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Capítulo n°45: "Vuelve a mí".

Aedus.

Un año después...

Siento estar sumergido en el abismo más profundo de la oscuridad. Hay millones de agujeritos por donde ingresa tenues rayos de luz, he escuchado su voz, pero no encuentro el camino de regreso.

Es como si algo de fuerza mayor me retuviera aquí, en la nada misma. Doy vueltas en círculos con pies descalzos, giro, giro, giro hasta estar mareado y volver a caer en la inconciencia.

Aedus despierta, ya es hora...

Esa susurrante voz me hace abrir los ojos y ya no estoy en un abismo, estoy en un océano de aguas cristalinas empujándome entre sus olas. Cada vez que saco la cabeza a la superficie una furiosa ola arrasa hundiéndome de nuevo.

Mis fuerzas comienzan a desvanecerse. Lucho para nadar, pero el vaivén de las olas me lleva de un lado a otro siendo imposible tener estabilidad para encontrar el norte.

Soy una estrella sin norte que espera todos los días por su guía...

Vuelve a mi...te necesitamos.

Boqueo por aire, mis pulmones se llenan de agua y soy arrastrado por la corriente de la misma. El frío calo hondo hasta el tuétano de mis huesos entumeciéndome al querer ir contra su fuerza.

Aedus...te lo suplico vuelve.

Vuelve...vuelve...vuelve...

Escucho su voz dulce perderse en el horizonte. Un eco lejano partiendo en dos el cielo.

Willom... quisiera responder, pero nada sale de mis labios. Es como si estuvieran mucho tiempo dormido, amortiguados, secos y me costara articular las palabras.

Vuelvo a hundirme cuando otra ola llega para cubrirme. Esta vez no me lleva, pero mi respiración se altera, hiperventilo con el pulso descarrilado como si fuera a necesitar electrochoques para reanimarme.

Willom...no me dejes.

Nada nunca dejes de hacerlo...

Hago todo lo contrario. Mis brazos son remos sin vida, falta alguien que los mueva y tome la dirección correcta, pero los obstáculos son mayores. Imposible de sortear si ella no está a mi lado.

─Vamos, rememos juntos...

Su voz es lo único que mi memoria recuerda cuando soy golpeado fuertemente contra una roca o un muro, soy abstraído como una descarga eléctrica desde lo más profundo.

─Chico bienvenido de vuelta a la vida. ─dice una voz cubierta por un tapa boca celeste.

Cuando al fin pude abrir los ojos y no me encuentro en un océano.

─ ¿Quién...es...usted...?

No logro coordinar las palabras tampoco enfocar el sitio. Solo veo borroso mientras entreabro y cierro mis parpados por la fuerte luz blanquecina de una lámpara en el techo.

Mis brazos no responden a la orden de moverse para cubrir mis ojos.

─Primero te examinare ¿sí? ─empieza por alumbrar mis pupilas que recienten la intensidad de su linterna. ─Es un milagro que hayas sobrevivido.

Parpadeo sin comprender. No recuerdo absolutamente nada y por más que rebusque en mi memoria no doy con esa voz que escuche en mi mente.

─Soy el doctor Erick Clark he estado al pendiente de tu caso. ¿Tienes recuerdos de tus últimos días?

─No-o...

Con un agudo dolor en mi cuello lo giro hacia un costado donde hay varios aparatos conectados a mi cuerpo, luego al otro.

─ ¿Por-r qué mi vista-a... no se aclara-a? ─empiezo a recuperar la sensibilidad de mi paladar.

Muevo la lengua lentamente para remojar mis labios secos y cubiertos de una capa de costras. Resecos como si hubieran estado años sin moverse.

─Vamos de a poco ¿sí? Estuviste mucho tiempo en coma durante la operación perdiste mucha sangre ─explica con el tacto posible para no alterarme. ─Te dieron tres balazos, aunque no afectaron tus órganos vitales si caíste en la inconciencia al estar débil, necesitaste transfusión de sangre y como si tu cerebro quisiera descansar, prácticamente desconecto quedando en coma.

Trato de asimilar la información que me brinda, pero es algo que me parece reciente, en cambio mi cuerpo es el reflejo de que no fueron simples días.

─ ¿Cuánto-o tiempo-o pas...paso-o?

Erick revisa algo en su tableta. Anota y alza la mirada ante mi pregunta.

─Mas de un año. ─contesta sin rodeos.

Siento el palpito en mi pecho ir aumentando de velocidad. Se oye el pitido de la maquina cuya marca avisa que estoy alterado, superando los niveles del ritmo cardiaco. No consigo llevar aire a mis pulmones colapsando en un instante.

Cálmate.

─Aedus... ─llama el doctor. Inhalo y exhalo repetidas veces ─Inyéctenle un sedante, rápido.

Tengo el pecho comprimido, los oídos taponeados lo que hace que no pueda escucharlo mientras la vista va nublándose por las lágrimas. Solo veo la gesticulación de sus labios.

No puede ser...no pude estar tantos meses en una cama sin moverme.

No lo creo...no...

Una enfermera se mueve alrededor mío haciendo lo que pidió el médico. Introduce la aguja de la jeringa en el suero soltando el líquido, intento enderezarme, pero los brazos de Erick me lo impiden.

Boqueo por aire haciendo sonidos raros al tratar de inhalar. El sedante empieza a hacer efecto, pesan los parpados, la sudoración recorre desde la frente y la respiración se va disminuyendo hasta quedar nuevamente en la inconciencia.

No, ya no quiero dormir...

Quise suplicar, pero la oscuridad me atrapo obligándome a dormir.

******

En el silencio es cuando despierto. Fuerzo los parpados a mantenerlos abiertos, aunque fallo muchas veces hasta estar completamente lucido.

Ya no quiero dormir. Bastante tuve de descansar sin ser molestado.

Detallo la habitación. No es la misma donde estaba, aquí hay cómodos sofás con una mesa ratonera en una esquina, y baño privado. Imagino será una clínica o hospital privado.

Cada vez que me muevo siento estar cargando cientos de rocas y aun mis músculos no responden a las órdenes del cerebro a moverse por voluntad propia. Ahogo un quejido al querer erguirme llevo la mano al hombro encontrando un vendaje, cada movimiento es un dolor insufrible.

Mis huesos sufrieron demencia igual a mi mente al no recordar cómo moverse.

A la cuenta de tres. Uno...dos...tres... me siento y mi abdomen emite una escalofriante puntada que me hace volver a la posición anterior, acostado.

─Joven ¿necesita algo? ─pregunta la enfermera al entrar.

─Quiero...quiero sentarme-e...

─Elevare un poco la cama, pero todavía esta frágil para levantarse por sí solo. ─le indico mis vendajes. ─Las heridas sanaron bien. En un momento se las quito.

¿Por qué duelen como si fueran reciente?

Lo mismo quiero saber yo.

Retira los vendajes contándome cuantas veces al día cambiaba las vendas, quien venía a visitarme menciona a mi madre, que ni su rostro puedo recordar y dijo ser su paciente que ha estado mayor tiempo en coma. También resalto ser un milagro que haya vuelto a la vida. Sus ojos color café van a un lienzo en la cómoda al frente de la cama, creo reconocer ese color, pero no puedo precisar de quien se trata.

─Su novia lo pinto. Es una magnifica artista hasta me regalo uno a mí en agradecimiento por cuidarlo a usted. ─habla con mucha alegría mientras inspecciona las cicatrices.

"Novia" no recuerdo quien es. Veo los colores oscuros en el lienzo, es una noche estrellada, pero con dos ojos en el centro y uno es azul como el agua de los océanos, el otro verdoso igual a un bosque en pleno renacimiento. Juntos son dos pozos sumergidos en un abismo.

─Por favor-r...ya no quiero-o...dormir-r...

─Quédese tranquilo lo hará por voluntad propia.

Esboza una sonrisa de amabilidad recogiendo los desechos y quitándose los guantes de látex.

La necesidad de moverme está latente en cada extremidad sumado a la impotencia de no poder solo. Tampoco ayuda tener vagos recuerdos de mi vida ni siquiera se los nombres de mis padres.

─ ¿Podría-as ayudarme...a levantar-r...? ─pido.

Su cabellera corta y castaña atada en una coleta asiente.

Todo mi ser pica de curiosidad. Paso un brazo por su cuello, ella desciende mis piernas para poder aligerar el trámite de pararme.

Sonrió al sentir el frío del piso. Hormiguea en mi planta haciéndome coquillas y avanzo a pasos certeros, pero lentos.

─ ¿Cómo-o te llamas-s...?

─Betsy ─responde.

Sujeta mi mano en su cuello y con la otra mi cintura, aún estoy tambaleándome mientras que mis piernas son gelatinas por caerse. Betsy hace su mejor esfuerzo por no tirarme al piso porque le saco casi dos cabezas.

Guio mis pasos al cuadro. Hay otras cosas reposando a su lado.

Al estar ahí me agarro de la pared. La enfermera suelta un suspiro de alivio, seguro estaba luchando con su equilibrio.

─Sí que su masa muscular pesa. ─comenta y cierro los ojos ante un leve mareo. ─ ¿Se encuentra bien?

─Si, si...fue un mareo-o...

─Debería volver a la cama.

Sujetándome cómo puedo llego a la cómoda. Aparte del cuadro hay una tabla de surf pequeña de madera perfectamente pulida y mi nombre inscripto en ella. Una cámara, fotos donde estoy con una chica de cabellera rizada mientras en sus labios carnosos hay una amplia sonrisa. Es una especie de santuario.

Ya te consideraban muerto colega.

¿Quién no lo haría? No abrí los ojos por un año.

─Su novia pensaba que, si le traía cosas, esas que a usted le gustaba volvería a la realidad. Jamás se dio por vencida vino cada día, leía para usted, le tomaba una fotografía y rociaba la habitación con su perfume favorito. ─la miro incrédulo, frunciendo el ceño ─ ¿No la recuerda?

Niego.

Quisiera hacerlo, pero mi mente es una laguna estancada. No va a ninguna parte es como si bloqueara los mejores recuerdos, también los peores.

He escuchado tantas veces la misma voz que dudo que sea verdad.

La misma chica aparece en diferentes fotos. Abrazados, ella dibujando o durmiendo juntos y una me deja en shock, que suelto todo. Caen una a una en el piso, Betsy recoge volviéndolas a poner en su lugar.

─Su hijo debe ser hermoso. Ya cumplió cinco meses. ─comenta con tanta naturalidad que me asusta.

Un hijo...

¿En qué momento sucedió eso? Me entra el pánico, dio respiraciones superficiales y largas costándome digerir el aire. Betsy deja de contemplar la fotografía dándose cuenta de que no puedo respirar.

─Inhale y expire ─dice tantas veces que me marea. ─Volvamos a la cama y procure mantener la calma o tendré que sedarlo.

─Eso...eso...no-o...

─Entonces hágalo conmigo.

Betsy hace los ejercicios y yo copio cuando estoy sentado en el borde de la cama.

Luego de un par de minutos mi pulso vuelve a la normalidad. Ella lo comprueba y me ayuda a entrar en la cama.

─Descanse y no ponga en riesgo su salud. Dentro de dos horas vendrán a visitarlo. ─avisa y se retira.

¿Qué hare? Temo decepcionarlos al no saber quiénes son.

Saber de la existencia de ese niño fue un golpe cruel de realidad. Quizás sea un buen motivo para despertar y reacomodar las cosas en un sitio.

¿Cómo?

Prácticamente tengo una laguna en mi mente yendo hacia ninguna parte.

*****

Willom.

Meses atrás...

Si en esta vida tuviera un deseo. Desearía tener a Aedus, aquí en este preciso momento conmigo. Compartiríamos la inmensa alegría que estoy a punto de descubrir.

Es cierto, no es el mejor momento, pero por algo pasan las cosas. Dios les pone las peores pruebas a sus mejores guerreros así comprueba si eres capaz de enfrentarlas o darte por vencida, en mi caso me ha costado asimilar la realidad.

Fue un duro golpe, aunque aún no me ha derrocado. Y no lo harán.

─Magnificas obras, Willom. ─alaga el señor, William. ─No cabe duda que tu talento cruzara fronteras.

Sonrió con amabilidad, pero en mi interior esa sonrisa es pura tristeza. Soy una flor marchita tratando de florecer en invierno. La adversidad es el mejor tiempo para hacerlo.

William Johnson es un increíble artista. Aunque no conocía sus pinturas me di cuenta que su arte es reconocido en todo el mundo y me abrió las puertas de su galería para exponer mis pinturas. Saltaría de felicidad, bailaría bajo la lluvia, sin embargo, tengo una astilla clavada en mi corazón desde que supe del estado de mi chico.

Mi chico de ojos preciosos.

Su mar ya no nos mira y sus olas están quietas como su respirar.

El océano agito fuertes sus olas y él no pudo nadar como siempre lo hizo. Se dejó sumergir por la tranquilidad del agua olvidando el camino a casa.

Fue una semana agitada. Organizar y seleccionar que cuadros irían a la exposición, mantener la cabeza ocupada te distrae de pensar en el trágico final.

El olor a oleo provoca nauseas, también he sentido un repudio total al café, pero el deseo de tomar chocolate caliente a cada rato se ha vuelto una obsesión. De no tener apetito pase a comerme todo al alcance de la mano.

─No estarás embarazada ¿verdad? ─pregunto Blair un día antes de la exposición.

Por más que negué la duda escarbaba en mi mente buscando alguna falla. Cuando se fue corrí a revisar el calendario menstrual y adivinen que sucedió...

Un retraso de varios días. Casi un mes y medio...

De sopetón me senté en la cama. Lo que se dice pasmada se queda corto, estaba espantada con la idea, pero mis ojos no podían apartarse de los días en que tuve que haber tenido la regla.

Un hijo y sola no es una buena combinación.

─Debe ser una maldita broma. ─dije para mi sola.

Y bueno...si el río suena es porque agua lleva.

Luego de la exposición que acorde con William llamarla "Estrella sin norte" salió mejor de lo planeado. Se vendieron la mayoría de los cuadros y uno que conservé lo colgué en la sala del departamento.

Plasme en ese lienzo dos orbes, uno de un océano claro y el otro de un día nublado, gris a punto de llover. El fondo oscuro como un abismo, pero alrededor ciento y cientos de estrellas, así puedo tenerlo cerca.

Ya habían pasado dos meses de su estado. En coma y ni siquiera movía una uña tampoco apretaba mi mano cuando iba a visitarlo. Era doloroso verlo vivo, pero sin energías, inerte y acostado conectado a una máquina de respirar.

─Soy una estrella sin norte que espera todos los días por su guía ─susurre en su oído acariciando su malta negra algo larga en el centro. ─Vuelve a mi...te necesitamos...

Como ya es habitual. Vengo regularmente para comprobar su estado, asearlo y cortarle su barba. Jamás he evitado las lágrimas y por eso las dejo fluir, no las contengo.

─No tardes amor...

La vida empieza a mejorar al encontrar un motivo para echarles ganas. Yo encontré la mía el día menos esperado.

Blair fue la primera en darse cuenta. Tenía pánico de enfrentarme a esto sola, pero lo tome como una esperanza. Una que tal vez haya olvidado como se sentía.

Dicen por ahí que es lo último que se pierde.

Mi esperanza es como un polvo mágico. Se desvanece con el pasar de los días, pero se renueva en cada amanecer.

El timbre sonó y salí de mi estudio. El dinero que gane en la muestra de arte lo guarde e invertí en más lienzos, acrílicos y ayude a mis padres, que al verme sufrir no dudaron en apoyarme con tal de abandonar mi depresión.

─Adivina que traigo aquí. ─Blair balanceaba una bolsa de farmacia con una sonrisa radiante, yo apenas pude peinarme. ─Córrete hace frio. Un chocolate caliente estaría bien.

Me guiña un ojo y quede pensativa.

─Ok, no entendí.

Cerré la puerta yendo a la sala. Blair vacío la bolsa sobre la mesa de cristal y mis ojos se abrieron de par en par.

─ ¿Qué es eso?

─No es obvio. ─dijo. ─Ve al baño hazte las pruebas. ¡Corre!

Blair lo sospechaba, también sé que quiere ayudarme, pero no estoy lista para saberlo aún.

─ ¿Ocurre algo? ─inquiere sentándose.

─Creo...creo no estar lista para la respuesta. ─ella frunció su ceño. ─Tengo miedo...

Rápidamente llego hasta mí y sus brazos me envolvieron con una calidez ya conocida.

Un par de lágrimas deje escapar en un sollozo.

─Yo estaré para ayudarte ¿sí? ─asentí. ─Willom se valiente, cuanto antes sepas a lo que te depara el destino es mejor. Si es verdad tarde o temprano lo sabrás.

Tiene razón. Solo lo estoy postergando con la esperanza de que él abra sus ojos para así poder lidiar con esto juntos.

─Bien, tu ganas.

Recogí de la mesita las tres pruebas y caminé cabizbaja hacia el baño.

Hice lo que el prospecto indico, hacer pis y esperar por el resultado. Colocándolas boca abajo en la encimera mientras lavaba mis manos veía de reojo a Blair en el espejo.

─ ¿Cuánto tiempo demoran? ─quiso saber.

Se mordisqueaba las uñas, intranquila y paseándose en el reducido espacio. Mirando fijamente las pruebas puestas hacia abajo para no torturarme. Mi pobre corazón es una locomotora queriéndose salir por mi boca.

Mi color de piel es moreno claro, pero ahora lucía un pálido amarillo.

─Cinco minutos, creo ─murmure en un hilo de voz.

Blair asintió más nerviosa que yo.

Podría admitir que los síntomas que me dieron en la última semana se incrementaron. Hambre a altas horas de la madrugada, dormía prácticamente de día y noche agregando estar agotada cada hora si me esforzaba mucho. También arcadas al sentir cualquier olor y mis deseos sí que eran rarísimos. Pero hay un infaltable; chocolate luego tirar todo en el inodoro porque mi estómago no soportaba retenerlo.

─Willom ya es hora. ─su voz impaciente me trae de regreso.

Mis piernas flaqueaban así que ella tuvo el valor de darlas vueltas.

Su boca era una enorme O. Sosteniéndome del lavamanos para no caerme ya conocía la respuesta. No hacía falta su confirmación.

─Positivo.

Horas que dejaban pasar días. Días se volvieron meses.

Meses de incertidumbre y siempre el mismo pensamiento positivo.

Aedus va a despertar. En algún momento va a hacerlo y vera crecer a su hijo, juntos seremos una hermosa familia feliz.

Inesperada, pero feliz. Eso puedo afirmarlo.

¿Cuándo va a ser ese día? Sigo preguntándome cuando será ese bendito día en que sus lumbreras volverán a alumbrar mi vida.

A su ausencia siempre estuve rodeada de cariño, amor y alegría, pero faltaba ese resplandor para sentirme totalmente completa. Su presencia.

Aiden y Alvin desde que se enteraron de la existencia de Bowie vienen a diario, hacen las compras para que no haga esfuerzos y se encargan de decorar su habitación bajo las indicaciones de Agnes.

A veces es fastidioso tenerlos revoloteando como moscas en la casa, sin embargo, ellos intentan brindarme su apoyo cuando me falta un pilar fundamental en mi mundo.

Tampoco colaboran las hormonas. Irritabilidad, llorar a cada segundo que veo alguna fotografía o sentirme nostálgica al ver a una pareja paseando agarrados de la mano. A poco de cumplir cinco meses, Bowie cree estar en una cancha de futbol es inquieto y muy comilón. He aumentado varios kilos después de haber reconocido estar embarazada, mi panza crece normal, pero los antojos son incesantes.

─Blair tu futuro sobrino desea comer mango. ─le hago saber a mi amiga al abrir la puerta de invitados.

Blair se endereza y quita su máscara de conejo rosa de sus ojos. Hace una mueca al mirar el reloj.

─ ¿Tres de la madrugada? ─cuestiona bajándose a regañadientes de la cama. ─No quiere otra fruta disponible en tu refrigerador ¿ehh?

Niego. Bowie es raro a la hora de hacerme saber sus deseos de comida y siempre es a la madrugada. Le encanta molestar a sus tíos. Quienes se turnan para hacerme compañía de día o noche, también es incómodo quitarles su tiempo, sin embargo, teniéndolos conmigo me siento segura.

─Mejor prevenir que lamentar. ─dijo Agnes al oponerme rotundamente a su idea.

Blair bosteza y la embarazada parece ser ella.

─Alvin corrió a la heladería a las cinco de la madrugada para traerle helado de mandarina y pistacho. ¿Puedes competir con eso?

Blair enarca una ceja y lo piensa dos veces. Mi hijo aun no sale, pero ya tiene quien lo consienta y él genera una clara competencia entre ellos para llevarse el premio de ser su padrino o madrina.

─Quédate en la cama. En cinco, regreso ¿sí?

Sin cambiarse su pijama de flores mete por sus brazos un abrigo y se va.

Mi hijo es una debilidad para todos.

Elegí el nombre Bowie porque tengo el presentimiento de que será un hermoso varón, Blair se imagina una bella niña con el color de ojos de su padre, pero ante tanta expectativa por saber el sexo hoy se termina.

Agnes vino a acompañarme. Aparca el auto al frente del hospital y esperamos unos minutos a dentro. Todavía es temprano, aunque la espera me genera más ansiedad.

─ ¿Qué prefieres que sea? ─pregunta mi hermana viéndome a los ojos. ─ ¿Niña o niño?

─Mi preferencia es que crezca sano y ame mucho a sus padres. ─mis orbes se llenaron de lágrimas. ─Todo tendría otro brillo si, Aedus estuviera con nosotros. Eso aliviaría mis temores...

─Tranquila él pronto estará con ustedes.

Me da una sonrisa de labios cerrados. Quisiera replicar, pero ya está con medio cuerpo afuera e imito sus movimientos.

Agnes sujeta mi mano como darme el valor que me falta. La doctora, Olson nos invita a pasar a su consultorio.

─Buenos días señoritas, Brown ─saluda ubicándose detrás de su escritorio. ─Hoy realizaremos los controles de rutina al cumplirse siete meses de gestación de su embarazo, tal vez tengamos suerte y se deje ver.

─Estoy ansiosa por verlo. ─conteste ensacándose mi sonrisa de felicidad.

─Bien, procedamos.

Agnes levanta mi remera dejando al descubierto mi panza. La ginecóloga hecha un poco de gel en mi abultado abdomen y siento una corriente fría que eriza todos mis pelos. Ella comienza a mover el ecógrafo de un lado a otro desparramando el líquido transparente, vemos en el monitor un bebé totalmente formado mientras varias gotas resbalan de mi lagrimal.

─Su bebé va acomodándose para el parto. ─aclara sin dejar de mover su mano. ─Parece que el pequeño si se dejara ver ¿están listas?

─Si, que nervios. ─dice Agnes a un lado mío mientras aprieta mi mano.

─Uno...dos...tres... ─cuenta y mi corazón es una bomba a punto de explotar. ─Es...es un varón...

Caen muchísimas lágrimas de felicidad al saberlo. Luego escuchamos unos latidos salientes de la pantalla y la emoción es tan desbordante que ya no escondo mi llanto.

─Felicidades será mamá de un hermoso varón.

─Gracias doctora.

Agnes también suelta un par de lágrimas acompañándome en mi felicidad. No cabe duda que Bowie viene a salvarnos a todos de un barco sin velero.

Mi estrella volvió a tener su norte, pero a medias.

Ese fue el día en que nos enteramos del sexo. No obstante, el correr de los días comenzaron a agobiarme cuanto más cerca estaba la fecha del parto, más me ponía nerviosa y pesaba una tonelada.

Pedía ayuda hasta para ir al baño. Imaginasen ir a cada hora, tener los pies hinchados que no puedes calzar ningún zapato y terminar usando ropa extra grande porque tu cintura y pechos se agrandaron.

Eso te pasa por comer demasiado.

¿Y qué puedo hacer? Bowie no me deja ni respirar lejos de todo lo que implica dulces, pastas y scones. Tampoco es que me resista solo complazco a mi pequeño sabandija.

En las últimas semanas reduje las visitas a la clínica. Aedus sigue igual no cambia su estado, aunque habían retirado el respirador artificial, pero lo volvieron a conectar por su dificultad al inhalar aire. Dándome la sensación que su gravedad se intensifica y no mejora.

─Sabes, Bowie se parecerá tanto a ti que tendré dos copias iguales a mi lado ─sonreí nostálgica, acariciaba mi abultada barriga y unas traicioneras lágrimas rodaron al suelo. ─Cuando la marea baja está en calma, cuando sube se agita peleándose con su propia fuerza para formar olas si no lo logra vuelve a intentarlo. ─suspiré y lamí mis labios cubierto de agua salada. ─Yo soy una ola intentándolo cada día, semana y meses porque la esperanza se renueva al despertar y tú, hombre de mis fantasías todavía tienes una oportunidad de estar con nosotros...

Bese su frente, ambas mejillas y labios pálidos, secos y fríos como el viento de invierno abrigándonos sin sentirlo.

─Encuentra el camino a casa...nos abandone...

Algo caliente corrió por mis muslos, apartándome un poco del cuerpo de Aedus mire el piso cubierto de un líquido ambarino y una fuerte contracción me hizo doblarme en dos.

Entrelace mi mano a la de su padre para sostenerme y llame a Betsy.

─Betsy ─grite aguantando las siguientes contracciones. ─ ¡Betsy!

─ ¿Qué le ocurre?

Sus ojos cafés se dirigen al piso y abre su boca.

─Rompió fuente. ─aseguro. ─Respire y exhale la llevare a la sala de partos.

Asentí con unos dolores de mil demonios. Subimos en el ascensor mientras me agarraba de las paredes, Betsy llamo a Blair y a mi ginecóloga, pero Bowie ya quería salir.

─Aun...falta una semana...

Apreté mis dientes ante otra y ya se daban cada cinco minutos.

─Es normal que se adelante.

Betsy se volvió una amiga al pasar tantas horas conversando en presencia de Aedus, incluso pinte un cuadro para ella. Es la enfermera encargada de cuidarlo.

Bowie decidió ser tan inoportuno como su llegada.

Vino a colorear los días tan grises como la vida de Aedus.

Bowie es el arcoíris, Aedus el color negro ya que no está en su paleta de colores y yo, quien le da pinceladas adecuadas para hacerlos brillar. Y ellos a mí.


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