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Capítulo 78

   POV CHRISTIAN

Anastasia mira por la ventana, sé que le entristece dejar su padre, su pueblo. Ella de vez en cuando mira hacia atrás para verificar si Ted, viene bien. Nuestro hijo duerme plácidamente, mientras yo conduzco hacia Seattle.

— ¿Estás bien?— Le pregunto.

Dime qué estamos haciendo lo correcto nena, yo te quiero a mi lado, pero feliz no triste.

— Estoy bien, es sólo que extrañaré a mi padre, pero supongo que es normal sentirme así.

— Tú padre es un gran hombre, y ya sabes que cuando quieras verlo, regresamos a Montesano o puedo enviar a Jason por él, para llevarlo a escala.

— Lo sé.

Hay algo más que quiero decirle.

— Escuché tú conversación con tú padre— no me confíe y escuché, no quería que Ray, convenza a mi nena de no casarse conmigo.

— ¡¿Que?!— Se gira bruscamente hacia mí.

— Quería asegurarme que tú padre no te convenza de querer casarte conmigo— pero no es de eso que quiero hablarte

— Es mala educación oír conversaciones ajenas— me riñe.

— Lo sé, de todos modos quise oír... Ana, quiero preguntarte algo.

— Pregunta.

— ¿Quieres hacerte cargo de SIP, después de regresar de nuestra luna de miel? Sé que anhela terminar la universidad, y éste nuevo bebé ha complicado tus planes, pero yo quiero darte un empujoncito para que cumplas tus sueños.

— ¿Estás hablando enserio?— Me Pregunta asombrada

— Si, aunque reconozco que quisiera tenerte todo el día en casa y que cuides de nuestros hijos, pero mi parte razonable me dice que no sería justo para tí... Quiero que cumplas tus sueños.

— No sé que decirte, me has pillado por sorpresa—

— No digas nada ahora, sólo dime qué lo pensarás.

— De acuerdo— me regala una sonrisa— gracias.

El agradecido soy yo nena, me estás dando una vida y una familia.

— Eres inteligente, sé qué podrás sacar adelante la editorial... Confío en tí.

— No sé cómo hacerlo, pero te confieso que mi sueño es ser editora.

— Lo será... Y no te preocupes por nada, yo te ayudaré.

Su sonrisa se ensancha, haciendo que mi corazón se hinche. Yo le devuelvo la sonrisa.

   ***

Llegamos a Seattle, Ana, se ve más entusiasmada.

En el vestíbulo está Gail Jones, Jason, y Luke Swayer.

— Bienvenidos— nos dice Gail.

— Gracias señora Jones— respondo.

— Ana, él es Swayer, y desde este momento será el encargado de tú seguridad.

— ¿Cómo?— Me pregunta Ana sorprendida.

No pensarías que iba dejarte andar sola por ahí ¿Verdad?

— Un gusto en conocerla, señorita Steele, y no se preocupe, no notará mi presencia.— Dice Luke.

— Eso está difícil, pero se lo agradezco.

— Papi— Ted despierta, él durmió desde que salimos de la casa de mi abuelo.

— Despertaste campeón— le digo, él bosteza.

— Iré a cambiarle el pañal— añade Ana

— Ok.

— Le preparé algo para comer— nos dice Gail.

— Se lo agradezco.

   ***

Ya es de noche, y por hoy no regresé a la oficina, me quedé todo el resto del día con mi hijo y mi mujer. Ahora mi hijo acaba de quedarse dormido y yo voy en busca de Ana.

Entro a mi biblioteca y me encuentro con Ana mirando con intriga a la mesa de billar que tengo.

— Estabas aquí.— Le digo.

— No sabías que jugabas a esto— señala la mesa.

— Soy muy bueno ¿Tú sabes jugar?— La desafío.

— Tal vez...¿Un partido? —me ofrece Ana mientras toma un taco de la estantería.

—¿Sabes jugarlo? — le pregunto ligeramente sorprendido.

— ¿Jugamos? —insiste.

—Vale. Juguemos.

Esto se ha puesto interesante.

Y así pasamos un agradable rato. Me sorprende lo bien que juega Anastasia. Es una jugadora formidable. Por cada partido que gano yo, ella gana otro.

—Ana, ¿quién demonios te enseñó a jugar así?

—Pues... aprendí por ahí. — me responde con sorna, añade: — me enseñó mi padre.

—¡Ah! — Exhalo aliviado.

Me habría cabreado de imaginar a algún mierda abusando del privilegio de mostrarle a mi Ana como jugar acercándose más de lo debido. Ella es mía. Siempre.

Mira la hora y suspira. Hago lo mismo y veo que ya tenemos dos horas jugando y al mirar la pizarra, me doy cuenta de que estamos empatados. Yo juego a ganar. Y por la sonrisa en su hermoso rostro, sé que ella también quiere ganar.

—Ana, estoy hambriento. Juguemos una última ronda y vamos a cenar. ¿Por el desempate? — le propongo.

—Vale. Pero hagámoslo más interesante.

—Mmm... ¿Que propones?

—Por cada vez que uno de nosotros se ahogue o le anoten puntos, se quite una prenda.

—¡¿Perdón?!

—¿Te tengo que explicar todo? — Riñe y pone los ojos en blanco, —Si tu metes una bola, yo me quito ropa, si yo anoto, te la quitas tú. Lo mismo si te ahogas. ¿Ya captaste?

Me explica como si fuera un niño. Me divierte verla tan segura de si misma y tan atrevida. ¿Dónde está mi Anastasia tímida? ¿Quién es esta diosa que tengo frente a mi? ¡Me encanta!

—Si, si, si... Ya entendí. ¿Estás lista para quedarte desnuda sobre mi mesa de billar?

—¿Y tú? -—me desafía.

Acomodo las bolas sobre la mesa, listo para ver a mi mujer en toda su gloria, – de nuevo – en la tarde hicimos el amor en mi cama. Ahora quiero conservar mi invicto. Nadie me ha ganado en el billar, ella no será la primera en hacerlo. Además quiero follarla aquí.

Le cedo con caballerosidad el turno para que tire primero y de ahí, pues comenzamos. En los primeros tres tiros ella metió dos bolas, después falló. Me hizo quitarme los zapatos y los calcetines, y se justificó diciendo que no quiere que termine tan rápido el juego.

Al llegar mi turno, meto tres bolas y la hago que se quite el suéter, los zapatos y los calcetines, –como yo – y continuamos jugando.

A continuación, mete tres bolas de un solo golpe. Fue un tiro asombroso. Levanto la mirada y ella sonríe abiertamente. Me quita el taco de la mano y lo recarga en un sillón.

—Ay Christian... Está siendo un placer jugar contigo.— me dice mientras me quita la camisa, la corbata y el pantalón.

— No cantes victoria, Ana. Esto no ha terminado. — le respondo y vuelvo a tomar mi taco.

Como revancha, meto las bolas restantes y ella me mira retadora. Se levanta la camiseta y veo dentro de su brasier sus turgentes pechos. Se ven igual de bellos que la primera vez. Se quita el pantalón y de inmediato algo en mi entrepierna despierta y se hace presente.

Ana mira mi polla cubierta por la tela de mis bóxer y se muerde el labio provocándome más. Se quita el brasier y solo con el tanga puesto se contonea rodeando la mesa de billar y colocando una moneda sobre una bola y marcando al rededor un círculo sobre el plano rojo.

—Ambos estamos solo en "ropa interior". Para definir al ganador. Si logras tirar la moneda dentro del círculo, tú ganas.

Mmm...

Y vaya premio que voy a obtener. Tomo mi taco y completamente excitado me acomodo para hacer el tiro. Al momento de apuntar y golpear, Ana me da un azote en la nalga que me hace fallar.

Tiré la moneda fuera del círculo y ella al ver lo que ha provocado me mira pícara y muerde su labio.

—He perdido... ¡Y fue tu culpa! —le recrimino por haberme hecho fallar.

—Lo siento. No me pude contener. Tienes un culo muy hermoso. —me responde fingiendo inocencia.

Tiene una apariencia encantadora a pesar de la sensualidad que irradia al estar casi desnuda frente a mi. Me acerco a ella para exigir mi premio y ella también se acerca a mi.

Me besa con lentitud y me tira del cabello. Yo solo le respondo y recorro su cuerpo. Se aparta de mi y me guiña el ojo.

—Para no herir tu orgullo, vamos a fingir que ganaste. ¿Vale?

¡¿Qué?! Me hizo fallar y todavía me va a dejar deseoso de ella. Eso sí que no. Me la follo porque me la follo.

Está por irse de la biblioteca y tiro de su brazo para atraerla a mi. Pongo su mano sobre mi erección y ella me mira deseosa de más.

—Mira como me tienes... ¿Me vas a dejar así?

—¡Oh, Christian! —murmura y de pronto se pone de rodillas frente a mi.

Me baja los bóxer y se mete mi polla enloquecida a la boca y comienza a chupar con ansiedad y mucha fuerza.

Lo que me provoca esta mujer. Me está volviendo loco de deseo.

Mete, saca. Vuelve a meter y a sacar mi pene de su boca y roza con los dientes la punta. Así continua, una y otra vez. Y vuelve a meterlo a su boca. ¡Me está dando una excelente mamada! ¡Esto es la gloria!

—Ana... Ana... Oh... nena...— consigo balbucear al correrme.

Ella se aparta de mi con una sonrisa y se pone de pie.

—Es insaciable, señorita Steele. — le respondo y la tomo en mis brazos.

La subo a la mesa de billar y la obligo a tumbarse. Le retiro el tanga y comienzo a besarla recorriendo sus piernas. Llego al vértice de sus muslos y chupo y mordisqueo el centro de su femineidad con avidez. Ella solo sube sus pies sobre mis hombros y gime extasiada. Introduzco en su vagina dos dedos y ella los aprisiona al contraerse. Está a punto de estallar. No me voy a detener. La voy a volver tan loca, como ella a mi.

Siento como llega al orgasmo en torno a mis dedos y permanezco ahí hasta que remiten los espasmos. Me incorporo y de nuevo empalmado la penetro de un solo golpe. Ella grita sorprendida y extasiada.

—Christian, no te detengas. — me ordena Anastasia.

Me retiro un instante y la giro para que quede boca abajo, vuelvo a introducirme en ella y la hago mía de un modo salvaje.

Al sentir de nuevo que ella se corre, me retiro y la tumbo por completo sobre la mesa y subo tras ella. Así pasaron horas...

Ella hizo de mi lo que le vino en gana.

Yo me la follé de todas las formas habidas y por haber.

Aún cuando el cansancio era bastante, ninguno quería parar.

—Christian... más... dame más... — me urgía ella entre suspiros.

—Si, nena... ¿que quieres?— le pregunto dispuesto a complacerla.

Ella mira la escalera que está a un lado de un librero y la llevo hasta allá en mis brazos. Me toma del cuello y de nuevo entro en ella. La penetro con fuerza y ella me besa y muerde los hombros, el cuello, los labios. Tan ansiosa de mi, como yo de ella.

   ***

— Wow— susurra mi Ana, con voz adormilada.

— Me has sorprendido nena... Estabas muy ardiente— le digo satisfecho

— Creo que son las hormonas... Los primeros síntomas del embarazo.

— ¡¿Y será así todo el embarazo?!— Estoy entusiasmado. Si es así, me encantará tenerla embarazada.

— Por lo general, el libido de la mujer aumenta en el embarazo.

¡Genial!

Estamos encima de la alfombra, ella está encima de mi. Ambos estamos exhausto por todo lo que hicimos. Deduzco que ya es media noche.

— Ven, vamos acostarnos—

— Está bien... Iré a darle un beso a Ted, y regresaré a tú cama... Pero esta vez dormiremos, me has dejado agotada— se levanta

— Aunque me encantaría hacerte el amor, te dejaré descansar...

Nos vestimos y salimos de la biblioteca. Ha Sido realmente agradable.


Muchas vistas y pocos votos en comparación con las vistas. Ojalá y las lectoras fantasma se hicieran notar. 😔😔

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