Mejillas coloradas
El clima de la mañana del sábado anunciaba un viento helado y un poco de sol al siguiente día. Aunque YoonGi sabía que no tendría universidad, cargó con su paraguas camino al trabajo en caso de alguna situación forzada.
Aún le ponía de mal humor recordar la cosa asquerosamente fácil que se cedía ante las ideas de JiMin.
Tenía que fortalecerse.
—Ah, pero soy débil ante las cosas feas —murmuró en voz alta, riéndose un poco malicioso de su propio chiste.
Dobló en la esquina de la siguiente avenida, tomando el camino a su antiguo hogar.
Cmo era costumbre, los fines de semana en las horas libres donde no lo consumía su trabajo en la cafetería podía tomarse la molestia de visitar a su madre.
Agradecía que no vivía excesivamente lejos de ella, odiaba caminar pero el dinero pasaje del metro no podía malgastarse.
Su antiguo hogar, era de un vecindario con mala fama. Las puertas no tenían clave y se usaban las cerraduras de metal, pocos autos transitaban por ese rumbo y el camino que se empinaba a largo se volvía cansada.
No era tan peligroso como muchos creían, YoonGi podía caminar en la madrugada entre las calles obscuras. Simplemente era un lugar un poco apartado de todo el ruido de la ciudad de Seúl.
Su departamento como universitario solo estaba tres cuadras más lejos y a pesar de eso parecía que su pequeño cuarto estaba más centrando en la capital.
—Toc, toc —gritó golpeando la puerta de madera. Al no recibir respuesta, buscó la llave debajo de la maceta vacía en la en la entrabada y atravesó el umbral en silencio—. ¿Mamá?
Desamarrando el nudo en el cordón de sus agujetas escuchó lo que parecía ser u un par de ollas moviéndose.
—Ah, YoonGi, pasa de una vez —anunció a gritas desde lo que parecía ser la cocina—. Maldita mierda...
YoonGi se rió ente dientes ante la expresión de su madre, siempre la pareció gracioso lo poco que ella cuidaba esas expresiones. Cuando siempre intentaba mostrarle lo maduro que debían ser los adultos.
—No maldigas —le corrigió atravesando la sala. Los sillones donde solía quedarse dormido después de lavar la ropa o cocinar estaban llenos de prendas de la mujer.
La cocina no estaba en una situación diferente.
Respiró audiblemente mirando todo el desastre. Lo único hogareño del lugar era el olor de la carne cocinándose con la receta familiar de su abuela.
—Bah, dejaste de ser un mocoso hace años.
Ella dijo, todavía de espaldas. Sacudiendo un sartén al aire.
—Ni si quiera cuando era niño dejabas de hacerlo —reclamó cruzándose de brazos y con una sonrisa divertida.
—Uh. —Finalmente la mujer se giró y YoonGi terminó de sonreír.
—Hola, mamá.
—¿Ya comiste algo? —le preguntó ella, levantando las esquinas de su boca y un par de arrugas en su piel. Se pasó una mano por el tocado de su cabello, desarreglado.
Tenía hebras tan claras como el sol y un par de canas corriendo entre su trenzado.
Probablemente era lo único que tenían diferente. Sus rasgos eran tan parecidos que YoonGi se sentía profundamente tranquilo de ello. Sería una molestia constante verse al espejo y encontrar el reflejo del hombre que los dejó.
—No, creí que vendría a cocinar.
Su madre sonrió ampliamente, moviéndose a un costado.
La misma sonrisa de dientes pequeños, arrugas en la comisura de los ojos y un poquito de encías rosas.
—Que listo es este muchacho.
YoonGi rodó los ojos, dirigiéndose a la pequeña parilla. Se arremangó las mangas de su sudadera hasta los codos y tomó el mango del sartén. Era una acción a la que estaba bastante acostumbrado.
—Tu cinismo es impresionante, mamá.
Ella le palmeó la espalda, riéndose ronca.
—En eso te pareces a mí.
—Creo que en todo me parezco a ti.
La sonrisa de su madre se tambaleó un poco.
—No en todo... —Ella tomó un poco uno de sus mechones tan negros como el carbón.
YoonGi se apartó de su toque, entendiendo a qué se refería.
—Como sea, da igual —dijo, frunciendo el ceño y regresando su atención a la carne—. Por cierto, ¿escucharás la composición para el recital de este año?
Ella sacudió la cabeza, retomando su actitud liviana.
—Nunca haces lo que digo.
Su hijo la miró de reojo, asegurándose que el sabor amargo del recuerdo de su ex marido desapareciera.
Entonces por inercia revisó su meñique; todavía estaba corto.Reprimió un suspiro, lo único que deseaban era que ella pudiera unirse al hombre que le esperaba y su padre solo fuera un mal recuerdo del pasado.
Pero, no era así, su madre seguía con su hilo rojo propio.
Tal vez es lo mejor. Se convenció, forzando una sonrisa e intentando tomar de nuevo el rumbo de la conversación. Pronto vendrá ese hombre.
—Dame críticas mejores.
—¿Ves lo que digo? —YoonGi soltó una carcajada limpia, sacudiendo los trozos de carne.
—¿Cómo comiste está semana?
—Estoy segura que mejor que tú —respondió estudiándolo con la mirada. No quería sentirse paranoico, pero ella tenía el rostro un poco más delgado que la última vez.
—Peso extra, ¿lo ves? —Se dio un par de palmadas en el estómago— Ah, ¿Qué es eso?
Un sobre de color negro con un lazo de color plateado descansaba en la mesa, junto a un par de platos sucios, estaba totalmente resplandeciente. Demasiado elegante para estar en ese lugar tan desordenado.
—¿Esto? —Su madre lo tomó entre sus dedos y lo sostuvo para que pudiera verlo—. Ah, JaeHyun va a casarse.
YoonGi abrió sus labios, bastante sorprendido.
—Wow, ¿de verdad? ¿Por qué no sabía de esto?
—Probablemente si no vivieras en la universidad podrías venir a las reuniones familiares —YoonGi blanqueó la mirada, sacudiendo el sartén. Eso era definitivamente un reproche.
Aunque estaba bien para él no averiguar si el hilo de JaeHyun no estaba unido a su prometida. O tendría un sabor amargo durante la ceremonia y un sentimiento de preocupación en cuanto a sus posibles rupturas.
Prefería enterarse más tarde.
—De cualquier forma, ¿él no es muy joven para eso?
—Sólo es un año menor que tú, YoonGi. —La mujer le recordó con una ceja alzada y YoonGi no tuvo más opción que usar su voz quejumbrosa.
—Yah, ¿por qué eso suena como una indirecta? Deja de mirarme así.
—¿Así cómo?
Chasqueó la lengua ante la inocencia fingida de su progenitora, mirando el fuego.
—Ni si quiera me he graduado.
Considerando que encontrara a su alma gemela, el YoonGi del pasado tenía pensando casarse con ella hasta que tuviera su título. Entonces se encargaría de que ambos tuvieran una bonita casa y una pecera grande.
Ahora tenía cosas más grandes de que ocuparse, ¿cómo dónde diablos podría desaparecer a JiMin del planeta?
—Ya comenzaste tu vida de adulto. —Otra queja por vivir lejos de ella. Su madre tenía la habilidad de incluirlas en cualquier tema de la conversación—. No me interesa que te cases ahora. —YoonGi sonrió con un poco de melancolía—. Aunque tampoco me molesta que lo hagas pronto. Sólo no quiero...
—Que me rompan el corazón, lo sé —completó con el mismo tono sutilmente triste.
Sí, su madre ya no creía en el amor.
—También quiero que te enamores. Desde niño siempre deseaste a tu media naranja.
—Sí, respecto a eso... —balbuceó torciendo la boca— Tengo un par de problemitas.
Su madre lo miró sin entenderlo.
—¿Eh?
—Los resolveré ya verás, estaré unido a una chica decente. —Empuñó su mano al aire para darse valor.
¿Su único problema? Su hilo rojo estaba atado a Park JiMin.
La mujer miró a su hijo alzar el pulgar y se encogió de hombros. Le gustaría decir que él nunca había sido así de extraño, pero desgraciadamente desde niño YoonGi tenía ideas extrañas sobre el matrimonio y estar atado. Algo que jamás podría entender.
Horas más tarde, YoonGi estaba en su puesto de trabajo con el estómago lleno y un humor tranquilo. Aunque se sentía bastante somnoliento después de almorzar.
—Hyung, vas a dormirte —le advirtió JungKook a su lado, apoyando sobre el mostrador.
—Descuida —bostezó estirando los brazos a su costado—. Todavía no puedo dormir de pie.
—¿Eso es posible?
El chico estaba genuinamente sorprendiendo.
YoonGi se alzó de hombros.
—¿Por qué está tan tranquilo el día de hoy? —Observó las mesas semi vacías a excepción de un grupo de chicas al fondo del lugar. La cafetería al estar en uno de los centros comerciales más famosos de la ciudad, normalmente estaba llena de gente que ellos dos como trabajadores apenas tenían tiempo de su descanso.
Se acomodó la boina verde con el lago de la cafetería en su cabeza, alargando un suspiro.
—Supongo que es porque se acercan la temporada de exámenes.
JungKook agitó su mano al aire y la pupila de YoonGi corrió por todo el largo de su hilo rojo que se hondeaba perfectamente.
¿Será por los lazos de amistad que nuestros hilos se están uniendo al mismo tiempo?
Tendría que investigar sobre ello más tarde, a pesar de que sonara como una teoría loca.
—¿Y cómo estás con ello?
El fin semana pasada no estaba unido a nadie.
Siendo honesto YoonGi se sentía muy curioso, le agradaba demasiado JungKook. Además de tener un trabajo de medio tiempo en la cafetería era un estudiante de grados menores bastante aplicado. Era callado y prefería un videojuego antes que una reunión de adolescentes escandalosos. mo una versión suya, mucho más joven. Casi con las mismas dificultades económicas y familiares.
JungKook adquirió un poco de color en el rostro, antes de decir:
—B-bien, NamJoon Hyung decidió asesorarme.
—¿NamJoon? —Pestañeó lentamente, dándole una mirada de confusión— ¿De qué Hyung hablas?
—Oh, el Hyung que vino por tu bufanda.
Todo rastro de sueño desapareció. Incluso se inclinó hacia adelante, completamente perplejo.
—¿Qué bufanda, JungKook?
El adolescente le dio una larga mirada inquisitiva, como si se tratara de una broma.
—Oh —exclamó por fin—. ¿No se la dio?
—¿Hablas de... Kim NamJoon?
Su menor asintió lentamente, como si le avergonzara hacerlo.
En aliento a YoonGi se le atascó en la garganta, rápidamente trató de encontrar una forma de unir las pistas sin que sonara como un interrogatorio.
—A-ambos, uh... —Luchó contra la tensión que tenían sus palabras, incluso se aclaró la garganta dos veces— ¿Se conocieron esta semana?
—Ah, sí.
—JungKook, ¿acaso tú...?
—Ah, JiMin, sé amable.
YoonGi abrió los ojos, escuchando el timbre eléctrico que producía la puerta al abrirse, junto con el sonido de una pareja de chicos entrando.
La conocida melena rosada del mal atravesó el marco de la puerta seguida de una mata de cabellos negros. Una chica tan bonita como una actriz de películas.
—¿Por qué siempre tengo que ser yo? —respondió JiMin y YoonGi podía jurar que estaba haciendo un puchero, sólo podía verle de perfil.
—No hagas pagar a una Noona. Tomemos está mesa —Ella le anunció, obteniendo un tierno sonidito de protesta del estudiante de canto. JiMin tomó un asiento, frente a su acompañante.
—Tienes que estar jodiéndome...
Murmuró YoonGi en un susurro tapando el rostro con sus manos y deslizándose hacia el piso. Donde la caja registradora lo cubría en su totalidad.
JungKook se estiró por encima del mostrador para echarle un vistazo.
—¡¿Hyung?! ¡¿Estás llorando? !
—¡Claro que no! —Tomó una gran bocanada de aire. Debía actuar.
JiMin por nada del mundo debía saber que trabaja ahí, ya era una completa mierda tener chocando a su alrededor en la universidad. O tendría que renunciar, y no dejaría su empleo de tantos años.
Las mesas estaban a unos diez pasos de distancia de su puesto de trabajo, existían dos puertas, una al frente y otra en el cuarto de empleados, pero la primera obviamente no contaba porque sería visto antes de que pudiera desaparecer.
—Kook, necesito un favor.
—Te escucho. —El chico asintió, obedientemente. YoonGi le habría dado un montón de palmaditas en la cabeza por ser un buen Dongsaeng si no estuviese tan lejos.
—El chico de cabello rosa, en la mesa.
—Oh. —JungKook los miró—. Y su cita.
El ceño de YoonGi se arrugó.
—¿Cita? Ello no son una cita.
—¿Por qué no? Lucen muy cercanos —le aseguró el chico ingenuamente.
—Porque JiMin dijo que no... —Se mordió la lengua, deteniéndose— ¡Eso a mí qué me importa! Sí, ellos. No pueden verme.
—¿Por qué?
—¡No me preguntes! —JungKook no se movió y YoonGi aspiró por la nariz bastante frustrado— Bien, es mi rival, a JeongYeon parece gustarle.
—¡Ah, ya veo!
Sólo JungKook y NamJoon sabían sobre su enamoramiento con JeongYeon. El primero la conocía de puros relatos y el baterista sabía que por un motivo que desconocía YoonGi jamás se confesaría, por eso no se molestaba en forzar las interacciones entre ambos.
—¿Me cubres? Tomaré mi descanso antes.
—Sí, pero date prisa, Hyung. Aquí viene ella.
—Te lo compensaré, JungKook —prometió con una sonrisa amable, comenzando a gatear a la puerta trasera. El adolescente rodeó el mostrador y se colocó tras él dispuesto a atender a la pareja.
Sin embargo, cuánto intentó abrirla se dio cuenta que estaba cerrada por dentro. Por supuesto, era turno de JungKook de cuidar de ella
Maldición, la única salida es dónde puede verme.
—¡JiMin, ven a pagar! —Le gritó la chica, sonriéndole a JungKook. El chico tenía los dedos obre la pantalla de pedidos.
No tengo opción. Se convenció arrastrándose de regreso. Si se mantenía agachado el chico lo vería cuando hiciera su pago.
Pasó entre las piernas de JungKook y recibió una patada discreta en la pantorrilla.
—Noona, no grites —le reclamó JiMin y YoonGi puedo escucharlo caminar hacia la chica.
Contó los segundos en su cabeza que debían pasar para que el chico llegara justo a tiempo para ponerse de pie e ir a la salida sin ser visto.
Logró levantarse y observando fijamente la figura de JiMin avanzó hacia la puerta, esperando a que no se volviera hacia él. Solo que... Aquello no salió muy bien.
Alguien chocó contra él y su camisa de repente estaba totalmente mojada de jugo de naranja junto con el mandil de la cafetería.
—¡Lo siento mucho! —chilló el culpable. YoonGi sintió que la sangre le hervía y las palabras morían en su boca.
—¡Tú de nuevo! —Lo apuntó acusatoriamente, olvidándose de ser silencioso. HoSeok sacudió la cabeza hacia los lados, al borde del llanto.
—¡Esta vez si estaba mirando!
Casi juró.
—¡Pero si eres... ! —Se contuvo, intentando tragarse su enojo. Su gerente no iba despedirlo pero tampoco arriesgaría su empleo por una discusión.
—¿Puedo hacer algo por ti?
—Conseguirme ropa nueva —evidenció. Buen día para no tener algún cambio extra en el trajo.
—¡Ay, yo...!
—¿YoonGi Sunbae? —JiMin, junto con la otra chica se acercaron— ¿Es usted?
—Sí, ¿qué? —masculló de mala gana.
—Vaya, HoSeok, sí que tienes mala suerte —dijo su amiga, sonriendo.
—¡Esto es porque me dejaron solo! —se quejó agitando las manos en el aire. Después se volvió hacia YoonGi— De verdad lo siento mucho.
—Da igual, no voy a resfriarme por esto. —Estiró el uniforme el mandil del uniforme. La tela estaba solo un poco mojada y ahora olía a jugo de naranja.
JiMin se mantuvo observándolo. Luego por su rostro cambió a una expresión brillante, como si hubiese tenido una idea.
—Ah, ¿Sunbae le molestaría usar una camiseta mía?
—¿Q-qué? —YoonGi parpadeó estúpidamente, luchando contra un rubor que quería humillar sin alguna maldita razón.
JiMin comenzó a explicar.
—Oh, acabo de comprar una... Probablemente no sea su estilo, pero... No la he usado y...
—No tienes por qué...
—Woah, qué chico tan amable —exclamó JungKook. YoonGi le clavo dagas con los ojos esperando que no dijera algo de más—. Este Hyung no es de aceptar favores.
Explicó colocando su mano en la espalda de YoonGi suavemente. El azabache le regresó el contacto agradeciéndole mudamente por salvarlo.
JiMin miró su contacto, luego asintió con una sonrisa a medias.
—También lo pienso.
Para la sorpresa de todos, JungKook traicionó a YoonGi.
—Deberías aceptar la camiseta, Hyung —dijo, con algo de culpa—. Todavía tienes un turno que cubrir.
—¡Pero...! —Cuando YoonGi atravesó con sus ojos al adolescente, este solo le dio una sonrisa tirante. "¡Ese chico me convenció con sus ojos de cachorro" intentó decirle.
—Toma la llave.
JungKook colocó en su mano la única copia que podía abrir el cuarto trasero de la cafetería. Había un montón de maquinaria ahí adentro, café y los baños para el personal. YoonGi obedeció a regañadientes porque no estaba en opción de discutir, otra vez.
—Puedes pasar y llevarle la camiseta —ofreció JungKook, haciéndose a un lado.
—Ah, muchas gracias.
JiMin asintió yendo por la bolsa de compras y agitando la mano en dirección a sus amigos mientras seguía a YoonGi.
—Ah, ¿Sunbae? Aquí está la camisa... —Golpeó con sus nudillos la puerta.
—Eish, ¿por qué sigues salvándome el culo? —murmuró YoonGi, entreabriendo la puerta para que el chico pudiera pasar. El cuarto estaba bien iluminado y por suerte JiMin no se tropezó con ninguna del montón de cajas—. Qué molesto.
Ya no tenía duda. Era una consecuencia de estar unidos. Y probablemente si no se deshacía de su lazo pronto seguirían sucediéndole cosas tan molestas como estás.
—Yo pienso que es bastante divertido —confesó con una risita, entregándole la ropa.
—¿Quieres que yo abra la envoltura? —JiMin asintió, dos veces— Bien... Ah, es malo que no puedas usar tu ropa la primera vez, ¿no?
—No me importa. Tendré una buena historia que recordar cuando la use.
YoonGi rodó los ojos. Es tan melosamente ridículo.
—¿Trabaja aquí?
Preguntó JiMin curiosamente. El mayor golpeó el interior de su mejilla con su lengua, buscando una excusa o una buena mentira.
—¡Sí, pero hoy solo estoy cubriendo a un amigo! Este no es mi turno, para nada —mintió descaradamente, el chico de melena rosa le regaló una sonrisa.
—Oh, que amable.
—Esto... Definitivamente no es mi estilo —farfulló observando el cuello redondo y el tono lavanda. Después no se quejó más—. Te la devolveré el lunes a la primera hora, ¿bien?
Desató los lazos del mandil y rápidamente se sacó su camiseta manchada de jugo por la cabeza.
—Sí, Sunbae no tiene que... —JiMin se volvió a mirarlo, su vista cayendo inevitablemente sobre la espalda expuesta de YoonGi, su piel de porcelana. Rápidamente se giró sobre sus talones, se sintió ruborizar hasta las raíces del cabello— S-seguiré con... Los chicos, adiós.
—Ajá. ¿Y a esté que le sucede? —Lo escuchó cerrar la puerta con algo de fuerza. YoonGi atrapó una de las etiquetas con sus dedos que colgaba de la tela, por curiosidad— ¡¿Eh?! ¿Qué pasa con este precio? ¡Es mi salario de un mes!
JiMin del otro lado de la puerta, sostenía el pomo con la cara hirviendo.
La piel de Sunbae es realmente muy blanca.
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