Capítulo 87
POV ANASTASIA
Inhalo y exhalo.
Inhalo y exhalo.
— ¿Estás segura de esto?— ¡Por supuesto que no!
— Si...— estamos aparcado enfrente de la casa de mi madre y yo estoy hecha un atado de nervios.
Hace más de tres años que no he venido de visita en casa de mi madre.
— Estás nerviosa... Es obvio que no estás segura— murmura Christian.
Quisiera decirle que se calle pero una vez más está en lo correcto. Estoy nerviosa... Muy nerviosa, tanto así que mis piernas se han convertido en gelatina y mis manos están transpirando.
— ¿Tú no estarías nervioso?— Replico
— Tal vez... ¿Quieres que te acompañe?
— No— no sé que encontraré detrás de esa puerta y no quiero exponer a mi hijo — quédate aqui con Ted, por favor, quiero hacer esto sóla.
— ¿Segura?
— ¡Si!— Grito. Maldita sea, Christian no tiene la culpa de nada.
Él me mira asombrado.
— Disculpa... No era mi intención gritarte— le digo avergonzada
— Ana, si quieres no hacemos esto y nos regresamos de inmediato a Seattle— me dice preocupado.
Si, huir sin enfrentar a Carla, sería lo más fácil, pero no me quiero regresar a Seattle con la sensación de «¿Que hubiera pasado si me enfrento a Carla?»
— Estaré bien... Lo prometo— me acerco a darle un casto beso en los labios. — Cuida de nuestro hijo— añado
— Y tú cuida de nuestro bebé—
Sonrío; «nuestro bebé» se escuchó tan bonito.
— Te amo... Mucho — añade sincero.
Las dulces y sinceras palabras de mi novio logran disipar un poco los nervios.
— Estaremos bien... Lo prometo— le digo — te amo... Los amo.
Christian me sonríe. Ted está ajeno a todo lo que está pasando y así debe ser, es sólo un bebé y no debe ser expuesto.
Salgo del coche.
El aire me golpea la cara, lo cual agradezco aunque el calor es horrendo. Camino hasta quedar frente a la puerta. Inspiro hondo y cuento mentalmente; 1 2 3 4 5. Con manos temblorosas toco la puerta.
Me volteo hacia donde está el coche con mi hijo y mi Christian. Ellos me observan, puedo notar que Christian está preocupado.
Todo estará bien.
Todo estará bien.
¿Que podría salir mal? Que Carla me grite, me de una bofetada.
Creo que no debí venir. Me doy la vuelta para regresar al coche pero me detengo al escuchar la puerta abrirse. Lentamente me doy la vuelta mientras mi corazón empieza latir más rápido.
— Anastasia— dice sorprendida la mujer que me dió la vida. La miro, está más delgada que la última vez que lo ví, su rostro es el mismo que hace tres años, sus ojos azules y su larga cabellera rubia.
— Mamá— balbuceo
Cierro los ojos y los abro de inmediato para asegurarme que tengo a mi madre enfrente de mí.
— ¿Que estás haciendo aquí?— Susurra conmocionada.
— Hola— es lo único que logro decir.
Hay tantas cosas que quiero decirle, hay tantas cosas que quiero reclamarle, pero el sentimiento de la emoción es lo que me domina.
Sin decir nada me abalanzo a sus brazos.
— Mamá. — Empiezo a llorar como niña chiquita.
Carla me envuelve con sus brazos.
— Hija... Estás aquí— susurra llorando.
Ella está llorando. Eso significa que está feliz de verme ¿O no?
— Le rogué tanto a Dios, volver a verte ante que me muera— dice acariciando mi cabello.
— Perdón... Perdóname por no ser lo que tú querías.
— Perdóname tú a mí, no debí darte la espalda cuando más me necesitaste... No sabes cuánto me arrepiento— añade llorando
¿Está arrepentida?
Me aparto para verle los ojos.
— ¿Estás pidiéndome perdón?— No lo ví venir, pensé que encontraría a una mujer fría y furiosa conmigo.
— Si, yo... Sé que no merezco tú perdón— me toma las manos— pero aún así quiero que me perdones.
— Mamá, si estabas arrepentida ¿Por qué no me buscaste?— Le reclamo
— Por vergüenza... Muchas veces quise llamarte para saber cómo estabas pero ¿Con qué cara te iba mirar después que te traté tan mal por teléfono? Sentí que no merecía nada de ti— agacha la cabeza avergonzada.
— Oh mamá— la vuelvo abrazar
— He Sido una pésima madre... No merezco nada de tí, aún así te suplico que me dejes enmendar mis errores.
Seguramente Ray no estará de acuerdo pero le daré otra oportunidad. No ha Sido la madre perfecta, pero ¿Quien lo es? Todos cometemos errores. Yo no sé si seré una gran madre para mis hijos, si me equivoco con ellos, pediré perdón y trataré de aprender y a no cometer los mismos errores, por eso no quiero negarle una oportunidad a Carla, ella se equivocó así como seguramente lo haré yo con mis hijos.
— Mamá— me aferro a ella
— Ojalá pudiera devolver el tiempo, decirte; estaré siempre contigo, yo sólo quiero que seas feliz.
Lloramos hasta que nos quedamos sin lágrimas.
— Mejor entremos, no quiero que los vecinos llamen a la policía por lloronas.
— ¡Espera!
Corro hacia el coche donde Christian me observa atentamente.
— ¿Todo bien?— Me pregunta cuándo Jason abre la puerta trasera
— Mejor de lo que esperaba, ven... Quiero que conozca a tu suegra.
— ¿Y Ted?
— Quiero que él conozca su abuela.
Estoy feliz, no quiero pensar si estoy haciendo lo correcto o no, sólo quiero disfrutar éste momento de felicidad.
Christian sale del coche con nuestro hijo en brazos y caminamos hasta quedar enfrente de Carla.
— Mamá, te presento a tu yerno y tú nieto—
— ¡Oh Dios!— Ahoga un grito con sus manos y su mirada se dirige a Ted — es precioso ¿Puedo tomarlo en brazos?— Christian me mira cauteloso, yo asiento.
A regañadientes Ted deja los brazos de su padre
— Hola — le dice mi madre cariñosa a Ted— yo soy Carla... Tú abuela— añade y sus ojos se llenan de lágrimas.
— ¿Abuela?— Replica Ted.
Mi madre sonríe feliz y besa las mejillas de mi hijo.
— Oh cariño— lo abraza y besa su cabecita — eres tan hermoso como tú madre— Christian y yo nos miramos. — Gracias— me dice mi madre emocionada.
Después de besar y abrazar a Ted, Carla saluda educadamente a Christian y nos invita entrar a la casa.
Entramos a la casa. La casa no es muy grande, pero todo está decorado de distintos colores... Cómo mi madre. Las paredes son color beige, los muebles son de color caoba y las cortinas son azul cielo.
— Siéntense— nos dice.
Nos sentamos en el sofá más grande y ella lo hace en el más pequeño. Ted empieza curiosiar. El tomo un adorno de la mesita de noche.
— Cariño deja eso dónde estaba— le riño
— No te preocupes por esa baratija — me dice mi madre.
Ted empieza jugar con el muñeco. Sólo espero que no lo rompa.
— He leído algunas cosas de ustedes en los periódicos.
— Seguramente mentiras y patrañas— espeta Christian
Yo no he querido leer nada, no quiero leer como la prensa hace un festín conmigo.
— No lo sé, he leído muy poco. Bob dice que leer chisme es de gente ociosa.
— ¿Cómo está Bob?— Le pregunto por mi padrastro
— Está bien, seguramente no tarda en llegar.
Decido decirle el motivo de mi visita en Savannah.
— No sé si has leído, pero Christian y yo nos casaremos en una semana más.
— ¡¿Enserio?! ¡Felicidades!
— Gracias — responde Christian
— Cuide mucho a mi hija, hágale feliz... Ella más que nadie merece ser feliz— mi corazón da un brinco. Está diferente.
— No sé preocupe, adoro a su hija y haré lo que sea para que ella sea feliz.
No puedo evitar esbozar una sonrisa sincera.
— Mamá, yo estoy aquí para pedirte que me acompañes el segundo día más importante de mi vida—
— Oh... No sabes lo feliz que me hace— sonríe feliz
— tu y Bob están cordialmente invitados— añade.
— Muchas gracias mi niña— sube a Ted en su regazo mientras él no suelta el muñeco que mi madre tenía en su mesita como adorno.
— ¿Puedo saber cuál es el día más importante de tu vida? Ya que acabas de decir que nuestro matrimonio será el segundo día más importante de tú vida— dice Christian serio
Pongo los ojos en blanco.
— El día en que nació mi hijo... Ese es el día más importante.
Pasamos una tarde muy agradable y feliz con mi madre, ella estaba encantada con Ted, y mi niño estaba feliz con un muñeco.
***
Nos despedimos de Carla, y Christian le ofreció mandar el jet para ella y Bob, pero mi madre se negó y dijo que tomaría un avión y pagaría por su boleto. Lamentablemente no vimos a Bob, espero que pueda ir a la boda.
Ahora estamos arriba del jet nuevamente, vamos de regreso a Seattle. No puedo negar que me siento aliviada y feliz, pero hay algo que está molestandome.
— ¿Puedo preguntarte algo?— Le digo a Christian.
Ted duerme plácidamente en los brazos de su padre.
— Por supuesto.
— Tu una vez me dijiste que te gustan las castañas.
— Si ¿Por qué?
— Y me dijiste que no contratabas a mujeres de cabello castaño, por qué te atraen
— ¿Adónde quieres llegar?— Pregunta curioso
— Natalia es castaña... ¿Acaso...
— No— me interrumpe — Ana, que Natalia sea castaña no significa que me lo haya tirado.
— ¡Christian!— Le llamo la atención
— Qué.
— Tienes a Ted en tus brazos.
Él suelta un suspiro
— ¿Estás celosa de Natalia?
— Tal vez.
— No estés celosa por favor, yo sólo tengo ojos para ti... Y si te molesta la presencia de Natalia la despido — ¡¿Que?! ¡¿Así de fácil?!
— No, yo sólo quería saber... No la despidas por una estupidez mía.—
Él toma mi mano y se lleva a sus labios.
— ¿Tienes idea lo importante que son Ted y tú para mí?
— Ahora lo sé— le sonrío a la vez que me regaño mentalmente por ponerme celosa de una de sus empleadas.
— Ted, tú y el bebé son mi vida... Los amo demasiado, quiero vivir por y para ustedes — oh, que lindo.
— Te amo.
— Yo a tí.
Sonreímos como bobo. Ahora sólo me falta hablar con Ray, espero que se sienta feliz por mi reconciliación con Carla.
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