🍫CAPÍTULO 14 (PARTE 2)🍻
Al ocaso nos reunimos en un jardín en la terraza del hotel. Era una zona adaptada con cojines, sofás, una mesilla y vistas al resto de la ciudad. Pese a que la altura del edificio no era su fuerte, podíamos disfrutar de las estrellas en armonía.
La televisión estaba encendida mientras el resto hablaba de los lugares que habían visitado por la mañana. El turismo nos había gustado, aunque habría preferido disfrutarlo en un momento de mi vida distinto, sin inseguridades o conflictos sobre mis sentimientos.
Aquella noche, después de meses limpia, volví a fumar. Cass me contemplaba desde su asiento con preocupación y Mario me pedía que lo dejara. No les hice caso. Necesitaba aliviar la ansiedad.
—Eh ¿ese no es Roman? —Señaló Celia al televisor.
El resto nos giramos para verlo. En efecto, la reencarnación de la avaricia estaba saliendo en una entrevista para las noticias.
—Así es, señoras y señores que nos estáis viendo esta noche. Nuestro invitado de hoy, Roman Códic, viene con un anuncio especial sobre las elecciones del próximo quince de junio —dijo el presentador trajeado antes de que la cámara apuntara al barbudo ganador de las Iralimpiadas sentado en su silla.
—Muchas gracias, Bob. —Asintió el aludido con una sonrisa falsa. Se le veía erguido, calmado y seguro de sí mismo. Esperó a que los aplausos cesaran para hablar—. Es un placer estar aquí con vosotros, amigo mío. Tenéis un equipo fantástico trabajando detrás de las cámaras y os debo dar la enhorabuena por el programa tan entretenido que tenéis. De verdad. —Colocó las manos en pose de rezo, sacando una carcajada a Lucifer, que se había tumbado en el sofá junto a Cass. Los miré, pero no dije nada—. Sé que muchos de vosotros visteis el final de las Iralimpiadas y sentisteis la misma adrenalina que yo con esa victoria.
»He venido de buena fe a esta cadena porque mi noticia tiene que ver con vosotros, compañeros y compañeras a pie de calle. —Se dirigió hacia el público, señalando uno a uno a los espectadores—. Gracias a vosotros, he conseguido que la Unión de Países Internacionales me conceda un puesto en las elecciones. Seré un candidato más. —Los aplausos se incrementaron—. Combatiremos con determinación los tiempos oscuros que se avecinan. Combatiremos la tiranía de un rey que se dedica a explotar cabezas de quienes intentan aplacar su gobierno.
Lucifer se puso en pie, insultando al televisor con ira. Si Roman terminaba consiguiendo la presidencia de la Unión de Países Internacionales, tendría más poder que el monarca de los pecados por tener el apoyo de los humanos de su lado. Sería el ascenso perfecto, desde las cenizas de Pol hasta lo más alto del gobierno.
Aproveché sus pataletas para escabullirme. Necesitaba fumar y estar sola. Me apoyé en la barandilla y revisé los mensajes del móvil. Hugo me mandaba ánimos con una imagen de un gato rodeado de corazones. Sonreí al mirarlo. Si volvía a recaer, lo decepcionaría a él también.
No podía permitírmelo.
Me metí en el bloc de notas del teléfono donde escribía los borradores de mis canciones esperando que la inspiración me iluminara. Cuanto más dolía, más letras terminaban fluyendo y componiendo versos. "La Princesa Pálida" era uno de los temas que quería sacar en un nuevo disco revolucionario. Necesitaba regresar y revivir la pasión que sentía en los escenarios y me alejaba del daño. Ahora o nunca, sentía que me ahogaba en un mar y que mi única ayuda era el ascenso hasta la superficie.
Volví a mirar al grupo y contemplé al rey hablando con la melliza. Al entender el modo en el que Cass trataba de suavizar la rabia del rey, con ese tacto y ese afecto, no pude evitar tentarme con la idea de sucumbir a las drogas de nuevo.
Al día siguiente nos preparamos para la ceremonia que se celebraría en un hotel de un complejo turístico a las afueras de la capital. Aquello ya fue extraño. La Boda Azul sonaba a matrimonio, pero el aspecto de lo que luego descubrimos que se trataba de un casino privado no daba la impresión de enlace romántico. Era similar a casarse en Las Vegas.
Llegamos acompañados por los escoltas del jeque árabe. Él mismo salió a saludarnos y a mostrarnos sus respetos con una reverencia.
Cass estaba hecha una diosa. Vestía de un rojo pasión y se había hecho un peinado que me hacía salivar. No dejaba de mirarla y morderme el labio.
A su lado iba Lucifer, enfundado en un traje negro y rojizo. Mario, Celia y yo fuimos detrás. Mis compañeros se pusieron de acuerdo en llevar la indumentaria típica de la cultura musulmana para integrarse entre sus costumbres, aunque yo preferí vestir como solía ir a mis conciertos, top y pantalón negro de campana.
Nuestra sorpresa saltó las alarmas cuando al entrar en la recepción del hotel encontramos un espectáculo de sexo, drogas y violencia desenfrenada. Fue como un sueño hecho realidad en muchos aspectos, pero justo en ese preciso instante era lo último que necesitaba ver.
—Eh... Señor Rabash —dijo Lucifer llamándolo con un chasquido de dedos. Le habló en inglés—. ¿No iba a celebrar una boda?
Lo rodeó con un brazo, entre orgulloso y feliz.
—Y así es. Una boda no lo es sin droga, Alteza —respondió en el mismo idioma—. Me encanta la serie esa del profesor de química. Sí ¿cómo se llama? Brekin Ba. Y decidí que no podía perder la oportunidad de usarla como estética.
La melliza se giró para mirarme. Se encogió de hombros, preocupada.
Suspiré, rodé los ojos y pensé en cómo saldría de aquella fiesta manteniendo la consciencia.
—Vamos a limitarnos a buscar al profesor Levi. Acabemos con esto antes de que me arrepienta —bufé mientras un par de muchachos inhalaban una línea blanca encima de una mesa.
Por mucho que tratara de negarlo, aquel era el inicio de mi descenso.
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