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Capítulo 7 "La máscara"

Un asesino en serie, un psicópata suelto, un fugitivo de la cárcel. Los medios de comunicación, como el periodo, solían sacar conclusiones demasiado rápidas y casi siempre eran erróneas, no era nada de lo que ellos aseguraban, incluso, podría decir que estaban demasiado lejos de averiguar la verdad, pues los periodistas no ayudaban y solo confundían a la policía, los cuales no hacían muy bien su trabajo y ni siquiera se preocupaban por cumplir con su deber. Mientras las personas seguían buscando un culpable, yo seguía saliendome con la mía, ya que la culpable de esta catástrofe, era yo y solamente yo.

«Cuatro asesinatos y un intento de homicidio» era lo que decían los periódicos del barrio, con el gran título «¿Quién es el asesino?» yo sonreía maliciosamente mientras leía cada palabra, ya había cometido cuatro asesinatos y aunque uno se me había escapado, ahora estaba en coma y no podía contar lo sucedido, lo cual fue un alivio para mí, ya que realmente no quería ir a la cárcel, porque no era mala, solo había tomado justicia con aquellos hombres que no sabían como tratar a una mujer, aquellos monstruos que se merecían eso y mucho más, eran unos malditos y aunque las mujeres no éramos unas santanas, habían hombres que no merecían tener huevos en los pantalones.

—¿Qué estás leyendo? —preguntó una de mis compañeras haciéndome salir de mis pensamientos.

—El periódico, al parecer el asesino sigue haciendo de las suyas. —respondí mostrándole el encabezado.

—Debe ser alguien muy inteligente —murmuró—. Está jugando con los puntos débiles de la policía y los medios de comunicación.

—Todos los hombres que mató, son malos. —susurré sin pensar.

—¿Cómo lo sabes? —dudó mientras me miraba.

—L-lo digo porque... Porque de otro modo no los hubieran matado. —comuniqué tratando de no mostrarme nerviosa.

—En ese punto tienes razón.

La conversación murió allí, mi compañera volvió a su lugar y en unos minutos ya estaba subida en un auto rumbo a un motel barato. Yo también decidí volver a mi lugar, ya era tarde y no había hecho mucho, si seguía así, iba a morir de hambre muy pronto. Mientras esperaba por alguien, encendí mi cigarro y empecé a inhalar el peligroso humo que salía de él, después de darle una calada, solté el humo por la boca, observando como este se desvanecía en el aire, llevando con él, un segundo menos de mi vida. 

Las horas pasaban y mi cigarro hace rato se había acabado, dándome a entender que el tiempo se estaba agotando, al final decidí irme al lugar donde solía dormir, una casa vieja sin dueño, donde solo una loca podría vivir sin temor a la soledad. Cuando me disponía a irme, un auto se estacionó al frente mío y un hombre de unos sesenta años, salió de él.

—¿Estás disponible? —cuestionó.

—Ya es muy tarde, le costará más dinero. —respondí sin pensarlo.

—El dinero no es un problema, sube.

Subí al auto y el hombre se puso en marcha. Aquel hombre seguía manejando cada vez más lejos de la ciudad, sacándome a las afueras de todo, donde solo había vegetación y soledad, además, la noche estaba fría y no podía ver más allá de la luz del auto que alumbraba el camino y por alguna extra razon, tenía un mal presentimiento, al parecer aquel hombre, iba a ser mi quinta víctima y si aquel tipo que estaba en coma muriera, entonces sería la sesta en mi lista.

Las horas en mi reloj barato seguían pasando. 2:30 de la madrugada marcaba el mismo, el frío se hacía más intenso y la oscuridad abarcaba todo, el hombre a mi lado no decía nada y cuando traté de entablar una conversación, sentí un golpe fuerte detrás de mi cuello, haciendo que perdiera el conocimiento de inmediato. Al despertar, me encontraba en un prado verde y solitario, a mi alrededor, habían siete hombres en total o al menos era lo que había contando, mi ropa había desaparecido, ahora estaba desnuda delante de aquellos hombres, los cuales me miraban con desesperación y lujuria, haciéndome sentir la presa la cual habían cazado muy fácilmente.

—¿Creíste que te ibas a burlar de mí? —dijo una voz conocida.

—No puede ser. —murmuré al ver al hombre que supuestamente estaba en coma bajar del auto en el que había viajado tantas horas.

—Estos hombres saben que tú eres una asesina y una prostituta —expuso—. Están aquí para matarme, de la manera en la que le gusta a una cualquiera como tú.

Con eso lo entendí todo, aquellos hombres querían violarme y luego matarme o simplemente, hacerlo hasta que quedara sin aliento. Al parecer, me había equivocado, el deseo también hace de los humanos unos monstruos, no solo era la codicia, como se lo había dicho a aquel chico, todo lo que tuviera que ver con poder, ambición y deseo, nos convertía en animales dispuestos a lo peor. Después de unos segundos, reaccione y traté de levantarme del suelo, debía huir de ese lugar, pero uno de los hombres pateó mi rostro, dejándome atontada, luego, solo sentí como todos empezaron a golpearme sin piedad, en mi rostro, mis costillas, mi espalda y piernas, en pocas palabras, golpeaban con brusquedad todo mi cuerpo.

Sentía como la sangre salía de mi nariz y boca, estaba casi muerta en el suelo de un lugar desconocido, observando como aquellos hombres empezaban a despojarse de su ropa listos para hacerlo de una vez. Uno de ellos fue el primero, volteó mi cuerpo boca abajo, tomó mis manos y las puso encima de mi espalda y cuando estaba listo para introducirse en mí, se escuchó un disparo y lo próximo que vi, fue el cuerpo del hombre caer al suelo.

—Ayuda. —susurré con mis últimos alientos.

Poco a poco los hombres fueron cayendo al suelo, muertos, con disparos en diferentes partes del cuerpo, la lluvia que hace poco se hizo presente, empezó a borrar la sangre de sus cuerpos, mientras que yo, permanecía en el suelo empapada, sin fuerzas, sin ganas de vivir, pero luego, sentí una sabana en mi cuerpo, luego fui alzada en unos brazos fuertes y cálidos, al ver a mi salvador, solo pude ver aquella máscara que tanto recordaba y después, todo se volvió negro.


Muchas gracias por leer

"Feliz día de la mujer"
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