Capítulo n°35: "El daño colateral de, Aedus".
Willom.
Han pasado tres días desde aquel decepcionante episodio. Llevo tres días tratando de convencerme a mí misma de que no es mi culpa, sin embargo, Connor se ha encargado de hacerme sentir todo lo contrario.
Blair trata de animarme incluso me ha llevado a una discoteca, pero cuando vi a los paparazis entre en pánico y debimos irnos. Cualquiera estaría encantado de ser el centro de atención por un escándalo, yo no.
─Debemos sacarla de este departamento a como dé lugar. ─ Increíble, ahora por lo sucedido se estaban llevando bien. Es una tregua y me alegra que, por lo menos, eso ocurriera.
Sonrió al verlos charlar sin pelear. Aedus revuelve su cabello con frustración, piensa y siente culpa por la divulgación de las fotografías. Hace un gran esfuerzo por no desesperarse ante mis negativas de no salir de estas cuatro paredes.
─Yo debo irme, pero prometo regresar en la tarde o tal vez, no.
Mira de reojo a Aedus, este frunce sus labios metiendo sus manos en los bolsillos. Luce casual con ropa de entrecasa, pantalón chándal negro, remera gris y va descalzo. Una costumbre a la que ya empiezo a tomarle gusto.
─Llama si necesitas de mi consuelo. ─ beso su mejilla y la acompaño a la puerta.
─Estaré bien, lo prometo.
Al cerrar la puerta lo busco con la mirada, pero ha desaparecido. Voy a la cocina tampoco está ni en el balcón. Subo las escaleras encuentro la puerta abierta y Aedus ya se cambia.
─ ¿A dónde vas con tan prisa? ─ interrogo.
Aedus se ata sus agujetas velozmente. A cambiado su ropa cómoda por camisa, corbata y pantalones negros.
─Tengo una conversación pendiente. Te veré más tarde, pasare por ti al mediodía para almorzar juntos.
─Pero Aedus...
Ni siquiera puedo replicar que sale disparado haciéndose el nudo de su corbata.
Me quedo sola en la inmensidad de este departamento. Los tonos que predominan son gris, blanco y un toque de negro como su vestimenta, debo agregar su personalidad.
Sin nada que hacer me propongo a ordenar un poco. Hacer la cama, doblar su ropa y colgar sus camisas, las cuales puedo contar con mis dedos. No superan cinco prendas. Ni zapatos tiene solamente tres pares de zapatillas.
Husmeo en las gavetas de su closet y al querer cerrarlo cae una foto. Con cuidado la levanto, es una chica de cabello rubio adheridos a sus mejillas, ojos miel y piel pálida sonriendo, detrás suyo se puede apreciar la playa. Abro nuevamente su cajón hallando más fotos de la misma chica.
¿Por qué conservaría fotos de alguien que lo lastimo? Y mi mente comienza a ser un bucle de pensamientos sin fin. Algunas están marcadas, otras tienen escritas fechas, pero su nombre sigue siendo un misterio. Es tanto el secreto que la envuelve despertando una curiosidad insana.
Abro el siguiente con las fotos en mi mano y esta vacío, el siguiente igual y el ultimo tiene llave. ¿Qué esconderá? Tengo miedo de lo que pueda haber, pero suegra una necesidad imperiosa de conocerla o escuchar la historia completa.
¿Y si llamo a Justin? Aedus no me lo perdonaría. Lo es y no quiero arruinar su confianza, sin embargo, los cabos sueltos de esa historia acabaran conmigo.
Idea peligrosa, es mejor no provocar una pelea.
Alguien toca el timbre. Guardo todo donde lo encontré bajando a ver quién es. Esta mujer es tan bella que le adjudico la belleza de su hijo, sonríe ampliamente y se muestra amable, no como el idiota de su marido.
─Si vino por Aedus no se encuentra. ─ me anticipo pareciendo desesperada y nerviosa.
─Tranquila, cariño. ─ sostiene entre sus manos un bolso, lentes de sol y agacha la mirada. Diría que su nerviosismo también es el mío. Que esperaba después de todo es mi suegra. ─Quisiera saber si tienes tiempo para ir conmigo, me gustaría enseñarte un lugar. Aedus comento que no te encuentras de ánimos, pero esto te podría animar.
Metiche Aedus.
─Puedo saber exactamente ¿Dónde vamos?
No es que desconfié, aunque es mejor estar alerta. Connor usaría a cualquiera para hacerme la vida de cuadritos.
─A la fundación "Un corazón para dos".
─Iré por mis pertenencias y regreso.
Nunca le ofrecí a pasar como si fuera la dueña. Que descortesía de mi parte, sin embargo, no tardo nada en alzar mi cartera. Iba a salir de todos modos, aunque no tenía seguridad de adonde.
─Ya verás que te encantara. ─ dice poniéndose los lentes y entrando en la carretera. ─ ¿Cómo ha estado Aedus?
─No muy bien a raíz de lo que paso. Siente culpa por no haber frenado a tiempo a su padre y he tratado de convencerlo de que no es así.
─Es entendible. Aedus ha descubierto lo importante que eres para él, es lógico sentirse de esa manera impotente y con ganas de querer matar al mundo.
Suspire viendo la inmensidad de la carretera despejada.
─Espero...no ser la culpable una locura.
─¿Por qué lo serias? Connor ha lastimado a Aedus al sentirse amenazado, ya que nunca nadie lo ha desafiado digamos... ─ concentra su vista en la ruta mientras habla. ─Digamos que quiere dañarlo utilizándote a ti. Sos el daño colateral de Aedus.
─ ¿Tan así? ─ asiente manteniendo sus manos en el volante.
─Velo de esta forma, Connor no conoce límites y que saquen sus trapos al sol le fastidian la existencia, Aedus ha demostrado no tenerle miedo, pero ese coraje puede transformarse en algo peor.
─ ¿Qué sería peor? ─ cuestiono. Siento que lo que dirá me dará miedo.
─Hundirlo en su propia mierda.
Me derrumbo en el asiento mirando por la ventanilla. Tan solo pensarlo se me revuelve el estómago y de repente, nacen unas ganas inmensas de vomitar.
Suena a que quiere verlo dentro de un cajón.
******
Al atravesar las puertas hay muchas personas. Paredes blanca bien conservadas, ascensores y de tres plantas. Sigo a la señora Lotte sin perderme detalle. En la recepción se encuentra una mujer de ojos grandes marrones y cabello en trenzas africanas.
─Bienvenida hermosa. ─ su saludo y en la forma en que sonríe transmitiendo alegría, es contagiosa. ─Soy Margaret, estoy a cargo de esta inmensa obra de caridad.
Me asombra su color de piel oscuro intenso como el chocolate. Roza, seguramente, los 40 años y va vestida de pantalones amplios y sueltos ciñéndose a su cadera, blusa floreada en muchos colores.
─Soy Willom.
─Es la novia de Aedus. ─ comenta mi suegra viéndome forzada a sonreír porque ella salta de la alegría. ─Te dije que sería de tu agrado.
─ ¿Por dónde anda ese muchacho que no viene a verme? Lleva tiempo sin venir y no mentía al decirme lo hermosa que eras. Se sacó la lotería mi muchacho.
Margaret rebosa de alegría y felicidad, siento envidia por un instante porque yo no puedo sentirme mejor. Me arrastra por las instalaciones mostrándome cada rincón.
─En el primer piso atendemos las necesidades de las personas que llegan buscando ayuda médica. ─ habla mientras camina a mi lado por el pasillo. ─Cada mes organizamos colectas, Aedus apadrino a un niño que requería tratamiento médico por su leucemia. Después de un tiempo falleció y Aedus se sintió fatal por eso.
─¿Cuándo sucedió? No tenía idea.
Siento que desconozco muchas cosas de Aedus y me da a pensar.
─Pensé que te lo conto. Es un tema delicado, desde entonces no ha venido por aquí salvo para mi cumpleaños o algún evento especial como las fiestas de beneficio.
─En realidad, nos conocemos hace poco ─ hago una pausa. ─ y últimamente han pasado cosas que desestabilizan nuestra relación.
─Sé a qué te refieres. La relación con su padre nunca ha sido la mejor, además perdió su único soporte en la vida, su abuelo y Alvin, aunque él no está muerto, pero el que se haya ido genero más heridas.
Margaret conocía a Aedus mejor que yo.
¿Celosa?
Un poco. Las dudas se acumulan siendo un torbellino que no puede esperar para explotar, Margaret se sienta y yo hago lo mismo. Estira sus piernas y un niño viene corriendo tirándose en sus brazos. Lo recibe con una enorme sonrisa besando ambas mejillas y pellizcándoselas.
─Estos niños se robaron mi corazón desde el primer día. ─ ¿Quién no lo haría? Es una persona que transmite buena vibra, paz y su estado de ánimo es contagioso.
Continuamos recorriendo las instalaciones. El último piso es un lugar de acogida para niños, me sorprende la cantidad y las distintas edades, incluso hay adolescentes.
─Muchos de ellos crecieron prácticamente en la calle. Nosotros le proporcionamos alimentos, un techo donde dormir y trabajamos con maestros en sus tiempos libres para brindarle una educación aceptable para que se puedan defender en la vida.
─Ya veo. Es un trabajo muy loable el que hacen. ─sonríe sintiéndose orgullosa de su trabajo. ─Ustedes les crean más oportunidades de no darse por vencidos.
─A veces no es suficiente.
Ya no sé qué responderle. No soy buena dando consuelo, véanme a mí con la energía tirada por el suelo, pero está siendo diferente porque no estaré encerrada todo el día en el departamento. Es lo positivo de salir.
Entramos al salón de recreación. Los niños se alborotan al ver a Margaret, es admirable el cariño con que la tratan. Una chica de mi misma edad esta parada en el centro rodeada de niños, le pasa la pelota al distraído y si la deja caer debe ser el siguiente.
Es una habitación bastante amplia, mesa con sillas, juegos, rompecabezas, toboganes para los pequeños y una pizarra en la pared, de amplios ventanales dando al jardín.
Margaret improvisa un juego después me invita para leer un cuento para todos los niños.
Soy mala en esto.
Demasiado. Ni siquiera sé que voz utilizar al estar leyendo solamente veo esas miradas expectantes mientras lo hago. Sonrió cuando algo en el libro me causa gracia y los niños aplauden al finalizar.
Sentada con las piernas en posición india, los chicos se agrupan a mi lado y un niño se acerca, sus diminutos brazos me toman por sorpresa. Mi cuerpo se tensa bajo la muestra de cariño, pero inmediatamente comienzo a relajarme.
─ ¿Cómo te llamas, cariño? ─ pregunto y hace una seña. Eso me da a pensar que tal vez sea mudo. Su ceño se frunce al ver que no le respondo. ─Ok admito no estar preparada para una situación como esta.
Sus ojos se achican y sus labios se ensanchan sonriéndome tiernamente. Su color es casi el mismo de Margaret, hay tantos otros niños de su misma edad y piel morena, sus orbes negros tienen un brillo especial y su pelo trenzado.
Me ayuda a levantarme y otra vez sus brazos se enrollan alrededor de mi cintura, apretándome contra su cara.
─Eres todo un caballero. ─murmuro caminando hacia Margaret para preguntarle su nombre.
Se llama Oliver y sus padres murieron en un accidente. Él me sigue a todos lados, se pega a mi como garrapata yendo al patio trasero donde se encuentran las canchas de básquet, futbol, una pista de atletismo y alguna que otra hamaca en el fondo debajo de unos árboles.
Nos ubicamos en un banco de madera junto algunos chicos, están por iniciar el juego. Aedus aparece por las puertas vistiendo como lo estaba en el departamento, despeina su cabello al caminar y trae un bolso deportivo en su mano. La camiseta se les ajusta a sus pectorales perfectamente marcados por instinto me muerdo el labio y no puedo quitar la mirada de su figura seductora.
Oliver chasquea sus dedos riéndose de mi expresión babosa por Aedus. Primero saluda a los chicos eufóricos porque ha venido a jugar con ellos. ¿Alguien lo ha invitado? Claro, su madre le habrá dicho que estamos disfrutando el día en su fundación.
─Hola ¿Qué haces aquí? ─ parezco como si no quisiera verlo cuando en realidad me muero por estar entre sus brazos.
Deposito el bolso a mi lado, saluda con la mano a Oliver, este le hace señas y él le responde con otros movimientos.
─ ¿Por qué tu si sabes hablar con señas?
¿Debería enojarme por no conocerlo tan a fondo? Una punzada de frustración tengo, ya que descubrir cosas me desconcierta y agrada.
─Conozco a Oliver mucho antes que tú, era un bebé cuando lo trajeron y Margaret consiguió un profesor de lenguajes de señas al descubrir que no hablaba.
─Ahhhh.
Se sienta y ata las agujetas de una forma extraña. Algunos chicos ya comienzan a calentar y yo sigo esperando más información.
─ ¿Vas a jugar? ─ interrogo.
Oliver no para de hacerle señas riéndose y Aedus le sigue la corriente. También quisiera entenderle.
─Un pajarito me conto que babeabas por mi cuando entre por la puerta. ─ siento calor en mis mejillas, este chico no es tan ingenuo como creí. ─Voy a jugar y encestare varias veces, ya lo veras.
─Creí que eras amante del surf, no del básquet.
─A una persona pueden gustarle muchas cosas cuando se trata de distraerse en un mal momento.
Ya entendí. Lo practicaba para calmar su alma atormentada y luce relajado, diferente que en la mañana. Casi sale huyendo de su departamento sin darme tiempo a preguntarle algo.
Además del surf, anoto el básquet y su gusto por la fotografía. Agregando que sabe lenguaje de señas, Margaret es su amiga y apadrino a un niño para ayudarlo. ¡Me gusta!
Este chico no tiene compasión de mis hormonas. Se quita su remera y Oliver me tapa los ojos para que no vea, pero le doy un manotazo y la quita inmediatamente. No puedo perderme lo que los dioses tallaron a mano.
─Eres una acosadora. ─ me reprende con una sonrisilla de costado. ─Vas a comerme con la mirada, yo ni me entero.
Balbuceo algo que ni yo misma logro expresar ni entender.
─Si mi equipo gana iremos a cenar a mi restaurante favorito. ─susurra en mi oído haciéndome temblar cada célula.
─Ok, pero si pierdes yo decido que hacer. ─ sonrió triunfante porque en su mirada dilatada ya puedo imaginar en lo que piensa.
─Pervertida. Willom Brown quiere corromperme y dejare que eso ocurra.
─Vaya manera de hacerte de rogar. ─ enarco una ceja mirándolo de reojo al ponerse la camiseta.
─Ganare para ti. Evitare lo que quieres.
─Ya lo veremos. ─ veo sus lumbreras desafiantes y una intensidad profunda de gris como el día que, de pronto comienza a nublarse. ─No cantes victoria antes de tiempo, Aedus.
─Para la buena suerte. ─dice después de besar mi mejilla.
Arrancándole un suspiro a las espectadoras a nuestro lado se forma con su equipo. Oliver no deja de sonreír cruzándose de brazos y me pregunto si realmente lo hace porque no le duelen sus mejillas o así es siempre.
Para diferenciar los equipos, uno viste de blanco y el otro, azul. Suman diez, cinco de cada lado, hay chicos casi de la misma musculatura de Aedus e incluso más alto.
El escolta es Aedus que pide paso dribleando la pelota en la palma de su mano, se la pasa a su compañero y alguien obstruye con los brazos el encestar. El primer intento fallido, Aedus mira en mi dirección al volver a su posición.
Muestro una sonrisa de satisfacción porque a este paso la ganadora seré yo.
*********
─Aedus, en serio perdiste y deja de rebajarte por un beso.
El juego termino, nos despedimos de Oliver y adivinen quien gano, por supuesto yo. Alguien no puede aceptar la derrota, puse como regla "no dar besos", pero ha estado luchando desde que bajamos del auto hasta estar en el departamento.
─Solo perdimos por unos cuantos puntos. No puedes prohibirme algo que tu también deseas. ─ ¡Auch! Tiene razón, pero quiero verlo sufrir un poco. ─Te arrepentirás de esto.
Río por su enojo tonto o disimula muy bien que le molesta mi imposición, aunque aún no sabe lo que realmente quiero.
─Perdiste, Aedus. Ya, iré a preparar la cena.
Tiro mis zapatillas a un costado dirigiéndome a la cocina. Fue un día divertido funcionado como una distracción. Al revisar mi teléfono veo las llamadas perdidas de muchos números desconocidos e imagino que serán paparazis queriendo meter sus narices donde no les incumbe.
También hay un par de mensajes de Blair, sin embargo, eso no es lo que me afecta. Duele no tener ni una llamada de mi madre no hace ni el mínimo esfuerzo por saber de mí.
─Iré por un baño.
─Bien.
Guardándome el celular en mi bolsillo lavo mis manos y reviso el refrigerador para ver lo que podemos comer. Aparte de estar vacía solamente hay tres botellas de agua.
Que pesadilla tener que salir a buscar algo.
Cogiendo las llaves, dinero y las zapatillas salgo para meterme en el ascensor. Mientras se mueve me las pongo, no tarda en abrirse las puertas y camino hacia el lugar más cercano para pedir comida.
El movimiento de la ciudad es lento. Al querer atravesar por la senda peatonal grito al sentir unos brazos sujetarme de la cintura pataleando y por poco un auto me atropella.
─Aedus... ─ murmuro al girarme en sus brazos con la respiración alterada. ─Estoy segura que eso no fue un intento de accidente, querían darme el susto de mi vida.
─Y a mí me lo dieron. ─ dijo acurrucándome contra su pecho. Siento el latir frenético de su corazón similar a los míos, cierro los ojos aspirando su olor que me tranquiliza. ─No deberías salir sola a estas horas, Willom.
─Iba por comida. El refrigerador esta vacío y no moriré de hambre.
─Lo siento. Se me paso hacer las compras, pero lo haremos mañana. Ahora regresemos podemos pedir pizza.
─Es una buena idea.
Aferrada a su cuerpo regresamos. El auto no toco bocina cuando iba acercándome a la senda peatonal y estaba en rojo, así que mis sospechas son confirmadas.
─Crees...mmm ¿Qué Connor tuvo algo que ver? ─ pregunto al estar en el departamento y comiendo la pizza que pedimos.
─Lo dudas, porque yo no tengo ninguna.
─El semáforo estaba en rojo cuando iba a cruzar, el auto salió de la nada y casi me embiste.
─Connor mando a seguirnos, su calma es temporal y por nada del mundo vayas sola a ningún sitio.
─Eso es absurdo. Algo de miedo me da, pero no podemos escondernos toda la vida, Aedus.
─Solo hasta ir a visitar a esa enfermera. Estoy seguro que esconde mucho más de lo que aparenta.
Alguien toca el timbre. Aedus desciende del taburete para ir a abrir, sin embargo, nadie vino. Dejaron un sobre sin remitente en la puerta.
Empiezo a ponerme paranoica y a ver fantasmas donde no los hay.
─Tranquila, no es una amenaza. ─ eso no aminora mi inquietud. ─Son pruebas en contra de Connor, aunque no se quién nos puede estar ayudando.
─Demasiado extraño.
Presiento que esto no va a terminar bien. La noche se vuelve corta con tan incertidumbre, sigo pensando en lo que dijo su madre. Efectivamente soy el daño colateral porque alguien quiso atropellarme.
Salió de la oscuridad y se fue como un fantasma. Aedus finge estar en paz, pero su sonrisa sin ganas demuestra lo contrario. Ya no sé qué pensar, a donde termina esto y peor mi intuición nunca falla.
Connor está tramando algo. Nosotros seremos el blanco y eso despierta el miedo, ya que con él es tenerlo o desafiarlo, es la equivocación cometida y las consecuencias a sufrir.
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