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Capítulo 56

           POV  ANASTASIA

Me siento mareada por todo lo que me ha confesado Christian, y aunque trato de fingir que no me afecta, me revuelve el estomago imaginar a esa maldita bruja de Elena con Christian. ¿Cómo una mujer adulta con su cinco sentidos seduce a un niño? Pienso en Christian, en Ted y todo mi cuerpo se hiela. ¿Acaso Grace permitió que abusen de su hijo?

—No lo pienses demasiado—Christian toma mis manos—todo lo que te he dicho forma parte del pasado, tu y nuestro hijo son mi presente y espero que sean mi futuro.

Le doy un sonrisa.

— ¿Qué sucedería si alguien le hace lo mismo a Ted que Elena hizo contigo?

—Anastasia, eso no sucederá... y si llega a pasar, yo lo mato— afirma —si lo pones desde esa perspectiva, lo que Elena y yo hicimos no estuvo bien... pero en ese momento yo era un crío cachondo y cabreado con el mundo, y Elena una mujer sexy y bonita. No pienses en eso por favor

¡¿Cómo no quiere que piense en lo que Elena hizo con él, si acaba de decirme que no estuvo bien?!

—Puedo entenderte a ti, pero no me pidas que entienda esa mujer.

—De acuerdo, ¿Puedo darte un beso?—Sé que quiere distraerme para no seguir ahondando en Elena.

¡¡Odio esa bruja!!

—Esta bien.

Toma mi rostro con sus manos y pega sus labios con los míos.

Lo amo y él me ama a mi y esta vez no dejaré que esa mujer nos separe.

—Quisiera llevarte al dormitorio que tengo aquí—susurra contra mis labios.

—¡Christian!— Chillo avergonzada y escondo mi rostro en su cuello.

—No sé si pueda aguantar mucho tiempo sin hacerte el amor...—añade y me abraza con fuerzas.

—No creo que sea muy educado hacer eso... Aquí— murmuro.

Él me sigue sosteniendo de la cintura y comienza a recorrer mi cuello con sus labios y siento como mi piel se estremece por que ya sé que es lo que quiere; y yo también.

Lo beso y a cada segundo se vuelve más intenso. Más voraz.

No sé cuánto pueda contenerme. Yo trato de apartarme, pero la sensación es abrumadora. Lo deseo aquí y ¡Ahora!

Lo sostengo de las mejillas y él me mira con deseo. Dios... No me puedo contener. No quiero hacerlo. Bueno si quiero hacerlo.

Vuelvo a besarlo y él me levanta. Cruzo mis piernas alrededor de su cintura y me lleva a otro lugar. Es un prado apartado del jardín. Está completamente repleto de flores. Me deja en el pasto y se quita su chaqueta. Se acerca a mi y vuelve a besarme. Yo me aferró a él y le desabotono con prisas la camisa. Se aparta un instante y me quita lentamente la sudadera, a la vez que recorre cada parte ahora desnuda con sus dedos y sus labios.

—Eres tan bonita... Tan hermosa...— murmura contra mi piel mientras me sigue sacando la ropa.

—Ah... No pares— le pido y recorro su torso desnudo con mis dedos.

Él continua besándome y escucho como se desabrocha el pantalón. Me desabrocha el pantalón y lo baja, y con sus labios  y sus dedos recorre mis piernas, haciendo que me estremezca. Me toma de la mano para que baje a su lado y me hace sentarme sobre su entrepierna. Yo trato de acomodarme y el aparta mis bragas con sus hábiles dedos para comenzar a frotar mi sexo.

Él continua acariciándome y evita que me aparte, entra en mi lenta y suavemente, acariciando mis pezones con su lengua y frotando mi clítoris con sus dedos.

Me acomodo y el gime sobre mi pecho. Comienzo a moverme de atrás para adelante y lo beso. Acallamos nuestros gemidos, uno en la boca del otro y así continuamos hasta que sin más, llegamos al orgasmo, susurrando nuestros nombres.

—Christian... Me encanta tenerte tan cerca de mi... Pero te recuerdo que estamos en casa de tu abuelo— murmuro recostada en su pecho.

Trato de apartarme de él, pero tiene sus piernas entrelazadas con las mías y me sostiene de la cintura. Yo estoy completamente desnuda, él se quedó con los pantalones puestos...

—No vendrá a este lugar, si te refieres a eso— me besa y deja caer la cabeza sobre el césped.

—Pero alguien podría vernos...— insisto.—Ted, puede escaparse del cuidado de tú abuelo.

—Mierda— masculla y mira para todos lados.

Ve cerca de él su americana y su camisa; se incorpora y va a por ellas. Comienza a juntar mi ropa que está regada en el sitio y me las entrega  para ayudarme a vestirme.

Él se queda viéndome mientras frunce el ceño.

—¿Dije algo malo?— le pregunto al verlo con el ceño fruncido.

—No, pero nadie más que yo te va a ver en toda tu gloria. Eres mía— me responde posesivo y vuelve al pasto junto a mi.

Me ayuda a calzarme las converses y al ver que estoy lista, me tiende la mano para tirar de mi y ayudarme a levantarme. Lo hace en un movimiento tan brusco, casi volvemos a caer, pero conserva el equilibrio y me aferra con fuerza de las caderas.

—Solo mía— gruñe y me besa.

Si así me besa ahora, ¿cómo lo haría estando en privado? Muero por averiguarlo.

Aunque también me encanta que sea posesivo conmigo. Me da certeza de que le importo.

Me toma de la mano al apartarse y volvemos al interior de la casa. Está todo en silencio, y no sé si su abuelo o tal vez Olivia se dieron cuenta de lo que  hicimos...

—¿Qué tienes pensado hacer el fin de semana?— me pregunta Christian de pronto.

¿Qué tengo pensado hacer el fin de semana? Nada.

No tengo empleo, así que como no sea quedarme en casa con Ted, mi padre, y que Olivia vaya de visita, no tengo planes.

Sonrío nerviosa y cuando le voy a responder vuelve a hablar.

—Me gustaría que vinieran conmigo a Seattle, tú y mi campeón. Les voy a mostrar algo que sé que le encantará a Ted, y servirá para que compartamos más tiempo juntos.

—¿Eh? ¿De verdad?— le replico impresionada por la emoción con la que lo dice.

—¡Claro! Sé que te va a parecer apresurado, pero mi cumpleaños será el sábado y mis padres cada año me agobian con eso de las fiestas... Yo no quiero una celebración así. Y me gustaría  pasar ese día tranquilamente contigo y nuestro hijo. Juntos.

—¡¿Tú cumpleaños?¡—Mierda...debí saber la fecha de su cumpleaños, ahora debo pensar en un regalo para  un hombre que lo tiene todo.—Pero le va a agradar a tu familia que no pases ese día tan especial con ellos?

—Pues no lo sé, pero me gustaría que sea diferente este año. Seremos solo tú, Ted y yo. Y me encantaría porque podremos pasar tiempo juntos, sin interferencias de nadie. Ni trabajo, ni mis padres, ni tu padre, ni mis hermanos, ni el abuelo... Solo nosotros tres. ¿Qué dices?

—Pues... Me intriga saber que es lo que nos vas a mostrar que le encantará a nuestro hijo.

—Pues acepta pasar este fin de semana conmigo y lo verás. También te encantará. Te lo aseguro.

—Esta bien. Será estupendo.

Me da un beso en la frente y me abraza.

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