Meñique pequeño
—¡Oye, detente! —chilló alguien con la voz aguada a causa de la vergüenza. YoonGi se volvió hacia ella con una expresión seria, enfocando una pareja al fondo de la calle sentada en una banca de madera y robándose besos vulgares— No hagas cosas tan embarazosas aquí.
Estos idiotas lo están haciendo en plena luz del día. YoonGi ensó asqueado, arrugando toda la cara.
Ew, lo que menos quería presenciar antes de tener un largo y tedioso día en su universidad.
Su vista cayó sobre las manos de la pareja. El hilo del chico todavía era corto, apenas terminaba de rozar el dorso de su mano, no estaba unido a nadie más. Pero el de ella, era largo y parecía ser tirado hacia la izquierda, esa debía ser la dirección en que su verdadera pareja predestinada estaba.
¡Ni si quiera están conectados! Bufó, pasando de largo mientras sostenía las correas de su mochila sobre su espalda.
Estos dos romperán pronto. Se convenció fríamente, retomando su camino por el pavimento lleno de arbustos rumbo a su escuela.
Además esa chica parece estar atado con algún otro chico.
YoonGi es capaz de ver el hilo rojo del destino. El que ata a dos enamorados eternos destinado a encontrarse.
Las leyendas cuentan que es invisible al ojo humano. Lo es, pero no para YoonGi.
Está perfectamente amarrado sobre el meñique de la mano izquierda. Cada persona que ha conocido a lo largo de su vida tiene uno y él puede afirmar que no existe nadie en el mundo con el dedo vacío.
Es rojo escarlata como el color de la sangre y al mismo tiempo al chocar contra los rayos del sol brilla como si estuviese hecho de rubíes. Para nada ancho, bastante delgado en realidad.
Cuando no se ha unido, es demasiado corto. Después del momento de la unión de ambas personas el hilo se vuelve tan largo como tan lejos esté su alma gemela, siempre tirando en su dirección.
No es capaz de tocarlo, por lo que no conoce la textura y el peso.
Tampoco le intriga mucho, se ha vuelto algo sumamente normal. ¿Algún don familiar? Imposible. ¿Un castigo divino? Podría ser.
No hay motivo que conozca, pero YoonGi puede ver el hilo desde llegó a la edad de la discreción. Tenía un horrible recuerdo sobre eso.
—Cuando crezcas conocerás al amor de tu vida y te casarás con ella.
Su madre de melena clara le explicó con suavidad acariciando sus cabellos negruzcos herencia del hombre a un costado. El hombre lo afirmó con un sonido vago y un poco incómodo, escondía un secreto.
El pequeño YoonGi de ocho años se removió sobre el sofá repentinamente interesado en la conversación.
—¿Estaremos conectados por el hilo rojo del destino?
Su madre intentó sonreír, ladeando la cabeza.
—Supongo.
YoonGi arrugó el ceño, observando las manos de sus padres.
—Entonces... ¿Por qué el hilo rojo de papá está atado a otra persona? —preguntó sinceramente curioso al notar que el de su madre era corto, el del hombre no.
Después de eso, las cosas salieron mal.
Un poco más tarde, el papá de YoonGi hizo que su mujer se mudará con él y echó a su madre junto con el pequeño niño de la casa con maletas apresuradas y sin un lugar seguro donde quedarse a dormir. Ella lloró durante meses, tenía el corazón roto y ninguna forma de mantener a su pequeño y sensible hijo. Después se volvió tan fría como el invierno y apenas podía mantener su empleo.
¿Qué habría pasado si YoonGi nunca hubiese dicho nada? Actualmente todavía se culpaba de esas palabras descuidas que dijo de niño. Y bastantes de adolescente, aún le era difícil en aquellos años no querer jugar un poco a ser cupido.
Fue testigo de las parejas que no estaba unidas por el hilo rojo romper justo delante de sus ojos.
Estaba tan acostumbrado a ello que a veces le costaba darle el pésame cuando una relación fallaba dentro de su grupo de amigos. "Tú pareja llegará" Les decía con una sonrisa tensa y un par de palmaditas en el hombro. No obstante, siempre terminaba siendo tan incómodo como las primeras veces.
Sus padres no eran diferentes, estaban destinados a separase.
Pesaba más el hilo en el dedo que un anillo de bodas en mano.
Esa cuerda, era impredecible.
Una cosa que si sabía del hilo rojo es que nadie está atado a otro desde el inicio, el momento de conexión depende de la persona.
YoonGi levantó su meñique, el color del hilo contrastaba de maravilla con la tez blanca de su cuerpo. Pero aún era corto.
Me pregunto si esto no es solo un capricho de los dioses...
Las pocas hojas secas caídas de los arboles dejaron de crujir bajo su paso, mientras entraba sin muchos ánimos a las instalaciones de su universidad, tomando las correas de su mochila descansando sobre su espalda.
YoonGi pensaba que su don era más una maldición, y lo único en lo que podría tener ventaja sería en sí mismo.
Estaba en tercer año y no estaba tan abatido por no encontraba al amor de su vida, quien fuera podría llegar en cualquier momento o probablemente podría pasar el resto de su vida sin ella. La idea lo dejaba con un vacío de ansiedad, no era tan romántico, pero le parecía un desperdicio estar destinado a encontrarse con su amada y nunca hacerlo.
—YoonGi. —Una pequeña mano se posó sobre su espalda dándole un toquecito y YoonGi se giró hacia la persona con rapidez—. ¡Oye! ¿Cómo estás?
YoonGi se sonrojó discretamente.
Era muy difícil cuando ella le regalaba una de sus encantadoras sonrisas.
—Ah, JeongYeon —dijo con voz dulce poco común en él, sonriendo amablemente. Su aura negra que siempre tenía a su alrededor se suavizó lo suficiente, incluso su común ceño fruncido desapareció.
JeongYeon era linda, más pequeña que él. Tenía unos ojos expresivos siempre bien delineados, rubor rosa en los pómulos y los labios coloreados de rojo. A YoonGi le gustaba mucho más que su rostro de muñeca bien maquillado contrastara con su cabello rubio rebelde que apenas le rozaba la nuca.
Era tan linda que él podía regalarle una sonrisa tan brillante como un sol de otoño.
Él estaba enamorado. De esa chica.
Ese día lucía perfectamente impecable en una de sus chamarras gruesas contra el frío y sus botas de tacón. Femenina y al mismo tiempo con esa imagen de rudeza.
—¿Tienes una conferencia? —le preguntó ella. YoonGi se abstuvo de suspirar de deleite, su voz era un poco firme para una mujer pero a él realmente le encantaba.
En realidad, le encantaba cualquier cosa que pudiera venir de la chica.
—Sí. —Sonó realmente muy feliz cuando YoonGi sabía que la universidad y sus reglas tontas apestaban. Era el efecto que el perfume de la chica y sus facciones finas tenían en él.
—¿Vendrás a recoger tus partituras más tarde?
JeongYeon dudó un poco al final sus ojos se posaron sobre YoonGi alegremente.
—¡Sí! Pasaré por ellas.
—Las guardé bien en el club de piano —afirmó intentando sonar lo más confiable posible. JeongYeon soltó una risita, cabeceando de arriba abajo,
—Gracias, YoonGi. —Ella sostuvo su brazo dejando una caricia y YoonGi tensó los músculos avergonzado, hasta que JeongYeon por fin se apartó. Entonces pudo recomponerse y carraspear para apartar la pena—. ¡Tengo algunos mandados que hacer puedes adelantarte por mí! —Se alejó dos pasos de distancia y se giró para agitar la mano en su dirección— ¡Nos vemos más tarde!
YoonGi también se despidió sin desaparecer su sonrisa, observándola marcharse rumbo al ala derecha de la institución.
Ha estado nutriendo sus sentimientos por ella, desde dos años atrás. Después del servicio e iniciar un nuevo curso en la universidad JeongYeon se sentó junto a él en una clase y se comportó tan bonita como siempre. Después le invitó a formar parte del club de piano y lo unió con su grupo de amigos.
Ella realmente era como un ángel caído del cielo. Y a YoonGi le gustaba tanto que sería capaz de preguntarle si le había dolido al caer, bastante humillante para su orgullo común.
JeongYeon tampoco ha encontrado a su alma gemela.
Suspiró soñador, encogiéndose de hombros.
Habría sido tan agradable si ella también hubiera caído por mí.
Sacudió el cabeza, tanteado el bolsillo de su abrigo para sacar su teléfono, necesitaba revisar su horario para asegurarse de no faltar a la primera conferencia de la semana. También debería anotar en algún sitio para no olvidarse de comprar un poco de alimento para Dorotea, le quedaba un poco de su salario en la cafetería y aunque no podría pagar sus almuerzos hasta el viernes mientras su pececita dorada estuviera bien alimentada él estaría mucho mejor.
Era mejor si se enfocaba en sus responsabilidades y olvidaba el revoloteo de mariposas que sentía al mirar a JeonYeon. Tenía que desechar la idea de que ellos terminarían enlazados, ya era poco probable.
Él menos que cualquier otra persona en el mundo se haría ilusiones con alguien que estaba fuera de su alcance.
No sería tan tonto y se evitaría el desgaste emocional de llorar por un corazón roto, más tarde.
Desbloqueó la pantalla encontrando un mensaje de NamJoon. "¡YoonGi, tenemos que hablar!"
Eso sonaba a que había hecho algo malo, así que rodando los ojos, abrió la aplicación de mensajería para apelar a su inocencia.
Desearía tener el poder de averiguar con quién estaré unido...
Mientras escribía el mensaje, notó algo extraño.
¿Eh?
Algo extraño sobre su meñique, más precisamente sobre su hilo rojo.
Girando un poco la pantalla del teléfono, lo notó completamente. Su hilo ahora medía alrededor de dos metros y desaparecía camino al ala derecha de la universidad.
—¡¿Pero qué?! —gritó fuera de su mente, atrayendo un par de miradas extrañadas
¡¿Es posible?!
No podía ser cierto. ¡No, era cierto! ¡El hilo de YoonGi estaba conectado! Por fin estaba sucediendo.
Y su mente era todo un lío. Un paso adelante, otro atrás, su cuerpo su tambaleó y su aliento se atascó en su boca.
Su hilo se tensó y por poco deja escapar un grito agudo, la otra personaba se estaba dirigiendo directamente hacia donde estaba. Se familiarizó tanto tiempo con la cuerda solitaria y pequeña que siempre colgaba sobre su muñeca que mirar el nuevo largo le pareció sumamente extraño.
¡¿Finalmente voy a conocer a mi alma gemela?! ¿Quién sería? ¿Cómo sería ella? ¿Alta, delgada, más baja o de su misma contextura? ¿Qué carrera estaría estudiando?
JeongYeon fue hacia esa dirección...
Abrió la boca junto con los ojos, comenzando a caminar guiado por la cuerda rojiza. Con el corazón latiendo tan fuerte que podía escuchar el ritmo enloquecido zumbado en sus oídos.
No me digas qué... ¡No! ¡Es poco probable que esté atado a mi amor no correspondido...!
¡Aunque es el ala este! ¡Espera un minuto...!
YoonGi se detuvo intentando apaciguar su respiración violenta, su pecho que subía y bajaba.
Levantó la vista lentamente para encontrar a la chica que amaría eternamente, porque definitivamente cuando observara su figura sabría que la larga e impaciente espera valió pena.
Sin embargo, toda ilusión se hizo añicos al ver a la persona en su frente. Se paralizó, observándolo detenidamente.
Se sintió como si alguien hubiese vaciado una tonelada de cubos de hielo sobre él.
De pie, la silueta de perfil que le observaba de una manera confusa no era de una mujer, sino de un tipo.
Se miraba pequeño, aunque definitivamente no lo era. Era más bien, su apariencia te hacía recordar a un chico de diecisiete años con los rasgos de su cara completamente infantiles y dulce. Tenía la melena tintada de rosa cereza y usaba un suéter blanco un par de tallas más grandes. Cargando un bolso de mano sobre el hombro izquierdo donde reposaba la mano que estaba atada al hilo rojo.
El desconocido ladeó un poco su cabeza, asustado. Sin entender la razón por la cual un desconocido estaba estudiándolo detenidamente con esa mueca tan... Digamos aterradora.
—Uh... —murmuró el chico con una vocecita suave, muy melodiosa. Esperaba que así el chico que le miraba dijera algo, tal vez no se había cepillado los dientes muy bien esa mañana.
Un sujeto, un sujeto, un sujeto, un sujeto. Le repitió la conciencia de YoonGi mientras se lo comía con la mirada, o más bien lo devoraba. El pecho plano, le decía que esa persona no era una chica, pero él se negaba a creerlo.
Si hubiera sido necesario, YoonGi habría bajado la vista a la entrepierna del desconocido para comprobar que realmente era un hombre. Por fortuna no fue necesario, escucharlo hablar fue como una bofetada mental.
Horrorizado no expresaba todo lo que sentía en ese momento. Eso no era una broma de NamJoon, eso era probablemente lo más serio que le había sucedido en la vida.
Oh, por la mierda. Él enserio estaba atado a un sujeto.
A YoonGi se le resbaló el teléfono de la mano y se echó hacia atrás.
—¡Waaaaaaaa! —gritó muy alto.
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