Cintura diminuta
La estación de Seúl era uno de los lugares a los que YoonGi estaba más acostumbrado. De tanto andar, conocía las horas pico en las que tendría que viajar siempre de pie, las horas donde podía dormir sin temor alguno y las rutas más cortas, por lo tanto más baratas. No necesitaba un mapa para guiarse o una aplicación, las conocía como las líneas en la palma de su mano.
Era su único transporte además de caminar y lo amaba porque hacía sentir a la planta de sus pies menos cansada al llegar casa. Pese a eso, como un ahorrador por naturaleza prefería evitarlo y cenar un poco más.
Por desgracia ese día iba tarde, aunque corriera no llegaría a la primera clase y preferiría evitar que el señor Kim tuviera alguna oportunidad de regañarlo. No le regalaría una humillación frente a sus compañeros.
Esperó el primer el metro de esa hora, maldiciendo en voz baja porque probablemente tendría que sacrificar su comida.
Tenía un audífono en uno solo de sus oídos, el otro lo mantenía libre para estar alerta. Y eso lo ayudó a escuchar la voz melodiosa de JiMin y su dedo presionando tímidamente en su hombro.
—Eh, ¿YoonGi Sunbae?
—¡Waa! —se le escapó de la sorpresa. Con un sobresalto intentó apartarse rápidamente, pero terminó golpeando a un chica de preparatoria y por poco se mueve hacia la línea que marcaba la salida de los pasajeros—Lo siento —le dijo a ella, regresando a su sitio— ¡¿Q-qué haces aquí?!
Deseó que esa fuera una ilusión del estrés, sin embargo el estudiante realmente estaba ahí. Con su común vestimenta y su bolsa descansando en su hombro.
JiMin acarició sus propios cabellos.
—Tenía ganas de tomar el metro...
Los ojos de YoonGi recorrieron la expresión de JiMin. Se sintió un poco desconfiado, pero tuvo la firme seguridad de que ese encuentro no era cosa del destino.
—¿En esta estación?
El chico se encogió un poco más sobre su lugar.
—Eh, sí.
—¿Qué acaso vives cerca? —le preguntó cruzando los brazos sobre su pecho. Dudaba mucho que el tipo tuviera una casa en ese barrio.
—No, pero... ¡Por casualidad pasé por aquí!
YoonGi chasqueó la lengua, dispuesto a seguir sacándole la verdad. Simplemente se detuvo porque en la estación sonó el cotidiano tono que anunciaba la llegada del vagón. Los altavoces anunciaron el metro, las puertas eléctricas se abrieron y la gente bajó. El estudiante de música esperó a que todos terminar de desembarcar y se lanzó al interior esperando perder al chico, pero JiMin fue detrás de él.
En un momento el estudiante de música pudo jurar que estaba sujetándose de una las cuerdas de su mochila.
¿Qué demonios? ¿Era alguna clase de niño asustadizo que jamás usaba los metros?
Él se hizo en un espacio junto a la salida, apretándose contra la pared más cercana. JiMin intentó sujetarse de algo con mucha torpeza.
Pero tan pronto avanzó el metro con un chirrido, el cuerpo de JiMin se lanzó hacia adelante por la falta de equilibrio. YoonGi se tragó una risita. Después fue mucho más divertido porque JiMin se colocó blanco mientras más avanzaba el vagón.
—Park —le llamó, tocando con su pie su pantorrilla—. Parece que te estás mareando. Tuvo que admitir que fue bastante gracioso el hecho de JiMin negara e intentara disimular su evidente mareo. Qué divertidos son los ricos. Pensó, sonriendo— ¿No te gustan los juegos mecánicos?
JiMin agitó su cabeza tiernamente, a YoonGi solo le dio algo de pena.
—No.
—¿Nunca te has subido a uno?
—Nunca —confesó, temblando de tan sólo imaginarlo—. ¿A usted le gustan, Sunbae?
—Sólo si tengo ganas. —Se encogió de hombros.
—¿Qué cosas le gustan, Sunbae?
JiMin le preguntó tan dulcemente, jugando con las mangas largas de su suéter. Los ojos de YoonGi cayeron sobre eso y rápidamente descubrió que la camisa que estaba usando debajo de él era la misma que el cosió. El botón sobresalía amigablemente entre el tono salmón de la ropa por tener un hilo rojo.
YoonGi se cuestionó si JiMin estaba forzándose. Existía una alta posibilidad que el sujeto jamás hubiera usado una prenda rota, parchada, o dos tallas más pequeñas por falta de presupuesto familiar. Debería de serle extraño tener una camisa con un botón que sobresalía.
Aunque luego recordaba la expresión en su rostro mientras de una asquerosamente cursi prometía que siempre la atesoraría y eso desbarrigaba cualquier teoría sobre que el chico mintiera.
YoonGi nunca había visto alguien que tuviera esa expresión. Tan honesta y feliz. Fue verdaderamente extraño.
—¿Sunbae? —Sintió que el chico lo tomaba del codo, trayéndolo de vuelta a la realidad.
—¿Qué?
JiMin golpeó sus dedos índices juntos.
—¿Le pregunté algo muy difícil?
—Ah. —Él hizo una pregunta, cierto—. Ummm, ¿qué tipo de cosas me gustan? —Guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón desgastado, jugando con su T-money discretamente—. ¿Para qué quieres saber eso?
La cara de JiMin se coloreó. Es decir, fue un poco extraño decir que se sonrojó porque él siempre tenía las mejillas pintadas de rosado.
—NamJoon Hyung dijo que éramos amigos.
—Ajá, ¿y eso qué? —Tomó mucha de su fuerza no rodar los ojos.
—Los amigos conocen las cosas del otro —explicó y YoonGi recordó que debía golpear a NamJoon con una de sus propias baquetas. Miró una de las pantallas que mostraba el mapa en el metro y bufó, admitiendo su derrota.
—Me gustan los peces.
—¿En serio? —JiMin sonrió felizmente. YoonGi pensó que era como un cachorro. No había mejor forma de describirlo. Aunque, un cachorro era lindo. Tal vez el estudiante de canto tendría que ser algo como una cría de un pug.
—Sí, ¿qué tiene de malo?
—No, no, no. —Meneó la cabeza fuertemente—. Fue sorpresivo, de buena manera.
Agregó lo último esperando que YoonGi no se ofendiera y permaneciendo en silencio le dio a entender que quería escucharlo continuar.
—Tengo un pez, de hecho —le contó, recordando si tenía alguna foto de Dorotea que pudiera enseñarle. JiMin esperó a que YoonGi le inclinara la pantalla de su teléfono—. Ella es Dorotea.
—¡Vaya! Brilla mucho. —Es porque es un pez dorado, idiota—. ¿Qué más?
—Supongo, que me gusta comer —apuntó, palmeando su vientre. Se ganó una risa amistosa del chico—. La música y... Ummm, me gusta el melocotón.
—Oh, como la vela.
YoonGi lo miró extrañado, ¿cómo es que el chico recordaba eso? Tiempo antes, compraba inciensos de canela y en una ocasión le pidió a TaeHyung que comprara un paquete de camino porque él iba demasiado tarde. El chico compró de un sabor completamente distinto excusándose que no recordaba para nada el olor.
JiMin apenas iba a cumplir un mes en el club.
—Sí, como la vela.
—Mi perfume es de melocotón —agregó, acariciando su cuello. YoonGi se pasmó, guardando su teléfono.
—¿Es... Enserio?
—Oh, sí, sí. —Obtuvo su respuesta sin titubear, por lo que solo que era verdad. Bueno, eso explicaba porque la primera vez que lo olió le pareció tan agradable. Dulce como secretamente le gustaban las cosas.
—Qué coincidencia tan... —murmuró indeciso con que a completar la frase.
—¿Agradable? —preguntó JiMin con una sonrisa de oreja a oreja.
—Espeluznante —le corrigió en voz baja y con el estruendo del vagón deteniéndose para esperar la siguiente estación no pudo ser escuchado. Tarareó la canción que siempre sonaba mientras las puertas se abrían, JiMin lo observó atentamente e intentó imitarlo— ¿Qué no conoces el ritmo?
—No subo muy a menudo... — Es demasiado obvio. Admitió YoonGi en su cabeza.
La gente abordó, YoonGi sabía que iba a estar más lleno de su habitual horario, porque era una hora más cerca del pico. Fijo sus ojos en JiMin, el chico fue un poco arrastrado por la multitud que entraba y a duras penas pudo encontrarlo.
Se acercó a regañadientes, su intención no era cuidar al niño pero tan sólo pensar en el cachorro perdido en la multitud le trajo remordimiento.
Min Débil YoonGi. Él comenzaría a llamarse así a sí mismo.
Agradeció a sus cabellos rozados porque le fue bastante fácil encontrarlo de vuelta. Aunque tuvo que renunciar a su lugar cerca de la puerta.
El vagón estaba más lleno de lo que le gustaba, así que tiró de la manga de JiMin como venganza.
—¿Por qué te fuiste? —le reclamó, atrayendo su atención. La evidente preocupación se desvaneció en las expresiones de JiMin.
—Ah, YoonGi Sunbae —murmuró con alivio, destensándose por completo—. Ellos me empujaron.
Con un pequeño puchero JiMin miró a las personas, pero ninguna de ellas se volvió hacia él. Los ojos de YoonGi rodaron.
—Por supuesto que te van a empujar, tienes que colocarte firme.
—Lo estaba —se quejó infantilmente. YoonGi golpeó su lengua contra su mejilla interna, echándole un vistazo a su teléfono.
—Creí que llegaría tarde a la primera clase —comentó con un suspiro, no parecía ser para JiMin. Aunque eso hizo sonreír al estudiante de canto.
Ya conocía a YoonGi un poco para decir que el chico tenía un buen manejo del tiempo y le gustaba mirar la hora para asegurarse. Probablemente le iría bien un reloj.
Se sonrojó un poco, pensando en hacerle un pequeño regalo a YoonGi.
—¿Le gusta el negro, Sunbae?
—¿No has terminando con tu interrogatorio, eh? —bromeó ácidamente. El más joven movió sus labios rojos para responder pero de pronto las palabras murieron. YoonGi lo observó, JiMin nunca había hecho un gesto como ese. Tenía los ojos muy abiertos y su mandíbula cayó— ¿Qué te sucede?
—A-ah... —farfulló torpemente. Rápidamente caminó hacia él. YoonGi intentó alejarse, siendo honesto la cercanía repentina de JiMin era muy extraña.
Mucho más extraña que el comportamiento del chico en general.
—Oye, ¿qué pasa? —preguntó, tocando con gentileza del hombro. El chico rápidamente se sostuvo de uno de sus brazos.
—Sunbae —murmuró cerca de su oído, el cuerpo de YoonGi se estremeció violentamente. Tuvo el impulso de golpear cualquier parte del cuerpo de JiMin para que se apartara, pero el agarre del chico estaba temblando—, creo que alguien me está tocando.
Ah, eso era. YoonGi estiró su cuello para ver sobre JiMin y encontró a un sujeto con una mirada de desinterés. Rápidamente escaneó al hombre hasta encontrar una de sus manos descendiendo por la curvatura del trasero del chico.
Aspiró por los dientes, analizando el panorama. Si actuaba demasiado brusco probablemente la situación podría volverse violenta, y no creía que JiMin pudiera entrometerse en una pelea.
—Ok, mantén la calma, ¿sí? —le explicó en el oído—. Acércate más.
Con desesperación JiMin empujó su cuerpo hacia él. YoonGi sintió pena por el chico, la primera vez que él estuvo en una situación parecida estaba aterrado hasta los huesos.
Como si no se sintiera lo suficientemente seguro, el menor se inclinó todavía más. Entonces el perfume dulce hizo que las fosas nasales de YoonGi se ensancharan.
Concéntrate. Se repitió, comenzando a deslizar sus manos por la espalda de JiMin. Para su sorpresa el chico no se apartó de su toque, se mantuvo quieto. Siguió su caminó hasta encontrar las manos ajenas, sobre el cuerpo de JiMin. Así que las golpeó con toda la fuerza que tenía.
El hombre se echó hacia atrás, evidentemente sorprendido, buscando al culpable con sus ojos enfurecidos. YoonGi no titubeó, mantuvo sus manos en la cintura bien formada bajo la ropa de JiMin y le miró enfurecido como un león.
Eso funcionó. El desconocido se dio la vuelta frustrado.
—Ya está, ya se fue —le dijo, sólo para asegurarse que el chico comprobara que no había más manos sobre su cuerpo.
JiMin se derrumbó un poco sobre el cuerpo de YoonGi, dejando escapar el estrés.
El mayor se le permitió un poco, siendo comprensible. Después cuando le pareció que fue suficiente le dio un empujoncito.
—Oh —murmuró mientras regresaba se recomponía, pero no le devolvía su espacio personal del todo.
—Está bien, no lo intentará de nuevo —dijo con la esperanza que el estudiante estuviera menos preocupada. No funcionó, su rostro tenía esa expresión de miedo—. ¿Quieres que deje mis manos? —le preguntó rogando por una negativa. Para su desgracia JiMin asintió con la cabeza varias veces—. Bien, de cualquier forma falta poco para llegar.
YoonGi no dijo nada más después de eso, podía ver en la pantallas donde se mostraba el mapa, bueno realmente era un minuto antes de que el vagón se detuviera. Vigiló al sujeto, mucho más tranquilo al verlo alejándose. Claro, correría como un cobarde.
Vaya, la cintura de JiMin es bastante pequeña. Pensó con curiosidad, sintiéndola bajo la ropa. No, ¿qué haces?
Dejó de prestarle atención a ello, agradeciendo cuando el metro se detuvo de nuevo. Lo soltó como si quemara y después prácticamente tuvo que arrastrar al chico a salida.
Finalmente, fuera del vagón, YoonGi notó que JiMin seguía bastante ido. Una parte de culpabilidad se asentó en el fondo de su estómago, fue ridículo porque no tenía ninguna responsabilidad con el sujeto frente a él, ni si quiera la de hacerle sentir más tranquilo.
—Vamos con las autoridades —le anunció, jalando de su muñeca. JiMin se resistió.
—No, Sunbae. ¿Qué está haciendo?
—Dije que vamos a hacer un reporte —le avisó, tirando de con más insistencia.
—No es necesario...
—¿No es necesario? —Medio gritó, volviéndose hacia él— Mírate, esto te afectó lo suficiente para que necesite escucharse.
—No me afectó —repitió el chico intentando engañarlo y YoonGi no le creyó ni una sola palabra.
—Escucha, JiMin, sinceramente. ¿Por qué tomaste un metro? —Colocó los brazos sobre su pecho—. No estoy justificando esta mierda, pero no creo tu pertenezcas aquí.
—Por usted... —confesó, YoonGi lo miró sin entender nada.
—¿Qué dices?
—Le vi caminar hacia acá —contó JiMin, tirando de las mangas de su suéter sobre sus manos—. Y pensé que... Quería pasar un poco más de tiempo juntos.
YoonGi evitó que el rubor subiera a su rostro, pero eso fue jodidamente vergonzoso. Incluso para JiMin debió serlo porque el chico ahora era una fresa.
Respiró hondo.
—De acuerdo, lo entiendo. De cualquier forma, vamos a reportarlo.
—Pero, Sunbae. Ni si quiera recuerdo su rostro.
—Yo sí. —Se señaló, bufando y avanzando con más insistencia—. No quiero que pienses que subir al metro es jodido.
Refunfuñó.
Para JiMin el proceso del reporte fue aburrido, un poco incómodo, aunque no tan largo como lo esperaba. De hecho descubrió que muchas veces una sonrisa se le colaba entre sus labios, YoonGi decía malas palabras cada cinco minutos y el policía simplemente fingía que no las escuchaba. Repetía "Cerdo asqueroso" y "tipo de mierda" durante cada oración y él se encontró riendo cuando el policía interrumpió a YoonGi en una bola de insultos.
—Entiendo el punto —le dijo el oficial. YoonGi asintió, satisfecho con que lo hiciera.
Por fin estuvieron fuera libre de la comisión, lamentablemente no tan rápido como ambos hubieran querido.
—¿Perdió su primera clase, Sunbae?
—Sí —JiMin no esperó a que su mayor suavizara la verdad, fue tan directo como siempre. Se sintió mal por hacerlo retrasarse y él debió notarlo porque continuó hablando de mal humor—. Qué importa ya, odio a Kim de cualquier modo.
—¿El maestro Kim? —Se preguntó el menor con curiosidad.
—El mismo diablo. —YoonGi chasqueó la lengua intentando no recordar el rostro de su maestro o terminaría de amargarle el día, sacó un par de wons de su bolsillo—. ¿A ti te agrada?
—Para nada. Siempre me hace pasar al frente y mis compañeros... ¿Sunbae? ¿A dónde va?
—No te muevas. —Le gritó. JiMin se mantuvo quieto observando a YoonGi entrar a una de las tiendas en la entrada de la estación. Intentó no moverse ni un poco, aunque la sensación de ansiedad seguía ahí. En un santiamén, su mayor estaba de regreso con las manos moviéndose en las bolsas de su sudadera, El estudiante de canto sonrió de nuevo una vez que su Sunbae trotó hasta su lado, el sentimiento de estar protegido volvió.
—¿A dónde fue?
—Compré chocolate.
—¿Chocolate amargo? —Se cuestionó, mirándolo atentamente.
—¿No es bueno para el susto?
—¡Oh, sí! Leí que libera endorfinas.
YoonGi no recordaba bien que endorfinas, aunque JiMin estaba bastante feliz por saber eso en ese momento. Le ofreció la barra sin cuidado, como siempre con movimientos desinteresados.
—Bien, tómalo.
—¿Es para mí? —Una sorpresa grata inundó al menor.
—No creo que se para otro idiota —respondió sin importancia. JiMin tomó la barra con cuidado, era bastante grande, más que del tamaño de su palma. Rasgó la envoltura con fineza, pensando secretamente en guardarla para conservarla como recuerdo—. La primera vez que me pasó algo similar quería patear al sujeto, pero también estaba asustado como la mierda.
Comenzó a contarle, al tiempo que tomaban las escaleras para salir de la estación. El chico de melena rosada distinguió un deje confuso de molestia en las palabras de YoonGi
—¿Ya le pasó una vez?
—Yah, ¿por qué luces tan sorprendido? —se quejó, poniendo una mala cara— ¿Estás diciendo que mi culo no merece ser tocado?
—¡N-nada de eso, Sunbae!
Chilló, intentando aclararlo. Sin embargo, YoonGi se rió. Justo cuando estaba saliendo de la estación, el sol de la mañana era brillante y chocó un poco contra la boca abierta del mayor por el resto de la risa.
Fue tan breve que si no hubiese quedado el rastro de una sonrisa en la boca del chico JiMin jamás hubiese creído que eso pasó.
Pero lo hizo y aceptó dándole otra mordida al chocolate que la risa de YoonGi era de las cosas más bonitas que escuchó en toda su vida, la primera podría ser. Era ronca, profunda, entrecortada. Le encantaba, sin dudas.
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