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Cabello cereza

YoonGi estaba acostumbrado a las leyendas orientales. Más que eso, hace muchos años le encantaba sentarse al lado de cualquier anciano y dejar que le contaran de dioses chinos, dragones japoneses y tigres coreanos. Podía pasar horas de esa forma. 

De niño era fiel creyente de todas ellas y era un poco difícil no serlo siendo un vidente del hilo rojo.

Una vez que supo que era diferente y no todos veían la cuerda rojiza, se apasionó con las historias de magia. Solía creer que era un regalo divino.

Había una que le gustaba en especial, la del emperador y la bruja. Podría recitarla medio dormido y contarla de derecho al revés.

En el Japón antiguo, un hombre de la realeza escuchó por rumores que en su reino vivía una vieja anciana capaz de ver el hilo rojo del destino. Mandó a los guardias a traerla a sus aposentos y en el momento en que la vieja estuvo a su frente le ordenó que buscase su otra punta.

Ella lo hizo, lo buscó por algún tiempo y se dejó llevar hasta un pueblo pobre en las orillas del país. Más específicamente a mujer en harapos, sostenido un pequeño bebé y pidiendo limosnas. Se dirigió al monarca y le dijo con voz preocupada: "He aquí el final de tu hilo rojo."

"No tomes esto a juego, vieja bruja." Siseó el rey, lleno de cólera. Pero la seguridad en los ojos de la hechicera le hizo saber que no estaba mintiendo o bromeando con algo que pudiese poner su propio pellejo en peligro.

El emperador, estaba tan enojado que golpeó a la bruja y por accidente hizo que el bebé se hiriera la frente. 

Ordenó la ejecución de la vidente y se marchó de regreso a su palacio.

Años más tarde, tuvo que desposar a la hija de un hombre muy poderoso por el bien de la nación. No se molestó en quejarse; renunció a la idea de estar esposado por amor verdadero desde que apuñalaron a la bruja frente a sus ojos bajo sus mandatos, además los otros hombres de la realeza hablaban maravillas de lo que sería su futura esposa.

En el día de la boda ella era preciosa, tenía una fina figura escondida entre la ropa de novia y una forma particularmente bella de hablar. Al levantar su fino velo de seda, el emperador fue consciente de la peculiar marca sobre la frente, una cicatriz con una forma que no podría olvidar. Ella era el bebé que sostenía la mujer andrajosa, su otra mitad.

YoonGi recordaba perfectamente la historia porque lo hacía fantasear sobre su don, él era la bruja. Tenía un final triste y bastante cruel, pero ella seguía siendo papel fundamental en la historia.

Pero, mirando al chico a su frente. YoonGi pudo sentirse tan fuera de lugar como el emperador, con la diferencia de que no estaba asqueado si no tan asustado que probablemente podría desmayarse en su lugar.

Los dioses si que sabían cómo volver la vida un mal chiste.

Ahora sus esperanzas de encontrar una mitad perfecta, estaban desechas en el piso, junto con su teléfono.

—Oye... —El chico le habló señalando con su dedo índice el piso— Se te cayó tu teléfono...

Intentó dar un paso hacia adelante, pero YoonGi estaba tan aterrado que lo único que hizo fue correr muy lejos con toda la fuerza. Y gritando, también.

—¡Aaaaaah!

Los universitarios que escucharon a YoonGi gritar se miraron entre ellos preguntándose qué estaba pasando con ese sujeto.

—Tu teléfono... —masculló el chico muy tarde, el extraño mirón ya se había marchado por donde vino a toda velocidad.

YoonGi estaba seguro que había golpeado a uno de los maestros en medio de su carrera, aunque ni eso le detuvo, dudaba que algo pudiera hacerlo.

¡Esto es una gran mentira! Tiene que haber algún error aquí.

Esto no es posible...

¡Mi alma gemela tan buscada resultó ser un tipo!

Gimió sin aire disminuyendo la velocidad, lo único que quería era esconderse en algún salón y nunca más salir de ahí.

Su club, cierto. Tenía la llave. Al diablo la conferencia matutina. Podía entrar y ponerle seguro la puerta, quizás atrancarla con uno de los pianos y años más tarde...

—¡Espera! —Alguien le sostuvo con cuidado de la solapa de su chamarra y se vio obligado a detenerse de golpe.

YoonGi se paralizó, mucho más asustado que antes, todo el aire que retuvo mientras corría se le escapó por la boca. Dándose la vuelta sobre sus talones lentamente lo comprobó, su alma gemela era la persona que le sostenía de la ropa.

Era evidente con tan solo verle, ¿quién más tenía el cabello tan rosa como él?

El desconocido estaba respirando agitadamente, sosteniéndose sobre sus rodillas.

—Um... —murmuró el chico intentando recomponerse y empezar una oración.

YoonGi recuperó el control de cuerpo al escucharle murmurar y soltó un manotazo sobre el agarre que tenía el chico sobre él. ¡¿Por qué estaba tocándolo, qué diablos?! ¡Que mantuviera sus manitas fuera de él!

—¡Q-qué..! ¡¿Qué deseas?! —tartamudeó con la voz más chillona que de costumbre.

El desconocido entonces le extendió su celular aún sin recomponerse. YoonGi lo reconoció de inmediato, era suyo por la cuarteada en la pantalla y la funda rasgada por el uso de los años. Arrugó la frente tanto como pudo.

—Tu teléfono... Lo dejaste caer.

YoonGi lo tomó intentando que sus manos rozaron lo menos posible. Ni si quiera notó que el viejo aparato le faltaba, había escapado tan velozmente.

Sostuvo entre sus dedos su celular ignorando el pequeño escalofrío por tocar la mano cálida del sujeto.

—Gra... Gracias... —dijo guardándolo de nuevo en su pantalón.

El tipo entonces levantó la cabeza y le regaló la sonrisa más enorme que YoonGi había visto, casi lo ciega de tanto brillo. No estaba siendo exagerado, para nada.

Enseñando todos y cada uno de sus dientes resplandecientes. Tenía un hoyuelo en su moflete izquierdo y sus ojos chocolate brillaban como si tuviesen un montón de estrellas en ellos.

—¡Está bien! —le dijo, echando su flecho hacia atrás. No daba la impresión de que lo estuviese culpando, al contrario, parecía muy feliz. Tenía la cara colorada y YoonGi dedujo que el rubor era por correr, nadie tendría la cara tan perfectamente pintada de color natural. Debajo del tono rosa de su piel, pequeñas pecas salpicaban sus pómulos y parte de su nariz.

Él...

—¡Qué bueno que te perseguí! ¡Soy un corredor muy rápido! —exclamó alegre, sonriendo aún más grande (Si es que eso era posible) y desapareciendo sus ojitos tras sus mejillas gorditas.

Es tan refrescante...Y relajado.

YoonGi le echó un vistazo una vez más. No tenía idea de porque seguía de pie frente a él y una sonrisa enorme.

Inspeccionó su meñique y luego minuciosamente el del chico. Su propio hilo hacia una curva hasta unirse con la mano del contrario. En realidad, su hilo, de ellos dos. Ya no era más una cuerda individual.

No hay duda, realmente estamos unidos. Admitió pesadamente dentro de sus pensamientos.

 Desgraciadamente no era un error por no tener puestos sus lentes de lectura.

El desconocido inclinó la cabeza sin entender que es lo que miraba, pero sin desaparecer su sonrisita.

YoonGi se aclaró la garganta, levantando la cabeza. Cuando sus ojos chocaron contra el contrario, se estremeció tan fuerte que tuvo que apartarlos de inmediato.

¿Qué, demonios, fue eso? Nunca en su vida tuvo un contacto visual que fuera tan intenso. Trató de controlar su cuerpo, sus reacciones debían ser algo provocada por el hilo.

—¿Tú...? —Comenzó a preguntarle, intentando no ser muy grosero— ¿Seguro que no eras una chica?

Tenía labios rellenos, manos delicadas y el rostro perfilado. Debía ser un error de apariencia y él era un ella dentro de ese abrigo gigante. ¿Quién era él para decir que alguien no era una mujer por su forma de vestirse?

—¡¿Eh?! 

¿Por qué se sonroja?  Se cuestionó YoonGi casi bufando en voz alta. ¿Sonaba como alguna clase de cumplido para él? 

El chico de melena colorada agitó la cabeza hacia los lados. Sus mechones de cereza cayendo sobre sus ojos. Ugh, YoonGi podía colocar al rosa en primer lugar en su lista de colores menos favoritos

—No... Definitivamente soy hombre. De hecho soy...

—¡YoonGi!

YoonGi se tensó, dejando su atención por el muchacho para encontrar a JeongYeon caminando hacia él.

—JeongYeon...

—¿Qué haces deambulando fuera de la sala del club? —le preguntó sin dejar su rumbo. Hasta que llegó a su lado y se encontró con la figura del tipo. Se sobresaltó— ¡Ah! ¡Eres Park JiMin!

—Eh...

YoonGi observó al chico sonreír apenado, casi como si estuviera incómodo. JeongYeon debió percibirlo al igual que él, porque al instante se cubrió la boca y rió apenada.

—Lo siento por eso. Eres una persona muy famosa por aquí. ¡Había oído rumores sobre un estudiante de canto de segundo año muy genial! — JeongYeon juntó sus dos palmas a la altura de su boca— Hace un mes fui a uno de tus recitales. ¡Eres realmente genial!

YoonGi entrecerró los ojos escuchando como lo alababa, intentando conservar un gesto que no fuera aterrador. Tenía los labios tensos y mostraba un poco sus dientes delanteros, pero las cejas muy juntas.

—Ah... ¿Gracias? —murmuró el chico, sonriendo un poco. JeongYeon estalló en carcajadas como si le hubiesen contado un buen chiste.

YoonGi abrió la boca. Los ojos de JeongYeon nunca solían brillado tanto y jamás batió las pestañas tantas veces en una conversación. Cuando ella jugó con mechón de su cabello y se mordió los labios, todo fue demasiado evidente.

Este tipo...

¡Este tipo es mi némesis!

Después de detener su ola de adoración hacia el chico, JeongYeon reparó de su ahora insignificante existencia al lado de JiMin.

—¡Así que es un conocido tuyo!

YoonGi por reflejo miró su hilo rojo, pero se apresuró a negar.

—Eh... —Aunque tampoco sabía que decir del todo— No realmente.

JeongYeon se enganchó del brazo de JiMin. A YoonGi generalmente no le importaba que ella fuera por ahí abrazando a todos sus amigos, pero verla haciendo eso con su competencia le crispó los nervios.

—Oh, cierto, JiMin. ¿Estás en algún club?

—Uh, no... —JiMin negó con su vocecita baja y la sonrisa en el rostro de la rubia se ensanchó.

No, no, no, no. Ni de broma. YoonGi podía ver claramente sus intenciones. ¡Pero no! Saltaría de un tercer piso antes de que el chico de pelo rosa decidiera unirse a su clase.

—JeongYeon linda, creo que... —Colocó su mano sobre su boca y fingió toser. Mientras decía "Cupo lleno" intentando ser lo más discreto posible. Tanto como su amor platónico y el tipo lo miraron extrañados, pero ese no detuvo a ninguno de los dos en seguir con su charla.

—Nuestro club es el de piano. ¿Estás interesado? —propuso JeongYeon, mirándolo fijamente—. Estoy segura de que los chicos de danza o coro ya te han llamado.

—Sí.

—¡Oh, no! ¡El piano fortalecería tu canto! ¿No te gustaría unirte a nosotros? —Los ojos de JiMin se posaron sobre YoonGi. Este se encargó de regarle una mirada que lo hiciera asustarse y correr muy lejos. Aunque no fue lo suficientemente bueno porque el chico intruso por un breve instante pareció pensarlo.

—Eso... ¿Está bien? —respondió en cambio. YoonGi respiró asustado.

Si aceptaba JeongYeon y él mismo le vería diario y no necesitaba ser un genio para saber que sería una muy mala idea.

—¡Absolutamente! —exclamó JeongYeon tirando del estudiante de canto más cerca de ella.

—Oh, ¡Muchas gracias!

¿Aún seguía en pie la propuesta de saltar de un edificio? YoonGi comenzaba a considerarla. O mejor aún, si JiMin se resbalaba... Respiró hondo, apartando sus pensamientos.

Tenía que mantenerse sereno para no perder la cordura.

De pronto, NamJoon apareció. Estaba sosteniendo las baquetas de su batería en una sola mano y las usó para señalar al nuevo.

—Vaya, ¿eres Park JiMin? —Miró al chico sorprendido.

—¡NamJoon, él aceptó unirse a nuestro club!

—Eso es genial —comentó, verdaderamente contento. Compartiendo el entusiasmo con JeongYun—. ¿Vendrías con nosotros a un viaje el próximo mes?

YoonGi carraspeó intentando detener a su amigo. NamJoon notó su presencia y se inclinó para darle un golpe en la cabeza con sus baquetas.

—Hablaremos más tarde de lo que hiciste —le advirtió en tono bajo para que solo ellos pudieran escucharlo. YoonGi se talló donde le golpeó, observándolo con confusión. Esta vez no tenía ni la mínima idea de lo que hizo enojar al baterista. Lo único que notó distinto era que su hilo rojo ya parecía ser tan largo como el infinito.

Oh, así que NamJoon también encontró a su alma gemela.

—¿Viaje? —musitó el pelirosa, sin desaparecer su sonrisa.

—Haremos un viaje que YoonGi logró, ¡iremos a esquiar! —JeongYeon le contó tan entusiasmada que YoonGi se habría sonrojado por saber que él era el motivo—. Oh, él es el presidente del club.

JiMin se inclinó para mirarlo, YoonGi fingió no notar que buscaba sus ojos.

—Wow, ¿en serio eres JiMin? —TaeHyung llegó hasta ellos, sonriendo en grande como le era habitual, se dirigió hacia JiMin. Antes de que pudiese darse cuenta todo su club de piano estaba rodeando al chico, como si fuese una obra de arte.

No es como si fueran muchos miembros, faltaba TaeYong sin embargo el estudiante de danza llegó rápidamente. Pese a eso YoonGi frunció el ceño preguntándose qué diablos tenía de efecto JiMin o si se trataba de alguna clase de imán para las personas, ¡ninguno de ellos era tan puntuales!

—¡YoonGi debería ayudarte en las inscripciones! —Repentinamente propuso TaeHyung en voz alta, YoonGi lo asesinó con la mirada. Y pensar que alguna vez creyó que Tae era un chico amable que podía volverse un buen amigo.

Aunque no era su culpa, nadie podría saber que ellos estaban unidos por el destino.

—Eh... ¿No te molesta? —le preguntó suavemente, JiMin, sosteniendo las mangas de su suéter y mirándolo con pena. TaeHyung, NamJoon, TaeYong y JeongYeon suspiraron enternecidos por la bonita imagen del chico siendo tierno.

—Yo tenía una conferencia. —Le recordó a TaeHyung, desviando la mirada de JiMin.

—¡Por favor, YoonGi! —JeongYeon le pidió, haciendo un gesto de súplica—. Las conferencias pueden esperar.

YoonGi entendió que esa era una forma de decir que ella también estaba faltando a la suya. Admiró sus labios rojos apretados y sus manos sobre sus mejillas.

Suspiró profundo, odiaba cuando ella hacía ese gesto porque podía concederle cualquier cosa que le pidiese. Hacia esto únicamente por JeongYeon. 

Asintió con la cabeza tensa, el movimiento fue extraño, pero hizo que la chica hiciera un sonido de victoria.

Apenas esperó a comprobar que el chico iba a seguirlo, solo se marchó.

—Ve con él, JiMin.

Le indicó alegremente JeongYeon.

—De acuerdo...  —dijo, marchándose hacia su lado. YoonGi lo miró de reojo apresurando el paso. ¿Acaso JiMin pensaba hacer todo lo que JeongYeon le ordenara? ¿Y quién aceptaba un viaje de la nada ofrecido por desconocidos?

¿Qué clase de persona es?  Se cuestionó, evitando prestarle demasiada atención.

—Bueno, yo...— omenzó el chico, intentando iniciar una conversación— Soy JiMin. ¿Tú...?

—Yo... —YoonGi se pasó los dedos sobre el lóbulo de la oreja, titubeando—. Realmente tenía una conferencia —le explicó al final— ¿Conoces el camino a la recepción? —JiMin asintió— ¿puedes seguir solo, no? —Afirmó de nuevo con la cabeza— Bien, la secretaria hará el paleo.

Fue todo lo que dijo, sin esperar respuesta alguna sostuvo las correas de su mochila y huyó.

Solo hasta saber el chico estaba lo suficientemente lejos, dejó de caminar y miró su meñique. Su día no podía ir peor.

Seguidamente acechó al cielo con su enojo incrementándose y empuñó su mano en el aire,

—¡Se equivocaron, me emparejaron mal! —les reclamó a los dioses que seguro estaban riéndose. Pasó por alto las miradas que recibió, estaba demasiado furioso—. No importa y no sé cómo, pero lo resolveré.

Afirmó.

Lo haré. Se prometió firmemente.

Un poco menos nervioso asegurándose que él podría resolver ese error, volvió a buscar su teléfono. Su primera actividad estaba ya perdida por mucho tiempo, seguramente debía estar por terminar así que no tenía caso ir al auditorio.

—¿Min YoonGi? —preguntó alguien a sus espaldas. YoonGi se dio vuelta poco a poco tragando grueso al ver a su profesor bajando su teléfono de su oído, como si estuviese terminando una llamada—. ¿No debería estar en mi conferencia?

—Oh, mierda.

Bueno, al parecer su día si podía ponerse peor.

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