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Capítulo n°43: "El príncipe de mis fantasías".

Willom.

Todo sucedió muy rápido. La dirección registrada en el GPS me llevo a un deposito abandonado lejos, pero lejos de la ciudad. Acelere tanto como el pedal lo permitió, no obstante, el miedo repercutía en cada vena, en cada latido al borde de un colapso.

No quería darle importancia a mi instinto. Sin embargo, una absoluta tragedia sucedió.

─Aedus... ─alcance a balbucear.

Frene de golpe viendo su cuerpo caer de rodillas. Luego se oyeron dos disparos más, iba cayendo inerte sobre el suelo polvoriento. Mis extremidades reaccionaron, abrí la puerta con manos sumamente temblorosas y corrí, corrí, corrí.

─ ¡AEDUS!

Un grito desgarro mi garganta seguido de copiosas lágrimas. La aflicción estrujaba mi corazón palpitando frenéticamente contra mi pecho mientras no dejaba de gritar su nombre.

Correr se me hizo eterno hasta estar a su lado.

─Aedus, Aedus despierta. ─suplique entre llanto. ─No, no, no, tu no.

Dejándome caer me derrumbe entre sollozos desgarradores. Coloque su cabeza encima de mis piernas. Su respiración se desvanecía igual a su pulso, su camisa cubierta de sangre por los tres disparos recibido. Alguien más intenta que abra sus ojos, sin embargo, yo solamente estoy concentrada en mí.

Oí el sonido de la ambulancia. Los paramédicos me apartaron para revisarlo, pero yo lo único que hacía era llorar. Contemplaba su cuerpo sin dejar de sostener y acariciar su mano hasta que lo cargaron en una camilla.

─Willom.

Mi vista no se movía de la camilla.

─Willom...Aedus te creyó muerta. ─gire un instante para concentrarme en Aiden, quien parecía sentir alivio de mi repentina aparición.

─No...logre escapar... ¿Qué ocurrió?

─Tampoco lo tengo claro. Oímos los disparos y cuando volví la cabeza, Aedus caía lentamente luego cerro sus ojos...

Trago duro. Vi reflejada la angustia en sus claros ojos, también su preocupación.

─Iré con él. ─aviso.

─Ah tu hermana esta con Alvin. Ellos se encuentran bien.

Agnes...

Por la conmoción no podía hablar y mis ojos solamente eran para Aedus.

─Gracias.

Asentí subiendo en la ambulancia. Antes de nosotros partió otra, suponiendo que en ella irían los chicos. Ojalá todos hayamos sobrevivido a la maldad de ese hombre... ya ni siquiera maldecirlo puedo porque si Aedus muere nos habrá quitado la única posibilidad de ser felices.

Tardamos menos de una hora en llegar debido a la gran velocidad a la que íbamos. Agradezco no haber tenido inconveniente en el camino.

Pudieron estabilizarlo, pero perdió mucha sangre. Está conectado a una máquina de respirar y el pitio de sus signos vitales son demasiados bajos.

─Aedus...por favor no me abandones...Por favor lucha por nosotros.

─Señorita no puede pasar. Debe esperar en la sala. ─dice una enfermera cerrando las puertas en mi cara.

A regañadientes me quede donde dijo. Caminaba de un lado a otro, ya no contaba los segundos porque parecían burlarse de mi desesperación. Sentía los latidos retumbar en mi estómago y oídos, como si bajaran a revolver algo luego subían estrellándose en mis tímpanos.

El pulso bombeaba sangre como loco mientras no contenía el agua de mis ojos. Me senté para buscar la calma, pero era peor. Mordisqueaba mis uñas hasta el punto de lastimarme las cutículas moviendo insistentemente la pierna.

─Willom ─esa voz me hizo parar en automático. ─ ¿Cómo se encuentra mi hermano?

Alvin, es el hermano de Aedus y casi no lo reconozco por estar sumida en mis pensamientos. Las media lunas moradas en sus parpados inferiores denotan el cansancio, su pelo largo está cubierto por una capa de polvo igual a su ropa. Sin mencionar el líquido carmesí adherida en ella.

─Lo entraron a cirugía...aunque nadie salió a decir nada...

─Piensa en positivo. ─sus brazos me rodearon. El olor a sangre me provoco arcadas que pude retener a tiempo en mi garganta, con cierta dificultad.

─ ¿C-como e-esta Agnes?

─Recuperándose solo fue un susto.

Eso calmo algo a mi tormentoso corazón.

Luego nos sentamos en un silencio absoluto a esperar y ser pacientes. Ninguno de los dos menciono nada a lo sucedido. No es el momento ni el lugar, ya que, Aedus todavía continua dentro del quirófano.

Castañeo los dientes, pero no de frío sino de pánico, nervios al no saber nada.

Algunos enfermeros salen, otros entran, no obstante, ninguno nos quiere dar información sobre su estado de salud. Lo que me produce unas inmensas ganas de irrumpir en medio de la operación y asegurarme que aún sigue vivo.

La agonía de un alma en suspenso es terrible. El galope dentro de la caja torácica choca contra la pared de esta como haciendo impulso para saltar, me dará un paro si no salen a darnos información en cinco minutos.

─ ¿Has llamado a tu madre? ─pregunto mirando las puertas blancas cerradas.

─No.

─ ¿Por qué?

─Es mejor que tú se lo digas ¿sí? Hay...cosas que terminaron por partir mi corazón, la señora Lotte no es una santa paloma. ─comprendía su decepción, pero es su madre.

Ha llorado por noches, días su ausencia. Es un tema que deben resolver ellos como familia.

Quizás no sepa toda la historia, sin embargo, algo cambiara respeto a como veían a su madre.

─Lo siento. ─dije.

Alvin miraba las baldosas relucientes de brillo. Podías ver tu reflejo en ellas.

─Iré a ver a, Agnes. Volveré en seguida.

Él tenía el valor de hacer lo que yo no podía. Moverse.

¿Qué tal si lo hacía cuando Aedus despertara? Quería verlo, decirle muchas cosas, pero el destino era cruel condenándonos a una lucha superior a nuestras suplicas.

Dios...no lo dejes solo. Ayúdanos a superar esto.

En el silencio del pasillo veía a las personas ir y venir. Los resonantes pasos deslizándose por el piso eran lo único que podía percibir. Recostándome contra el respaldo empecé a cerrar los ojos, de pronto mis heridas recobraron vida.

En el trance olvide mis laceraciones que no dolían tanto. Incluso para arrodillarme dejaron de dolerme como si el sufrimiento ante la pérdida asumida tomó el control de mi cuerpo. Las emociones se convirtieron en un detonante para concentrarme en Aedus.

─Willom, querida. ─esa voz sollozante apareció de la nada o yo no la vi porque cerraba con fuerza mis ojos. ─ ¿Dónde están mis hijos?

─Aedus...aun no salió de surgía. Alvin está fuera de peligro.

─Gracias a dios.

Mientras conversaba no pude abrir ni un segundo mis parpados. Sentía los labios resecos, cansancio y una ola de calor transformo mi temperatura corporal en lava caliente. Ni siquiera puedo moverme.

─Pareces agotada, cariño. ─lo estaba, quería decirle, pero mis palabras se escurrían entre mi lengua amortiguada. ─Quizás sea bueno que un médico te revisara, tienes algunos golpes bastantes feos en la pierna.

Con un movimiento forzado levante la mano para que la viera. Quise pararme y tambaleé por falta de estabilidad. Sostuve su mano, remojé los labios entre abriendo y cerrando los ojos.

─Vuelas de fiebre. Llamare a una enfermera.

Replicar sería fácil, pero ni una silaba salía de mi boca.

No obstante, su voz fue perdiéndose en alguna parte del pasillo junto con mi visión. Flotaba en el aire rumbo a la inconciencia.

Perdía la fuerza de voluntad y las inmensas ganas de gritarle cuanto amaba al príncipe de mis fantasías.

La fantasía por querer ser realidad se volvió una pesadilla. El príncipe es la victima mientras el ogro oculto muy bien su identidad. Nos arrastró a su pantano, pero como no pudo comerlos nos hirió. De una cruel manera.

Aedus, te amo...

********

El martilleo constante en contra de mis costillas por estar tumbada en una cama de hospital me daría un ataque de ansiedad.

Las enfermeras curaron mis heridas. Cosa que hizo desmayarme cuando no pretendía dormir ni un segundo. Ha pasado un día, pero siento son semanas acostada y no poder moverme.

Inmovilizaron mi pierna, también pusieron un apósito en mi mano, y necesite saturación para cerrar la herida. Yo pensé que era un simple rasguño. Nunca lo fue sino mírenme, aquí encerrada en la soledad de una habitación fría, blanca perdiendo la batalla con las ganas de ir corriendo a visitarlo.

Llevo dos horas despierta observando una lámpara colgando del techo y su yeso con algunas extrañas figura, que le agregan hermetismo al silencio.

Me sedaron porque casi atento contra la vida de una de las enfermeras. Sí, es verdad exagere, sin embargo, no saber nada de su estado me llevo a un punto de no retorno, queriéndome deshacer de sus cuidados como sea.

"Imagínate, Aedus en peligro y tu del mismo modo, déjate mimar". Dijo, Lotte, su madre. Parecía una niña, me comporte como tal y cada vez que lo pienso una disculpa no estaría mal.

Una enfermera ingresa. Trae en sus manos una charola gris con un vaso de agua junto a píldoras.

─Ya es mediodía. Aquí traje las medicinas que el medico receto.

Presione el botón para elevar un poco la cama. Sino corro el riesgo de ahogarme.

Morir no está en mis planes.

─ ¿Sabe algo del chico en cirugía? ─niega y puedo intuir que algo no anda bien, la señora, Lotte no regreso ni siquiera la he visto durante las horas despiertas.

─El doctor vendrá en una hora, tal vez tenga información. ─dice.

Pero antes de irse se asegura que tome mis medicinas.

Hago puños y hundo en el colchón para poderme enderezar, la pierna duele al mínimo roce es por eso que no hecho el intento de moverme.

Angustia, desesperación, frustración son mis emociones recurrentes. Cuando una me abandona para que llegue la otra a sustituirla y no ayuda para nada el no tener noticias de su estado de salud. Una gota cristalina rueda en mi mejilla mojando las sábanas blancas.

Tampoco tengo móvil como para pedirle a Aiden o Alvin venir y me rescaten porque estoy haciendo burbujas en un vaso de agua.

Mis orbes pican, un nudo se atora en mi garganta haciendo que duela igual a mi alma, heridas cerradas van abriéndose centímetro a centímetro imaginando lo que callan.

Aedus no puedes morir, no puede abandonarme.

Las pastillas actúan como si fueran un tranquilizante. Después de cabecear tantas veces para no darle el gusto al sueño de arrastrarme con él, me dejo vencer.

Ya no hay claridad rodeándome sino una profunda oscuridad donde relucen lágrimas. Nada más que agua.

******

Otro día. Ya paso otro y ni siquiera se dignaron a venir a verme. Las enfermeras dicen que mis padres estuvieron mientras dormía, cosa incrédula de mi parte.

Mamá no se hubiera ido sin al menos verme entera en mis cinco sentidos.

La buena noticia ya puedo moverme. Ya no resiento el fuerzo al caminar, ahora voy camino a la unidad de terapia intensiva.

Aedus resistió a la operación con éxito, pero su estado es crítico. Siento una inmensa alegría, sonrió al dar cada paso y mi corazón se descarrila al saberlo vivo. Todavía tenemos esperanza, es lo que pienso.

Varias enfermeras ayudan a vestirme. Cubro mi cabello, manos y boca para entrar, aun debo sostenerme de la pared para no caerme.

Al estar cerca agarro su mano helada. Sin una gota de calor humano recorrer sus dedos, le cuesta respirar por lo que lo hace ayudado de una máquina y su pulso marcado en una pantalla. Son constantes latidos de un futuro incierto.

Sus latidos parecen ir al ritmo del mío cuando beso su frente luego su cara.

Reacciona como si sintiera mi presencia, pero sus ojos no se abren. Apretó fuerte mis parpados para retener la copiosa cantidad de agua sin poder lograrlo.

─Aedus, mi amor... ─susurro entrelazando sus dedos a los míos. ─Por favor...ya es hora de despertar. Ya es día y sin ti sigue siendo noche. ─sollozo contra la tela azul del barbijo. ─Quisiera ver eso hermosos ojos...que son estrellas en diferentes colores, pero emitiendo la misma luz...Amor...

Nada, sigue sin despegar sus ojos. Mis sollozos van aumentando sintiéndome desolada y acompañada por la aflicción de que permanezca así para siempre.

─Hay algo...a-algo que nunca dije-e... ─sorbo la nariz. ─Cuando te conocí, mejor dicho, el día que tú me desmayaste con la puerta en ese sanitario ─reí con los ojos húmedos, borrosos. ─todo fue planeado. En mis sueños eras una fantasía recurrente, no te podía olvidar, aunque no te había visto nunca. Tu fotografía salió en el periódico, entonces me propuse conocerte. Para eso me infiltré en la conferencia de prensa...ese día vi a un chico incomodo con la presencia de su padre.

>Eras alguien totalmente ajeno a todo ese circo para oficializar tu presidencia como el nuevo ceo o presidente, no obstante, no es lo único que llamo mi atención. También el arcoíris de tus ojos apagados, no eras feliz rodeado de lujo...vivías en una lucha constante contigo mismo, sufrías en silencio y querías salir huyendo de ahí, ese día. El príncipe de mis fantasías era triste, gruñón, odiaba al mundo en especial a su padre con justa razón. Y aborrecía las mentiras, pero te dejaste engañar por una.

>Caíste en mi mentira. Yo nunca fui por el puesto de secretaria tampoco soy una reportera todo lo hice para conocerte, para llegar a ser tu salvadora, tu pastelito de chocolate... Connor utilizo esa pequeña mentira para alejarme de ti, pero no lo logro. Llegue para rescatarte, sin embargo, no lo puedo hacer sola...tienes que vivir y empezaremos de nuevo, juntos, lejos...

No sé cuánto tiempo paso. Alguien toco mi hombro hallándome desprevenida, di un brinco y volteé encontrándome a un enfermero, quien tenía orden de los médicos de dejar descansar al paciente.

Oponer seria en vano. Necesitaba guardar energías para cuando se recuperará, pero antes debía dar pelea.

─Si tu lucha, yo lo hare contigo. Por favor lucha por los dos, por nosotros.

Me despedí con un sabor amargo quemándome la garganta. Lo mire por última vez al cruzar las puertas y su rostro inerte fue lo último en mi memoria al perderse detrás del vidrio.

─Willom debes descansar. ─su voz maternal agudizó mis sollozos.

Lanzándome a sus brazos deje fluir el mar rabioso contenido derrumbando la compuerta para tirar todo. Sus suaves caricias en mi cabello no tranquilizaban mi pulso, pero sus brazos eran el pilar de mi esperanza.

Lucha porque sin ti no sé qué hare...


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