Capítulo n°29: "Deseos de sentirse".
Willom.
Aunque la situación es demasiado frustrante estoy deseosa de él. Rozar su piel produce un cosquilleo en mi vientre haciéndome dar cuenta cuanto lo extrañe.
Se relame los labios mirándome con esos colores tan distintos y sonríe de forma cariñosa, desplegando la punta de sus dedos en mi brazo, la otra mano esta puesta sobre mi cintura manteniéndonos tan cerca cómo se pueda.
-Te extrañe demasiado – susurro contra su cuello.
Me obliga a subirme a su regazo tampoco me hago de rogar. Los dos deseamos sentirnos piel con piel.
-Yo te extrañe de muchas formas posibles – su sonrisa es amplia, cautiva con solo respirar, pero suele ser muy frío en dar confianza.
He notado cambios en su persona. Ya no levanta esa muralla que solía reprimir para evitar ser lastimado, también expresa con palabras sus sentimientos, aunque aún le cuesta mucho. Pero me encanta sentirme en confianza con él.
Sin embargo, sigue siendo un poco explosivo cuando se trata de su padre.
- ¿En qué piensas? – interroga al verme distraída.
Sus tenues caricias no se detienen. Ahora las realiza encima de mi pantalón.
-En los muchos cambios que hiciste para mejorar ¿no te has dado cuenta?
-Sí y cuesta aceptarlo, lo único en lo que pierdo el control es ante el idiota de Connor. – suspira pesadamente – He intentado investigar, tratar de encontrar una pista para hundirlo, y lo que halle fue...extremadamente decepcionante.
-Puedes decírmelo – deposito un beso en su mejilla abrazándolo.
Me había tardado mucho en oler su fragancia tan exclusiva y característica en su piel, mis sentidos hacen olvidarme de lo que pasa a nuestro alrededor transportándonos a un sitio donde solamente somos él y yo, como en estos segundos en su oficina.
-Preferiría no involucrarte en esto. – dice pasando su mano por la espina dorsal provocándome un jadeo involuntario – ¡Bésame! Lo he estado deseando desde que salí de Liverpool.
Y no tiene que ordenarlo dos veces.
Pegándome más a su cuerpo, paso las palmas de mis manos por su torso cubierto de una tela oscura llegando hasta su barbilla. Es raro verlo con una incipiente barba poblando su piel. Las puntas causan una irritación agradable entre cosquillas y un pequeño dolor.
Paso mi dedo pulgar sobre sus labios haciéndolo desesperar y acelerando su respiración. Lo anhela tanto como yo. Sus manos pasan a mis pechos masajeándolos, haciendo corto circuito en cada célula, reaccionando a su contacto.
-Te extrañe pastelito de chocolate – murmura con la respiración entre cortada.
Con su mano va acercándome a su boca. Luce tentadora, él vuelve a relamerse los labios mordiendo el inferior, ya me es imposible de controlarme succionándolo para después ir abriéndome paso en el interior.
Extrañaba el sabor de su boca. Menta y cigarrillo, aunque hoy solamente sabe a caramelo de fruta. Tiene un hambre voraz, es arrebatador con sus dientes y pretende succionarme hasta mi alma.
Aedus suelta un jadeo mientras nos besamos sin detenernos a tomar aire. Pega su zona baja entre la mía sintiendo su erección crecer y mis muslos volverse gelatina de tanta humedad.
Mordisquea tanto como puede dejando dolorido mis labios, pero no importa cuando se trata de Aedus, mi cuerpo es una fogata en ascenso. No podemos sentir frío de tanto arrebato de chispas chocando en una solo deseo: demostrarnos cuanto no hemos extrañado.
Fui deshaciéndome de su ropa con torpeza. Se puso de pie conmigo sujetada a su cintura y guiándome para enredar las piernas en su espalda. Y no se olvidaba de besar mi cuello, mejilla para luego volver a comerme la boca.
Depositando mi cuerpo en su escritorio volvió a atacar cada rincón de mi piel.
Se sentía tan espectacular estar con Aedus siendo todo lo contrario a los primeros días en que lo conocí. Jamás imagine desear a alguien tanto como él, menos extrañarlo. Por supuesto que es una relación rara desde el inicio, pero que comienzan a hacer efecto los sentimientos.
No podía desviar mis ojos de su pecho bien trabajado, aunque sería tonto no admirarlos, mordí mi labio y comencé a detallar uno de sus tatuajes, una bandada de pájaros dispuesto a emprender su vuelo. Cerca de sus costillas del lado izquierdo volando hacia el derecho.
- ¿Qué significan ese tatuaje? – pregunte señalándolo, bastante curiosa por conocer su significado.
-Emprender el vuelo – dijo respirando con dificultad – me lo hice en Australia cuando aún no tenía rumbo fijo. Las aves, su vuelo son sinónimo de libertad y esperanza, una que había perdido con Alvin, pero sigo manteniéndola por mamá.
- ¿Ya no se contacta contigo?
-No. Solía hacerlo desde números desconocidos, sin embargo, en el último tiempo ya no lo ha hecho. Es extraño tener un hermano sin conocer que fue de su vida o si está bien, o mal.
Lo entiendo a la perfección. Agnes nunca ha llamado, Sienna me señala como la culpable cuando yo era solamente una niña que nada pudo hacer para que no se marchara.
Sin embargo, nunca imagine que no regresaría. Espere mucho tiempo por ella, pero no ha llamado. La resignación fue lo que encontré en una remota esperanza guardada bajo llave.
-Agnes jamás llamo y tengo la esperanza de verla algún día.
Conectando con sus ojos vi la tristeza oculta en ellos y compartida con los míos. Es el mismo dolor en escalas diferentes sin encontrar un alivio solo compañía para no sentirnos tan desamparados.
Sus dedos no dejaron de acariciar mi barbilla en este intervalo de confesión, continuaban pegados ahí dándome calor aminorando la pena que cubre mi corazón desde su partida.
Sentí estamparse sus labios en los míos en un beso cálido, tierno y cargado de amor, ese gesto llego a mi alma. Con el beso quiso hacerme saber que estaba conmigo en las buenas y en las malas, yo para él.
Sus manos se deshicieron de mi camisa dejándome expuesta ante una mirada dilatada por el placer, tocaba por encima del brasier mis pechos reaccionando a su toque. Se pusieron duros, erectos queriendo más, tanto como yo.
Me deshice también de esa tela de encaje. Teniendo un atrevimiento lleve sus manos a mis tetas e hice que las apretara y masajeara mientras nos besamos.
Tiro todo lo que le estorbaba del escritorio. Retrocedí un poco mi cuerpo para darle más acceso, con los codos apoyados sobre la madera fría recargué todo el peso para dejar que chupara, lamiera y mordiera mis pechos.
Jadeaba de tanto placer con solo sentir sus dientes en mi piel. Con manos temblorosas me enderece para desprender su pantalón y dejarlo solamente en bóxer. Su pene hacia presión queriendo salir, pero la tela se lo impedían.
Lo masajee por encima, Aedus arqueaba su cabeza hacia atrás guiando mi mano en los movimientos, tragaba con dificultad cuando baje poco a poco el elástico para introducir mi mano sintiendo su tamaño y su piel caliente.
Acaricie todo el falo con movimientos frenéticos, pero deseaba tenerlo dentro mi boca. Detuve el ritmo, descendí del escritorio y lo guie hasta el sillón a unos pasos de la ventana. No decía nada solamente se limitaba a darme el poder de controlar la situación y obtener lo que quiero.
Recostado contra el respaldo y estirando ambos brazos me dejo ser yo quien se deleite con él. Arrodillada sobre la alfombra colocándome entre sus piernas. Volví a darle placer con mi mano hasta que fui introduciéndolo en mi boca. Jadeaba cerrando los ojos mientras chupaba lento.
-Mas...mas... - pedía con voz temblorosa por la falta de aire.
Lamia su glande, su longitud llegando a meterlo entero varias veces dentro de mi boca, eso provocaba arcadas, pero resistía porque es otro nivel de placer.
Continúe chupando tantas veces ayudándome con la mano, se retorcía de placer, pero no dejo llegar su orgasmo. Su mano me detuvo.
-Quiero terminar dentro tuyo...
Terminándome de desvestir frente a sus ojos quede totalmente desnuda.
Subí hasta su boca sin dejarlo de tocar. Mis muslos se encontraban mojados por la humedad de mi sexo, Aedus apretó mis nalgas haciendo que subiera a horcajadas, introdujo un dedo y deje escapar un grito porque no lo esperaba.
Se movía con facilidad, saliendo y entrando, de arriba abajo en círculos. Tapaba mi boca mordiéndome un dedo para no gemir.
-Ya por favor...te quiero dentro...
Y no espero dos segundos para introducirse en mi vagina. Mis paredes se contraían por su tamaño nada normal, tirándome de espalda en el sillón él quedo arriba empezando a moverse con lentitud. Sus penetraciones son extremadamente lentas hasta sentir que me adaptaba a su miembro. Enredando mis piernas en su cintura se movía frenéticamente, no podría retener por mucho tiempo mi explosión.
Estábamos envueltos un éxtasis desconocido, pero un placer deseado por los dos. Los espasmos ya los sentía, Aedus no dejaba de moverse chocando cuerpo con cuerpo, mi mente solo se centraba en sus movimientos y en las sensaciones.
Los dos vivíamos un momento arrasador envueltos por el sudor y jadeos. Su frente brillaba siendo una fina capa cubriéndolo y seguramente yo también, su mano pellizcaba mi pezón dando una descarga eléctrica recorriendo cada vertebra, sentía los huesos agarrotados por sus fuertes embestidas.
Apretaba su cintura con fuerza empezando a sentir una oleada de calor desprenderse de mi centro hasta explotar en un orgasmo arrasador. Aedus buscaba su descargo sin dejar de moverse. Lo encontró pocos minutos después reduciendo sus embestidas.
-Me encanta hacerte mía... - murmuro dejando un suave beso en mis labios.
Poco a poco fue saliendo de mi interior. Yo trataba de volver a ser consiente, aun no me recuperaba del orgasmo tenía el cabello pegado en todo mi rostro, sudada y respiraba con apuro. Irguiéndome cruce mirada con Aedus que nada le preocupaba.
El frío sustituyo al calor sintiéndome satisfecha, completa y adorando a un hombre que creía fuera de mi alcance. Me quede viéndolo como boba.
- ¿Qué? – cuestiono sentando al borde del sofá.
-Estamos en tu oficina y alguien podría descubrirnos.
-No parecía importarte hace un momento – es verdad. Sonreía pícaramente y relajado.
Este es el momento incomodo donde no sé qué hacer cuando no es la primera vez en tener relaciones con él. Tampoco puedo cubrirme y escapar, mi ropa está lejos al parecer él se da cuenta de mi vacilación.
-Pensé que esa etapa de incomodidad ya había quedado atrás.
-Igual yo – mi sonrisa parecía una mueca – No me avergüenzo solo que...se siente extraño. Después de tantos días lejos tenerte aquí, conmigo sin ninguna barrera da un poco de miedo.
-Entiendo, pero te hice una promesa y la estoy cumpliendo, o al menos, lo intento.
Sin contar que su padre no nos quiere juntos recurriendo a amenazas para separarnos.
Junta toda mi ropa y la suya, espero para ir al baño. Regresa arreglado, pero antes me besa de una forma arrasadora despertando muchos sentimientos y a la vez, transmite seguridad. Una que abruma los sentidos y ciega.
Sé que esto será difícil, sin embargo, no creo poder arrepentirme nunca de meterme en su camino para arrebatarle su corazón. Aun si acaba este cuento de hadas procurare recordarlo siempre.
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Aedus.
Me encantaría decir que todo va bien, pero no lo creo así. Disimulo bastante bien frente a Willom. En el fondo tengo un amargo sentimiento.
Luego de llevarla a su casa regreso a la mansión. Ojalá Connor no este para poder interrogar a mi madre. Es necesario aclarar las dudas y cortar de raíz lo que siempre sospeche.
Deteniendo el vehículo afuera del garaje doy grandes zancadas, haciendo trotes lentos hasta la puerta principal. Oyendo voces desde la sala detengo mi andar.
Retrocedo yendo por la puerta de servicio. No hay ni un alma en la cocina.
Tomo un vaso de la alacena y vierto agua de la canilla, hago tiempo no quiero toparme con esa reportera porque por la voz chillona imagino que es ella.
Los tacos resuenan en el piso viniendo en esta dirección, dándole un susto de muerte a la señora Lotte.
- ¡Aedus! – exclama con una mano en su pecho – Podrías respirar la próxima vez para saber que estas aquí. No te oí llegar.
Apoyado sobre la encimera la veo sonriente y cruzado de brazos. Pienso como encarar el tema.
-Aedus cuando te quedas callado algo quieres saber – pone una pastilla en la boca luego bebe agua, eso es raro. Jamás tomo un medicamento para nada – Son pastillas para los nervios.
Toma asiento en uno de los taburetes.
- ¿Debo preocuparme? – niega inquieta.
-A ti se te ve más animado. ¿Es esa chica? – y me es inevitable no sonreír ampliamente – Ya veo que sí, me alegra que ya hayas dejado atrás a esa... - se queda callada para no decir su nombre, yo tampoco lo he podía hacer – Como sea. Debo conocer a la afortunada de provocar esa hermosa sonrisa.
-Más adelante – digo para no desviarme de lo que quiero preguntar – Mamá...cuando el abuelo murió ¿Quién fue el último en estar con él?
Titubea moviéndose constantemente. Di en el blanco ella lo sabe y eso confirma mis sospechas. Matare a ese imbécil si lo compruebo.
Balbucea, pero no salen palabras de su boca. Sus ojos se crispan tratando de disimular.
- ¿Cuál es el interés en saberlo? Ya ha pasado mucho tiempo, además el único hijo que tuvo el señor Leonardo fue tu padre. – juega con sus dedos pulgares haciendo círculos sobre la isla, ese gesto la delata. Esta nerviosa.
-No estoy tan seguro. Al ir a Liverpool me encontré con el hermano del abuelo – ella traga saliva. Mi madre conoce algunos de sus secretos – me brindo información y está completamente seguro que Connor lo mato.
Mi corazón se oprime de tanto pensarlo, imaginarlo y verlo a la cara a diario. ¿Cómo puede ser tan cruel? Si asesino a su padre no hay límites que no pueda traspasar, pero debe tener una debilidad. Todos las tenemos. ¿Cuál es la de Connor? Es lo que intento descifrar.
-Eso no es verdad...
-Después de todo el daño que te ha hecho ¿pretendes seguir cubriéndolo? No lo vale, sé el peligro que corremos, pero no me dejare pisotear con él.
-Deberías visitar a su enfermera. Ella te dirá todo...te daré la dirección y por favor, se precavido también intenta permanecer sereno porque hay tanta mierda debajo de su tapete, que arruinará tu existencia.
No cabe en mi mente que alguien sea tan ruin y despiadado. Aunque de mi padre nada sorprende.
-Pagara si es culpable. No me importa si debo venderle el alma al diablo. ¡Pagara!
-Lo único que no soportare será perder a otro hijo, tenlo en cuenta.
Rodeando la isla llega hasta mi envolviéndome en sus brazos. Correspondo algo perturbado, pero no es su culpa por querer protegernos.
Me libera de sus brazos, con los ojos humedecidos se va en busca de la dirección. Esa mujer es la respuesta a mis dudas. Ojalá no la haya amenazado sino será en vano ir a su casa.
"Una remota esperanza" surge en mi pecho. Son las palabras de Willom.
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