Capítulo n°38: "Siendo cazada".
Willom.
He notado cierta tensión entre la señora Bridget y la madre de Aedus. Las he dejado sola en la cocina para que hablen y resuelvan el mal entendido, que seguramente Connor generó.
Londres se encuentra sumido en una profunda tristeza. Llueve desde la mañana y no ha parado ni un minuto, comienza a oscurecer. Hasta el momento no he tenido noticias de Aedus.
Tampoco puedo apartar la inquietud en mi pecho. La sensación o intuición que algo ocurrirá toman las riendas de la desesperación.
Enciendo las luces. Trato de mantenerme calmada, pero mi mente rebobina las amenazas contundentes de Connor y no tendré tranquilidad hasta ver a mis padres, aunque ellos no quieran.
Tomando mi teléfono voy nuevamente a la cocina. Las dos mujeres tienen una entretenida charla sobre sus hijos que ni quiero interrumpirlas, sin embargo, si las pongo sobre aviso querrán ir conmigo y necesito enfrentarme a ellos sola.
Corres peligro.
Eso es cierto, pero me matara la espera. Agarrando mi abrigo junto a un paragua detrás de la puerta salgo haciendo el menor ruido posible. Abro el paragua estando en la acera comenzando a caminar.
Después de casi una hora de andar a pie mis piernas recienten el esfuerzo y no consigo un taxi por el temporal, espanta a cualquiera. Nadie quiere tomar el riesgo de quedarse atascado en medio de la noche.
Para cuando llego a la casa de mis padres está completamente de noche. Estoy empapada y siento frío por la leve brisa corriendo al tener los pies mojados. Mis huesos se hielan entonces me apresuro a entrar.
─Olvide que ya no tengo las llaves. ─ murmuro.
Reviso debajo de la maseta encontrando la de repuesto y la que mamá guardaba para mí por si no regresaba temprano. Sonrió al alzarla, pero me asusta la oscuridad en el interior. Como si no estuviera nadie y es temprano para que estén durmiendo.
Y siento más miedo al voltear hacia la calle, justo en la esquina se estaciona una camioneta. Me apresuro a entrar e inmediatamente prendo las luces.
─Mamá ¿Dónde estás? ─ llamo sin obtener respuesta. Ni un ruido. ─ ¿Mamá?
El timbrazo del teléfono me asusta. Mi corazón se paraliza y corro a contestar pensando en que podría ser ellos.
─Hola. ─ digo contenta, pero la respiración al otro lado me pone la piel de gallina. ─ ¿Hola? ¿Quién es?
─Hola, pastelito. ─ eso voz siniestra la creo reconocer. Mi sangre se hela de solo escucharlo. ─Tu salvador ¿a dónde huyo? Te advertí que te alejaras de él y tu tan necia quisiste ser heroína.
─Connor...
─Ohh te acuerdas de mí. ─ ríe bajo. Mi pulso se dispara, pero de miedo. Aedus vuelve pronto. Se paraliza todo mi sistema pensando los peores escenarios porque él tiene el control.
─ ¿Qué...que es lo que quieres de mí?
─Nada. Ya los tengo donde quería, Aedus aceptara cualquier soborno si se trata de ti. ─ por instinto aprieto fuertemente el aparato y corro a cerrar la puerta con seguro así no podrá ingresar. Tiemblan mis manos. ─El correrá a rescatarte si eres tú la que está en peligro ¿entiendes? ─ respira con calma. ─Cerrar la puerta no te asegura que no te atraparé, Willom.
─Aedus lo matara si me pasa algo...
─Esa es la idea...presionarlo hasta que ya no pueda y olvide todo por ti. Sera su mejor condena cometer el peor error o horror, como quieras llamarlo.
─Usted está completamente loco.
Estoy siendo cazada por la peor pesadilla de Aedus.
Suelta una fuerte carcajada que me obliga a cerrar los ojos colgando con un temblor en los dedos.
Lo primero que hago es llamar a Aedus. Incontables veces lo hice, pero dice sin cobertura. Imagino que no estará en la ciudad por eso no responde luego sigue Aiden, Sienna y mis padres.
Ninguno responde. Maldita sea. ¿Por qué me vine sola?
En un ataque por esconderme reviso las puertas y ventanas. Sé que eso no lo detendrá, sin embargo, ganare tiempo. O eso pienso.
Cojo de la cocina un cuchillo y subo las escalinatas insistiendo en llamar a Aedus.
─Vamos... vamos Aedus...es importante.
Y es la última vez que lo hago antes de apagarse. Esa fue mi esperanza esfumándose como un soplido.
¿Qué hago? Piensa, Willom...piensa...
Si salgo ahora de la casa aumentare sus probabilidades de atraparme, pero si me quedo escondida y peleo le será más complicado.
El pánico llega a mi cuando la energía eléctrica se corta reduciéndose todo a una oscuridad tenebrosa. Si me hubiera quedado con Bridget y la señora, Lotte estaría a salvo ¿verdad?
─Vamos a jugar a las escondidas, Willom. ─ grita alguien, es una voz escalofriante. Estridente que retumba en las paredes.
Que idiota. Es él. Connor.
Trato de no paralizarme, sin embargo, eso no le puedo explicar a mi ritmo cardiaco. Quiere huir a como dé lugar.
En mi habitación busco el mejor sitio para ocultarme y que no me halle, primero cierro la puerta. Se oyen pasos en la escalera, la madera cruje bajo el peso del individuo subiendo tampoco es que no se preocupara en hacerme saber que está dentro.
Hago acopio de todas mis fuerzas para atravesar mi escritorio y colocarlo detrás de la puerta. Así obtendré un poco de tiempo para saltar por la ventana.
Escucho como abre y cierra las demás habitaciones. Quito el edredón de la cama, saco las sábanas atándolas entre sí para tirarlas por la ventana. Cuanto resistirán no lo sé, pero espero amortiguar mi caída en la grava.
─Vamos, Willom házmelo fácil. Evitaras que te lastime si te das por vencida.
Jamás dejare de luchar.
Puede que Aedus no venga a mi rescate, pero lo intentare. Tiro la tela por la ventana, antes me aseguro de haberla atado de las puertas del closet.
Aunque muero de miedo saco una pierna pisando firmemente en el tejado luego la otra, Connor pecha la puerta y se lleva una sorpresa al tener obstáculo para entrar. Comienzo a descender rápidamente, pero mis pies resbalan por el agua.
Quedo colgada. Pataleo en el aire y por hacer impulso de dar con alguna superficie donde pueda apoyarme rozo el conducto de los tejados raspando mi piel. Dejo ir un pequeño grito de dolor, pero mi instinto de supervivencia no me permite concentrarme en él.
Estiro una pierna, sujetándome fuertemente de la sábana vuelvo a trepar en el tejado. Respiro con irregularidad y eso que no corrí ningún maratón. Es el terror de ser atrapada.
Al estar nuevamente de pie mis lumbreras enfocan el espacio en que me encuentro sin olvidar que estoy completamente a oscura. Una persistente llovizna moja mi cabello alborotado y rulos bien definidos, allí parada observo la ventana por la cual baje. Se ven movimientos, pero no me detengo.
Con los latidos en mis oídos avanzo hasta estar al borde de lo que es la sala. Lo sé porque su ventanal es blanco, es lo que alcanzo a divisar desde aquí arriba.
Voy por el lado de la chimenea. Escalo con cuidado, pero cuanto más tiempo demoro más corro el riesgo de ser acorralada por Connor.
Él me estará esperando abajo con los brazos cruzados y su sonrisa arrogante. Es un ser tan repugnante que a nadie crearía las atrocidades cometidas por un empresario millonario, elegante y aparentemente honesto.
Entre esquina y esquina desciendo. Los faros de la calle son mi única iluminación a esta hora, hay tres camionetas aparcadas en el frente y varios hombres vigilan el perímetro.
Algo punza en mi mano. Debí de cortarme en algún momento y no lo sentí, coloco la mano en la luz proveniente de un faro a metros de mí. Comprobando un corte vertical y algunas gotas salen ante la presión de mis dedos. Por el momento no duele tanto, pero si pierdo sangre mis energías se agotarán. Así no podré ir muy lejos.
─Mierda.
Di un paso y mi pierna resintió el esfuerzo otra vez. Retrocedí quedándome pegada a la pared, el dolor es más grave que el de la mano, por lo que, me quejé en silencio.
Toque con la punta de mis dedos la herida. Algo caliente se incrusto en ellos, la laceración es profunda. Sentándome en cuclillas rompo la tela del pantalón y ato un poco, debajo de la pantorrilla para que no siga filtrando sangre.
Doy una bocana de aire profunda y salgo al campo descubierto. Tapo mi cabeza con la capucha de la campera dando pasos ligeros dejo atrás la casa y al montón de matones de Connor.
Ni si quiera puedo voltear a verlos. Necesito encontrar ayuda, pero mi corazón se salta un latido cuando una camioneta gris de vidrios tintados impide que cruce la calle. Los neumáticos chirrían en el asfalto al detenerse en seco.
La sangre de mi sistema bombea a un ritmo exageradamente rápido y acciono.
De inmediato trato de rodearla, pero alguien baja.
No quiero ver esto. No quiero ver esto.
Corro con la poca fuerza que mis piernas puedan tener sin darme la vuelta. Sé que viene detrás de mí, oigo su trote ser más rápido que el mío.
─ ¡Ayy! ─ grito al ser jalada de mis cabellos.
Unos fuertes brazos me rodean alzándome en el aire mientras doy patadas, golpeo su fibroso cuerpo y como última opción clavo mis dientes para deshacerme de su agarre, pero él se queja entre maldiciones. Zarandeándome me coloca de pie y no veo venir su enorme mano adherirse a mi piel helada.
─Maldita perra. ─ vocifera.
La mejilla me escuece de dolor, suelto algunas lágrimas y siento algo caliente gotear de mi boca. Pasando el dorso de mi mano veo unas gotas rojas. Me rompió el labio.
─Jefe ya la tenemos. ─ oigo decirle a alguien por teléfono.
Su rostro está cubierto. Se distrae mirando dos camionetas negras estacionarse y por un momento suelta mi brazo, entonces quiero volver a huir. Sin embargo, ya conocen el final.
Manteniendo la cabeza baja, derrotada sin esperanza de que alguien venga a mi rescate. Me guían a la camioneta, pero primero esposan mis manos. No soy una delincuente ni tengo fuerzas para escaparme porque siento cansancio, perdí sangre al hacer el intento de querer huir de ellos. En cualquier momento quedare inconsciente y será mi perdición.
─Pastelito, pastelito, pastelito. ─ muestra una sonrisa perfecta de dientes blancos, pero es el mismo demonio. ─Aedus se volverá loco sino tiene noticias de su amada novia. Sabes una cosa, no tardara en reconocer que se equivocó y me dará lo que sea para salvarte. ─ en su impecable traje Dior gris sus ojos se veían oscuros por la falta de luz, sin embargo, ¿Quién diría que la belleza se disfraza de ángel? ─Bien, le daremos tiempo al chico para encontrarte ¿sí? También pistas.
─Su máscara se cae con cada acción, aunque Aedus corra no le permitiré que le dé lo único que lo incrimina.
─Pues probemos... a ver quién gana ¿sí?
Agnes una vez me aconsejo "si alguien quiere tocarte sin tu consentimiento patea donde más le duela, el escroto. Se retorcerá de dolor y te tendrás una ventaja, corre porque serán minutos, pero no importa, aprovéchalo." Jamás reí tanto y cuánta razón tenía.
El hombre imponía con su altura, vestimenta cara y sonrisa siniestra, no obstante, ni vio venir mi pierna enterrándose en su entre pierna. Jadeaba de dolor torciéndose hacia abajo. Estaba lista para escapar.
─IDIOTA.
Chocando los talones en mis glúteos avanzaba sin mirar atrás. Tome la ventaja porque ninguno de sus matones nos custodiaba. Vire en la esquina corriendo en forma ascendente. Necesitaba un lugar para refugiarme, pero para mi suerte el frío obligaba a todos a meterse temprano bajo la seguridad de sus techos.
El corazón quería salir de mi pecho, respiraba con torpeza y sentía cada fibra de mi cabello mecerse por la brisa. Las calles mojadas cargadas de agua hacían lenta mi escapada, pero no me detenía a ver, atravesé hacia la otra acera en paralelo. Justo en una casa abandonada de ladrillos entre para recuperar un poco el aliento.
Mis manos esposadas al frente, por lo que, no podía hacer mucho para librarme de este metal gris. Metiéndome más en el interior oí vehículos moviéndose a gran velocidad. Exactamente corrí dos cuadras sintiendo el miedo pisándome los talones.
Por favor, que pasen de esta casa.
El sudor cubría cada parte de mi cuerpo. La ropa se adhería con facilidad al cuero bañado de calor y algo goteaba de mi nariz. Subí a la segunda planta encontré un tubo largo y grueso que seguramente los trabajadores dejaron, sería mi salvación si daban conmigo.
Afuera los hombres de Connor revisaban cada rincón y no les pasaría desapercibida la casa abandonada. Vendría a inspeccionarla, hice valor tomando el elemento de fierro con ambas manos sudadas y temblorosas manteniéndome en el rincón oscuro. Agudice mis oídos para escuchar algún ruido o algo que indicaran que venían por mí, pero el silencio es demasiado profundo.
Es uno de esos que da tranquilidad y terror, al mismo tiempo. Yendo con pies de plomo salgo a la luz proveniente del único faro de la red eléctrica a una pulgada de distancia, siendo el error más grande.
─Las ratas se esconden en basureros muy comunes. ─ dice a mi espalda, mostrándose furioso. Sus ojos son fuego puro capaz de quemarme viva. ─Te di la oportunidad de entregarte sin lastimarte, pero escapaste. Te atrape y volviste a huir, sin embargo, esta vez me asegurare de que no salgas vivas, Willom.
Su amenaza resonó fuerte en mi interior. Un escalofrío repercutió desde la espina dorsal a las puntas de mis dedos, a medida que se acercaba yo retrocedía y estábamos en el límite.
Solté el elemento de fierro que sostuve en mis manos con un estrepitoso ruido. Ni el observarme luchar por mi vida lo inmutaba, le daba lo mismo. Soy su pieza clave para obtener las pruebas de su culpabilidad, pero el borde de la ventana sin barandilla presionaba. No me dejaría caer ¿o sí?
Es Connor no le importa nadie.
─Si caes y mueres sería una fatalidad. ─ ni un ápice de piedad se notaba en sus palabras. ─Aedus sufriría, cosa que ya le paso, pero en su estado vulnerable podría manipularlo a mi antojo. Ese es el lado bueno.
─ ¿Y el malo? ─ me atreví a preguntar mirando de reojo los pasos que me separaban de caer en la grava.
Esta demasiado alto para no sufrir fracturas.
─Aiden es la piedra en mi camino. Él mete sus narices donde no lo llaman e influiría en Aedus para meterme en la cárcel. Sin ti no tendría como presionarlo.
─ ¿Eso significa...? ─ estaba al borde.
Si saltaba no saldría bien parada porque no soy un gato. Detuvo sus pasos observándome, la crudeza con la que me amenazo había desaparecido, pero no tenía ni idea de lo que le pasaba por la mente a una persona deseosa de esconder la mugre debajo del tapete.
─Ya demostré de lo que soy capaz, Willom. Tu eres tan insignificante que dependes de Aedus para conservar tu miserable vida. ─ quedándome quieta, Connor cerro la distancia y acariciaba mis rizos. Luego lo lleva a su nariz aspirando mi olor. ─Se tu secreto, aunque es pequeño en comparación a lo que descubrirán de mí.
Su tersa piel e inmaculada de blanca se regodeaba sobre la mía. Y no podía hacer nada al respeto porque si continuaba retrocediendo caería. No quería perder mi vida de esta forma.
─Basta de charlas. ─ dijo apretando mi brazo. Creí que me empujaría, eso le resultaría más fácil y estaba al alcance de su mano, solo le tomaría un segundo para acabarme.
Pero me arrastro por las escalinatas de cemento y unos de sus hombres me obligo a agachar la cabeza para meterme en la camioneta. Una bolsa negra cubrió por completo mi vista lo que dificultaba mi respiración también deje fluir un silencio llanto cuando nos poníamos en marcha.
¿A dónde me llevaría? Ojalá nunca hubiera salido de la casa. Todavía estaría a salvo, tal vez, Aedus ya volvió y estaría preocupado por mí.
Las heridas volvían a doler. Incluso mi cabeza dolía, ya nada podía hacer solamente suplicar porque se detenga. Connor no se expondría a tanto.
Su corazón es una roca dura imposible de tocar. Nada le llega ni le tiembla la mano ¿Qué hay de Aedus? Es su hijo después de todo ¿tampoco? Su vida parece ser una serie de escabrosos acontecimientos sin resolver ni conocer.
Creo una buena fachada que va cayéndose a pedazos.
Aedus...ven por mí.
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