Brazos reconfortantes
Dorotea murió un día antes del recital de YoonGi. Su dueño simplemente limpió su pequeña pecera en silencio y no dijo nada, marchándose a la universidad para el ensayo general en el teatro de la institución. Tampoco habló cuando llegó la hora del club y TaeYong apareció en la puerta un cuarto de hora más tarde del horario normal.
Su silencio no debió ser algo que llamara la atención de alguien normal. Apenas NamJoon lo notó y YoonGi le dio una explicación corta y sin mirarlo a los ojos.
—Estoy algo decaído, Dorotea murió hoy. —Entonces su amigo le sonrió golpeando la baqueta en su hombro como un silencioso consuelo y se alejó para darle su espacio.
El problema era que JiMin no era alguien normal. Tenía un detector de emociones para su Sunbae que había aprendido, nada escalofriante si se lo preguntaban.
Se sentó a propósito junto a NamJoon en uno de los pianos, buscando una forma de iniciar la conversación con rumbo en su Sunbae. Sería grosero iniciar con una simple pregunta interesada.
Desde su lugar podía observar durante toda la sesión del club, la espalda encogida de YoonGi mientras tocaba. Los hombros estaban más hundidos que de costumbre, definitivamente algo estaba mal con él. ¿Tendría que ver con el recital?
—Uh... YoonGi Sunbae parece triste —comentó en voz baja, esperando una respuesta de NamJoon que tenía los ojos sobre su teléfono.
El baterista dejó de revisar su teléfono para darle una mirada que vergonzosamente incomodó un poco a JiMin. Parecía decirle que sabía aquello entre los dos.
—Lo está. —Le respondió escuetamente, pero su boca comenzó a levantarse en una sonrisa divertida. JiMin tomó eso como una invitación a seguir preguntando.
—¿Por qué?
—Su pez murió en la mañana.
—¿Dorotea? —JiMin mantuvo la boca abierta y dirigió su mirada a YoonGi. Él no tenía mascota, lo más cercano a eso era el gusto que tenía por acariciar gatos que veía por la calle. Pero, entendía el sentimiento deprimente que su mayor debía estar atravesando. A él de verdad parecía gustarle su pez dorado, lo supo cuando le enseñó una fotografía con una sonrisa disfrazada de su cotidiano desinterés.
—Sí. —NamJoon alzó una ceja, él era de las personas más cercanas a YoonGi. Y a pesar de eso no recordaba de primer instante el nombre de su pez dorado.
—Él debe estar muy triste —concluyó JiMin, mirando a YoonGi con preocupación.
—Deberías animarlo —le animó NamJoon con una sonrisa sabelotodo poniéndose de pie y tomando su mochila—. YoonGi puede empujarte lejos, pero... Él puede apreciarte incluso si no lo dice.
Su consejo fue recibido con una sonrisa radiante de JiMin.
—Yo... ¡Muchas gracias, NamJoon Hyung!
—Eh, ¿de qué están hablando? —Intervino TaeHyung con los labios torcidos en protesta.
—De nada que te importe —respondió el baterista rápidamente, dándole un golpe con la cabeza con una de sus baquetas—. Vamos juntos a casa, TaeHyung.
Le ordenó, tirando de la ropa del chico para darle una oportunidad de dejarlo con YoonGi a solas. Era muy seguro que su amigo estaría muy furioso si supiera que estaba entrometiéndose en ese asunto.
En su defensa no podría evitarlo, su mejor amigo era muy cobarde para enfrentarse a este tipo de situaciones. Si JiMin le gustaba nunca saltaría la brecha entre compañeros.
Tendría que ser empujado.
Otro punto importante fue JeongYeon. Ella no encajaba a su vista como pareja de YoonGi. Su amiga tenía un carácter parecido y eso lo obligaría a no abrir del todo sus sentimientos hacia ella. Una corazonada le decía que con dulce estudiante de canto las cosas serían distintas. Así que era orgullosamente team JiMin.
—¡Suerte en los ensayos, JiMinie! —le gritó TaeHyung con ánimos. Entonces se volvió hacia el presidente al fondo del salón— ¡Trabaje duro, presidente!
—Sólo vete ya, TaeHyung —le gruñó YoonGi, sin molestarse en mirarlo.
—¡Qué cruel! —lloriqueó Tae tocándose el corazón, y colgándose de NamJoon— Vámonos, NamJoon Hyung. Puedes comprarme Kimbap en el camino.
—No voy a comprarte nada —respondió el baterista saliendo del club y sus risas se perdieron en el fondo del pasillo.
JiMin miró con inquietud la figura de YoonGi. Después de lo que sucedió en su casa ellos no tuvieron ni una sola oportunidad de hablar sin nadie a su alrededor.
Arrastrando los pies, se mordió el labio.
—Vete a los ensayos, JiMin —YoonGi le ordenó sin darse la vuelta para observarlo, únicamente dejando de tocar sólo para ser escuchado. El estudiante de canto movió la boca con desacuerdo.
—También tiene que ir.
—Sí, lo haré... —musitó separando minúsculamente sus dedos sobre las teclas, pero mirando siempre hacia el piano.
Con resignación, JiMin arrastró un banquito cerca del de YoonGi y tomó asiento.
—U-uh, YoonGi Sunbae.
—¡JiMin si se trata de lo de tu casa ni si quiera lo recuerdo bien! —chilló histéricamente mientras se sonrojaba con violencia. Los ojos del estudiante de canto se abrieron de par en par— Ah, lo siento.
YoonGi sonrió con incomodidad, rascándose la nuca.
—¡N-no pasa nada! —JiMin agitó sus manos, tratando de disipar la tensión en el ambiente— No pasó nada en realidad, no fue nada importante...
El entrecejo del mayor se frunció. Mentiroso...
Pero si JiMin quería fingir que aquello no era importante, ni lo más precioso que alguien le hubiese dicho en la vida, podría seguirle la corriente.
Sólo que no podía actuar como que nunca pasó, su corazón se agitaba de tan sólo recordarlo. "Yo deseo... Atesorarlo." ¡No, debía olvidar eso! Sus mejillas estaban comenzando a sentirse calientes, lo que era una mala señal.
—¿Entonces qué quieres? —preguntó cerrando la tapa de piano y girando su cabeza para ver a JiMin. El calor en su cara por fin comenzó a enfriarse.
—Ah, bueno... Me preguntaba si tenía algo que hacer terminando los ensayos.
—Sí —respondió de inmediato. Siendo honesto esta vez, tenía un turno en la cafetería que cubriría para poder saltarlo el siguiente día en el recital.
—Oh, ya veo... —Fue tan desesperante para YoonGi ver la cara de JiMin tan feliz a triste en un segundo por sus palabras. ¡Sus cambios de humor no eran su culpa! Era lo que quería decirse, pero sabía que lo eran— No se preocupe, no quería molestarlo.
—¿Qué es lo que estás planeando?
Acusatoriamente lo miró.
—NamJoon me dijo que tu pez murió.
Maldijo entre dientes, una grosería muy elaborada. A veces YoonGi odiaba ser tan unido con NamJoon y JungKook, olvidaba que tenía que mantenerse con la guardia arriba alrededor de ellos y podía contarles cosas que lo harían ver como alguien llorón. No le gustaba esa sensación.
Podía admitir en sus pensamientos que estaba deprimido por Dorotea, decirlo para otra persona era una cosa completamente distinta.
—Oh. —Él pateó lejos la expresión triste para parecer tan serio siempre—. ¿Y bien?
—Uh, es... Yo quería... —Mirando hacia los lados y tallando su cuello, JiMin comenzó a sentirse inquieto— Regalarle otro pez. Pero, no sé nada sobre ellos y tampoco sobre sus gustos así que... Pensé que sería mejor si Sunbae... Lo escogía por su cuenta. Es una idea que le parece tonta, ¿verdad?
YoonGi quería decirle que sí, que no fuera ridículo, nadie daba un regalo así. Que lo que menos quería era llenar su pecera después de estar tan acostumbrado a Dorotea.
Pero entonces observó el rostro de JiMin apenado y su postura tímida. Y pensó hace mucho tiempo que nadie había querido hacer algo tan bonito por él.
Era tan bonito, por los dioses.
Suspiró hondo, con pena de sí mismo y su falta de voluntad en lo que respectaba a ese chico con cara de cachorro pateado.
—Terminando el ensayo, tengo turno en la cafetería.
—Oh. —JiMin se acomodó llenándose de alegría, tan radiante como la primera vez que lo vio—. Puedo esperarlo.
—Será tarde —le advirtió a regañadientes.
—¡Lo esperaré! —prometió JiMin inclinándose para invadir ligeramente su espacio personal.
YoonGi bufó, pero no lo apartó. Al menos no de inmediato y eso fue un enorme avance.
El trabajo en la cafetería fue la excusa perfecta para mantener la mente de YoonGi ocupada y evitar caer en el estrés antes de la presentación.
Había un cúmulo nervioso en su estómago que se asentó cuando JiMin llegó a la cafetería. Tenía bonita sonrisa que atraía la mirada de varios clientes pero él sólo se dirigió hacia él, lo encontró de inmediato con la vista detrás de la caja registradora. Agitando su mano en forma de saludo y sonriendo con sus ojos y boca.
—Vaya, tu amigo está aquí —apuntó JungKook, con sorpresa.
—No es mi amigo —refunfuñó cruzándose de brazos y golpeando su pie ansiosamente contra el piso. Observó cómo JiMin se sentaba, probablemente esperando un poco para ordenar algo. Más vale que lo hiciera o YoonGi lo sacaría a patadas, no tendría un trato especial por sentarse ahí y sólo verse guapo.
—Voy a tomarle la orden —le avisó JungKook corriendo hacia su mesa. YoonGi se esforzó para estirarse sobre la caja registradora y darle un buen golpe en la nuca al pasar a su lado.
—Nosotros no hacemos eso —gruñó, siendo completamente ignorado.
Su traicionero Dongsaeng corrió a atender a JiMin y los dos compartieron una sonrisa. YoonGi desde su sitio, tuvo un profundo deseo de poder leer los labios porque su sentido especial le decían que estaban hablando de él.
En el momento en que JungKook llegó a su puesto pasándole la orden del estudiante de canto, supo que ellos lo hicieron.
—Así que... —Inició el chico moviéndose hacia la cocina para preparar el capuchino por su cuenta— ¿Va a llevarte a una cita?
YoonGi abrió los ojos, buscando algo que lanzarle. Desgraciadamente no había nada que su gerente no fuera a cobrarle por romperlo.
—¡No lo digas en voz alta! —le reclamó con histeria. Dio una mirada paranoica a todas las mesas encontrando que no había nadie mirando en su dirección— No es una cita.
—Él dijo que te llevaría a un lugar.
—Es porque... Tiene el corazón más amable del mundo —explicó son simpleza como si no hubiese dicho un cumplido para su supuesto némesis, tomando totalmente por sorpresa a JungKook—. Y por más que...
La campanilla sonó en alto, junto con el sonido de la puerta abriéndose. YoonGi dejó de prestarle atención para atender con una sonrisa al grupo de personas.
Parecía una familia pequeña. Lo que le pareció divertido a YoonGi fue que tanto la madre y el padre tenían el cabello obscuro, su hija adolescente no era distinta en ese sentido. Unos demandantes genes azabaches en el cabello, reconoció con diversión.
Él pensó muy felizmente, que ellos se veían bien juntos y la perfecta forma en que sus hilos encajaban en el meñique del otro. Últimamente mirar a las parejas unidas le traía una inexplicable paz.
Las dos mujeres se sentaron junto a JiMin. En realidad la adolescente azabache le regaló una innecesaria mirada apreciativa que el estudiante de canto no correspondió.
Já, ella podría mirar con sus ojos reflejando sus hormonas alborotadas pero JiMin no le prestaría atención por mirarlo a él en su puesto de trabajo.
El hombre se acercó en su dirección. Olía a perfume caro y estaba usando un buen traje.
—Bienvenido —dijo inclinándose.
—Gracias. —El sujeto le correspondió. Haciendo que la sonrisa de YoonGi se volviera algo inestable. No debía ser más que su imaginación que el tono de ese extraño le sonara un poco conocido al chico.
En general, el hombre rico le dio la impresión de que ya habían coincidido en algún lado
—¿Qué desea ordenar?
—Uh, es el cumpleaños de mi hija —le explicó mientras buscaba en su billetera—. Así que quiero el pastel más caro.
YoonGi asintió dolorosamente. Ah, los ricos y su necesidad por derrochar dinero pensando que así podían querer más a las personas. Salivó un poco imaginándose un pastel de café totalmente suave y fuera de su presupuesto.
—Por favor, revise nuestras opciones —le ofreció YoonGi con el común tono de amabilidad, girando la pantalla de la caja registradora.
El hombre se inclinó para mirar los precios. Debía estar rodando entre la edad de los cuarenta, aunque se veía positivamente más joven.
—Este. —Señaló con un demandante dedo índice.
El corazón de YoonGi dio un brinco no saludable. Sus dedos eran terriblemente parecidos entre sí.
Ok, eso seguía siendo una aterradora casualidad. En el mundo existían millones de personas con características físicas muy similares entre ellas, todavía no quería decir nada. ¿Por qué tendría que decir algo?
—¡A-ah! —exclamó, dejando de mirarlo— ¿Cómo será su pago?
—Tarjeta —le anunció tendiéndola. YoonGi la atrapó con los dedos temblando y contuvo el aliento cuando encontró el nombre grada en ella. Era un Min, un Min.
A pesar de que no recuerdo mucho de mi padre...
—Sí, c-claro. —Trató de hablar más, pero su garganta se tensó y negó la salida a cualquier otro tipo de sonido
Yo nunca podría olvidar su nombre.
Cerró sus párpados. Estaba mareado, de verdad muy mareado. Nunca se había sentido tan inestable, sentía que sus piernas temblaban. Ni si quiera cuando supo que JiMin era su pareja predestinada se sintió tan desorientado.
Debería gritarle que abandonó a mi madre.
Estaba tan fuera de la realidad que comenzó a tambalearse hacia atrás y la tarjeta se le resbaló de las manos.
Debería decirle que odié el hilo rojo por su culpa.
Se agachó para recogerla, poniéndose dificultosamente de pie y perdiendo el aliento.
Debería... Decirle cuánta falta me hizo en mi vida.
—Chico, ¿te sientes bien? —YoonGi no se interesó en abrir los ojos, estaba temblando tanto que mantenerse de pie fue una difícil tarea.
—No, no estoy bien. —Se sinceró, sintiendo algo húmedo correr tras sus ojos de furia e impotencia—. Lo siento, mi compañero los atenderá.
Logró decir, sin titubear. Sin mirarlo. Rodeó el mostrador avanzando con la vista nublada hacia la puerta.
Quiero golpearlo.
Quiero gritarle.
—Hyung, ¿qué sucede? Estás muy pálido. —No pudo responderle a JungKook, torpemente estaba escapando. Sólo tenía que salir de ahí y volvería a estar bien.
—¡Disculpen! —les llamó con un tono disgustado— ¿No van a atenderme?
—Voy —gritó JungKook moviéndose para atenderlo lo más rápido posible.
Al hombre. Al extraño que debería ser su padre y ahora se paseaba tan orgullosamente con su nueva familia.
YoonGi salió tan rápido como pudo, empujando la puerta con desesperación. Su respiración ya no tenía un orden, sólo era un lío de inhalar con una fuerza abrumadora.
—Oh, Sunbae. ¿Ya terminó? —preguntó una vocecita a sus espaldas.
—No.
Quiero llorar.
No estaba pensando bien, sólo tomó la muñeca de JiMin y comenzó a arrastrarlo consigo.
—¿Qué está haciendo, Sunbae? —le cuestionó con confusión JiMin, pero nunca dejó de avanzar detrás de él. En ese momento su obediencia fue muy bien recibida— M-me está lastimando un poco...
—Lo siento. —Apenas pudo encontrar la fuerza para susurrar.
Él aflojó los dedos sobre el agarre de JiMin y nunca dejó de caminar. Tenía los ojos fijos sobre las personas que iban de compras.
Sabía que había un espacio entre un local que siempre cerraba temprano y las plantas de decoración en la que prácticamente estaría vacío.
Los arrastró ahí, reteniendo la furia a montones.
Tan pronto como estuvieron lejos de la multitud, empujó a JiMin contra la pared y se aferró a él.
El dulce chico hizo un sonidito de sorpresa y se mantuvo totalmente tenso sin atreverse a tocarlo. YoonGi quería ni pensarlo en lo impropio que debía ser todo eso y probablemente era la peor idea considerando que el estudiante de canto tenía un amor no correspondido por él.
Fue muy extraño y malo lo reconfortante que se sintió aplastar su rostro contra el costado del cuello del menor, donde usaba su colonia de melocotón y rodear con sus delgados brazos la espalda fuerte del chico. Lo sujetó con tanta fuerza, que JiMin tuvo que moverse un poco para no perder todo su aire.
Demonios, no tenía derecho a sentirse tan bien. Tan como en casa, quería pasar horas ahí de lo seguro que se sentía.
—S-sunbae, ¿q-qué? —tartamudeó el chico tras reponerse de la sorpresa.
Ah, que patético. Estoy siendo débil.
—Cállate —le ordenó, escondiendo su rostro. Apenas podía hablar de una manera que fuera comprensible—, no digas nada. Ni siquiera te atrevas o sonreír, ni pensar cosas raras...
Vergonzosamente su voz se quebró al final. Sólo enterró su cara más profundo en el cuello de JiMin queriendo morir.
Entonces, su alma gemela le correspondió el abrazo.
La sensación de ser reconfortante se multiplicó y su respiración por fin estaba estabilizándose. Dioses, dioses. ¿Eso era el efecto que tenía el hilo rojo del destino? Ahora YoonGi lo querría mucho más seguido.
Su alma se sentía tan en paz ahí.
—Está bien, Sunbae. Estás bien. Yo te cuido —le prometió y no supo si fue si imaginación pero sintió que los labios de JiMin se presionaban amigablemente contra su frente.
Así que por una vez YoonGi se dejó cuidar, suspirando de gusto.
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