Capítulo 9: Hacia la aldea humana
Esta foto de Thranduil iba a ser la portada si la historia sólo fuese de él :3
Pero hubieron cambios y aquí estanos con Thorin :3
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El grupo de elfos que habían salido tras la estelar regresaba al palacio con la cabeza baja y arrastrando los pies, pues sabían que no precisamente los iban a alabar por su trabajo. Legolas era el único que mantenía la mirada al frente y caminaba al primero. Su padre estaba delante de su trono moviéndose impaciente de un lado a otro. Los miró desde las alturas cuando llegaron y frunció el ceño cuando vieron que no traían a la chica. Se sentó con las piernas cruzadas en el trono esperando ver que excusa traían por no haber cumplido sus órdenes.
Un minuto después, Legolas se presentó delante de él, seguido del resto de los elfos.
- Ada... - empezó.
- Su Majestad - le corrigió él con voz y ojos duros.
- Su Majestad... - volvió a empezar Legolas - La estelar y los enanos han conseguido...
-...escapar - Thranduil terminó la frase desafiando a su hijo con la mirada.
Legolas asintió y bajó la cabeza. Ahora es cuando venía la parte que el rey no quería oír.
- Se tiró desde la presa a la cascada - confesó - Buscamos por los alrededores, pero la espuma y el vapor no nos dejaron volver a verla.
Thranduil se quedó sin aliento un momento con un nudo de agobio en su garganta y apretó con fuerza los reposabrazos de madera de roble de su trono hasta dejar los nudillos blancos. No, no podía haber muerto. Necesitaba sacar el enfado que tenía dentro como fuese.
- Traedme al orco de las mazmorras - dijo levantándose rápidamente.
Los elfos detrás de Legolas bajaron corriendo, y Legolas miró a su padre algo aturdido. Estaba cogiendo su espada y poniéndola en su cintura.
- ¿Vas a interrogarle ahora? - preguntó.
- Tú que crees.
Cuando Thranduil le obligaba a su hijo llamarle por su título y contestarle tan fríamente, estaba realmente enfadado y decepcionado. Legolas sabía que el orco ahora sólo sería torturado por gusto para aplacar la ira de su padre.
Los elfos centinelas empujaron al orco herido escaleras arriba, hasta hacer que cayese de rodillas delante del rey elfo, que caminaba con tensión de un lado a otro, con la espada en su cintura. Su aura de enfado era palpable, tanto, que el único elfo que no estaba intimidado era Legolas, que se quedaba a presenciar el interrogatorio.
El orco miró con asco al elfo coronado. De todos los días que tenía para ser capturado, este era el peor de ellos con diferencia.
- Que rondáis en mi bosque - su voz era tan grave y tan agresiva que no necesitaba gritar - Habla, y si tus respuestas me satisfacen, te liberaré.
El orco gruñó y empezó a hablarle en su propio idioma al elfo, pero el rey sacó su espada rápidamente apuntando con ella a su cuello y presionando un poco.
- No me encuentro muy paciente hoy - Thranduil tenía los ojos cerrados, que abrió amenazante - Habla que pueda entenderte.
El orco gruñó antes de empezar a hablar.
- Thorin... hijo de Thrain... - siseó con voz chillona y rota - Mi rey quiere su cabeza... lo quiere muerto.
- Azog el Profanador, si no me equivoco - dijo Thranduil caminando a su alrededor - ¿Y dónde estaba tu líder en el asalto? Ese orco albino no estaba en primera línea de batalla.
- Atacar no fue una orden suya - dijo el orco desafiando el hermoso rostro del rey elfo.
- No es tu rey el único que quiere muerto a Escudo de Roble... ahora.
Thranduil le dio la espada pensativo.
- Desde cuándo vais tras ellos - dijo con el mismo tono.
Al orco le descolocaba ese interrogatorio un poco, pues al rey le interesaba más saber desde cuándo buscaban a los enanos que el por qué del ataque a su palacio.
- Desde las cuevas de los trasgos...
- Así que... fueron vuestros pulgosos huargos los que mordieron y estropearon el níveo brazo de Zoba.
Antes de que el orco pudiese hablar, o preguntar a qué se refería el rey, Thranduil sacó su espada con gran velocidad y cortó de un tajo la cabeza del orco, que cayó rodando al suelo con un sonido sordo. Luego, agitó su espada una vez con velocidad, para limpiar la sangre de su hoja. Legolas apretó la mandíbula mirándole.
- Dijiste que le liberarías...
- Y tú dijiste en tu jura de bandera al ser capitán de guardia, que cumplirías todas mis órdenes - Thranduil lo miró enfadado, pero en sus ojos había algo también herido - y no lo has hecho.
En ese momento, llegaron otros dos elfos centinelas, que se arrodillaron ante él.
- Su Majestad, hemos registrado todo el perímetro del río un kilómetro más abajo de la cascada. No hay ningún cadáver, pero entre las huellas encontradas del grupo de enanos, ninguna tiene los pies pequeños como los de la mujer.
El rey cerró los ojos con pesadez y después de guardar su espada, se dirigió a sus aposentos con paso lento, arrastrando su elegante gabardina.
- Sé que está viva... lo sé... lo siento, lo noto... mi hermosa estelar...
Hizo un gesto despectivo levantando un brazo delante de los guardias del pasillo, para que ninguno le molestase y le dejasen en paz. Entró luego en su enorme y lujosa habitación, y fue directo a su mesa a servirse una copa de vino, y dejó la botella al lado de una cesta con fruta fresca.
Sobre su cama, estaban puestas las dagas dobles de Zoba, brillantes y hermosas, y Thranduil se sentó en la cama al lado de ellas, acariciando su empuñadura dorada con dos dedos y delicadeza.
- "Eileen, la cazadora de cazadores" - mencionó bautizando el arma - "Aquella que matará a todo aquel que quiera matar a su dueña, y siempre, siempre, cuidará de ella".
Él retiró la mano del arma, que dio un suave brillo aceptando su nombre y su misión, como si fuera un objeto mágico. Thranduil acarició tambien la hoja del arma, y abrió los ojos con un gesto de sorpresa, descubriendo el secreto de la hoja. Él dio un sorbo a su vino y miró al frente.
- Elrond de Rivendell... eres mucho más listo de lo haces ver - dijo levantándose y caminando - También te ha importado mucho la estelar y se que deseas protegerla... has sido muy acertado, yo no tanto quitándole el arma.
Se paseó por su cuarto moviendo suavemente su copa pensativo, con los ojos cerrados.
- Los enanos están sin comida, armas ni dinero. Su unica salvación es continuar río abajo, en dirección a la Aldea del Lago... - abrió los ojos mirando por su ventana - al poblado humano. Seguramente roben como ratas que son, se pueden meter en problemas... pero ese enano sabrá cuidar de ella.
Thranduil se echó otra copa de vino y se apoyó con los dos brazos en su mesa con la cabeza baja. Dio un bufido largo y grave, apretando los dientes. Estaba enfadado, celoso, ofendido. El rey siempre obtiene todo lo que quiere, y esta vez no sería la excepción.
Se sorprendió a sí mismo pensando en cómo ayudar a ese grupo, sólo para asegurarse de que Zoba estaba bien, pues ella sería suya, cueste lo que cueste. Y de momento, sólo se le ocurría una forma.
Miró de reojo a la cama, viendo el arma mágica, y sonrió suavemente. Abrió un cajón sacando un guante de cetrería que se colocó en el brazo derecho, y se acercó hasta un tronco empotrado que tenía en su cuarto, con un agujero en el centro. Silbó con suavidad caminando hacia él, y un enorme buho de color rojo y ojos azules salió dando un bostezo.
(No es un editado, este animal existe, es un búho de Madagascar :3)
El búho se subió a su brazo enguantado y Thranduil acarició con las yemas de sus dedos el pecho del búho.
- Ah, Parvis, Parvis... - dijo observando los ojos azules de su mascota - ¿Cómo no se me ha ocurrido antes?
*
Esa noche, los enanos acamparon en una pequeña zona boscosa al lado del río, después de pasar todo el día caminando rápidamente. No tenían armas ni nada con lo que cazar, pero habían recolectado frutas silvestres al caminar, y a pedradas matado un pequeño conejo. Mientras unos hacían la hoguera y preparaban el terreno, los otros fueron al río a cazar ranas.
Por la noche, todos se sentaron en círculo alrededor de una pequeña hoguera, durmiendo y roncando, menos el que montaba turno de guardia, exceptuando a Zoba y a Bombur, que este último se había merecido su cena y su noche durmiendo sin interrupción.
En ese momento le tocaba a Thorin montar guardia. Estaba despierto mirando la hoguera sentado, y entre sus piernas tenía sentada a Zoba, que dormía apoyada en él. Ahora con la barriga llena y su cuerpo seco, dormía plácidamente arropada por los brazos del enano y su su abrigo de piel.
Thorin la observaba en silencio, cómo bailaban las llamas de la hoguera en los reflejos de su pelo. Ella estaba dormida delante del fuego que tanto miedo le daba, envuelta en la oscuridad que le asustaba, entre los brazos del Escudo de Roble.
Thorin comprendía que Zoba se sentía muy protegida y cómoda como para estar así. Bajó la mirada hacia su brazo, viendo que estaba totalmente curado y lo acarició despacio. No, curado no, escondido. Thorin recordó la cara de Thranduil mostrando su cicatriz y sacudió la cabeza, pero en el fondo, le agradeció haberle sanado el brazo.
Ahora, el líder enano tenía que pensar cómo ganarse la vida en la Aldea Pesquera del otro lado del lago con los humanos, y llegar a tiempo a la Montaña Solitaria antes de que el día en que se revele la cerradura pasase. Era un estrés que tenía escondido.
Miró a la luna, viendo que su tiempo de vigilancia había pasado, y sin ninguna piedad, cogió una piedra del suelo para lanzarla al otro lado de la hoguera, despertando a Gloin, y mandandole callar en silencio, indicando que era su turno de vigilar.
Luego rodeó a la estelar y a sus rodillas con sus brazos y se relajó para descansar lo que quedaba de noche.
*
Esa misma noche, mientras los enanos descansaban, Thranduil llevaba a cabo su plan. Llamó a Legolas a su cuarto, mientras que colocaba en una de las enormes patas del buho un paquete vendado para que no se cayese. Su hijo entró mirándole.
- ¿Si, Ada?
- Tengo una misión para ti - dijo sin quitar la mirada del búho - Y esta vez no quiero fallos. Seguirás a Parvis durante su vuelo; él te indicará dónde esta Zoba. Lo único que tienes que hacer es vigilar que llegue sana y salva a la Montaña Solitaria y que recibe el paquete que lleva en su pata. Me informarás de todo.
- ¿Quieres que me quede hasta que reciba el paquete y vuelva para comunicártelo?
- No - el rey sonrió confiado - Volverás cuando Zoba mate al Dragón. Entonces volverás y marcharemos con el ejército hacia Erebor a recuperar lo que es nuestro.
Legolas observó a su padre y recordó por un momento las palabras que Zoba le dijo antes de caer por la catarata. Estaba de acuerdo con ella, su padre era un buen hombre. Si tanto se preocupaba por ella, no podía ser un antojo de una mujer o un capricho por una raza mística. Asintió y se marchó a cambiarse y prepararse.
Thranduil siguió acariciando a su extraño búho de vivos colores, mientras que en su pecho brillaba la esperanza de ver a la estelar de nuevo.
- "Encuentra a la estelar, mitad elfo, mitad hada, que viaja con trece enanos en dirección a Erebor. Pelo plateado, ojos de azul acero y piel blanca como la nieve, no tiene pérdida. Entrega el regalo, y besa sus labios como pago por mi buena bondad"
Thranduil tocó la cabeza del ave y esta se estremeció, como si entendiese el mensaje del rey.
Los siguientes dos días pasarían rápidos. Los enanos entrarían de día en la ciudad de los humanos para conseguir armas y comida, y algo de ropa nueva para la estelar, mientras que el Príncipe Legolas cabalgaba en su caballo de noche junto con los mejores jinetes elfos, siguiendo en el cielo al ave color fuego.
Erebor estaba a un día de camino.
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