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Capítulo n°10: "Miedo al abandono".


Aedus.

Seguía conduciendo a altas horas de la noche por la carretera. Apretaba con furia el acelerador a su máxima velocidad. No quería detenerme tampoco podía, sería mejor si dejara de existir de una vez y para siempre.

Los neumáticos chirriaron en el pavimento al girar en las curvas, por poco se da vuelta. La adrenalina subía y bajaba por mis poros necesitaba dormir por un tiempo ilimitado para que nadie pudiera despertarme al día siguiente.

Ya no podía. No aguantaba vivir metido con tanta angustia por dentro. Necesitaba aliviar el dolor, y que, mejor que la velocidad.

Otra vuelta más. Daba volantazos a la velocidad de la luz. Clavaba los dedos en el volante pretendiendo que así me estrellara.

No pensaba con claridad. La rabia consumía cada parte de mi anestesiando los buenos recuerdos que aún me quedaban. También la vida que no había vivido.

Reproducía las repudiables palabras de mi padre ahogando un grito desde el fondo de mi garganta.

- ¡Ayyyyyyyyyyyyyyyyy! – grite con todas mis fuerzas como si alguien me oyera, aunque nadie vendría al rescate.

¡Willom! Su rostro sonriente era capaz de detenerme a mitad de la oscuridad. Su alma transmitía paz, luz y alegría, pero ella debía mantenerse lejos de mí.

Nadie puede amar a un corazón herido y abandonado que no ha podido sobrevivir ni soportar que su hermano lo dejara solo.

¡Alvin! ¿Si supieras el daño que me has hecho? Jamás te atreverías a regresar. Fuiste tan egoísta creyendo que eras el único que sufría, no te atreviste a sanar, entonces me hiciste mierda a mí.

Nunca en mi vida había estado tan vacío por dentro que, en las últimas horas al lado de esa bella mujer, sentía que revivía a través de su sonrisa.

¡Alvin no fui tan fuerte como creíste que iba a ser! El dolor en mi corazón aprisiona hasta llegar a matarme. No puedo más.

Las lágrimas guardadas durante mucho tiempo salen a borbotones. El auto se detiene justo en un poste de luz y me derrumbo sin esperar nada.

Nadie conoce el dolor de mi alma tampoco deje que alguien llegara a conocerme por completo porque el fantasma del abandono siempre estuvo presente. La falta de cariño, comprensión de mi padre hicieron un hueco sin fondo. Él creyó que nosotros éramos maquinas, fue una inversión sin devolución para sus negocios. Jamás intento comprendernos o apoyarnos y tuve la impresión hasta hoy que nunca nos quiso.

Revelarse contra él implica perder su confianza, aunque nunca te la dio por completo. La depresión de mamá fue la gota que rebalso el vaso, hui pensando que sería mejor, sin embargo, eso empeoro la situación de Lotte.

Le suplique infinitas veces que huyéramos juntos para buscar a Alvin, pero prefirió quedarse en esa casa junto la imbécil de Connor Lennox.

Todo eso creo un huracán dentro mío explotando cuando me encontraba solo. Temía enamorarme por eso no deje entrar en mi corazón a nadie, aunque últimamente con Willom sucede lo contrario. El tan solo tenerla cerca su olor calma la intranquilidad que briba en mi alma, mi corazón siente esperanza y el miedo vuelve aparecer como esperando que le haga caso volviéndome un muro difícil de penetrar, que espanta a cualquier persona que llega a mí.

Es difícil mantenerse alejado cuando su alegría contagia, te llena de vida sin comprender lo que pasara exactamente, te atreves a dejar fluir sin motivación, aunque su perfecta sonrisa lo hace todo fácil.

La botella de whisky se derramaba en el asiento al igual que mis lágrimas. Se me empañan los ojos de tanto llorar sin consuelo. La oscuridad era tan negra como el dolor que cubría los pedazos de mi alma. No me atrevía a vivir, el pasado regresaba de una forma u otra, nunca dejaba que respirara un día tranquilo.

Tuve tanto miedo de perder a mi abuelo, y lo perdí. El dolor de su perdida se acoplaba al vacío que provoco la huida de Alvin.

- ¡Se fuerte hermano! – dijo sorbiéndose la nariz – Comprende que en esta vida nada es para siempre y nunca renuncies a tus sueños.

Fueron sus últimas palabras escritas en un pedazo de papel que aun guardo en el bolsillo de mi chaqueta favorita. La de los Lakers fue su obsequio para navidad.

El celular ya había sonado incontables veces. La señora Lotte debería estar sumamente preocupada por su hijo. Nunca dejaba de hacerlo incluso esperaba todas las noches por la vuelta de su hijo mayor. Si mi corazón sellaba sus partes dispersas se volvía a quebrar al verla besando su retrato.

Con manos sudadas y temblorosas busque entre los contactos a Aiden. Era la única persona capaz de rescatarme sin hacer preguntas.

- ¿Puedes venir por mí, hermano? – mi voz era apagada y débil, mis palabras raspaban mi garganta al salir – Estoy...en la pista de... siempre.

-Voy para allá no te muevas – y colgué.

¿Para donde me iría? Ni ánimos de moverme tenia. Pensaba en las veces que el desaparecido me trajo a esta pista. Él amaba la velocidad y quería ser piloto de autos. Ese siempre había sido su sueño.

Lo digo de ese modo porque no sé qué rayos hizo con su vida cuando desapareció.

Un número desconocido llamo, pero lo obvie ya que imaginaba quien seria. Él nunca pregunta por lo que paso, vive en el pasado y el futuro totalmente incierto como su vuelta al mundo.

Bebió otro sorbo del líquido de tonos otoñales. Quemaba encendiendo la llama al final de la oscuridad. Faltaba poco para terminarla, pero el sueño dominaba mis parparos que esperaban y suplicaba que Aiden se dé prisa.

Un taxi lo dejo a metros de donde me encontraba. Era un bulto caminando con la luz de su linterna. El agua había cesado, aunque seguía amenazando con continuar. Así parecía mi mediocre vida, sin tener un final que por momentos la felicidad es efímera.

Negando con su cabeza trato de sacarme del auto y llevarme al asiento del copiloto. No dijo nada tampoco necesitaba un regaño y él lo entendía.

- ¿Cuánto llevas bebiendo? – interrogo asustado – Aedus deberías... ir, no sé, a terapia quizás.

-Esa mierda no me ayudara a sanar mis heridas – gruñí entre cerrando los ojos.

-Quizás no, pero admite que necesitas ayuda profesional – pone en marcha el carro – no es la primera vez que terminas en este estado.

- ¿Cuál estado? – quería que lo dijera con todas sus letras.

-Un ataque depresivo y ahogando tus penas en una botella de whisky.

El silencio fue uno solo dejándome guiar por Morfeo a la paz celestial por unas dichosas horas.

- ¡Aedus despierta! – su voz es lejana, sin embargo, al parpadear está cerca mío – las luces encendidas del techo impedían ver con claridad – Ya hemos llegado.

Todo mi cuerpo estaba adormecido. No sentía la mandíbula ni la lengua y además la garganta seca. Mis labios pedían agua desesperadamente.

-Quiero beber agua – dije apoyándome en su hombro para salir.

-Te la daré cuando entremos – con la vista borrosa vi que estamos en su modesta casa – no hagas ruido o mamá nos correrá a los dos.

Reí tambaleándome de un lado al otro, Aiden busca en sus jens gastado las llaves y trataba de no dejarme caer.

-Puedo solo – murmuré estando en el suelo de su porche sin poder evitar las carcajadas – Bueno... pensé que lo podía...

Y apoye la cabeza contra la pared volviendo a cerrar los ojos.

-No te duermas – pedía Aiden con voz baja – Ven levántate de ahí sino fueras mi hermano te dejaría dormir en ese lugar por necio.

-Yaaaaa – tapa mi boca para que me calle – Lamentoooo.... Anunciarte que tu amigoooo, tuuuu hermanooo es un desastre....

Con cuidado de no despertar a su madre subimos las escaleras. Cada vez que intentaba poner el pie en el siguiente debía sujetarme de la baranda porque iba a salir rodando.

El interior de su habitación había fotos pegadas por todas partes, la mayoría eran nuestras y Alvin aparecía en algunas. En las paredes blanca hay posters de motoqueros, surfeando y autos de fórmula 1. Dos camas, un armario del cual él mismo rompió las puertas porque le estorbaban y un escritorio con ordenador y muchos libros apilados. Tenía manía por leer romance creyendo que esas estúpidas historias de amor sucedían en la vida real.

¡Que idiotez!

-Ahora duerme que mañana debes trabajar – debería no hacerlo más.

- ¿De dónde conoces a Willom? – interrogue tomándolo desprevenido por su expresión de confundido.

-¿Por qué te interesa Willom? – una sonrisa se formó en sus labios insinuando algo - ¡Vaya esa mujer cautivo a Aedus Lennox – Taylor! – exclamo tiranse en la cama.

-Es una pregunta no te emociones de la nada.

-Pues me da gusto que conozca a una, ya que tu historial de mujeres esta vacío – avente una almohada en su cara - Si quieres puedo ser cupido – bromeo.

-Déjate de tonterías y responde – espete sin abrir los ojos.

-Es la hermana de Sienna – dijo con tristeza – pero no tiene una comunicación fluida.

-Eso me conto...

-Espera – se acomoda sobre un codo y de costado – ¿Estuviste cortejando a Willom y soy el último en enterarme?

-No solo la lleve a su casa porque llovía mucho – frunció su entrecejo – y...

- ¿Y? – repitió.

-Y conversamos por un largo rato.

-Hasta que te fuiste a emborrachar – recalco - ¿Ella te rompió el corazón? – dijo entre risas y otra almohada le cayó en su cara.

-Una cosa no tiene que ver con la otra, Aiden – en mi cara se reía - ¿Tu y Sienna?

-Situación complicada, cada vez la entiendo menos y ya no pregunte.

-Yo, sinceramente no podría aceptar a nadie en mi vida.

-Aedus déjate de estupideces o morirás solo, y ya duérmete.

Aiden metió su cabeza debajo de la almohada y se durmió, en cambio, yo quite la chaqueta porque me incomodaba y todo daba vuelta, volvía a la recostarme.

Ni siquiera tenía idea de que hora era así que obligue a mis ojos a dormir.

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Ni cinco horas dormí cuando Aiden comenzó hacer ruido despertándome. El constante martilleo en mi cabeza no me dejaba procesar lo que paso y el gusto amargo en mi paladar golpeaban mi estómago dándome arcadas leves.

La amortiguación de mi boca era tanta que debí realizar algunos movimientos antes de hablar.

- ¿Qué hora es? – pregunte tomándome la cabeza entre mis piernas.

-Van a ser las 10:00 am – tampoco no me importaba – tu celular no ha dejado de sonar y atendí. Tu madre estaba al borde un ataque de desesperación y Willom – alce la cabeza para mirar como elevaba sus cejas juguetonamente – también se notaba preocupada por ti ya que no has llegado a trabajar.

- ¿Algo más?

- ¡Que idiota eres Aedus! – exclamo – Ellas solo quieren saber si te encuentras bien, pero las ignoras. No eres el único afectado, entiéndelo.

Puso una toalla en su hombro y salió al baño. A diferencia de mi hogar, si se le puede llamar así, Aiden comparte baño con su madre.

Revise la cantidad infinita de mensajes hasta que se apaga totalmente. Necesitaba un baño urgente y cambiarme de ropa porque olía a alcohol. Antes de irme se le avise que nos veríamos en la empresa.

Tome las llaves del coche, baje corriendo por la escalera hasta detenerme en la puerta y ver hacia el comedor a su madre, pero ya no se encontraba. Su cariño maternal siempre me hacían verla como una madre. Sonreí al recordar sus palabras de aliento y moví mis pies a la salida.

Sobre la vereda esta estacionado un mugriento auto. Negué no creyendo lo que veía.

- ¡Que mierda hiciste Aedus! – me reprimía a mí mismo.

Tampoco podía dejarlo ahí tirado. Abrí la puerta y lo primero que olí fue el olor nauseabundo del whisky. Sentía ganas de vomitar. Baje todas las ventanillas para que entrara aire puro, aunque necesitaba más que eso, un lavado de emergencia.

Los dolores en mi cabeza punzaban de una manera extremadamente horrible, nada que unas pastillas no solucionen mi jaqueca.

Volví a casa esperando no encontrarme con nadie, pero vaya sorpresa que me llevé. Otra vez esa mujer insistiendo de nuevo. Sin reparar en su presencia subí a mi recamara, lógicamente mi madre caminaba detrás mío.

-Aedus – llama cuando entro a la habitación - ¿Por qué no llegaste a dormir? Casi muero del susto al venir a tu cuarto y no encontrarte.

-Dormí en casa de Aiden – sus ojos amenazaban con desatar la tormenta.

-Podrías por lo menos avisar y así no me preocupo en vano – espetó y esa tediosa mujer irrumpió sin ser invitada, mis ojos llenos de furia se clavaron en ella.

- ¡Dile que se vaya o no respondo por lo que le pueda pasar! – espete sumamente furioso.

- ¡Por favor, Bambi vete! – suplico mi madre sabiendo como reaccionaria sino se va.

-Sola pasaba a saludar – mostro una sonrisa más falsa que sus pechos - ¿Necesitas ayuda? – sus pestañas se movían a una velocidad impresionante acabando con mi paciencia.

- ¡Lárgate de mi habitación! – hable entre dientes.

Sin pensarlo dos veces la sujete del brazo sacándola a regañadientes frente a los ojos desorbitados de mi madre.

Así empiezan mis días, pésimos, llenos de ira y unas ganas de gritarle al mundo.

Perdido me quede debajo de la lluvia. El dolor no me permitía pensar con claridad otra vez tendría una discusión con mi padre. Ya no aguantaba vivir metido entre gritos que no llevaban a nada.

La posibilidad de irme volvía a rondar en mi cabeza. Necesitaba paz, tranquilidad y aquí, no la encontraría. Sentía demasiada presión en mis hombros como para seguir luchando conmigo mismo en una batalla sin fin.

Me vestí lo más rápido que pude saliendo a hurtadillas para que mi madre no me viera. Le envié un mensaje a Willom que la esperaba afuera y pretendía pasar el resto del día junto a ella.

Disfrutaría el momento, pero sin lastimarla o herirla. Mis palabras peleaban por salir en desahogo y que mejor que fotografiar la sonrisa más bella del mundo.

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