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Capítulo n°44: "Cruel pesadilla".

Willom.

Hace dos semanas recibí el alta médica. Regrese a casa de mis padres, específicamente a mi habitación y pintar sobre lienzos infinidad de figuras abstractas, figuras oscuras, pero resultaban ser un escape a mi tortura.

Ya había pintado decenas de cuadros, sin embargo, al momento de suspender el pincel en el aire pensaba en Aedus. Mis pensamientos no dejaban de buscarlo encontrándolo sonriendo, enojado o sacándome fotos. Lo extraño demasiado.

Sigue en cuidados intensivos. Lloré como una desquiciada cuando supe que había entrado en coma, mis esperanzas e ilusiones se desvanecieron igual a mi sonrisa. No puedo concentrarme. No hay otra cosa en el mundo que no anhele más que su presencia, sus brazos envolviendo mi cintura y sus besos...

En mi habitación ya no caben ningún otro cuadro. Aun así, continúo pintando sin parar, a veces lloro hasta agotar el manantial de mis ojos dibujando solamente sus orbes y su perfil. También entran las ganas inmensas de quemar todo y mandar a volar todo a la mierda.

En otras ocasiones la culpa me visita para restregarme en la cara quien es la verdadera culpable de todo, me responsabilizo hasta arrancarme los cabellos y el único tranquilizante son mover mis dedos con un pincel.

Visito a Aedus a diario en el mismo horario. Cada vez que lo hago renace y florece una semilla llamada esperanza dentro de mí, pero al tenerlo en el mismo estado, inerte igual a un muerto en vida, echan a la basura toda esa felicidad creada a partir de los acontecimientos.

Blair, Aiden, Agnes, hasta Alvin han intentado sacarme de mi propio encierro. Nadie lo ha logrado. Si él no tiene vida yo menos.

No daré un paso sin tenerlo a mi lado. No existe posibilidad de que pueda acostumbrarme a su ausencia, en cambio, puedo vivir en soledad. Digamos que adapte mi rutina a su enfermedad y no lo dejare solo, dio su vida por mí, yo cuidare de él.

Pastelito de chocolate.

Extraño oír su voz, llamarme de esa forma y ver su sonrisa traviesa. Aedus...

─ ¿Hasta cuándo? ─cuestiona, Blair.

En media hora tendré que salir como todos los días para visitarlo. Blair quiere acompañarme, viene y verifica mi estado de locura después se va. Todos sus intentos son fallidos.

Me resignare cuando...

No, no puedo pensar igual a los demás. No, no, no jamás lo diré.

─Hasta que su vida acabe con la mía o viceversa. ─digo observando los puntos y líneas trazados en el lienzo blanco con carbón.

Es una estrella buscando su cardinal. Su norte, el cual no encuentra.

Mi alma es una estrella que perdió su norte.

─Podrías salir de esta habitación sentarte a conversar con tus padres. ─suspira después de hablar. ─Vi la preocupación en sus ojos ante tu...locura temporal.

Blair no tiene tapujos conmigo. Se lo agradezco porque odio la lastima impresa en las pupilas de la señora, Lotte cada vez que nos vemos. Últimamente la esquivo, aunque no soy nadie para juzgarla.

Todavía las dudas rondan en mi cabeza. Agnes no ha venido a visitarnos tampoco se nada respeto a su vida y no tengo fuerza para escuchar sus excusas. Solo llama para conocer si ha cambiado mi negación por ver la realidad, tal cual es.

─Ustedes no entienden...

Sollozo, apretando con la yema de los dedos el mango del pincel hasta casi quebrarlo de la ira, hundo el pelo en el óleo y salpico distintas partes. El odio, frustración y su falta de comprensión me hacen hervir de la rabia.

Termino por arruinar la pintura desechándola a la basura.

─Tus sermones no me harán entrar en razón. ─siseo.

─Es por tu bien. Te estás perdiendo a ti misma y da miedo verte tan consumida en el dolor.

En la penumbra no podía distinguir sus cuencas, ya que se confundían al ser de la misma intensidad. Ya ni los rayos del sol permitía ingresar solo encendía una lámpara en el centro, suficiente para ver el movimiento de mis dedos.

Cambie las cortinas coloridas por unas negras. El ambiente es un desastre, bote de oleo esparcidos en el suelo, periódico cubriendo la madera para no estropearla que ni la reemplazaba. El olor se volvió tolerable, al menos para mí. Ni dormía bien. Despertaba bañada en sudor a mitad de una pesadilla donde Connor mataba a Aedus.

Connor...ese maldito bastardo acabo con lo poco de nosotros.

Y como es una rata, escapo.

Deje de dar pinceladas cuando el móvil timbro. Debido al desorden no podía localizar el sonido, pero la parpadeante luz venia del interior del baño, puse una melodía suficientemente alta para que no se me pase ir al hospital.

Blair continuaba parada en el umbral con los brazos cruzados, callada. La tristeza plasmada en sus parpados caídos y viendo como sacaba ropa de mi closet para vestirme.

En el apuro por irme y desaparecer de su mirada inquisidora tropecé con un bote abierto. Todo el tapiz se tiñó de rojo.

Maldije para mis adentros porque si seguía demorándome perdería las dos horas de visita. Es difícil que pueda pasar en otro horario.

─Iré contigo. ─dijo, pero hice oídos sordos sin detenerme a replicar.

No, no quería a nadie junto a mi cuando les costaba mucho entender mi situación. Se perfectamente que no es normal, sin embargo, hago lo que puedo con mi dolor.

Metí en un bolso de prisa: un libro, su perfume favorito, la cámara que traje de su departamento porque cada día tomo una, luego las revelo para mostrárselas. Algún día va abrir sus bellos ojos y todo será una pesadilla, que quedará atrás.

Una cruel pesadilla...

Mis rizos van al viento. Camino a toda prisa luego de bajar del taxi, Blair prefirió no insistir ante mi negativa y sé que me estoy comportando horrible como amiga, pero si no van a sumar es mejor mantenerse al margen.

En la recepción choco con la espalda de Alvin, se disculpa, sin embargo, no reparo en su persona porque no me interesa interactuar con nadie. El único está en una camilla inconsciente teniéndonos en vilo, si va a vivir o abandonarme.

─Willom ─llama, su voz a cambiado y ya no la reconozco.

Mis ojos pican formando una lluvia de gotas transparente y saladas, en mi estómago se forman nudos de los nervios mientras las extremidades una a una tiembla al ritmo del desquiciado latido de mi corazón.

─Trasladaran a Aedus. ─suelta sin más Agnes, sus ojos verdes brillan de agua sosteniendo entre sus manos una tabla de surf pequeña hecha de madera. Fue un obsequio para su cumpleaños, pero lo adelante por su estado.

Quizás sentirse consentido le faltaba para salir a flote de su lucha. Si remara tan fuerte con los brazos alcanzaría la luz y regresaría a nosotros. Una motivación más para tener ganas de recuperar su vida.

─ ¿Cómo...? ─pregunte en un hilo de voz.

─Ven siéntate. ─hizo el amago de tocarme, pero retire la mano bruscamente, su tacto era agua caliente quemándome hasta las entrañas. ─Lotte quiere tener a su hijo controlado en las mejores manos y aquí no cree que sean capaces de semejante responsabilidad. Ira a una clínica privada...

Siento una barrera entre ella y yo, como la que hay entre, Aedus y este mundo terrenal. La diferencia, Agnes no padece ningún mal. Mi chico ha pasado las últimas dos semanas en coma con pronóstico reservado.

Estamos sentada en un incómodo silencio y un asiento en medio funcionando como un muro, pero destruible. Ninguna de la dos quiere dar el brazo a torcer, es mejor conservar el recuerdo de su ausencia que afrontar los motivos de su desaparición.

Su malta rubia es más larga. Cae sobre sus hombros en ondas y su piel pálida esta bronceada, tiene una hilera de cardenales en su cuello, en las muñecas también ojeras. La tortura de Connor cayó encima de todos. Sus cejas tupidas y anchas negras resaltan el verde de sus iris, que constantemente los baja porque no puede sostenerme la mirada.

Recuerdo hacerlo cada vez que estaba nerviosa o cometía un error, temía ser regañada por nuestro padre.

─ ¿Por qué no has ido a visitarlos? ─cuestione con la voz rota.

Me costaba mucho ser una dama de hierro. Nadie veía lo que necesitaba, pero si la miseria a la que me arrastre tras la noticia de su enfermedad.

─Estoy...estoy buscando el momento oportuno. ─dijo y calle esperando su justificación. ─Mamá ya sabe, es más me vio el día que nos trajeron al hospital...hay muchas cosas por contar...

─ ¿Qué haces junto a Alvin?

Agnes abrió la boca para responder, pero el cuerpo de Aedus era sacado de la unidad critica yendo hacia la salida de emergencia. Varios enfermeros movían la cama ágilmente.

Mis piernas fueron un resorte en conjunto para llegar hasta él.

No hice caso a la llamada de mi hermana moviéndome con rapidez al lado de la camilla. No me permitieron subir a la ambulancia como pensaba hacerlo.

─Tranquila, nosotros te llevaremos. ─dijo Alvin sujetándome de los hombros.

Lágrimas lluvia de mis ojos. Otra vez mi pecho punzaba de un ardor indescriptible. Mientras veía partir el vehículo mi corazón se rompía en muchos pedazos y ya no sé cuánto soportare verlo así, acostado respirando sin voluntad propia.

*****

El tiempo se convierte en arena en mis manos. Se escurre, se va y no hay manera de detenerlo. Frenarlo y retroceder no es opción cuando debes asimilar que no es un sueño, es la peor de las realidades.

Ya cumplió un mes en el mismo estado. Inerte, con vida, pero en otra dimensión.

Un puto maldito mes.

Ya ni siquiera trato de arreglarme para visitarlo porque las gotas empañan y quitan el esfuerzo por verme aceptable. He bajado de peso no es recomendable en mi estado, sin embargo, la situación no mejora.

Cada día antes de entrar respiro profundo. Conservo la calma hasta cierto punto, trato de distraerme en otras cosas incluso mi padre me ha anotado en un curso de pintura para salir de casa. Ya no quiere verme encerrada en mi habitación.

Salgo lo suficiente para despejarme, aunque mis pensamientos no me abandonan. Se callan o tal vez me dan un respiro, pero nunca se van. Son una tortura.

Sin él los días no tienen nada de especial. La nostalgia es una visita constante de noche y termino dormida bañada de lágrimas. Esa ha sido mi emoción más dañina.

Ya no es sano llorar a diario. Sin embargo, lo amo demasiado para abandonarlo en la enfermedad, que me planteo sacar fuerzas de donde no las tenga.

─Aedus, mi amor... ─susurro en su oído. Dejo rastro de agua en su frente al besarlo. ─Quiero que sepas que aún sigo aquí, firme como un roble a tu lado...ojalá te atrevieras a nadar y vencer la profundidad de esa oscuridad que te tiene atrapado. Tienes muchos motivos, en especial dos que esperan verte lucido, recuperado y entero para disfrutar la vida, la que te estás perdiendo...Despierta por favor...

Otro día más de la misma suplica. Estiro la mano para traer la silla y disponerme a leerle un libro, en eso se ha basado la misma rutina.

Leerle, escuchar música juntos o contarle mis cosas, mis planes, sueños de mis cuadros y de cómo su madre me ayudo a encontrar mi lugar en el mundo del arte. Pronto será mi primera exposición, y él ni siquiera parpadea, tampoco logra apretarme mi mano como señal. Últimamente he pensado que es en vano hacerme ilusiones.

Siento estar hablando a la nada misma y la única respuesta que obtengo es el sonido de su lenta respiración junto al latido de su corazón marcado por un pitido cada segundo.

─Te amo, Aedus. Perdón por no habértelo dicho antes...

Beso sus mejillas. Procedo a tomar la cámara en mis manos, reproduzco en mi móvil una canción y enfoco su cuerpo para apretar el botón y capturar el momento. El flash se dispara y hago el mismo gesto de siempre, cerrar los ojos ante su luz.

Vuelvo a ponerla en la mesita de noche junto a otros objetos como un florero, que renuevo día a día, la tabla de surf pequeña, un retrato de su sonrisa hecho por mí y una foto juntos, prácticamente es un santuario lleno de las cosas que lo representan como persona.

Por ultimo roció la habitación con su perfume para que su esencia permanezca intacta, para sentirlo conmigo a donde vaya y que todavía no ha muerto.

─Estaré aquí para cuando decidas volver. Te amo infinitamente, aunque ya no nos acompañe tu espíritu, tu presencia vive en cada parte de mi ser.

Besos dos de mis dedos y se lo estampo en sus labios fríos igual a la soledad de su habitación. Recogiendo mi bolso me retiro. Suficiente por hoy, para mañana mis energías estarán renovadas y podré contarle de mis planes a futuro.

Una nueva emoción nace en mí. Es la esperanza que me hace sonreír.

─Prometo esperarte hasta el cansancio. Te amamos.


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