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Canto angelical


Ese día hubiera sido un buen inicio de semana, si tan sólo JiMin no estuviera ahí.

Además, ¿por qué tenía que aparecer a primera hora de la mañana? Le dejaría a YoonGi un sabor amargo el resto de las clases.

—¡Buenos días, YoonGi Sunbae! —le llamó dulcemente avanzando hacia él. Atravesando la avenida llena de árboles de hojas naranjas por el otoño. Mientras corría, el viento le sacudió los mechones de color cereza.

YoonGi dio dos pasos al frente considerando correr rumbo a las instalaciones, sin embargo recordó que la camiseta de JiMin estaba en su mochila. Así que volvió a acercarse, de muy mala gana.

—Hey.

—¿Cómo ha estado? —JiMin se acarició el cuello, sonriendo tímidamente.

¿Sin verte? De maravilla. Sacudió la cabeza con fuerza. No, no podía decir eso.

—Supongo que bien —respondió tan seco como siempre.

—Yo también he estado bien. —YoonGi lo miró, intentando decirle "¿Cuándo te pregunté?". Tristemente JiMin no lo pilló—. ¡Oh! Por cierto, Sunbae. ¿Podría mandarle saludos a JungKook de mi parte?

—¿A JungKook? —Unió sus cejas— ¿A mi compañero de trabajo?

—¡Sí!

—¿Por qué lo haría? —Arrugó aún más su entrecejo ante el aura deslumbrante del chico— ¿Se volvieron amigos?

JiMin asintió dos veces.

—Me agradó bastante.

—¿Es mi idea o a ti te agrada cualquier persona? —JiMin se tocó los labios, haciendo un gesto pensativo.

¡Ni si quiera sabes reconocer el sarcasmo!

—Todos tienen algo genial. —Le respondió en resumen. YoonGi suspiró con fastidio, la idea de que JiMin se volviera cercano a JungKook definitivamente era una mala.

Si JiMin se unía cada vez más a su vida cortar el lazo sería muy trabajoso.

—Él es algo especial —respondió, mintiendo un poquitín. Aunque JungKook era tímido jamás rechazaría una amistad—. Puede que a él no le agrades desde el inicio.

—Él me dijo que yo lo hacía.

Mientras la expresión de YoonGi se descomponía, tomó su mochila y buscó la camiseta. Haciendo una nota mental de mirar mal a JungKook por ser un traidor o encerrarlo en el cuarto de empleados.

—Ah, toma tu ropa —dijo, evitando mirarlo.

—Oh, cierto. —JiMin formó una "o" con sus labios, aceptando la prenda bien doblada—. La lavaste.

Apuntó, con una sonrisita creciendo cada vez más en su rostro.

—¿Pensabas que iba a devolverla apestando?

El estudiante de canto se rio un poco y luego negó con la cabeza con suavidad.

—No creo que apeste, Sunbae.

YoonGi notó que la charla se alargaría, por lo que decidió cortarla.

—¿Qué nunca tienes clases? —preguntó directamente. JiMin dijo "sí" con su vocecita chillona—. Vete antes de que mi mal olor sea tuyo. —El chico menor tuvo el descaro de volver a reírse, tomando el rumbo del ala izquierda de la universidad—. Ah y JiMin.

YoonGi lo detuvo con su voz y el menor rápidamente obedeció.

—¿Sí?

Señaló la ropa en sus manos.

—Tiene un par de wons.

—¿Eh? —Intentó mirar entre los pliegues pero temió arruinar el doblado perfecto. ¿YoonGi hizo eso?— ¿Por qué?

—Por el mango. —Simplemente respondió, guardando las manos en sus chaquetas.

—Pero, no tenía que hacerlo —le reprochó inflando sus mejillas de aire.

—Darte dos galletas no lo iba a compensar —apuntó YoonGi, levantando sus hombros—. Ahora estamos a mano. Piérdete por ahí.

Dijo antes de caminar lejos.

JiMin agitó su mano en el aire, aunque ya no pudiese escucharlo. Luego, sonrió.

—Adiós, Sunbae.

YoonGi miró por encima de su hombro, sólo para asegurarse que el chico no estuviera andando cerca o siguiéndolo.

Estaba considerando comprarle una fruta devuelta. Se recordó así mismo mirando la sección de frutas varias veces en el supermercado.

Aunque no conozco sus gustos. Y no me interesa.

Ahora que no nos debemos nada, espero que no tenga que seguir chocando con él. Pensó, muy ilusamente.

Casi respiró de alivio ante la idea de no volver a toparse con JiMin, nunca más en sus años de universitario. Después sería más difícil encontrarse, Seúl era una ciudad bastante grande.

Estaba por ir al ala derecha hasta que notó que alguien estaba caminando detrás de él. Se detuvo y la persona también lo hizo.

Con algo de sospecha, miró sobre su hombro de la manera más sutil posible.

Era HoSeok.

Ah, HoSeok. Se dijo a sí mismo aliviado y retomando su camino como si nada.

Esperen, ¿HoSeok? Rápidamente se dio la vuelta.

Ese chico significaba peligro.

Caminó más rápido e intentó perderlo, pero el amigo de JiMin siempre estaba pisándole los talones.

—¡¿Por qué estás siguiéndome?! —Medio gritó, intentando mantener una distancia prudente.

—¡No estaba siguiéndote! —respondió el acusado. YoonGi comenzó a dar pasitos en reversa, de la manera más discreta que podía— Te vi caminar y después de todo lo que... ¡¿Por qué te alejas?!

—¡Estando alrededor de ti mi integridad teme! —Lo señaló con el dedo. En realidad el verdadero enemigo era JiMin, pero HoSeok era algo diabólico como su cómplice.

—¡Todas esas veces han sido por accidente!

YoonGi rodó los ojos, dejando de caminar.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Empezar de nuevo...? —preguntó con una sonrisa nerviosa, trotando hasta su lado.

—No, paso.

—¡No puedes pasar las disculpas de alguien!

YoonGi se rio con amargura, tomando las correas de su mochila.

—¿No tienes argumentos más maduros?

—No soy infantil —reprochó HoSeok formando una trompita con sus labios.

—Eres casi tan malo como JiMin —masculló el azabache, intentando apurar el paso—. Entiendo porque son inseparables.

Y sí, eso para YoonGi eso era un insulto. Si se lo dijeran a él se sentiría humillado.

—¿Eeeh? —HoSeok se tocó el pecho, totalmente perplejo— ¿Te desagrada JiMin?

—¿Qué te importa? —gruñó.

—Tus contestaciones también son infantiles. ¿Por qué te desagrada?

—No me desagrada —dijo no muy seguro—. Solamente... Me genera estrés. Sí, eso.

La sorpresa no abandonó a HoSeok.

—Qué extraño, todo mundo adora a JiMin.

—Y déjame adivinar, todo mundo te adora a ti también.

—Ah. —Se rió penosamente—. No tanto como él. JiMin es muy talentoso y amable.

—Bueno —expresó YoonGi fríamente—, bienvenido al mundo real: no todos están de acuerdo contigo.

En cambio a la reacción de enfado que esperaba, HoSeok soltó una risita mientras aplaudía. Como si el estudiante de música le hubiese contado un buen chiste.

Solo cuando terminó de reír, pudo volver a hablar.

—¿Te estresa porque es muy buena persona?

—¿Qué? Eso ni si quiera tiene sentido —lo acusó, haciendo un gesto de disgusto—. Es... Muy rosa.

—Ah, entiendo. Aunque, ¿eso no es una excusa algo...?

—¿Infantil? Probablemente. —En realidad, todo esto es porque no puedo desunir nuestros hilos —. Además, ¿no es ese tipo de sujetos que no puedes sacarte encima?

—Bastante —afirmó HoSeok. YoonGi suspiró, ya lo sabía—. ¿Él no se siente triste porque te estresa?

—¿Ah? Obviamente no sé lo he dicho.

Sonaba ofendido, no era tan cruel. Según el racionamiento de YoonGi, JiMin no se daría cuenta de su trato con él.

—Menos mal, no creo que sea muy feliz si lo sabe. Parece que le agradas mucho.

YoonGi fingió que sus mejillas no se tornaron un poco rosas, solamente un poco.

—Es cosa del hilo —respondió, rodando los ojos.

—¿De qué hilo?

Buscó una forma de desviar la atención del hilo, YoonGi observó la ropa de entrenamiento del chico.

—¿Qué carrera estudias, HoSeok?

—¡Danza!

HoSeok pescó el anzuelo, hizo el signo de amor paz regalándole una sonrisa inmensa. El estudiante de música pensó que sus labios tenían forma de corazón.

Y sonrió.

—¿Conoces a TaeYong?

—¡Oh, sí! ¡Es bastante genial! El otro día en la clase de Hip Hop, dijo... —Y así, YoonGi descubrió que HoSeok tenía una personalidad tan alegre que incluso podría combinar con la suya por ser tan apagada.

Ya saben, cosa de almas hermanas.


—Me dijo el profesor Kim que te quería en el auditorio B al terminar tu última clase, YoonGi. —Le dijo NamJoon, entregándole un juego de copias de la nueva melodía que debían memorizar.

—Eish, ¿por qué siento que me odia? —se quejó, aplastando su mejilla contra la mesa.

Bro, no lo sientes. Ese profesor realmente te detesta.

YoonGi suspiró, observando las hojas.

—Nunca le hice nada.

NamJoon alzó ambas cejas.

—Dijiste que la pieza que inventó era mediocre en un festival con casi todos sus alumnos.

—¡No sabía que era de él! —se excusó, levantando las cejas— Y sí que era mediocre.

—Si te escucha tu nota va a volver a bajar.

—Estoy siendo crítico —repitió. Como le decía su madre después de corregirle —. Si quiere ser un músico profesional y lanzar sus canciones no puede ofenderse por el primer sujeto que le haga una crítica dura. —La vida no era amable. Y YoonGi siendo tan joven lo sabía—. Fue mediocre porque se confirmó con una pieza mal hecha por la falta de tiempo, es todo.

—Que apasionado. —YoonGi tomó una de sus baquetas y le golpeó el hombro, no fue un golpe tan certero. Luego, se levantó de su silla, estirándose igual a un pequeño gato.

—Por cierto, ya tengo la pieza para este año, ¿cuándo la escucharás?

—¿Tan pronto?

—Mi inspiración fluye cuando estoy frustrado. —Y esa cosa, llamada Park JiMin sí que sabía cómo frustrarlo. El estrés le brotaba de los poros a su alrededor—. Se llamará "La canción de JeongYeon".

—No te creo —NamJoon le respondió con una risa burlesca—. Jamás harías algo así.

YoonGi abrió la boca, ofendiéndose.

—Yo puedo hacer eso —afirmó con su frente llenándose de arrugas.

—No lo creo.

—¡Claro que sí! Soy muy tenaz. —Se alabó con una sonrisa.

—YoonGi, no te lo tomes a mal... Pero, eres muy cobarde para hacerlo.

Cesó todo movimiento, intentando sonreír.

—N-no es cierto, puedo hacerlo...

Si la persona que más lo conocía lo miraba de esa forma la impresión que le daba a los demás debía estar muy errónea.

NamJoon agitó una de sus baquetas al aire.

—Eres muy valiente para muchas cosas. Vives solo. —Comenzó a enumerar con sus dedos—. Conseguiste un empleo y estudias en las mejores universidades de Seúl. Esas son cualidades de alguien valiente.

—Claro. —La sonrisa de YoonGi se volvió aún más forzada. Ya no entendía el punto de su amigo.

—Pero tú nunca el dirías nada JeongYeon.

—Yo podría... —Se pasó los dedos sobre el lóbulo de su oreja, mirando el suelo.

—Estás mintiendo. Y lo sabes.

—No entiendo hacia dónde va esto —dijo entre dientes, cruzando sus brazos a la altura de su pecho.

NamJoon le sonrió, antes de decir:

—En que eres demasiado cobarde para confesarle tu amor a JeongYeon.

YoonGi no era cobarde, eso era lo que él creía.

Su pasado era tan duro que no tenía una sola oportunidad de ser cobarde, era un lujo que no podía permitirse. Por ejemplo, mucho tiempo atrás, siendo muy pequeño su madre y él vivían en un complejo tan pequeño junto al alcantarillado de la ciudad. Su mamá no era buena siendo constante con los pagos del servicio eléctrico y de gas, así que les cortaban la luz, tan seguido que YoonGi tenía que arreglárselas por su cuenta para encender velas y hacer su tarea con esa tenue iluminación.

No entendía a los niños que decían que en la obscuridad se escondían los monstruos, él pasaba demasiado tiempo en las penumbras y jamás encontró algo aterrador, más que un par de ratas.

—No lo entenderías —respondió. Porque NamJoon podía hablar mucho sobre lo fácil que era enamorarse pero él sabía que JeongYeon no era su pareja predestinada.

Su amor era en balde.

—No lo hago porque nunca me explicas —contestó NamJoon, no estaba cabreado, simplemente siendo realista.

YoonGi consideró en contarle, explicarle todo desde el inicio de su don hasta su unión forzada con JiMin. Sabía que le creería, probablemente no al inicio, después lo asimilaría. ¿NamJoon debía ser la primera persona que supiera de su habilidad mística?

Intentó comenzar a hablar, pero sus labios se sellaron. No quería decírselo, no ahora.

—JeongYeon y yo... No estamos destinados a estar juntos —murmuró, sonando poco y muy convincente. Esa solo era la punta del iceberg, aunque creyó que bastaría para que el baterista lo comprendiera.

—Pero tú nunca has creído en el destino. —A YoonGi se le atascaron las palabras en la garganta.

—E-eso es...

NamJoon no le permitió continuar.

—Es sólo que... Amas la música y la vives, me amas a mí. —Se señaló, haciendo que YoonGi levantara una ceja—. Y siempre me ayudas con mis tareas. Amas a Dorotea y cada mes compras su alimento.

—Cada dos semanas.

—Sí, eso. No entiendo que te impide confesarte a JeongYeon, además de tu miedo.

—No me correspondería. —YoonGi se mordió los labios, esas palabras salieron de su boca por voluntad propia.

Su amigo el baterista miró hacia la nada, después con un tono vago pudo responderle.

—Quién sabe.

—¿La ambigüedad no es estresante? —Le preguntó YoonGi.

—Umh. No siempre se puede tener todo controlado.

"Controlador" Su madre siempre le decía que lo era y las personas cercanas a él también lo afirmaban. YoonGi creía que no era una cualidad mala. Pero, no era muy útil para acciones arriesgadas.

—Confesarme a JeongYeon, ¿eh? —murmuró más para sí mismo que para su amigo.

—Deberías pensarlo.

Levantó las comisuras de sus labios en una sonrisa torcida.

Lo siento, NamJoon. Pero, no lo entenderías.

—Ah, yo justo ahora tengo que ir al auditorio —dijo cortando bruscamente el tema de conversación. Fingió mirar el reloj en la pantalla de su teléfono varias veces—. Gracias por aconsejarme, lo voy a pensar.

NamJoon observó su espalda salir del aula, con una sonrisa triste.

—Él realmente no va a pensar nada. —Golpeó con sus baquetas la silla vacía de YoonGi—. Tampoco puede huir para siempre

Mientras tanto, YoonGi iba a rumbo al auditorio con las manos dentro de su chaqueta. A pesar de que el clima estaba demasiado helado, él se sentía un poco cálido, quizás por la leve rabia que sentía.

No soy un cobarde. Se repitió, creyéndolo fielmente.

Es mi amigo, pero no tiene el derecho de juzgarme. Él no sabe la mierda del hilo rojo.

De mala gana se fregó el rostro con las manos para intentar quitar la expresión que tenía.

Si quería confesarse a JeongYeon, primero tendría que...

Tengo que deshacerme de JiMin.

Pero, ¿cómo? Era fácil decirlo, llevarlo a la práctica no.

Se detuvo en la entrada del auditorio. Echó un vistazo rápido y encontró en el escenario a un grupo de quince personas de pie.

Reconoció la vieja voz de Kim al instante. Caminó por detrás de la primera hilera de butacas y observó la espalda del viejo maestro.

—¿Qué es lo que sucede hoy? ¿Por qué tiene tan poca sincronización...? ¡JungWoon, ten decencia de prestar atención!

YoonGi sonrió con diversión, sonaba como uno de los regaños que siempre escuchaba.

—Lo que viene ahora es "¿Qué pasa con los jóvenes de ahora?" —Lo imitó, fingiendo una voz vieja y tragándose una risa.

—¿Qué pasa con los jóvenes de ahora? —Les reclamó el profesor Kim. YoonGi tuvo que cubrirse la boca para evitar muy alto reír y se atrapado— ¿Es que no quieren presentarse en el festival?

El festival.

—Oh, ¿qué carrera es...? ¿Son el grupo de violinistas? —Buscó con la mirada a TaeHyung, ese chico siempre estaba dentro de los cursos de violines aunque estudiase actuación.

No, no había instrumentos. YoonGi abrió los ojos esforzándose por buscar algún rostro familiar.

—Espera, es...

—Otra vez y sin estar desincronizados. Uno, dos tres... —En cuánto el grupo comenzó a cantar, YoonGi supo que estaba presenciado una clase de la carrera de canto.

Con la respiración agitada, revisó a los chicos de pie. Sin embargo no encontró ninguna cabellera de algún color extravagante.

¿No estaba? Eso aumentó aún más su nerviosismo y su sudor frío.

—¡Alto! Por el amor de dios... —Se quejó. Luego, se enderezo como si tuviese una idea— Oh, JiMin-ssi, por favor pasa al frente.

YoonGi tragó saliva, consideró en huir pero fue muy tarde cuando de las hileras traseras JiMin avanzó. Estaba bien si se quedaba a escucharlo, ¿no? El chico no lo vería y podría burlarse más tarde de su voz desafinada.

Tenía una mueca extraña. Sus labios estaban aplanados entre sí y jugaba con sus dedos índices.

Estaba sumamente nervioso. Y YoonGi no lo culpaba completamente, todo el montón de ojos furiosos de sus compañeros cayó sobre él.

"Todo mundo adora a JiMin." Recordó las palabras de HoSeok y en ese instante le pareció que el estudiante de danza estaba muy equivocado.

—Canta esta estrofa y muéstrales como se hace. —Le ordenó el maestro.

JiMin observó a sus compañeros con nerviosismo.

—B-bueno, no creo que...

—Rápido.

Le ordenó el maestro Kim, aplaudiendo sus manos de manera impaciente.

—O-oh, sí... —JiMin tomó una bocanada de aire y después repitió la letra de la canción. 

Y YoonGi solo pudo dejar caer su mandíbula. Obviamente se recompuso rápidamente, fingiendo que no estaba tan sorprendido.

En lo absoluto. De hecho era el peor canto que jamás escuchó, por supuesto.

Claro, había escuchado a muchas, muchas, de verdad muchas, personas armonizar antes. Incluso el año pasado fue el acompañamiento en piano para una chica de canto.

¿Entonces por qué su corazón estaba latiendo tan fuerte?

Mierda, maldito hilo. Gruñó, tapándose los oídos. Nop, no lo escucharía. Si lo escuchaba quedaría hechizado, como alguna mierda parecida al canto de una sirena.

Finalmente cuando creyó que el chico dejó de cantar, destapó sus oídos.

—Y es por eso que JiMin tiene un solo. —Kim presumió.

JiMin no se movió a su puesto, no sin antes apoyarlos a todos tiernamente.

—¡Pero, esforcémonos todos juntos! ¡Sé que podemos lograrlo!

Solo hasta que la sonrisa de sus compañeros regresó, YoonGi puso darle la razón a HoSeok. Podían adorar a JiMin por ser un prodigio y no ser un vanidoso.

El profesor Kim, lo atrapó después de un rato y con una seña le indicó que tomara asiento mientras esperaba.

YoonGi se sentó en la butaca del fondo, golpeando su frente contra el respaldo de la silla de la fila siguiente cada vez que era el turno de cantar en solo de JiMin.

Suena feo. Se mintió y él mismo sabía que lo hacía. 

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