Capítulo n°13: "Sentimientos encontrados"
Aedus.
Llegamos en la casa de Willom, debo recordar todo el dolor que le hice pasar dejándola sola en ese hotel. ¡Fui un estúpido! Ya lo sé, pero ahora es una urgencia que no puede esperar.
He tocado tres veces la puerta y al parecer no hay nadie. Vuelvo a intentarlo cuando las luces se encienden, luce adormilada y restregándose los ojos como si no lo pudiera creer que estoy en su puerta.
- ¡Willom! – no tengo idea de cómo decírselo sin que se alarme – Llamaron a Aiden del hospital...
No puedo mirarla directamente a los ojos. Siento vergüenzas de mis propios actos.
- ¿Qué quieres? – pregunta cruzándose de brazos.
-Tus padres... y Sienna, tu hermana... - creo a nadie le gusta ser partidario de dar malas noticias – tuvieron un accidente... - al fin lo suelto.
- ¿Qué...?
Su rostro se desfigura comenzando a soltar sollozos ahogados por su mano. Se tambalea retrocediendo para atrás y me veo en la obligación de sostenerla para que no se caiga.
-Llamaron a Aiden para informarle del accidente porque tu no respondías el teléfono... - digo en tono compasivo – así que vinimos por ti.
-Voy a... cambiarme y... regreso... - sus manos tiemblan al igual que su voz.
Espero a que se cambien mientras observo desde el umbral de la puerta que Aiden sigue en shock. No reacciona y me da la sensación que en cualquier momento se derrumbara. Está en un procesamiento lento de la información que le dieron, ella es muy importante para él.
- ¡Vámonos! – su voz a medias me saca de mis cavilaciones.
Sube en la parte trasera. Yo conduzco con mucho nerviosismo. Es incomodo ir junto a la persona que has lastimado, aunque no somos nada eso no implica que haya actuado como un verdadero tonto. También su silencio habla por sí solo.
Aparco el auto en la acera. Willom baja corriendo mientras la veo perderse a través de las puertas corredizas hablo con Aiden, que ni cuenta se dio que ya hemos llegado.
- ¡Aiden! – gira para verme a los ojos – Tenemos que bajar, estamos en la entrada del hospital.
-Ya veo...
Desciende y se apresura a caminar. Lo alcanzo porque cometerá una locura sino la encuentra en un buen estado de salud. Tampoco quiero precipitarme a pensar cosas horribles, pero la escena no da para el mejor escenario.
Seguimos a Willom en el ascensor. Otra vez nace el silencio hasta que salimos de esa caja movible. Sus ojos rojos e hinchados se cruzan con los míos, pero no dura mucho.
Se la nota impaciente por su rápido andar. Ingresa en la habitación 126 y se escuchan sus llantos de lamento desde aquí fuera.
Todo me recuerda a esa maldita noche en que murió mi cuñada, los gritos desolados de Alvin y el destrozo que causo en su alma y en la mía. Debo apartarme antes de que pierda el control de mis emociones.
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Willom.
Salí de mi casa temiendo lo peor. ¡Un accidente! Eso fue lo que sucedió. Sentía que mi propia respiración me asfixiaba cuando Aedus soltó aquellas palabras.
El solo pensar que los podía perder me asustaba, el miedo paralizo mi cuerpo y lágrimas ya no salían con facilidad porque ya había derramo muchísimas durante el día. Apagué el teléfono y me dormí, justamente en ese instante debieron llamarme para avisarme, pero estaba bastante dolida para imaginar que algo les podía pasar.
Corrí tanto como pude para averiguar en qué sala se hallaban. Sin percatarme de sus presencias me metí en el ascensor. Todo el trayecto hasta el hospital fue duramente incómodo, pero no podía pensar en nada más que en mi familia.
Entre a la habitación indicada rogando que estuvieran bien, pero la imagen fue mucho peor. Mi padre tenía su rostro completamente vendado, ahogue un sollozo para no despertarlo, aunque fue vano. Si mi corazón estaba partido ahora se había destrozado.
- ¡Papá...! – dije y él intento enderezarse – Tranquilo, no te muevas...
- ¿Dondee...están? – fue muy dificultoso para él pronunciar esas palabras.
-Sienna... - bese su frente para no mirarlos a los ojos – está en cirugía... su estado es reservado...
Su llanto hizo retorcer mi corazón que luchaba por no dejarse vencer. Cuando pregunte por ella dijeron que llevaban media hora en el quirófano. No me desplome porque no caía en ese momento, pero al ver a mi padre en las peores condiciones siento mucho dolor.
- ¡Todo estará bien! – intentaba tranquilizarlo, aunque quizás era yo quien se quería convencer de ese discurso – A mamá todavía no la he visto, pero... la veré pronto. Tranquilo ¿sí?
La enfermera entro con una sonrisa amable me pido que lo dejara descansar. A regañadientes lo hice para buscar a mi madre también a mi hermana.
Camine por un largo pasillo, atestado de personas y medico con batas yendo de un lado a otro. Todo empezó a marearme así que tuve que detenerme para poder continuar.
- ¡Willom, tu puedes! – me decía para mis adentros – No te desesperes ellas estarán bien.
Había anotado mentalmente los números de habitaciones. Mi madre se encontraba en la 230, allí me detuve mirando fijamente la perilla.
Y si la abro y está peor que mi padre ¿Qué hare? Me faltaban las fuerzas para hacerlo. La realidad me golpearía de una manera cruel.
Secándome con las palmas de mis manos la humedad de mis ojos, respire profundo para tener el suficiente coraje de ingresar. Abrí poco a poco la puerta, mi madre descansa en una camilla, vislumbran algunos moretones y corte pequeños en su cara, sin embargo, no parecen nada grave.
Respira con normalidad, pero su pierna vendada me hace detenerme ahí. Levanto la sábana y veo con claridad que sufrió una herida de mucha gravedad. Otra vez debo tapar mi boca para no llorar a gritos.
-Esta sedada no la escuchara – nunca vi al médico junto a la cama – su pierna requería intervención quirúrgica, sanara con el tiempo. Ella no resulto tan herida como el señor y la chica.
- ¿Qué tiene mi hermana? – me precipite a preguntárselo. Claramente mis ojos reflejaban preocupación.
-Está en operación, ella tuvo una contusión en la cabeza y su pierna perdió mucha sangre. Cuando salga el cirujano te explicara bien.
Solo me queda aguardar que pueda sobrevivir.
Tomo la mano de mi madre donde tiene incrustada el suero. Acaricio con suavidad la parte que no está cubierta. Sigo sin comprender como sucedió ese accidente.
¿Por qué resultaron tan heridos? Papá no es una persona imprudente, jamás rompería las señales de tránsito, él siempre insiste en que debemos tener cuidado y respetar a los demás.
Todo es muy confuso, pero me alegro que estén bien. Ruego a dios por Sienna ojalá pueda superarlo.
-Mamá – lentamente abre sus ojos - ¿Cómo te sientes?
-Dolorida... - hace gestos de dolor intentando sentarse – me duele mucho la pierna y la cabeza... ¿Y Sienna?
-Aún continua en cirugía... papá está bien...
-Quiero verlos – hace el amague de levantarse, aunque una puntada se lo impide - ¡Ahhh auch!
-Mamá debes permanecer en cama, tu pierna fue operada y no la puedes mover.
-Pero necesito saber de ellos – si ella está desesperada, yo estoy nerviosa y con mucho pánico – Ella se llevó la peor parte... porque venía en el asiento... - se le corta la respiración – del conductor. Yo quería descansar, entonces... - sus sollozos desataran la tormenta – le pedí... que condujera y lo hizo en contra de la voluntad...de tu padre. Todo fue mi culpa...
- ¡No, mamá! Nadie es culpable ¿sí? – la enfermera entra con una jeringa – No la puedo tranquilizar ¿Puede inyectarle un sedante?
-Sí, ha eso he venido. Debe descansar.
Cuando la chica de mediana estatura se retira me quedo un rato más con ella. La veo dormirse como si fuera un niño. Estaba alterada por todo lo que paso. Seguramente, se echará la culpa siempre que lo recuerde y no es buena sensación.
No me agrada dejarla sola, pero es necesario. Tengo que ver a mi hermana. Por lo que dijo el doctor es la más afectada. Seco nuevamente mis ojos ya duelen de tanto llorar y lo siento hinchados.
Aiden está recargado contra la pared cuando llego a las puertas del quirófano. Parece perdido en sus pensamientos y no es para menos, Sienna es su mejor amiga, aunque muchas veces he tenido el presentimiento que con la mirada expresan amor. Ninguno de los dos se atreve a asumir sus sentimientos, por lo que siguen en una eterna amistad sin fin.
- ¿Aiden? – toco su hombro haciendo que baje su mirada hacia mí - ¿Quieres un café o alguna cosa?
-No, gracias... - su voz suena entrecortada, triste y hasta desolada – El doctor dijo que...ella sufrió una fractura en su pierna derecha porque quedo atrapada... - trata de controlar su llanto, pero falla en el intento – la inmovilizaran así que tendrá que no caminara por un tiempo...
-Hará rehabilitación para que se recupera más rápido ¿sí? – y lo abrazo, ya que lo necesitamos los dos.
Pasa como media hora hasta que los doctores salen de la operación. Estoy ansiosa por verla, sin embargo, dejo que Aiden entre primero. Su desesperación se ve es su mirada perdida y llena de dolor.
Es un alivio para mi quitarme tanta opresión en el pecho. Sentada espero pacientemente por mi turno para verla. Jugueteo con mis dedos porque los nervios me invaden, aunque últimamente no somos tan cercana es mi hermana y la quiero, no podría vivir sin ellos.
Aiden sale más asustado que animado. Seguramente, se llevó la peor impresión. Tal vez nunca se le cruzo por la mente tener que venir a visitarla en un hospital.
-Aiden – reacciona a mi voz - ¿Qué sucedió? ¿Cómo la viste?
-Aún sigue dormida... - traga saliva pasándose las manos por su cabello – pero... está muy lastimada...
-Debe ser por el impacto que tuvo... voy a entrar. Te veo después – él asiente quedándose anclado al piso.
Abro de golpe la puerta. Y su estado deplorable es lo último que quería mirar. Lleva puesto el respirar artificial, vendas en parte de la cabeza y su pierna inmovilizada hacia arriba.
Mis lágrimas escapan sin poder reprimirlas. Es mucho para mí lo que estoy viviendo. Es como si fuera una pesadilla que no tiene principio ni final. No puedo mover mis pies, no reaccionan solamente aparece su impasible rostro con algunas heridas leves.
Nunca olvidare esta noche. Los recuerdos me perseguirán por un largo tiempo.
Como una tortuga obligo a mis pies a avanzar, sostengo su mano igual que hice con mi madre, pero la diferencia es palpable. No despertara.
-Señorita debe salir – la voz de la enfermera me toma por sorpresa asustándome – no despertara durante dos días, máximo – añade.
- ¿Se encuentra fuera de peligro?
-Hay que esperar hasta mañana para saberlo con certeza – contesta y eso altera mi ritmo cardiaco – es joven saldrá a adelante.
Salgo antes de que me eche a patadas de la habitación. De pronto, una sensación de frío envuelve mi cuerpo sintiéndome vacía por dentro, abrazándome sola y viendo el movimiento de mis pies me dirijo afuera.
El aire fresco me permitirá relajarme un poco, aunque nada asegura que calme mi angustia desaparezca.
En una banqueta, no muy lejos del hospital, me acomodo mirando la intensidad de la noche. Pocos vehículos circulan no tengo ni idea cuantas horas pasaron desde que supe del accidente.
Amargura, tristeza mezclado con impotencia definirían mi estado de ánimo. Lo que ocurrió era inevitable, no podía impedirlo, aunque si debí intervenir para que Sienna se quedara conmigo. Ya de nada sirve sacar conclusiones absurdas cuando ya todo sucedió.
Una sombra se mueve entre los faroles encendidos. Intento descifrar si es Aiden, pero por mi vista borrosa no puedo identificarlo.
- ¿Puedo sentarme contigo? – pregunta Aedus.
-Sí, claro...
Creí que ya se había marchado. La situación es incomoda sobre todo por lo ocurrido en Westmorland. Tengo muchas dudas al respeto de su comportamiento y siento que aquí no es el lugar para discutirlo.
- ¿Cómo está tu familia? – se interesa por saber – Aiden, es un fantasma. No habla ni come le ha afectado mucho el accidente.
-Es entendible. Quiere mucho a Sienna – mi voz quiere cortarse por momentos – se recuperarán. Tuvieron mucha suerte de salir con vida...
- ¿Tú...estas bien? – duda, lo puedo ver en sus bellos ojos – Sé que es una pregunta tonta, pero...
-No, me siento pésima... - y ya no puedo seguir siendo un muro de hielo – duele verlos...así. Quisiera que fuera una pesadilla, sin embargo, es real...
Sus ojos se cristalizan al verme tan vulnerable. Esto supera lo idiota que se portó conmigo hoy en la mañana. Escondo mi rostro en mis manos y cuando menos lo espero me abraza.
Y ya no hay más muro por sostener. He derrumbado todas las rocas sobre su ropa, se siente tan bien tener unos brazos donde llorar. El calor que emana es reconfortante, no se compara con el frío que helaba mis huesos allí dentro.
-Perdón...
Susurra mientras permanezco inmóvil entre su cuerpo. No quiero moverme porque si lo hago se volverá a ir y entonces, el frío será para siempre.
Me acomodo como puedo descansando mi cabeza en sobre su regazo y cierro los ojos, él acaricia mi cabellera y con la otra sostiene mi mano. Es la mejor sensación que pude experimentar en días.
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