Capítulo 19: Tragarse el orgullo
Los enanos se divertían destrozando orcos, como bien dice el dicho, como enanos. Tenían ansias de guerra, ansias de batalla.
Thorin peleaba espalda contra espalda con su primo, mientras comentaban tranquilamente acontecimientos suyos, como si no estuviesen en una guerra.
- ¡Dain! ¿Has visto a una estelar con el pelo blanco por aquí? - preguntaba Thorin.
- ¿Una estelar? ¿Que coño es eso, Thorin? - Dain golpeó a uno con su martillo.
- Un híbrido de elfo con hada - Thorin golpeó a uno con su escudo - Es como una elfa de baja estatura, es mi saqueadora.
- ¡No me jodas, Thorin! ¡Te estás quedando conmigo! - Dain hablaba con voz fuerte, pues en la batalla no se escuchaba mucho.
- ¡Que no es así! ¡Necesito verla! ¡Quiero disculparme por ser un pésimo rey, una pésima... pareja!
- ¡Espera espera! - Dain destrozó la cabeza de un orco a su lado - ¡Eso no me lo habías contado, pícaro! ¿Tenemos reina de Érebor o qué?
- Digamos que ahora no... - Thorin mató a uno que se acercaba s su primo - ¡Ahora me odia por mi comportamiento!
- ¡Por las barbas de mi abuelo, Thorin, arregla eso! - Dain le cubrió las espaldas - ¿Cuánto es la boda? ¡Amo las bodas enanas, música, comida y alcohol! ¡Y si vienen de los reyes esto será una bomba! - Dain reía emocionado.
- ¡Antes tenemos que terminar con esto!
Thorin miraba de reojo a Azog en lo alto de la colina, mandando órdenes. Él no bajaba a pelear como lo hacían los líderes elfos, y enanos, lo que le parecía deshonroso.
Dentro de Esgaroth, el nombre de la Ciudad del Valle, la presión de los humanos hacía que retrocedieron los orcos y cada vez entrasen menos personas. Gandalf lanzaba hechizos y peleaba con su bastón como si fuese el arma más mortal del mundo, pues se sabe que un garrotazo en la nuca era un ataque fatal.
Observaba por el rabillo del ojo a Elrond tenerle un odio oculto a los orcos bastante fuerte, que hacía que atacase sin piedad, llenando el suelo de cadáveres y regando la calzada con su sangre.
Gandalf puso un brazo en su hombro cuando se agotaron los orcos alrededor. Elrond jadeaba salpicado en sangre negra.
- Elrond, basta - dijo el mago con su sabia voz - esta no es forma de pelear en una guerra... esto no es lo que tú predicas.
- Se combate por amor... - el elfo le miró con una expresión dura - ellos tampoco fueron justos... deberían morir todos... ¡no se cuáles de ellos fueros los que me quitaron a mi...!
- ¡ELROND! ¡El pasado es un ancla que no te deja avanzar! - le regañó el mago - ¡Puede doler, claro que duele perder a un ser querido! ¿Pero es esto lo que ella querría?
- He visto mi futuro próximo... - dijo relajando su cara - Veo a Zoba entre mis brazos muriendo... igual que ocurrió con ella...
- Entonces haz lo que sea por cambiarlo.
El mago avanzó por una calle, y Elrond, después de respirar y relajarse, le siguió.
*
Alejada de la guerra, Zoba galopaba agarrada fuertemente a su caballo. Nadie le seguía, y eso era una alegría bastante grande, así que se permitió bajar un momento del caballo para que el animal bebiese agua, mientras ella subía un gran risco pedregoso.
Entonces, prestó atención. Escuchaba algo, algo fuerte y rápido. Se escondió detrás de unos árboles para ver llegar detrás de ella a tres huargos con tres orcos. Se escondió más. La habían visto.
Ella se miró. Llevaba su daga Eileen y su querida espada/arco Simon... pero sin flechas. Se iba a acordar de Legolas toda su maldita vida.
Los orcos hablaban su propio idioma mientras los huargos olisqueaban el suelo. El caballo huyó del río, dejándola sola. Miró hacia lo alto del risco. Era altísimo, pero podía subirlo... si no tuviese orcos y huargos detrás.
Los huargos olisqueaban rápido buscándola, y ella empezó a subir el risco saltando todo lo que su pequeño cuerpo podía. Cuando el sonido de sus gruñidos se intensificó, Zoba sabía que estaba en problemas. Los tres huargos la miraban debajo de la roca.
Uno de los orcos arrojó su hacha, y Zoba pudo saltar a otro lado antes que se clavase en la roca. Los huargos saltaban y por pocas la agarraban, pero estaba claro que ella no iba a dejarse.
Su mente comenzó a divagar un poco, y ella se maldijo, pues le estaba llegando un recuerdo en el peor momento.
" - ¡Sele, esto es muy difícil! - se quejaba ella.
- Cariño, tienes que saber leer élfico... será muy importante en tu futuro, pues es más seguro que te relaciones con elfos que con otra raza...
- Pero yo sólo quiero estar contigo... y para hablar contigo no necesito esto...
- Claro que no. Cuando el dragón duermavo muera, saldrás de aquí y tendrás una vida normal conmigo y con tu madre. Te acogeré en mi hogar, seguro que mi familia te amará. Mis hijos son mayores que tú y seguro que te cuidarán y te querrán mucho.
- Sele... te quero...
- "te quiero" de dice, y pronuncias mal otras letras. No se dice Sele, se dice..."
Zoba salió de su estado de shock pensativo cuando un huargo le mordió el tobillo, arrastrándola hasta hacerle caer al suelo.
Sin embargo, la ayuda que ella esperaba conseguir llegó a ella como una enorme sombra del cielo antes de que pudiera pedirles nada.
*
Thorin y sus sobrinos se subieron a los carneros que Dain trajo, directos para subir la colina e ir a por Azog y a por su mano derecha, otro orco de cuidado.
Quedaban pocos elfos, quedaban pocos enanos, y quedaban pocas esperanzas. Se notaba el cansancio en las caras y los corazones rotos de los guerreros detrás del casco. No había tiempo para llantos, si querías conservar la vida.
El viejo mago estaba cansado y en su bastón no quedaba energía. La espada de Elrond se había desafilado de tanto ser usada, pero seguía de pie al lado del mago. Miraba muchas veces el camino por donde se había ido Zoba, con la esperanza de que volviese pronto.
Cuál fue su sorpresa de que en la última vez que miró, regresó sólo su caballo negro sin jinete. Apretó los labios temiendo que su presentimiento se volviese realidad.
Antes de que su su tristeza le invadiera, el suelo fue cruzado por varias sombras enormes provenientes del cielo. Rápidas elegantes y poderosas, el rey de las Águilas guiaba a sus hermanos por el cielo, próximo a la tierra.
En grandes embestidas de esos pajaros osados, golpeaban con sus alas a grandes grupos de orcos y derribaban a los trolls y gigantes, arañándolos con sus garras.
Otras, sin embargo, traían bestias amigas de Gandalf, grandes cambiapieles en forma de osos gigantes y refuerzos de criaturas del Bosque.
Otros volaban bajo y cogían enemigos para lanzarlos lejos. En lo alto de una de ellas, una pequeña estelar viajaba agarrada a las plumas de su lomo, con su pie herido y mirando desde las alturas, buscando a sus amigos para ayudarles.
Buscaba a los enanos, pequeños y regordetes, y a los elfos, altos y dorados, para acercar a su inmensa águila a quitarle enemigos de encima.
Azog observó a las Águilas con asco y le habló a los suyos en su lenguaje de orcos.
- ¡Traed a los gigantes con las catapultas! ¡Derribad a los pájaros!
Aparecieron gigantes con catapultas en la espalda. Los orcos apuntaban y disparaban grandes rocas hacia las águilas, que esquivaban en su vuelo.
Una de esas piedras voló hacia Dain, que viendo venir su muerte aplastado por una roca, cerró los ojos. Zoba pasó con su águila en ese momento para agarrar con su águila la piedra y apartarla de su trayectoria, para lanzarla sobre la cabeza de un troll.
Dain los abrió, siguiendo el vuelo del águila y viendo a una chica con la descripción que Thorin le dio.
- Vaya con la primita... - susurró con una sonrisa engreída.
- ¡Quiero a esa derribada! - Azog señaló el águila que montaba la estelar y las catapultas se giraron hacia ella.
Zoba seguía mirando por sus lados, buscando aliados a los que ayudar, verificando que sus amigos estaban vivos.
- Me gusta que me montes - escuchó venir de su águila - no pesas nada y no me pellizcas las plumas. No eres alta y no me impides maniobrar.
- Debería estar más agradecida de lo que estoy, bajasteis del cielo en el mejor momento para salvarme de estar devorada por huargos.
- Odiamos a esos sabuesos. Comen demasiado y nos quitan la comida.
Zoba sonrió y miró al frente. Su vista se volvió blanca, obteniendo otro recuerdo...
"Una joven Zoba tenía en sus manos la tela de un vestido color crema, acariciando despacio. Cuando su vista se amplió, vio que acariciaba el abultado vientre de su hermana mayor.
- De mi vientre nacerá pronto un ser amado, tanto como mis hijos mayores - ella sonrió con ternura - Darle a alguien la oportunidad de vivir es tan hermoso... una criatura que depende de ti para todo... eres su todo.
Zoba observaba acariciando. Su vientre se movió ella se apartó cayendo de espaldas.
- Le caes bien, Zoba - ella sonrió - sólo golpea cuando mi esposo me acaricia y le habla desde fuera.
- ¿Te escucha? - Zoba se acercó - Holaaa, me llamo Zoba, soy tu titaaa.
Escuchó a su hermana reír y su vientre se movió de nuevo. Zoba puso las manos de nuevo.
- ¿Tiene nombre el bebé?
- Bueno, si es una niña, a mi esposo le gustaría que se llamase..."
Zoba volvía a la realidad escuchando el nombre de la niña de lejos y mal. Se encontró de nuevo sobre el lomo del águila.
- ¿Porqué mi hermana mayor es una elfa pura? - se preguntó pensativa - Ay, que nombre he oído, cómo era... el nombre de mi sobrina...
En ese momento, el aire fue bruscamente cortado por una piedra de la catapulta, impactando contra el cuello del águila, que chilló de agonía. Zoba se desprendió de su lomo, siendo también alcanzada por el impacto de la roca, soltando sangre y maldiciones, cayendo en el aire.
El grito del águila se escuchó por todo el campo de batalla, que se voltearon a ver como el águila se estrellaba entre cadáveres y la estelar caía.
Thranduil la vio, y abandonó su carrera de embestidas para girar sobre su alce y correr hacia ella. Sin embargo, no llegaría a tomarla entre sus brazos.
Zoba cayó sobre algo duro que la abrazó como una mano gigante, impidiendo que se estrellara contra el suelo. El alce se había lanzadoa recogerla con uno de sus cuernos. Thranduil la recogió del asta.
- ¡Zoba! - el rey la sujetó entre sus brazos.
Ella respiraba flojo. Tenía un golpe en la cabeza que le hacía sangrar y le costaba mantener la consciencia. Sangraba por la nariz y su pelo se estaba tiñendo de sangre seca.
Por primera vez en la batalla, Thranduil se vio desprotegido. Se sentía desnudo, sin armadura, sin defensas, sin saber cómo reaccionar. La vida de la persona que ama se iba en sus brazos. Él la apretó contra su pecho y cogió las riendas con una mano empezando a cabalgar lo más rápido posible. Tenía una idea de poder salvarla, pero tenía que ser rápido.
Cogió las riendas con la mano que sujetaba contra él a la estelar y corrió por el pequeño puente que conectaba la llanura de la batalla con la ciudad.
- Thra...nduil... - escuchó que susurraba.
- Habla, habla todo lo que puedas - dijo el rey mirándola, por primera vez, demostrando verdadero agobio - no te duermas.
- Recordé a mi hermana... - decía casi sin voz, pero con una pequeña sonrisa.
- Háblame de ella, y no pares.
Thranduil sacó su espada mientras que el alce embestía a los orcos del puente derribándolos, y los que quedaron atrapados entre sus astas fueron aniquilados por la espada del rey.
- Es muy guapa...
- No más que tú - dijo buscando un camino despejado con la mirada.
- Amable y buena... con los ojos azules... - ella cerró los ojos.
Thranduil le daba una sacudida de vez en cuando para impedirlo, y cabalgó por toda la ciudad en busca del Medio Elfo.
Elrond mientras, jadeaba contra un troll de mediano tamaño que no exponía ningún punto débil. Se estaba empezando a desesperar, cuando escuchó el galope de un alce enorme, que clavó sus astas sobre las costillas del troll empujando con fuerza pendiente abajo.
- Gracias... - jadeó el Medio Elfo.
- Nada de gracias, ¡Sánala!
Thranduil se bajó de un salto del animal, mostrando a la estelar murmurar casi ida.
- La curación élfica es increíble en tu pueblo, te pido de corazón que la salves.
Elrond tomó a Zoba entre sus manos temblorosas. La dejó en el suelo con la cabeza en su regazo, y por un momento, no supo que hacer.
- Tiene heridas de huargo y ha sido alcanzada por una catapulta - Thranduil sacó su espada - yo te cubro.
El mago se puso a su lado, con la barba sucia, después de mirar a la estelar.
- Que honorable de tu parte protegerles... - le dijo el mago al rey - te estás tragando tu orgullo por su bien.
- Me trago el orgullo y lo que haga falta por no perderla - la fireza de su mirada frenó a un feo orco que se acercaba.
Elrond puso una de sus manos en la cabeza de la estelar y tomó con la otra una de las suyas, frías y temblorosas. Empezó a recitar un encantamiento en élfico con los ojos cerrados. No estaba dispuesto a perder a nadie más que amase en sus brazos.
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Aviso que muy pronto empezaré a matar personajes 😈
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