Ojos almendrados
Dormir poco y muchas ocasiones perder el desayuno era algo a lo que YoonGi ya estaba muy acostumbrado como un universitario que vivía por su propia cuenta.
Aunque su madre se encargaba de pagar la colegiatura de su escuela, los demás gastos siempre corrían de su propio bolsillo. Generalmente eso lo hacía sentirse orgulloso, excepto que los días en que su alacena estaba completamente vacía y tenía que ir a la universidad con el estómago lleno de agua y arroz gratis que le ofrecían en la cocina comunitaria del lugar donde vivía.
Hoy era uno de esos días.
A eso podría agregarse que su hilo rojo estaba tensándose por largos ratos y muchas veces acortándose. JiMin había estado rodando cerca de él desde que puso un pie en las instalaciones de la universidad.
Ugh, a pesar de que la universidad era tan grande, YoonGi ahora estaba demasiado consciente de la cercanía del chico de una mala manera.
Así que no estaba precisamente del mejor humor durante la primer parte de su horario. Cuando tuvo su pequeño descanso, palpó cada uno de sus bolsillos, refunfuñando groserías si los encontraba completamente vacíos. Después de darse cuenta que lo único que tenía era para comprar una bolsa de frituras, suspiró aliviado.
—Qué mañana tan difícil —se quejó en voz alta, tallando su cuello en círculos, su tensión siempre se acumulaba ahí. Espero a que la máquina expendedora estuviera sola y finalmente se acercó, echándole un vistazo a toda la comida embolsada—. Echo de menos la comida casera.
No es que su madre fuera fanática de cocinar para él, lo hacía las pocas veces en que no tenía trabajo en la mañana y estaba lo suficientemente descansada. La mayoría de veces, él mismo tenía que hacerse cargo de su propia comida. Pero era mucho más fácil si alguien se encargaba de llenar la nevera y él simplemente tenía que preparase algo rápido.
¿Su madre se acordaría de preparar su comida por su cuenta? Debería llamarle, sólo para recordarle.
En la actualidad, sus alimentos no eran más que ramen instantáneo y cualquier comida que estuviera lista para comerse en cinco minutos. Únicamente en sus días de paga podía comprarse comida real y atascarse un poco.
Con un resoplido melancólico escogió un paquete de galletas de crema de chocolate y estaba insertando sus miserables monedas a las ranuras de la maquina con mucha calma hasta que repentinamente escuchó la voz del diablo.
—¡YoonGi!
YoonGi rápidamente tecleó el código de su desayuno y presionó los botones más veloz que pudo, pero eso no hizo que sus galletas estuvieran en sus manos antes y en definitiva no iba a dejarlas abandonas.
Estrelló su frente contra el cristal de la máquina expendedora, dándose por vencido.
JiMin llegó hasta su lado, sonriendo y deslumbrante.
—¿YoonGi...? —le preguntó con mezcla de sorpresa y enfado.
—Lo escuché de JeongYeon llamarte así... —El estudiante le explicó tan tranquilamente que YoonGi sintió un tic en el ojo— ¡Puedes llamarme JiMin o JiMinie!
Y "JiMinie" se mantuvo ahí, esperando que YoonGi eligiera una forma de llamarlo.
El mayor miró la máquina.
Ahora que estamos en eso...De alguna manera la distancia entre nosotros se está reduciendo rápidamente.
No me importa su manera de hablar pero tengo que mostrarle su lugar.
—No toleraré esto. —Comenzó diciendo, volviendo su atención al chico. Los labios gruesos de JiMin levantados en una sonrisita fueron cayendo hasta abrirse en una mueca de sorpresa. Aun así YoonGi intentó no flaquear en su forma firme de mostrarse, JiMin tenía que conocerlo por ello—. Nos conocimos ayer y ya estás actuando tan descarado.
—Ah... —murmuró JiMin mientras desviaba la mirada y pasaba sus nudillos sobre su mejilla, varias veces.
—Lo... Lo siento. Lo que quiero decir que es... No eres como alguien que haya conocido antes. Ese es el sentimiento que tengo a tu alrededor... Sé que es algo repentino y esto parece justo fuera de contexto. Tal vez me encuentre bruto —farfulló con sus ojos cafés clavados al piso—. Lo siento.
¿Qué?
YoonGi abrió la boca, para decir algo, cualquier cosa. Pero enmudeció con la mueca honestamente triste del chico. ¡La cara de JiMin era como si hubiese pateado un cachorro! ¡Lo peor era que ni si quiera parecía querer manipularlo!
—No... No, realmente no me da asco. —Se corrigió pasando su mano por su nuca.
JiMin se mostró sorprendido, recuperando un poco de su sonrisa.
—¿De verdad?
—¡Pero eres un verdadero dolor en el culo! —le dijo golpeando la máquina con la punta del pie, sus galletas parecían estar atascadas o algo así—. ¡Y tienes que llamarme Sunbae! Soy, soy mayor que tú después de todo...
JiMin recuperó por completo su sonrisa y asintió con gran entusiasmo.
—¡Sí! —YoonGi se golpeó la frente. ¡No seas tan feliz, idiota!— Bueno... Nos vemos más tarde en el club, mi descanso ya terminó.
Levantó su mano en señal de despedida.
—Ajá. —El mayor apretó sus dientes, había olvidado por completo que el chico ahora formaba parte del club de piano al que él estaba a cargo. Lo miró esperando que se alejara, pero JiMin inclino su rostro hacia él para observar la máquina expendedora.
— Oh, creo que tus galletas se atascaron.
—¡Ah! Ya lo noté. —gritó, mientras se echaba hacia atrás, intentando recuperar su espacio personal. Con una risita JiMin se apartó y en pasos cortos desapareció de su visión.
YoonGi golpeó la frente contra la vitrina una vez más y al instante su paquete de galletas cayó.
Debía ser el estrés al que YoonGi se estaba sometiendo, porque sus galletas no le aliviaron ni un cuarto del hambre que sentía. Aplastó su estómago durante la clase de historia musical esperando que pudiera dejara de sonar, era demasiado bochornoso.
—¿Qué fue lo que comiste esta vez? —le preguntó NamJoon, en el asiento a su lado.
—¡Nada! —exclamó, cubriéndose más fuerte.
—¿Por qué no me buscaste para que te diera un poco de dinero? —YoonGi gruñó, llenado su frente de arrugas. NamJoon suspiró, regresando la vista al frente—. Oh, ya entiendo. ¿Cuándo vas a dejar de pensar de esa forma?
—Es inevitable. —Se justificó, un calor comenzó a trepar sus mejillas de la vergüenza. Detestaba cuando NamJoon lo dejaba en evidencia porque lo hacía sentir ridículo.
—Eso es ridículo, YoonGi —le reprochó suavemente. YoonGi torció su boca —. Puedes apoyarte, somos amigos desde secundaria.
Su amigo le sonrió de lado, tranquilizándolo.
YoonGi jamás había escuchado de algún hilo de la amistad, pero si existiera uno que no pudiera podía decir con la mínima duda que de alguna forma lo ataría a NamJoon. Era una presencia tranquila, amable y soportaba sus subidas y bajadas de mal humor, lo complementaba muy bien.
—No tienes que hacerte cargo de mí —respondió, mucho menos avergonzado que antes.
El baterista negó con una risa.
—No podría. —YoonGi también sonrió, era cierto. NamJoon muchas veces era un verdadero desastre que apenas recordaba cómo cuidarse. Él estaba acostumbrado a ser más autónomo—. Ahora, ¿vendrás está noche a cenar?
Le propuso, mientras el profesor abandonaba el salón y todos se ponían de pie para despedirlo.
Tan pronto como el hombre despareció, los alumnos se apresuaron a guardar sus libretas.
NamJoon lo tomó del hombro para hacerle saber que esperaba una respuesta mirándolo seriamente, él la apartó mientras se cohibía y pensaba una forma de negarlo.
—Nam, ya te dije que...
—Vamos, ¿no quieres Jjajangmyun de mi madre?
La boca de YoonGi salivó un poco, imaginándose los ricos fideos con salsa de frijol caseros de la madre de su amigo. Con un suspiro dándose por vencido asintió de manera tosca.
—Solamente porque tu madre si sabe cómo hacer Jjajangmyun —dijo, colgando su mochila sobre sus hombros.
—Genial. —Le dio un puñetazo amistoso a la espalda de YoonGi —. Siempre que laves los platos eres invitado a comer.
—¡Deja de darme tus tareas domésticas a mí! Ah, como sea, lo haré.
—Ah y... Otra cosa —susurró, deshaciendo su sonrisa, buscando las baquetas de su batería en alguno de los bolsillos de su ropa. YoonGi levantó una ceja, cruzándose de brazos. Cuando su amigo usaba ese tono significaba que quería un favor de verdad—. Cúbreme en el club.
—¿Eh? ¿No irás? —Lo miró sonreírle con pena— Uh, ¿por qué no?
Le preguntó mientras lo miraba levemente asustado. No esperaba enfrentarse a la presencia de JiMin en su espacio íntimo del club sin su amigo, como un animal de apoyo emocional.
—Tú sabes por qué no —dijo mirándolo mal.
YoonGi parpadeó confundido muchas veces.
—No tengo idea de lo que dices que hice —refunfuñó, tirando de las correas de su mochila de mal humor— ¿Podrías simplemente decírmelo?
NamJoon chasqueó la lengua, apuntándolo con una de sus baquetas.
—Deja de fingir que no lo hiciste a propósito. —YoonGi rodó los ojos, empujando las baquetas de su amigo lejos de él—. Te veré para la cena.
¿Qué diablos fue lo que hice? Preguntó fregando su rostro con ambas manos.
—Supongo que tiene algo que ver con su hilo rojo —se respondió, buscando las llaves de la sala del club. ¿Él logró que NamJoon se encontrara con su otra mitad? De alguna forma él tenía que ver con ello, pero se sentía incapaz de recordarlo.
Antes de saber que JiMin era su pareja predestinada se sentía mucho más atento y fácil de captar la información. Probablemente era una respuesta a normal a intentar bloquear cualquier pensamiento relativo al chico de cabellos rositas.
Min YoonGi no iba a involucrarse románticamente con él.
Jamás, ni si quiera en otra de sus otras vidas.
Qué envidia le daba NamJoon, seguro estaba emparejado con una chica carismática y bonita.
Me pregunto si lo correcto es no intervenir...
Ladeó la boca. Debería de sacar un poco de provecho de su don y asegurarse de que su amigo estuviera emparejado con alguien igual de bueno que él, ¿no?
Al tiempo que se debatía si era correcto, escuchó su teléfono vibrar. Así que empujó la puerta del club, con el celular en la mano y encendió las luces con la libre, cuidando de no golpearse con uno de los dos pianos.
—¿Eh? ¿JeongYeon no vendrá? —Con un mohín triste, le escribió diciéndole que era comprensible que faltara por problemas de pápelo y que la extrañaría. Se sintió tan abatido que usó de mala gana la vela aromatizante a melocotón que siempre usaba antes de que entran los demás.
Le gustaba la fragancia dulce que desprendía y lo hacía sentir mucho más relajado. Sus compañeros no se habían quejado de ello e incluso JeongYeon disfrutaba de agradecerle por ambientar el club.
Ah, JeongYeon.
El momento favorito del día de YoonGi siempre era cuando la chica entraba con sus cabellos rubios y elegía el banco a un lado de él. Sus mejillas siempre estaban rojas intentando enseñarle alguna canción nueva, pero valía la pena siempre que pudiese tenerla así de cerca.
—¡Ah, YoonGi Sunbae! —YoonGi observó entrar a JiMin, solo un poco alejado del marco de la puerta. Parecía haber corrido, no lo suficiente para estar tan agitado. Bajo su mirada intensa el chico se pasó una mano sobre sus mechones de cereza que volaban desordenadamente por su cabeza, intentando peinarlos. YoonGi pensó que sin duda le gustaba más el tono rubio, sí— ¿Llegué tarde?
—Eh, no —respondió, intentando sonar relajado. Aspiró un poco de la vela—. ¿TaeYong o TaeHyung no vienen contigo?
JiMin balanceó su peso de un pie a otro.
—En realidad TaeYong me dijo que estaba enfermo y no he visto a TaeHyung por aquí...
—¡¿Significa que solo eres tú?! —El menor abrió sus ojitos avellanada con remordimiento.
—L-lo siento...
YoonGi carraspeó, intentando relajar su tono de voz. ¿Por qué diablos parecía que era tan fácil herir a JiMin o hacerle sentir remordimiento? Nadie era tan sencillo de lastimar.
—¿Por qué estás disculpándote? —le preguntó en cambio, tomando asiento en el banquillo de su piano— ¿No te disculpaste lo suficiente en la mañana?
—L-lo...
—Detente, no es tu culpa que ese par de irresponsables no vinieran... —Se talló las cien de su cabeza, cerrando los ojos—. De cualquier modo, no tendrían caso las clases si somos nosotros dos.
—Oh, sí... —YoonGi levantó sus párpados de golpe, encontrándose con JiMin y una pequeña mueca triste. Ah, esa cosa...
—¿Querías tener la clase?
Para, ¡no deberías caer en sus redes de manipulación! Se dijo intentando detenerse.
—Bueno, la idea me tenía muy entusiasmado... —Inmediatamente JiMin cerró la boca y se sonrojó, apenado por el rumbo de sus palabras— P-pero, ¡no es su culpa, YoonGi Sunbae! No está obligado a nada...
¡No caigas! Pero los labios de JiMin temblaban mientras intentaba aplastarlos entre sí y sus manitas sostenían fuertemente la manga de su suéter rosa pastel.
YoonGi casi tiró de sus cabellos, con fuerza. Se arrepentiría más tarde. Estaba muy seguro que lo haría por poner un pie fuera de los muros que debía construir.
—D-de acuerdo... —aceptó, la tensión era palpable. Solamente se desvaneció un poco cuando JiMin lo miró con entusiasmo y se acercó a su lado—. Toma un banco y... —No hizo falta repetir las cosas dos veces, JiMin ya estaba tomando cualquiera que estaba cerca y cargándolo lo más cerca del mayor, manteniendo ese brillo en la mirada— Sí, eso... ¿Qué?
JiMin apartó la mirada, rascándose la oreja.
—Lo siento, es que... TaeHyung me mostró uno de sus recitales, grabados—confesó mirando un teclado sobre una mesa—. Creo que es un Sunbae muy genial con el piano y me siento feliz que sea el presidente del club.
Aunque eso acarició profundamente el ego de YoonGi, chasqueó la lengua.
—No hables con TaeHyung de mí, da repelús. —JiMin soltó una risita avergonzada.
—¡No, no es eso...! —aclaró colorándose hasta las orejas— Él se encargó de presentarme a todos los miembros del club, pero tú... Es decir, usted no estaba ahí.
—Ah. —El estudiante de canto continúo sonriendo incluso cuando YoonGi no agregó nada más que eso y miró sus partituras por un buen rato, con una aura de muerte a su alrededor—. ¿Qué es lo que sabes sobre tocar?
Le preguntó, inclinando la cabeza en dirección al piano.
JiMin sonrió apenado, como por octava vez en el día. Y sí, YoonGi había contado sus sonrisas de vergüenza porque definitivamente le irritaban.
El ojo de YoonGi amenazó con comenzar a temblar del estrés pero intentó relajarse. Estaba intentando con todas sus fuerzas ser serio y separar el hilo que los ataba del club.
Inevitablemente sus ojos cayeron sobre la mano de JiMin. Él tenía sus dedos sobre el piano así que el hilo corría por las teclas blancas y negras hasta llegar al otro chico.
Escalofriante.
—Solo lo básico.
—No es problema, probablemente deberíamos empezar... —Pero YoonGi se calló de golpe cuando su estómago resonó con la misma fuerza de un oso gruñendo.
—Oh —murmuró JiMin, entonces sonrió hasta volver sus ojos medias lunas y dijo—. Nunca escuché algo con tanta fuerza, ¿tiene mucha hambre, Sunbae?
—Idiota —dijo entre dientes, YoonGi, aplastando su estómago. Quería responderle algo filoso como "¿Tú crees?", aunque por error se imaginó un plato de comida y otra vez escuchó como su estómago se quejaba. Bufó, cerrando los ojos.
—¿Le gustan los mangos?
—¿Eh?
—¿No le gustan? —JiMin volvió a cuestionarle, con expresión preocupada. YoonGi apenas entendía la situación, pero movió la cabeza torpemente de arriba abajo.
JiMin se inclinó en su costado, se escuchó el sonido del cierre de su bolso. Entonces se estiró de nuevo y con la mano un poco temblorosa por los nervios, le tendió un bonito mango.
El mayor lo miró un largo instante. La fruta amarilla se teñía de rojo al llegar al final de su forma, estaba sostenida por las dos pequeñas manos del chico, como si no cupiera en una sola.
—¿Qué?
—Para usted. —JiMin le acercó más el mango—. A mí no me gustan mucho y... Se escucha que tiene mucha hambre.
—¿Por qué tenías un mango en tu bolso si no te gustan mucho? —le preguntó arqueando una ceja y un poco dudosos aceptando la fruta.
—Oh. —JiMin se golpeó con el dedo índice una de su mejilla rellenita. Egh, enserio, YoonGi pensó que no debería hacer eso—. Me gusta tener fruta extra.
Explicó con simplicidad, regresando a estirar sus labios rojos hacia arriba. YoonGi dejó de mirarlos.
—Eh, JiMin. —Tragó grueso. No le gustó la reacción que tuvo su propio cuerpo al pronunciar el nombre del menor. Ni la reacción ilusionada del estudiante de canto—. ¿Te gustan las galletas de chocolate?
—¡Sí! Son ricas.
Así que YoonGi se inclinó para buscar el paquete de galletas donde conservaba una, con una pequeña mordida.
El plan era comerla saliendo del club, pero ahora, el mango podía suplir esa función.
—Ten —le dijo un poco brusco, estirando la bolsa. Diciéndose que aquello estaba bien , era una persona amable.
JiMin la aceptó con una sonrisa, tomó la última galleta y le dio un buen mordisco. Él quitó la cascara del mango y después enterró los dientes, deleitándose con el jugo y la textura suave.
De reojo miró al chico, estaba sonriendo ampliamente mientras la crema de cacao manchaba de la comisura de su boca. Que desastre.
Regresando la vista a su pequeño obsequio, pudo responderse a medias una de sus preguntas.
¿Qué clase de persona era ese chico? JiMin parece ser... Una buena persona.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro