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Mirada asustada

Quería morir. YoonGi quería morir mientras JeongYeon seguía hablando con la voz constipada. Todo el club de piano se citó fuera de la universidad temprano en la mañana para partir a la ciudad congelada tan pronto como fuera posible.

—Cuando me desperté mi temperatura era de 39 grados —le contó la chica rubia a todo el club, sorbiendo por su irritada nariz—. Lo siento a todos... ¡Diviértanse de mi parte!

Sus planes de divertirse con su amor platónico estaban siendo cruelmente pisoteados ante sus ojos. YoonGi quería morir, aunque aún fuera tan joven y tuviera sueños por delante.

JeongYeon tosió. NamJoon le dio unas palmaditas amigables en el hombro, antes de sonreírle en grande y darle uno de sus grandiosos y maravillosos consejos.

—No es el único viaje que organizaremos. —No sirvió de consuelo para el presidente del club, todavía deseaba lloriquear—. Recupérate.

—¡Sí! —Era increíble lo raposa que sonaba su voz estando agripada— Cuídense.

—Qué mal. —Agregó JiMin con una sonrisa triste, sonando como un consuelo demasiado dulce con su vocecita amable. Su cara apenas podía distinguirse entre las capas de ropa. El gorro de lana roja combinaba con sus labios y la bufanda blanca como sus dientes. También estaba usando una gabardina grande y pesada.

Era la primera vez que YoonGi lo veía en otra ropa que no fueran sus enormes suéteres de colores pasteles.

Notando que estaba mirándolo, apartó sus ojos y se prometió que durante todo el viaje sería la última mirada que le regalaría.

—Deberíamos irnos —les recordó TaeYong, no sin antes tenderle un pañuelo desechable a JeongYeon.

—¡Pidamos un taxi! —propuso TaeHyung con una enorme sonrisa, cargando su maleta por la acera.

YoonGi estaba maldito, con su último aliento. Viendo a su grupo partir, intentó despedirse de su amor platónico.

—Cuídate —susurró con el alma en hilo. JiMin lo observó con curiosidad, pero no dijo nada. Estaba convencido a hablar con su mayor y encararlo.

Aunque no tan pronto. Su estómago se sentía como un estambre de abejas volando y picando sin cuidado en todo su estómago. Con un suspiro avanzó al paso de TaeHyung y preparó una de sus sonrisas naturales.

Todo saldría bien. YoonGi y él volverían a su antigua relación, entonces no tendría que sentirse tonto por declararse cambiando las cosas para mal.

Let's go! —NamJoon se colgó del cuello del presidente del club, con una sonrisa— Si no te das prisa, haré que tomes el asiento junto a JiMinie.

Lo amenazó juguetonamente que si la mirada de YoonGi no se hubiera obscurecido, habría parecido una broma divertida entre dos grandes amigos que se conocían desde siempre.

—No te metas demasiado en el asunto —le recordó, pero de cualquier forma apuró el paso tirando de las correas de su mochila hasta alcanzar al grupo. Dándole una última mirada a JeongYeon, se colocó junto a TaeYong e intentó apartarse de su amigo el baterista.

Ni de broma le daría la oportunidad a su amigo para que lo empujara en el taxi junto con el horrible y desagradable chico de cabello rosa.


Él perdió, terminó empujado junto a JiMin y TaeHyung. Le regaló una sonrisa terrorífica a NamJoon mientras subía al auto y evitó no sentirse tenso durante la gran parte del viaje.

—¡La nieve es muy blanca! —gritó TaeHyung golpeando su nariz contra el cristal del taxi. YoonGi sonrió, escondiendo el gesto bajo su bufanda café. Mientras veía las montañas con sus picos y terminaciones en blanco sintió que la emoción lo inundaba.

A su lado, JiMin se rio del enorme entusiasmo de su amigo.

—Apenas estamos en otoño.

—Ah, cierto. Qué envidia, aquí siempre tienen nieve dos meses antes que nosotros. —TaeHyung golpeó el cristal con resignación, por un largo minuto seguido.

El estudiante de música bufó intentando mantener su paciencia y de un golpe apartó la mano de TaeHyung de la ventana.

—Harás enojar al conductor —le reprochó intentando que el aprendiz de teatro se mantuviera en su lugar—. Mantente quieto en tu lugar.

JiMin forzó una sonrisa. Ahí venía el sentimiento aplastante al ver a YoonGi interactuar con otra persona. Peor era ver el espectáculo de tan cerca y sentirse tan lejano a ello.

Lo que era ridículo, porque era TaeHyung. Su nuevo y nombrado por su propia cuenta el mejor de sus amigos.

Sin embargo, su Sunbae no lo regañaba en los últimos días y no le gruñía para mantenerlo alejado. Simplemente fingía que él no estaba ahí, como un hombre invisible.

—Sí, presidente —dijo TaeHyung como un soldado manteniéndose firme, arrancando un chasqueo de lengua en YoonGi.

—Deja ese juego.

Tímidamente, JiMin estiró su mano y golpeó el cristal. Se sonrojó profundamente pero continuó su movimiento con mucha insistencia.

Nada. No obtuvo nada de YoonGi, ni una sola o corta mirada.

Con tristeza apartó los dedos resbalándolos por la ventanilla, dándose cuenta de lo triste que debió mirarse.

—¡Ah, está todo blanco! —reconoció TaeHyung, volviendo a inclinarse para mirar a través de la ventanilla —No volveré jamás a la ciudad.

—Me estás aplastando —se quejó YoonGi echándose hacia atrás como un reflejo. Su mano se apoyó contra el muslo de JiMin por el espacio reducido de los asientos traseros.

El estudiante de canto atrapó cualquier sonido de sorpresa o entusiasmo. Sólo se quedó tan quieto como pudo hasta contener toda su respiración. La mano de YoonGi era grande y pesada, se sentía algo helada a través de la tela de su pantalón.

—¡Está deteniéndose! —apuntó TaeHyung, bajando la ventanilla para saludar al taxi que los siguió todo el largo camino. Donde TaeYong y NamJoon cuidaban las maletas de todos los chicos.

TaeHyung se recompuso y YoonGi regresó a su lugar, sin decir nada por el repentino tacto con el chico de melena rosa. Actuando como si eso nunca hubiera pasado aunque él también lo sintió.

—Hemos llegado.

—Muchas gracias —dijeron los tres jóvenes al viejo conductor.

El mayor de ellos se estiró para pagarle. Como presidente del club fue usado para cuidar el fondo financiero del viaje. Lo que le parecía lo más sensato, sin contar a JeongYeon cualquier chico del club de piano sería un desastre cuidando la billetera de todos.

—Tenemos que tener cuidado contigo, presidente —bromeó TaeHyung dando un paso fuera del coche.

—¿Por qué? —le cuestionó YoonGi, bajando y tomando la mochila que mantuvo entre sus piernas. JiMin fue el último en salir, dándole una reverencia más al conductor acompañada de una sonrisa. Cerró la puerta con todo su cuidado y agitó la mano a modo de despedida.

—Porque podrías perderte entre la nieve.

—¡Já! ¡Esa fue buena, TaeHyung! —admitió NamJoon que estaba sosteniendo el equipaje de los demás. TaeYong llegó a su lado en las mismas condiciones.

—No lo fue —les reprochó YoonGi con un suspiro—. Mi piel no es tan blanca.

—¡Uh, tengo frío! —se quejó TaeYong entre gritos.

—Es más bonita que la nieve —confesó JiMin, por suerte en un susurro y nadie pudo escucharlo. Sus mejillas rosadas se escondieron detrás de su bufanda. Miró a YoonGi por precaución y después de mucho tiempo los ojos felinos de su mayor chocaron con los suyos.

Habría sido algo que festejar si el estudiante de música no lo hubiese roto tan pronto y caminando lo suficiente para mantenerse al menos un metros lejos de él.

—Vamos al hotel —les ordenó YoonGi frotando sus manos. JiMin esperó que tuviera guantes o se moriría por tomarlo con mucho cuidado para comprobar si tenía frío.

Más tarde, con sus habitaciones repartidas esperaron a las afueras del hotel. YoonGi quería mantenerse apartado de NamJoon, porque su amigo, alias el traidor por poco logró que compartiera cuarto con JiMin. El maldito hilo rojo también estaba enredándose en ese asunto, lo que le mantuvo irritado.

¡No necesitaba que alguien más que el destino se entrometiera! Tenía todo bajo su jodido control.

Viendo la suave y gigante cama de su cuarto que compartiría con su amigo el baterista, tuvo ganas de recostarse y dormir dos horas antes de ir a esquiar. ¿Cuándo fue lo última vez que estuvo en una habitación tan grande?

El cuarto donde vivía no debía superar los tres metros de largo y ancho, con una pequeña ventana por dónde sólo podía sacar parte de su cara. A menudo su madre le decía que él podría ser como un gato, viviendo simplemente en una caja. Lo creía, sus cajas de cartón y pequeño espacio le eran suficientes.

Observando la habitación del hotel tan grande e impotente se sentía algo desorientado. Pasaría mucho tiempo antes de que pudiera dormir con sus brazos bien abiertos y piernas.

Los viajes eran así de divertidos.

Debía agradecerle a NamJoon, le ayudó con la mayoría de sus gastos. Se los pagaría tan pronto como tuviera la oportunidad.

—Nada de dormir —le dijo su amigo, tomándolo de la chaqueta contra el viento y arrastrándolo afuera. YoonGi se dejó hacer a regañadientes.

—Volveré por ti —le prometió a la cama anhelando los gruesos edredones. Seguro que los pies no se le congelarían ahí dentro y no se sentiría entumido al despertar.

—Oh, el presidente se ve apuesto —comentó TaeYong, con diversión. Todos reunidos con su ropa lista para esquiar.

La chaqueta de YoonGi era lo único que era suyo, las calcetas contra la nieve eran de su madre, las botas contra el hielo rentadas y los pantalones que le quedaban excesivamente grandes de NamJoon. Pero él estaba demasiado feliz, aunque su felicidad fuera interna y su rostro se mostrara tan serio como de costumbre.

—No, por favor —suplicó YoonGi, tomando los palos de esquí que le ofreció Tae después de encargarse de la renta—. Tengo suficiente con TaeHyung.

—Es que es fácil molestarte —agregó el estudiante de teatro—. ¿O no, JiMinie?

TaeHyung sin duda no estaba haciéndolo con malas intenciones. Sólo quería envolver a su amigo en la conversación. Pero no notó el silencio incómodo que se instaló en el grupo. Después de todo, TaeYong y él eran los únicos que no tenían idea de lo que pensaba entre el presidente del club y el dulce aprendiz de canto.

JiMin sacudió la cabeza, teniendo una batalla interna entre mirar a Sunbae y no mirarlo.

—Da miedo cuando está molesto...

Al final terminó por mirarlo, recibiendo el perfil de YoonGi y la mirada perdida. Ni si quiera parecía interesado en la conversación.

—No lo has visto cuando se acercan las presentaciones —comentó NamJoon, intentando con mucha naturalidad desvanecer la tensión.

—¡No me pongo tan mal!

El club entero lo ignoró. Porque eso no estaba ni cerca de ser la verdad, YoonGi era un histérico por el perfecto trabajo del que todos preferían correr en la dirección opuesta.

—Bueno, escojamos los grupos —TaeHyung bajó su tabla de esquí mientras terminaba de acordarse los guantes. Asegurándose que la cinta estuviera bien apretada contra su muñeca—. ¿Quién va a enseñarle al presidente del club? —Todos dieron un paso adelante— Alguien que tenga experiencia...

—¿Eh, por qué tengo un mal presentimiento? —YoonGi los miró con desconfianza mientras se cruzaba de brazos.

TaeYong sonrió acomodando las gafas sobre sus ojos y tirando del elástico de su cabeza. Como todo un experto en ese deporte.

—No es como si pudiéramos ser tan duros contigo. Iguales a ti, cuando se acercan las presentaciones finales.

—¡No soy cruel, busco la mejoría! —lloriqueó. Fue la primera vez que JiMin quiso reírse por la voz chillona de su Sunbae. Fue un berrinche terriblemente adorable que le dieron ganas de besarlo por todas las mejillas.

Para su fortuna él tenía dos cosas importantes. Autocontrol y mucha vergüenza, no haría un movimiento tan atrevido con esos dos impedimentos.

—Bien —lo ignoró TaeHyung, hablándole al resto con un poco de duda—. Un experto sería... ¡Ah! ¿Cuántas veces han esquiando?

—Tres... —Enumeró NamJoon con una baqueta entre sus dedos.

—¡Dos! —Gritaron TaeYong y TaeHyung al mismo tiempo.

—Cinco—Dijo JiMin en voz baja, pero no lo suficiente para no ser escuchado por el resto.

YoonGi maldijo, apretando la tabla entre sus dedos. Debía esperarse algo así, el niño rico debería disfrutar de todo lo que quisiera en el mundo.

—Woah, ¿de verdad, JiMinie?

—Sí. —Asintió cohibido, acomodando los guantes de protección en cada uno de sus dedos para evitar enfrentar la mirada de cualquiera de sus compañeros de club—. A mi familia le gusta este tipo de cosas.

TaeHyung sonrió, abrazando a JiMin.

—¡Ah, yo te quería en mi grupo! —se quejó, rodeando más fuerte los hombros del estudiante de canto— Bueno, los grupos son obvios. NamJoon y JiMin cuidarán del presidente del club.

—¿Desde cuándo tú eres el líder de este viaje? —cuestionó YoonGi mientras intentaba lanzarle dagas con los ojos, nadie le respondió.

En el instante en que su amigo baterista sonrió complacido dándole un golpecito amigable en el hombro a JiMin y luego a él, YoonGi reconoció con terror sus verdaderas intenciones.

Aprender no fue tan difícil como pensó, de hecho se le daba bastante bien. Por eso tan pronto como pudo andar por su cuenta y no caer duramente de culo a la nieve, como las primeras veces. Se alejó de NamJoon en silencio. No esperaría hasta que su amigo hiciera otro movimiento para dejarlo a solas con el niño de cabello rosa deslavado, ¡ya no podía confiar en él!

—¡Bien! —Se dijo acomodando sus anteojos, un vez que terminó de subir una pequeña colina. Gracias a su caminar diario de camino a la universidad tenía buena resistencia en eso, aunque eso no significaba que lo disfrutara.

El camino bajo la montaña no estaba lo suficiente empinado para ser mortalmente peligroso. Además todavía no estaba cayendo tan fuertemente la nieve, una de las razones por las que decidieron viajar un poco fuera de la estación de invierno. Todo estaba maravillosamente bien con NamJoon fuera de su camino.

El único inconveniente era que JeongYeon faltaba. Era una pena que no estuviera pero YoonGi no iba a llorar por ella siempre. Se divertiría por su cuenta y lo haría en grande.

—Hmm, Y-YoonGi Sunbae.

El Sunbae en cuestión, se detuvo mientras la alegría en su rostro se apagaba de golpe. Levantó sus anteojos de sol sobre su casco de esquí.

—¿Q-qué es lo que quieres? —Él por supuesto que no titubeó, fue el aire helado dentro de su garganta. JiMin no paró su vaivén, continúo acercándose lentamente. Lo suficiente para tirar de sus delicados nervios a YoonGi— Deja de moverte hacia mí —le señaló, logrando que el menor se congelara con los ojos puestos sobre él—. ¡Escoge un camino y esquía, por los dioses!

Encogido, JiMin trató de no acobardarse.

—Uh —murmuró, esforzándose por levantar la voz y sonar más seguro—, quería hablar contigo de lo que sucedió el otro día.

—¡Ah! —clamó YoonGi torpemente, colocando rápidamente los lentes de regreso a su cabeza—. ¡Yo ni si quiera recuerdo eso, así que puedes olvidarlo! ¡Nos vemos!

Gritó antes de deslizarse.

¡Bien! Creo que puedo evitarlo desde aquí. Inocentemente pensó, mirando que el camino se perdía entre los pinos que era blancos, víctimas de la nevada.

Es un buen compañero. Estoy feliz de que me estime tanto, pero... ¡Lo siento, yo no puedo aceptar esta conexión!

Frenó, dándose el tiempo para bajar la bufanda que le protegía la nariz del frío y darle una buena respirada al clima congelado. Ah, se siente bien esquiar en toda esta nieve.

Con una sonrisa amigable, miró hacia atrás. Su entusiasmo se esfumó cuando distinguió la silueta de JiMin esquinado con rapidez por el mismo camino que él tomó.

Su piel se erizó como un gato. ¡Él está siguiéndome! Con los movimientos más veloces que pudo tomó los palos de esquí para huir.

¡¿Por qué viene hacia acá?! ¡Le dije que tomara un camino y me dejara solo! Se detuvo conteniendo la respiración agitada por la carrera, escuchó detrás de él que JiMin barría la nieve con su tabla de esquiar hasta quedarse completamente detenido.

—YoonGi Sunbae...

—Deja de molestarme —le cortó sin volverse a mirarlo.

—Ah...

—No tienes que seguir deslizándote detrás de mí. —Cerrando los ojos, él explotó un poco perdiendo el control de sus palabras—. ¡No te quiero aquí!

Las palabras de JiMin sonarían tan heridas que sería difícil ignorarlas.

—Lo siento... —Mirando muy de reojo y sobre su hombro, YoonGi se encontró con la expresión triste de JiMin. Su labio inferior temblando, los ojos rojizos y vidriosos. ¡Está haciendo esa cara de perrito regañado! La culpa la aplastó, odiando admitir que NamJoon tenía razón. JiMin probablemente no tomó muy bien su rechazo—. Uhm, pero... YoonGi Sunbae. —Levantado su expresión, JiMin continuo intentando detenerlo—. Ha estado vagando por un área restringida. Pienso que deberíamos volver...

—¿Eh? —Mirando alrededor, YoonGi encontró un cartel que le pedía que se alejara de la zona, cubierto de nieve, pero las letras rojas y gigantescas que decían "¡Zona peligrosa!" seguían siendo visibles— Ah... Lo siento, yo... Está bien, deberíamos regresar ahora.

Cedió rascándose la nuca con incomodidad.

JiMin le sonrió cálidamente, asintiendo. Parte de su sonrisa cotidiana volvió a él y sus ojos terminaron por cerrarse al alzarse sus labios.

—El clima es muy imprescindible en este lugar. Regresemos al hotel.

YoonGi asintió prácticamente en silencio. Estaba tan perdido en mis pensamientos que no me di cuenta sobre el cartel de advertencia.

La palabra idiota le cayó encima, con todas sus letras. Se sentía como uno y estaba seguro de que estuvo comportándose como.

Me disculparé apropiadamente cuando lleguemos al hotel. Se prometió con convicción, intentando regresar las gafas de protección a su cabeza.

Él no esperaba que una violenta ráfaga de viento le golpeara con mucha fuerza haciéndolo tambalearse. El suelo comenzó a crujir bajo sus pies y antes de caer a quién sabe dónde, atrapó en su vista los ojos almendrados de JiMin que lo miraban inundando de pánico. 

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