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Capítulo n°14:"Confesión difícil de creer".

Willom.

Después de varias semanas mi familia salió del hospital. Es alivio porque ya no tengo que madrugar para venir a visitarlos.

Sienna tiene el peor humor del mundo. Nada la conforma desde que supo que tendría usar silla de ruedas para moverse, aunque no es algo definitivo solamente es por su bien estar. Pero nadie pudo convencerla de lo contrario ni Aiden.

Si no fuera por él ya le hubiera pegado unas cuantas cachetadas porque me saca de quicio. Cree que es la única que necesita atención.

Mi madre es la que más rápido se ha recuperado, pero papá aún sigue en cama. Se siente culpable y eso lo ha hecho decaer un poco. Es bastante preocupante su deplorable estado de ánimo, sin embargo, no sé qué puedo hacer para verlo sonreír como antes.

"Antes" todo era diferente. Bien lo dije fue antes del accidente que casi me deja sin familia.

Sentada en el sillón observo la pantalla del aparato visual que reproduce una novela que vuelve loca a mamá. Estoy bastante aburrida ya que he dejado el trabajo por cuidar de ellos. No me arrepiento, pero sigo pensando en el idiota de Aedus, que ni ha llamado.

Tampoco tiene porque hacerlo, pensé que por lo menos llamaría. Fui tan ilusa que mi obsesión por encontrar al hombre perfecto termino en una decepción inmensa todo por mi culpa.

Voy a pisar el primer escalón cuando el teléfono de la casa suena. Vuelvo para responder porque tenía más ventaja que mi madre que debe esforzarse mucho para caminar. Todavía tiene una que otra dificultad para moverse libremente, creo que es por el impacto recibido en su cuerpo.

-Contesto yo – digo en voz alta tomando en mi mano el teléfono - ¿Hola?

Una respiración pausada se oye del otro lado, pero nadie responde. Espero unos minutos más y vuelvo a insistir.

- ¿Quién habla? – y cuelgan.

Es rarísimo, aunque no le doy vuelta al asunto. Continúo subiendo los escalones llegando a corredor de la segunda planta, en el cuarto de mi hermana escucho ruidos.

Voy acercándome, la charola en que le lleve la comida, la estrello en el piso gritando de frustración. Últimamente, nuestra relación se ha vuelto difícil más de lo que era. Prefiero pelear entre indirectas que verla sufrir por su estado.

Giro el pomo de la puerta, trago grueso porque ya no quiero otra pelea. Dejo a medio abrir ingresando la mitad de mi cuerpo para tantear el terreno.

Es una oscuridad total. Una pequeña luz proviene desde la mesa de noche cerca de su cama y ella, esta de espaldas hacia la puerta. Ahoga sollozos tirándose el pelo para atrás mientras toda la comida esta esparcida por la alfombra bordo en el centro de su habitación.

- ¿Sienna? – desliza las ruedas hasta la ventana ni siquiera voltea a verme - ¿Necesitas ayuda en algo? No puedes estar sin comer no es bueno para tu tratamiento.

- ¿Y desde cuando eso te importa? – su tono de odio me hizo erizar la piel – No quiero nada de ti...

- ¿Por qué te desquita conmigo? Solo pretendo ayudarte y si me importa lo que te pase – respiro para no llorar – Te recuperaras pronto, ya verás que podrás ser la misma que hace un mes.

El silencio inunda las cuatro paredes. Mi sonrisa se desvanece al darme cuenta que me mira con tanta repulsión que no comprendo cuáles son sus motivos. En cuestión de segundos esta frente a mí.

- ¿Sabes que, Willom? – seca sus lágrimas sin quitar sus ojos de los míos – No soporto el plan de ser la hermana buena, no quiere verte ni por asomo en mi cuarto.

-Puedo entender que está enojada, pero...

-Sin, pero. Tu eres la peor hermana que pudieron darme mis padres – nunca imagine que me odiara – odio verte, caminar como si nunca hubiera pasado nada, eres feliz sin remordimiento alguno.

- ¿A qué te refieres? – siento que mi voz va a flaquear en cualquier momento – Yo creí...

-No creas. Ve con tus propios ojos, no sabes leer entre líneas – frunzo el entrecejo ya que la conversación empieza a darme miedo – mi hermana se marchó por tu culpa. Siempre te odiare por eso.

-Yo...no he tenido la culpa de su elección... - y ya no pude contener el llanto – todos hemos sufrido mucho con su partida incluso...

-Ella era mi mejor apoyo en esta maldita vida y tú lo arruinaste todo, papá prefirió quedarse contigo expulsándola, pero también lo hizo conmigo.

Sus ojos se desbordan y los míos. Nunca pude verlo, entonces, esa era la razón de su distanciamiento conmigo no el imbécil que jugo con ambas.

-Ahora ya entiendes porque no quiero verte ni solicito tu ayuda – retrocedo por instinto asustada por su confesión - ¡Vete! – grita con todas sus fuerzas.

Cierro los ojos y salgo trastabillando con mis pies. Si mi corazón estaba partido ahora era retazos, que se volvía polvo. El dolor quema por dentro, sus palabras se repiten como una grabación y el aire empieza a faltarme.

Sosteniéndome de la baranda de la escalera desciendo uno por uno los escalones en shock. No puedo detener las lágrimas tampoco puedo procesar lo que dijo.

Las pesadillas rara vez se vuelve realidad, aunque esta nunca la imagine.

- ¡Yo no tengo la culpa! – repetía frente a la mirada consoladora de mi madre - ¡Nunca quise que se vaya! Nunca.

-Willom ¿Qué te ocurre? – tiende su mano – Comienzas a asustarme, hija.

-Mamá, ella...no fue mi culpa... - volví a repetir saliendo corriendo de la casa.

En el porche me topé con Aiden que justo iba a tocar el timbre. Intento averiguar algo, pero no me detuve. Quería huir y lo hice.

La brisa helada se estampaba en mi rostro mientras el agua que se deslizaban por mis mejillas se volvían escarcha. No podía detenerme se oían gritos para que lo hiciera, pero mis pies no respondían a ninguna de esas voces.

Quería olvidar lo que estaba pasando. Si pudiera desaparecer lo haría. Mi pecho subía y bajaba, el aire fresco entraba y salía por mis fosas nasales cuando me detuve en medio de la carretera.

Las bocinas de los autos aturdían mis oídos provocando que los tapara reteniendo los gritos que pretendía soltar, seguí caminando sin rumbo.

Me sentía cansada, sola en el mundo y el dolor que cubría mi corazón no disminuía. No encontraba la manera de tranquilizarme, calmarme tampoco sabía lo que hacía.

La tristeza nublaba mis sentidos. Solo...no quería volver a esa casa. Saber que Sienna me odia fue muy duro, lo único que hacía era salir adelante con mi vida. Yo también sufrí cuando ella se fue.

Llore muchísimo, aunque el sabor amargo convive en mi alma destrozada.

-No fue mi culpa – susurre para nadie más que para mí misma enterrando mi cabeza entre las piernas.

Una mano se posó en mi espalda, me erguí para ver su cara y ahí estaba él. No pude resistir y aferrándome a sus brazos llore, llore y llore sin parar. Era la persona que menos esperaba ver.

Mi corazón volvía a reiniciarse en la vida con su olor y caricias, no decía nada. Se mantenía en silencio como una tumba. Escuchaba mi desahogo en lágrimas que parecían nunca acabar.

La calma atrapo mi cuerpo haciendo un ovillo sobre el banco donde nos encontrábamos sentando. Su dedo pulgar acariciaba mi piel desnuda de mis brazos y yo seguía perdida en mi propio dolor.

-Yo no tuve la culpa... - volví a repetirlo para convencerme.

Sus piernas eran mejor que cualquier almohada. Retenían cada gota secándose inmediatamente. Todo dolía hasta la vida.

-Debes volver tu madre va a preocuparse – susurro. Moví mi cabeza en negativa.

No quería volver a ese lugar. Ni mucho menos saber de alguien que me odio con solo mirarme a los ojos. Siento que jamás podré superar sus palabras hirientes.

-No soy culpable – respire tragando el nudo en mi garganta que se volvió a formar – de que ella se haya ido...fue su decisión y también me dolió muchísimo...

- ¿De qué hablas exactamente? – su voz sonaba compasiva, dudosa de preguntar y a la vez preocupado.

Me faltaba fuerza para contarle todo el drama así que preferí omitir eso y siguiendo en silencio. Ya bastante tenía con el torbellino en mi cabeza como para dar explicaciones de algo que nunca olvidare.

Entrelaza su mano con la mía, por un momento creo que estoy en una pesadilla llena de dolor y que él es mi salvador, sin embargo, la realidad no esta tan lejos de ser del mismo modo.

+++++++++++++++++++++++++++++

Desperté en una cómoda cama. Los rayos de luz comenzaban a entrar e impedían que me acostumbre a la claridad. Tuve que restregarme varias veces los ojos para despegarlos.

Mi cabeza iba a explotar. Es un tambor que no para de golpear parte de mi dormido cerebro.

La habitación donde me encuentro es de un blanco radiante, ventanal con terraza y un vestidor de puertas negras. Por un breve instante recordé lo que paso y otra vez, la sensación de tristeza invadió todo mi ser.

Lágrimas asaltaba de nuevo. Quería borrar de mi mente esa perturbadora escena, pero no lo conseguía. Estaba al borde de una depresión sin retorno.

Sin ganas de salir ni vivir decidí volver a recostarme. Naufragaba en un mar de tempestades, eso empezaba a afectarme anímicamente.

Me arrope con las sábanas girando hacia el costado izquierdo. Pretendía continuar encerrada cuando unos pasos se acercaban.

Solamente me acuerdo que fue Aedus, quien me trajo aquí y nada más.

Sus bellos ojos encontraron los míos, aunque en sus labios se dibujaba una sonrisa, en cambio, yo ni energías para levantarme tenia.

Traía una charola en sus manos. Es un gesto muy bonito de su parte, pero mi estómago no había rastro de hambre. Ni un rugido de querer alimento para calmarlo.

-Siéntate – ordena deteniéndose a la par de la cama y lo hago – Debes comer algo, aunque sea mínimo ¿sí?

-Gracias... - coloca la bandeja sobre mi cuerpo – siento molestarte...

-No es ninguna molestia – sonríe genuinamente – puedes quedarte el tiempo que necesites.

-Mi apetito no se adonde se fue así que no quiero comer – evite su mirada para no sentirme mal, peor de lo que ya estaba – Me iré en la tarde...

-Como desee no puedo retenerte si no quieres – mete sus manos en los bolsillos y se va, pero se frena en la puerta – Tu y yo tenemos una conversación pendiente ¿No lo crees?

-De verdad, creo que no es el momento – asiente yéndose sin decir nada.

Por más que quiera saber el motivo por el que se fue ese día siento que me causaría demasiado dolor conocer la verdad. Sin embargo, no hay que posponer lo que nunca debería haber pasado ¿Cierto?

Ya ni se lo que digo. Todo me tiene tan confundida que no sé cómo lidiar ni enfrentar lo que está pasando a mi alrededor.

Dejo el desayuno sobre la mesa de noche junto a la cama. Si mi idea era quedarme por siempre en la cama, no resulto como lo planee. Es mejor irme antes de que todo empeore.

Él no debe involucrarse en esto. Seguramente mi madre estará afligida por mi repentina desaparición y no la puedo abandonar a la deriva después de que casi la pierdo.

Con mucho pesar en mi corazón arrastro mis pies al cuarto de baño. Una ducha fría aliviara mi desolación. Es lo que quiero.

Tardo en secarme el pelo porque los mareos repentinos que tengo no paran de llegar, deduzco que es por la falta de alimento en mi estómago. Por mucho, que lo intente no hay ganas de ingerir nada ni la mínima gota de agua.

Sentada sobre el retrete respiro profundo para no entrar en pánico. Quizás Aedus tenga razón y deba comer.

Apretando la toalla alrededor de mi cuerpo salgo con pasos lentos hasta que creo tener la compostura para no desmayarme. Sin embargo, antes de pensarlo voy cayendo como pluma.

-Eyyy – su voz me sobresalta ya que nunca vi cuando entro – Te dije que comieras el desayuno, Willom.

-Lo sé. No pensé que me afectaría de tal forma – dije asustada y aferrándome a sus brazos.

-Bien con cuidado siéntate – se veía su preocupación en la mirada – No quisiste comer por las buenas, entonces lo hare por la fuerza.

-Ya estoy grande para que me regañes como niña.

-Pues lo hubieras pensado antes – y se acomodó a mi lado invadiendo mi espacio personal.

Su sonrisa podría un vuelco a cualquier mujer en este mundo. Lo estaba haciendo conmigo y mi corazón olvidando lo que realmente era importante.

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