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Capítulo 6: El rey del Bosque Negro

Tras la despedida de las grandes águilas, el grupo prosiguió su camino. Tras bajar de las montañas, se detuvieron en un río, donde repostaron sus cantimploras y pescaron para comer ese día, además de bañarse y jugar un rato en el agua. Zoba ya se había bañado y estaba sentada en una piedra, lavándose la herida de su brazo. Alguna vez, la dama Galadriel le había hablado a su mente, y ella le contaba lo vivido ese día, con lo que ella le compensaba con ánimos y consejos. Notó dos sombras detrás de ella, y se giró a ver a los enanos más jóvenes.

 - ¿Necesitas ayuda? - dijo Kili sonriendo, y le tendió unas vendas, mientras que su hermano machacaba unas hojas para conseguir un ungüento.

 - Muchas gracias...

Mientras que Kili le curaba el brazo y lo vendaba bien, Fili se sentó detrás de ella y para quitarle el pelo de la cara, le hizo varias trenzas para hacerle un peinado más... enano y aventurero. Zoba se vio en el reflejo del agua con una sonrisa, y Thorin los miraba desde el campamento.

Tras seguir el río y entrar en la llanura, caminaron durante días y días, sabiendo que los huargos de los orcos no andarían lejos. Tras pasar días intentando evitarles, gracias a la astucia de Gandalf con un cambiapieles, consiguieron alojamiento y comida un día, más transporte para llegar a la entrada del Bosque Negro.

El Bosque Negro era un lugar muy espeso, de color negro, como su nombre indica, lleno de peligros y criaturas horribles, hogar de otro grupo de elfos. Justo en la entrada, Gandalf comunicó lo que nadie quería oír...

 - Deseo que tengáis suerte en vuestro camino, pues aquí os tengo que dejar.

Todos se giraron a ver al mago con los ojos abiertos.

 - No me odiéis mucho, después de todo, este es vuestro viaje. Thorin es vuestro líder, no yo.

Gandalf procuró no mirar la cara de tristeza de la estelar, porque si no se volvería débil. Sólo le puso una mano en la cabeza.

 - Confía en Thorin, en tu valor y en tu sentido común. El bosque profundo es el hogar de los estelares.

Despidiéndose de todos, Gandalf se marchó, dejándoles entrar en un bosque negro y con muchas telarañas, por donde no se podía caminar bien y el sendero principal se escondía muchas veces.

De todos los bosques que podía haber en el mundo, el Bosque Negro era el peor con diferencia. Era tan oscuro que poca luz se filtraba, no se veía vida en el suelo, ni siquiera cantos de animales. Sólo muchos ojos que espiaban a los enanos caminando. Pronto empezaban a delirar, se mareaban y se tropezaban seguidamente. Cada vez había más telarañas, telarañas enormes y muy pegajosas.

No eran conscientes, pero una enorme cantidad de arañas gigantes les vigilaban constantemente, esperando a que se detuviesen y durmiesen, para empezar a atar sus miembros con su tela, para después envolverlos y comerlos cuando muriesen.

Pero las arañas llevaban mucho tiempo sin atrapar algo tan suculento como un enano, bajo y gordo, con músculos y lentos corriendo, casi todo lo contrario a un elfo. Thorin había visto que grandes masas negras se deslizaban entre los árboles, y le pidió a sus sobrinos que dejaran a la estelar delante de ellos para vigilarla.

Una araña, nerviosa por comer, ansiosa de ese olor que dejaban los enanos por todo el bosque, se precipitó delante de ellos, siendo grande como un caballo y pesada como un toro, levantando las patas delanteras delante de Thorin, enseñando sus grandes dientes, demostrando que no era inofensiva. A su alrededor empezaron a aparecer más de esas, y los enanos sacaron sus armas, dispuestos a defenderse.

Zoba se llevó las manos a sus caderas, sacando las dagas en forma de serpiente, pero Thorin le puso una mano delante, sin quitar los ojos de las arañas.

 - Con ellas es mejor un arma larga como una espada... - susurró - con las dagas te arriesgas a acercarte demasiado, y saltan rápidas como cepos a morderte. Quédate entre nosotros.

Los enanos se pusieron en formación circular, de defensa, dejando a la estelar en medio, y apuntando a las enormes arañas con sus armas más largas. Pero las arañas era rápidas y estaban hambrientas, pues algunas se lanzaron del aire para caer sobre ellos y hacer que se separasen, buscando agarrar sus pies para tirarlos al suelo. Thorin se quedó delante de Zoba, blandiendo su espada, clavándola en la cabeza de una araña enorme.

Los enanos empezaron a tener más puntos débiles al separarse, y cada uno tenía que lidiar con dos o tres de las mismas arañas, hasta que se vieron una cantidad asombrosa de flechas cruzar el bosque, clavándose en los ojos de las arañas. La zona se llenaba de elfos altos y ágiles, expertos en correr por los retorcidos troncos de los árboles negros, grandes conocedores del combate contra arañas, enfadados por encontrar intrusos en el bosque.

Eliminaron a las arañas en un momento, y rodearon a todos los enanos apuntándoles con sus arcos. Uno de esos elfos, especialmente atractivo de ver, puso la punta de su flecha delante de la frente de Thorin, que escondía a Zoba detrás de él. El Príncipe del Bosque Negro había ido a por ellos.

 - No creas que no te mataría ahora, enano... - dijo con una sonrisa - Pero no es el protocolo a seguir...

El Príncipe Legolas era un experto arquero, aventurero y fuerte, futuro rey de Mirkwood. Ordenó en su lenguaje élfico que registraran a los enanos para desarmarlos, mientras esquivaba la mirada asesina del rey de los enanos y encontró detrás de él a la pequeña albina.

Entrecerró los ojos mirando su cara, sabiendo que le sonaba su cara y la había visto en otro lugar. Al caer, empezó a destensar su arco entreabriendo la boca.

 - Tú... ¿Qué haces aquí? - le preguntó.

 - Ella no va a responder nada de lo que le preguntes - Thorin la escondió detrás de él, con su voz grave como la de un dragón desafiando al príncipe elfo.

 - No estoy hablando contigo, enano.

Dos elfos apartaron a Thorin de en medio, agarrándole y quitándole las armas, a lo que se tuvo que sumar un tercero para agarrar al príncipe enano. Legolas se acercó mirándola de arriba a abajo.

 - Con ese peinado y esa ropa... no te hubiese reconocido de no ser por esa cara de perdida que tienes... - le dijo mirándola.

Ella le miró fijamente. Le sonaba ese rostro, pero no sabía de dónde. Visto, lo había visto seguro.

 - ¿Te han secuestrado los enanos? La Comarca de los Hobbits está muy lejos de aquí - continuó el Príncipe.

 - Tú eres... - Zoba susurró - Tu eres el que me llevó allí... en el caballo...

Los enanos escuchaban la conversación de esos dos. Legolas sonrió mirándola y asintió.

 - Zoba, si mal no recuerdo, escribí en tu brazo con arcilla roja, después de que la Dama Galadriel me pidiese el favor.

 - Ese es mi nombre - ella sonrió un poco.

 - No es lugar para conversar - el príncipe se acercó más a ella, poniendo las manos en sus caderas - Pero no puedo tratarte ahora de otra manera que no sea la de un intruso.

Dicho esto, retiró las manos quitándole las dagas a Zoba, y observándolas, levantó las cejas.

 - Lord Elrond no le habría dado esto a cualquiera - echó un visto a ella y a los enanos - Me recome la curiosidad.

Todos los enanos fueron despojados de sus armas y atados con cuerdas, siendo puestos en fila y llevados rápidamente por un sendero. Los elfos los escoltaban, yendo cuatro delante para vigilar a Thorin el primero, el Príncipe y otro detrás cerrando con Zoba. Otros se habían adelantado para avisar al rey de la llegada de esos intrusos. Zoba escuchó en su mente a Galadriel hablándole.

 - He notado que has pasado miedo... ¿las arañas?

 - Eso fue antes - susurró - ahora nos llevan unos elfos, uno de ellos dice que fue él quien me dejó con el señor Bilbo Bolsón.

 - Entonces no tengas miedo, es lo normal llevar ante su rey a los intrusos. No temas por ti, pues al rey le encantan las cosas hermosas y resplandecientes. El resto cuenta contigo para salir de ahí.

Llegaron a una cueva, al lado de una catarata, con una gran puerta elegante, que al atravesarla, llegaba a una cueva enorme con destellos dorados, con varios pasillos y cavernas, escaleras que se elevaban en el cielo, con varios elfos soldados.

Desde lo alto de la cueva, al final de las escaleras, había un trono, hecho con el tronco de un árbol y rematado con la cornamenta de un alce. Sentado en él, el elegante rey elfo podía controlar todo su palacio desde las alturas, y nada se escapaba a sus ojos azules. Veía a los prisioneros enanos acariciando despacio su bastón, con los dedos llenos de anillos, cruzando las piernas.

A Zoba le dio un escalofrío. No sabía quién la estaba mirando tan intensamente, pero le estaba dando frío. Los pusieron en unas pequeñas celdas sin mucho cuidado, dejando fuera a Thorin y a Zoba.

 - Vosotros dos, venid conmigo - dijo Legolas mirándoles.

 - Entiendo que vuestro rey quiera interrogarnos, pues estábamos de intrusos en vuestro bosque - Thorin se adelantó encadenado - Pero ella no tiene nada que ver, no la hemos secuestrado, no...

 - Cállate - Legolas lo miró fijamente - Se bien lo que tengo que hacer, no me lo dirás tú.

Los elfos los empujaron fuera de las mazmorras, subiendo las escaleras inmensas, hasta el trono del rey. Thorin no quería que Zoba fuese, pues conocía la avaricia del rey elfo, su deseo de las cosas hermosas, su frialdad con los enanos. Zoba podía ser tanto la salvación del grupo como la perdición, y Thorin no estaba dispuesto a que ese elfo que tanto odiaba le echase el ojo a su saqueadora. Pero no sabía que él ya lo había hecho.

Un alto elfo, vestido con ricas ropas, caminaba lentamente alrededor de su trono, cuando el enano y la estelar fueron llevados a su presencia. Thorin apretó los dientes mirándole y miró a Zoba a su lado. No parecía asustada, pero apretaba las cadenas de sus manos nerviosa. Legolas estaba ahí callado.

 - Así que... - el rey comenzó a hablar - un grupo de enanos se adentra en mis dominios... con la misión esperanzadora de cruzarlo y recuperar su tierra... muy bonito para ser verdad.

Thorin los observó en silencio. Hablar con este rey no era fácil, en absoluto. Desconfiado, frío... y muy conservador.

 - A mi me suena más a que sois una banda de saqueadores, pues llevabais varias armas de origen élfico, queriendo buscar mi castillo en el bosque.

 - Te equivocas - Thorin lo interrumpió - Algunas armas son de saqueos, si, pero saqueos contra trolls, y otras son regaladas, como...

 - Como las Dagas de la Piedad - Thranduil se incorporó acercándose - Sólo las tiene Elrold el Medio Elfo, de Rivendell.

El rey echó un vistazo a Zoba de arriba a abajo. Su ojos se peleaban entre decidir si le gustaba lo que veía... o le causaba repulsión.

 - Legolas, llévala a ella a otra sala.

El príncipe elfo suspiró cogiendo las cadenas de Zoba y fue caminando por la escalera con ella. Zoba intercambió una mirada con Thorin, dándole el enano una de fuerza y aguante. Thorin miró al rey. Conocía esa forma de interrogatorio. Dos personas en sitios distintos siendo interrogados por la misma persona, sin que puedan estar juntos, y mientras que el interrogador juego con sus respuestas para amenazarles por separado si la respuesta de uno no coincidía con la del otro.

 - Entonces... - dijo Legolas al quedarse solo con ella en una habitación, siendo cerrada por los guardias elfos - ¿Zoba?

 - Sí... - ella miró al príncipe, que parecía mucho más comprensible que su padre - su... alteza élfica...

 - Legolas - le corrigió él - Sólo eso.

 - Legolas... - ella asintió - lo primero es darle las gracias por llevarme a un lugar seguro... hace unos meses.

El Príncipe dio una pequeña sonrisa, que sería mucho más vista que la del rey.

 - Legolas... - ella miró al suelo - Yo... no estoy siendo secuestrada, se lo prometo.

 - Entonces vas por tu cuenta con esos enanos ladrones, que es peor incluso.

 - No somos ladrones, es verdad lo que dicen. Vamos a la Montaña Solitaria, a Érebor... si Gandalf no nos hubiese dejado, esto no habría pasado...

Legolas la miraba, recordando el nombre del viejo mago.

 - ¿Has recuperado la memoria? - preguntó Legolas al rato.

 - No... pero... Lord Elrond me dijo que siendo parecida a un elfo con baja estatura y mis orejas así... sería una estelar.

 - ¿Una estelar? No sé que raza es esa - dijo Legolas acercándose.

Él en realidad no la estaba interrogando, sólo satisfacía su curiosidad.

 - Un híbrido de elfo y hada, parece ser... ¿no sabes lo que es?

Legolas la observó con curiosidad mirándola de cerca. Ella no mentía, claramente.

 - No... no soy tan mayor como para haber conocido alguno de una raza tan rara... apenas tengo 3000 años...

Zoba aguantó una mueca de incredibilidad.

 - Sea lo que sea - dijo el Príncipe - me quedaré aquí cuando venga mi padre a interrogarte. Me juego mis orejas a que piensa que eres un híbrido de elfo y enano... - se acercó a su cara - los odia, enormemente...

*

 - Te ofrezco un trato... Thorin Escudo de Roble... hijo de Thráin, hijo de Thror... - el rey elfo volvió a sentarse cruzándose de piernas - Os dejaré ir, de aquí y de mi bosque, con la condición que me devolváis lo que es mío... esas joyas blancas y resplandecientes, del interior de la montaña... Si váis a recuperar la montaña, no será un problema. Yo solo quiero las joyas, no me interesa el resto. Tienes mi palabra.

Thranduil hablaba profundamente, recordarlo el color puro y hermoso de esas joyas, recordando su belleza y cuántos años había soñado con ellas. Aquellas joyas que eran para él pero les fueron negadas por la soberbia del abuelo de Thorin.

 - Tú no tienes palabra, Thranduil... eres un rey nefasto... orgulloso y creído, que trata mal a los suyos si no saca nada a cambio - Thorin le desafió con la mirada y Thranduil abrió los ojos sorprendido - Si quisieras las joyas, irías a por ellas, pero sólo quieres aprovecharte de la situación, ¡porque el fuego del dragón...!

 - ¿¡A mí me vas a hablar tú de fuego de dragón?! - el rey se levantó rápidamente de su trono y se acercó amenazante, gritando, cuando apenas lo hacía, que hizo retumbar la cueva-palacio - ¿Crees que no se lo que abrasan sus llamas?

En ese momento, la mejilla de Thranduil empezó a cambiar, perdiendo la piel enseñando la cicatriz de una pelea salvaje, mostrando su ojo ciego, y retrocedió, volviendo a la normalidad.

 - No tengo prisa en que te pudras en mis mazmorras, enano... no creo que vivas más de 100 años más. 100 años es un suspiro en la vida de un elfo... - los soldados agarraron a Thorin - Y soy muy paciente... muy muy paciente...

Thorin fue arrastrado hasta las mazmorras de nuevo, tirado y encerrado en una de ellas. El viejo Balin se asomó a la puerta de la suya.

 - ¿Te ha ofrecido un trato? - le preguntó.

 - Sí... y lo rechacé.

 - Entonces estamos perdidos... - los enanos bajaron la cabeza.

 - No del todo... - Thorin se agarró a sus barrotes - Zoba sigue ahí... y muy seguramente ese asqueroso rey piensa que es un híbrido de enano con elfo... - él dio un golpe a la puerta - La va a tratar fatal y no la va a escuchar...

Thorin acabó sentado, apoyado en la pared de su celda. Ahora se arrepentía de haberle gritado a Thranduil, cuando se apoderó de él el orgullo y la rabia, pues ahora había dejado sola a Zoba frente al rey y al príncipe elfo.

Una puerta se abrió, y Zoba vio entrar al rey en la sala, pero quitó la mirada cuando se quedaron los tres solos.

 - Legolas, ¿ha dicho algo?

 - Sí, Ada (padre). Escúchame, ella...

 - Si tiene mejor lengua por la parte elfa que tiene, no será tan complicado hablar con ella como con el príncipe enano. Bastante tiene ella ya con ser una aberración...

Zoba temblaba ante la voz del rey, tan fría y dura. Ella no había hecho nada para ganarse ese odio así.

 - Ada... - Legolas intentó hablar con él, pero Thranduil no le hacía caso.

El rey se acercó mirando a la chica, seriamente y con dureza. Dio dos vueltas a su alrededor, sacándole más de 50cm de altura, hasta agacharse a verle la cara de cerca.

 - No me miras a la cara... ¿te doy miedo? - preguntó susurrando.

Ella no le miraba por muchas razones, si es verdad. Tenía miedo, si, se sentía muy intimidada y no había ningún conocido que le diese fuerza. Sólo tenía el recuerdo de la mirada de Thorin. Volvió a la realidad cuando notó la limpia mano delicada del rey, llena de anillos, levantarle la barbilla y obligar a mirarle.

 - Eres hermosa, ciertamente... seguramente tu madre elfa fue una mujer realmente bella... me pregunto que habrá visto en un asqueroso y feo enano. O también, conociendo a esos salvajes, pudieron haberla forzado. Debería haber abortado entonces, pero tal vez se quedó contigo por tu belleza.

El rey miró sus orejas, viendo lo taladradas de pendientes que estaban, y reprimió una mueca de dolor, como si en ese momento sintiese las suyas ser pellizcadas.

 - Que blasfemia... que horror... enanos te deben haber cuidado para hacer esa atrocidad - él se alejó de ella - No soportan a los elfos, no podemos convivir en paz.

 - Ada, no es lo que piensas... - Legolas avanzó - No es una mestiza con un enano, es de un hada.

Thranduil se puso tenso un momento, dándoles la espalda. Legolas suspiró las relajado.

 - Es una estelar, una raza casi extinta... mitad elfo, mitad hada... por eso tiene esa altura, Ada... - Legolas lo miraba serio, y Zoba los miraba, esperanzada de que el rey le hiciese caso a su hijo.

Thranduil se giró sorprendido a mirarles. En su mente estaba cambiando la forma en la que estaba viendo a la chica. No tenía sangre enana en sus venas, no estaba contaminada, sólo con la presencia de los enanos. Era elfa, la mejor de las razas, y hada, la más mística. Juntas en un ser bello y hermoso, casi único, que ahora tenía en su palacio para él.

 - Una estelar... - susurró girándose.

Empezó a acercarse a ella, mirándola con otros ojos, un azul muy puro, un azul muy brillante, un azul interesado.

 - Esas criaturas de los bosques que dicen que están conectados con las estrellas... - susurró mirándola.

Ella asintió despacio, intentando sostenerle la mirada.

 - Y vienes con los enanos... a Érebor... 

Ella siguió asintiendo.

 - Entonces tendrás cariño por ellos... ¿verdad? Sería una pena que se quedaran encerrados hasta que mueran...

Ella puso una mueca de tristeza, a lo que el rey respondió tirando de sus cadenas. La arrastró con rudeza hasta un lugar donde se veían las estrellas de la noche y la colocó debajo, quedando iluminada por la luz de las estrellas. Legolas los seguía. Thranduil la miró fijamente.

 - Los enanos se quedarán conmigo, en las mazmorras, hasta que mueran de vejez en 100 años sin volver a ver la luz del sol, y no hay nada que puedas hacer - sentenció.

Ella no dejaba de temblar. Thranduil había hablado de una manera muy dura y no dejaba de temblar. Pensar en Thorin, en sus sobrinos y en el resto... sin verlos nunca más y sentenciados por su culpa, la llenaba de tristeza y de una amargura que no podía quitarse de encima. Sus hombros empezaron a temblar y sus ojos lagrimeaban.

La luz que la iluminaba de las estrellas se empezó a apagar sumiendo en la oscuridad a la estelar, mientras ella reprimía las lágrimas. Tanto el rey como el príncipe miraron al cielo, para ver cómo se apagaban las estrellas y todo se volvía oscuro.

Thranduil volvió a mirarla, realmente impresionado. Realmente era un estelar, algo realmente bello y único para él. Legolas puso una mano sobre el hombro de Zoba y ella dejó de sollozar.

 - Era broma, era para comprobar si de verdad estabas unida a las estrellas... por favor, no llores...

 - No quiero... por favor, no es culpa de ellos... - ella se derrumbó hasta caer de rodillas al suelo - esos enanos me han cuidado y protegido todo el tiempo... todo porque Gandalf me escogió para ir con ellos... no es culpa que por ser tan torpe no vuelvan a recuperar su tierra...

Thranduil miró al cielo y acarició su barbilla. Se acercó un poco a ella y ella le miró, con los ojos llenos de lágrimas.

 - Podría pensarlo. Podría liberarlos y dejarlos marchar sin hacerles daño... Ahora relájate, respira, y sonríe.

Thranduil la miró paciente mirándola fijamente. Ella se limpió los ojos e intentó recuperarse. Luego, sin dejar de temblar, miró al rey elfo, de pie delante de ella.

 - Soy el único que puede salvarles, estelar - dijo el rey - así que, dedícame tu mejor sonrisa.

Tras unos segundos más de relajación para ella, miró hacia la cara del rey para intentar dedicarle la mejor de sus sonrisas. La luz sobre ella comenzó a brillar de nuevo, y Thranduil miró al cielo. Las estrellas volvían a iluminar el cielo con fulgor. El rey las miró, sonriendo, y volvió a mirarla muy satisfecho.

(Parece que dice "Whao" :3)

Legolas observó la cara de su padre, descubriendo en ella una calidez y una sinceridad que hacía años que no veía. Después de eso, el rey se llevó la mano derecha a su corazón y agarró con fuerza la ropa que cubría su pecho, desviando la mirada, y paseando por la habitación. 

Una punzada había llegado desde la sonrisa de Zoba hasta el corazón del rey elfo, que llevaba años muerto, años sin sentir amor desde su viudedad. Legolas lo miraba aturdido, pues no podía creer ni aceptar lo que su mente interpretaba de todo eso.

Thranduil sonrió dándoles la espalda. Recordó la daga doble que Legolas le dio después de quitársela a ella, sabiendo que Elrond se la dio. Ese Medio Elfo era listo. Le ha dado una daga hermosa que a la mínima herida le inyecta un veneno mortal... igual que ella cuando sonreía.

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