido mi vista para asegurarme de que vamos bien, al prestarle atención toma otro sostén pero en rojo, se pone otra blusa donde se puede ver sugerentemente el color, se quita los zapatos y los pantalones, toma una panti roja y se la pone.
Ya la imagine con esa ropa interior con sus botas puestas, una imagen que hace que me duela el miembro.
—Es lo único que veras ¿Pensaste que caería en tu trampa? — La muy sinvergüenza se ríe de mí — eres tan predecible.
Termina de vestirse rápidamente, se peina y se coloca productos de higiene personal, saca unas cosas de su maleta y sin que pueda ver la hace algo, se guarda algo entre las copas del sostén.
En una bolsa de súper, guarda la ropa que se ha quitado se inclina hacia delante y abre la maleta donde están las armas, toma tres de las más pequeñas y se las esconde.
Mujer extraordinaria, desde aquí no puedo notar alguna de las armas que se ha escondido en el cuerpo.
¿Cómo lo hace?
Y por último solo toma una pistola normal, que la deja en la parte de atrás de su pantalón, cubierta por la blusa y la chaqueta negra de cuero.
Acomoda su maleta y después permanece atenta al camino, no dice nada pero debe de pensar tantas cosas que debería doler le la cabeza.
Aparcó frente a un edificio de ladrillos rojos con dos ventanas y puerta de madera.
Su aspecto viejo la hace pasar desapercibida, salgo del auto y ella me sigue. Abro rápidamente el candado que está en la reja y después el otro que está en la puerta principal.
—Ve a la cocina, busca algo que podamos comer en el camino, iré por el dinero — al darme la vuelta ella ya no está.
Escuchó como abre las gavetas de la cocina. Me gusta esa mujer, subo las escaleras que van a la segunda planta de la casa por unas cosas y después vuelvo a bajar para ir al sótano, quito la clave que hay en la puerta de metal y saco la mate la y vuelvo a subir para ir a la cocina.
Amber, se ha preparado un sándwich, y toma agua natural, levanto una ceja.
— ¡Qué! Prepara te el tuyo — continua comiendo como si nada
—Al menos pensaste ¿En que podría tener hambre? — mastica como si tuviéramos todo el tiempo para estar aquí.
—Si — toma agua y lo sostiene el vaso con su mano izquierda — no eres un cliente al que tengo que atender, si estuviera de buen humor hasta te lo podría preparar.
Directa, me gusta está mujer, no tiene pudor, ni se comporta de manera diferente, es auténtica, transparente.
Recuerdo el beso en la sala de interrogatorio, estoy seguro que le gusto aquel acercamiento de mi parte, mi lengua entrometida pero, victoriosa, de poder entrar en esa boca tan linda, de poder probar esos labios. Esos que ahora se está mordiendo.
Camino hasta quedar frente a ella, sujeto su muñeca derecha levantando su sándwich y sin dejar de mirarla muerdo una buena parte, lamiendo mi labio inferior, ella solo mira todos mis movimientos atentamente, su respiración es acelerada, se ha puesto nerviosa, lo sé.
Es mujer, no será predecible en muchas cosas, pero en la cercanía de un hombre, claro, paso mi pulgar por su mejilla, acariciándola, acerco mi boca a la comisura d la suya donde tiene migajas de pan, la limpio con la punta de mi lengua.
En un rápido movimiento separo sus piernas para prevenir cual golpe en mis partes nobles, la sujeto son fuerza de la cintura y la beso nuevamente, duda en darme acceso a su boca, pero finalmente lo hace, me corresponde de igual o más intensa, muerde mi labio, pero sutilmente, juega con mis labios, siento sus senos, para otros serian pequeños pero para mí, tienen el tamaño perfecto, rodea mi cuello con sus manos, pero......
— ¡Que puta suerte te pasa! ¿Por qué me haz mojado? — la miró boquiabierto, pensé que al fin sedería a lo que siente cuando la beso.
—Te dije que no volvieras a besarme, esto es solo una segunda advertencia, cuando quiera a alguien para perder la virginidad lo busco y ya, pero chulito no creo que te de ese acceso que quieres — me quedo pensando en una sola palabra, el agua derramada sobre mi cabeza es lo de menos — Tu mente de macho solo piensa en la palabra virginidad verdad — se ríe, burlándose de mi otra vez sin ninguna vergüenza — tengo veinte años, pero no soy tonta, por vivir en ese barrio no significa que abriré las piernas al que me bese sin permiso como tu comprenderás, ya he terminado de comer, nos vamos.
Me deja solo en la cocina como un idiota, tomo el vaso y lo aviento al suelo.
— ¡Grrrrrrrr! — grito porque esa mujer no cede a sus emociones, a lo que estoy seguro siente.
Mujer testaruda, difícil, ese carácter suyo me está desesperando, estoy seguro que sí nos hubiéramos besado un poco más la tendría sobre la mesa, de la cocina.
Inhaló y exhaló para tranquilizar me, salgo de la casa con la bolsa negra donde se encuentra el dinero, colocó de nuevo los candados ella está apoyada en el capo del auto, esperándome, mira el cielo de la oscura noche, el viento mueve alguno de sus cabellos sueltos de la trenza que se ha hecho.
Sin mirarme entra en el auto pero esta vez en el asiento del conductor, la miro con una ceja levantada, pero me ignora, se coloca el cinturón de seguridad.
—Dame las llaves, a partir de aquí conduzco yo — su tono es autoritario y mandón.
—Ahora tu eres la mandona — me acomodo en el asiento del copiloto, con toda la calma que puedo me coloco el cinturón de seguridad.
—Dame las llaves, no podemos seguir perdiendo el tiempo, Ricky, de seguro ya ha dejado media muerta a, Roxanna, por tantos golpes.
Me tenso al escucharla y le doy las llaves, con rapidez enciende el auto y se incorpora al tráfico.
Me fijo en el cielo oscuro y es igual al de hace un mes, cuando la conocí en el parque.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro