Princesita. Discusiones tontas.
Narrador omnisciente:
Las risas se escuchaban por doquier, entre saltos y vueltas, sonrisas y cosquillas.
—¡Jajajaja! ¡Ven aquí! —gritó un pequeño peliblanco, corriendo con sus pies en la nieve.
—¡Atrápame! —provocó una niña, esta era de unos largos cabellos castaños y grandes ojos verdes.
Después de un tiempo jugando, aquellos dos terminaron cansados, ambos acostados sobre la blanca y fría nieve.
—Estoy cansada —dijo la pequeña en un suspiro, soltando vaho en su respiración agitada, su delicado vestido de seda umedeciéndose.
—Yo más —el chico abrió sus brazos.
—No, yo más —la pequeña levantó su torso, con el seño fruncido y los cachetes inflados.
—¡Yo más! —replicó.
Así inició otra de sus muchas peleas infantiles, y como todas las semanas, llegó el momento en el que la princesa debía marcharse con su padre, el Rey del Reino del Rayo, el cual venía todos los domingos por fines comerciales al Reino Agua.
—¿Me prometes que siempre estaremos juntos? —habló el peliblanco, suavemente, recostando su cabeza en el hombro de la menor; quien jugaba con sus pies removiendo la nieve, sentados ambos en un desnivel de la tierra.
—¡Claro! ¿Por qué me iría? —hizo un pequeño puchero, frunciendo sus labios, los dos juntando sus meñiques en señal de promesa, sus vidas entrelazándose en un instante, pero recordó la hora que era, debía marcharse—. Tengo que irme —informó sin muchas ganas—. Nos vemos —se levantó.
—Adiós Meli —se despidió el chico, acariciando los cabellos de la más baja.
—Adiós Brendan —sonrió con ternura, dándole un abrazo, luego salió corriendo; debía irse antes de que su padre la viese fuera de los territorios del castillo de ese Reino.
—Princesita tonta —susurró el albino, con una sonrisa plasmada en su rostro y sus mejillas levemente rojas, tal vez era por las emociones que le provocaba jugar con aquella ojiverde, o simplemente por el frío.
Aún recordaba el tiempo en el que se sintió solo, cuando aquella princesa no volvió a jugar con él; pues su padre comenzó a tener problemas políticos con el Reino Agua. Él no lo entendía, era solo un niño.
Pero ahora sí, y se preguntaba ¿Qué habrá sido de Melissa? Entonces era cuando observaba a aquella ojiverde, dormida sobre aquellas sábanas en la tierra.
—Se va a despertar si la miras tanto.
Se sobresaltó al escuchar aquella gélida voz, volteándose pudo divisar a Patricia, el amanecer presenciándose tras su silueta oscura; los rayos de sol colándose entre sus cabellos negros como la noche.
—¿D-de qué hablas? No observaba a nadie —desvió la mirada con un rastro de vergüenza en sus mejillas.
—Claro —dijo con sarcasmo, cruzándose de brazos—. ¿Iremos al Reino Fuego no? Es el más cercano.
—Así es —asintió—. Será un largo camino, haremos paradas en los pueblos que quedan hacia allá.
Poco a poco los chicos se fueron despertando, pero Harry tuvo que levantar a Brenda ya que no parecía querer abrir los ojos.
—Brenda, despierta, ya debemos irnos —la removió con voz suave—. Brenda... —tocó con delicadeza su rostro—. ¿Brenda? —comenzó a preocuparse, los chicos lo observaron— ¡Brenda!
—¡Wah! —la chica se despertó de golpe— ¡¿Qué pasó?! —exclamó asustada.
—¡Ah! Despertaste —el chico suspiró aliviado; Brenda lo vió confundida—. Bueno, ya vamos a partir —sonrió dulcemente, logrando despistar a la chica unos segundos—. ¿Brenda?
—¡Ah! Sí ya voy.
Partieron en dirección al pueblo, tratando de mantener un perfil bajo; pues la mayoría de los pobladores los habían visto huir de los soldados.
—¿No deberías haberte quedado en las afueras y después nosotros te traíamos la comida? —comentó Daphne.
—No, si es por mi rostro, nadie lo conoce a excepción de las personas que me han hablado, el rostro de la familia real no se le enseña a todos —rió levemente Patricia.
—Daphne, tienes que familiarizarte aún con este tiem- es decir... con nuestro sistema entre los Reinos y esas cosas —Harry pasó su mano por su nuca con nervios, la chica asintió mientras los gemelos peliblancos compraban algunas manzanas.
—Tienes razón.
Después de haber llenado su estómago usando el dinero de los ahorros de los gemelos partieron hacia el Reino del Fuego.
Mientras tanto, el miedo y temor horrorizaban a todas las Naciones, buscando por todos sus medios alternativas para detener aquel enfrentamiento en el Reino Agua, el cual no se había detenido, aunque al parecer ya no resistirían mucho más, con cada baja que sufría la Nación del Rayo parecían hasta volverse más fuertes.
Lejos de allí, dentro de las paredes de un enorme castillo en el Reino Agua se encontraba un hombre mayor, de cabellos grises y una gran corona sobre ellos, llena de diamantes y piedras preciosas; todas variando entre las tonalidades del azul y el blanco.
—¡Es imposible! —alzó la voz, su furia rebosando en esta.
—A-así es, al ejército enemigo le falta poco para llegar aquí, han destruido la mayor parte del Reino y atravesado todos los soldados que hemos enviado... t-tampoco quedan muchos —informó un joven delgado, de cabellos azabaches y ojos azules, los nervios se veían en su mirada y su voz temblaba levemente.
—¿Qué propones hacer? —dirigió su mirada al chico, quien se mantenía en una reverencia hacia el trono donde el mayor se encontraba sentado.
—S-su sobrina Liset está casada con Friedrich, el heredero al trono al Reino Aire, p-podemos pedirles ayuda, obviamente tendrán que aceptar, así tendremos más ventaja —sus túnicas azuladas caían en ondas al suelo al estar encorvado y a pesar de que su voz temblaba, se escuchaba firme y decidida.
—Tienes razón, necesitamos de sus refuerzos... ¡haz eso! ¡quiero el ejército del Reino Aire aquí! ¡hoy! —ordenó, con el seño fruncido y levantándose de su lugar, bajó algunos escalones.
—P-pero su majestad, es imposible qu-
—Es una orden —susurró, enviándole una mirada afilada al retirarse de aquel salón; su pueblo aclamaba una salvación, él como rey debía dársela, tenía que intentar proteger a su gente a toda costa.
Esto estremeció al de cabellos oscuros, quien se había levantado y suspirado, dispuesto a irse y cumplir su misión.
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Los chicos se adentraron entre colinas rocosas, no había casi vegetación en un radio de muchos kilómetros. Después de medio día caminando estaban cansados; a pesar de que comieron algunos bocadillos cada dos o tres horas.
—Hermanito... —Brenda se le acercó al más alto, con un rostro cariñoso, abrazando el brazo del chico.
—¿Qué quieres ahora? —rodó los ojos, sabía perfectamente que cuando se ponía así era porque quería algo.
—¿Me cargas?
—¿Ah? —alzó una ceja.
—¡Me arden los pies! —frunció las cejas, quejándose.
—¿Y a mí qué me cuentas? Daphne lleva caminando el mismo tiempo que tú y no se ha quejado a pesar de tener dolor en su tobillo —señaló a la chica sin dirigirle la vista, cosa que sí hizo Brenda con molestia y la castaña se encogió de hombros desviando la mirada.
—¡P-pero yo...!
—No —negó.
—¡Vamos no seas así! —removió su brazo con fuerza.
—¡Déjame ya! —bruscamente la apartó, caminando más rápido, la chica deteniendo su andar al quedarse atrás.
A Daphne no le llamó la atención su comportamiento, en su época eran peores las cosas entre hermanos, pero para esos tiempos no era muy usual, por lo que Harry se paró al lado de la albina, sonriendo, y Jade se encaminó hacia Brendan, golpeando su hombro con poca fuerza.
—¿Qué haces? —el chico le dirigió una mala mirada.
—No deberías tratar a tu hermana así —se cruzó de brazos; en su voz un regaño.
—No te metas —respondió cortante, era algo que le salía involuntario tratar a Brenda así, pues fue costumbre desde pequeño.
—Sí me meto, la empujaste, ella solo se preocupa por ti ¿sabes? cuando estuvimos afuera de los calabozos esperándo a que saliesen con Daphne ella no dejaba de decir "¿Qué le habrá pasado a mi hermano? ¿Estará bien?" —hizó comillas de mala gana, luego golpeó con su codo al más alto—. Deberías apreciarla más.
—Tch, la aprecio —llevó una mano a su nuca, desviando la mirada, con un poco de vergüenza—. Solo a veces es insoportable con sus ñoñerías —alzó una ceja ante la mirada de la peliroja, quien no parecía del todo convencida con su respuesta—. ¡Vale! ¡lo siento! —bufó, sacándole una sonrisa a su contraria; quien ya estaba satisfecha.
Por otro lado estaba Harry, tratando de ser amable con Brenda.
—¿Quieres que te lleve yo? —dijo en un susurro con las mejillas levemente rojas, acción que captó la atención de Brenda; pues era un poco irrespetuoso llevar cargada a una chica con la que no estuvieses comprometido. Pero, a ella eso no le importaba mucho, y le dolían mucho sus pies.
—P-pero ¿está bien? —pasó un mechón de su cabello detrás de su oreja.
—Tranquila, es solo si quieres —sonrió con dulzura.
—B-bueno... gracias...
—¿Ah? ¿Pero qué...? —Patricia se asombró ver a los dos chicos llegar junto a ellos, Brenda estando sobre la espalda de Harry.
—¿Uh? —Daphne se volteó a verlos—. Oh, Harry, eres muy gentil, no como cierto gruñón —sonrió con burla hacia el peliblanco, quien quedó boquiabierto cuando los vió.
—¡¿Qué haces llevando a mi hermana?! —se le acercó con rapidez.
—¿Vas a reclamar? ¡déjate de idioteces! ¡hace rato me empujaste! —la chica frunció el seño, quejándose con voz infantil.
—¡Pero si-
Brendan fue interrumpido.
—Chicos —llamó Patricia, deteniendo su andar—. Hay algo cerca... —los demás imitaron su acción, observándola con curiosidad; olvidando por unos instantes aquella tonta discusión.
—¿Algo, o alguien? —interrogó Daphne.
—No lo sé, bueno, tiene dos pies —colocó una de sus manos en su barbilla—. Pero camina de forma muy irregular. Caminemos un poco más, seguro lo vemos —dicho esto avanzaron algunos metros más; rápidamente divisaron lo que buscaban.
—¡Es una chica! —exclamó Brenda, apuntando al frente.
—¡Agh! N-no te muevas tanto —se quejó Harry, en susurro.
—¡Lo siento! —se disculpó.
—No parece encontrarse bien... —Patricia frunció el seño, cada vez se acercaban más, por lo que fácilmente vieron como en su caminar tambaleante caía al suelo.
—¡No está bien! —terminó de decir Jade, con preocupación en su voz.
Comenzaron a correr en dirección a la desconocida, Harry y Brenda iban más despacio.
—¡Está ardiendo! —Brendan la tomó en brazos a penas la tocó.
—Su ritmo cardíaco está acelerado —Jade se había agachado, tocando su pecho.
—Déjenme verla —Brenda se había bajado de encima de Harry, y se acercó a aquellos tres.
Le hicieron espacio y la chica colocó sus manos en la frente de la desconocida; quien sudaba con los ojos cerrados.
—¿Está bien? —la voz preocupada de Daphne se hizo notar.
—Es deshidratación —susurró la albina al verificar el agua en su cuerpo—. No parece haber bebido agua en horas, necesita refrescar su cuerpo —levantó sus manos y dirigió su mirada a las cantimploras, eran dos y las llevaban los dos chicos presentes en su cintura. Dichos objetos se desgarraron, pues había sacado el agua que llevaban en su interior a presión, pero chasqueó la lengua, como si no hubiese querido hacer eso, aunque nadie se percató de su gesto, solo Harry, que no le despegada la vista de encima. El agua flotante se dirigió a la frente de la desmayada, acumulando una capa allí, otro poco fue destinado a su boca, pasando con suavidad por la ranura entre sus labios, algunos minutos después había acabado—. Ha bebido lo suficiente, estará bien —observó a aquella chica de cabellos rubios.
—Eso es bueno, ¿qué hacemos, nos la llevamos? —Brendan parecía dudoso; consiguiendo una mala mirada por parte de Daphne.
—¡Pues claro nos la llevamos! Está en mal estado —se cruzó de brazos.
—Vale vale, no te enojes princesita —sonrió burlón; cambiando su actitud de toda la mañana.
—No me enojo —infló sus cachetes, estos enrojeciéndose debido al apodo; aún no se acostumbraba a este.
—Claro, como tú digas —sonrió de lado, viendo con ternura la expresión de la menor, pero fácilmente pudo ocultarla.
—Ahhh, ¿Podrían parar ya, tortolos? Se me nubla la vista de verlos —comentó Patricia; todos viéndola con duda.
—No ves —se atrevió a decir Brenda.
—Ya, por eso, osea que... —se quedaron en silencio—. ¡Ay! ¡Con ustedes no se puede! —se cruzó de brazos comenzando a caminar, Jade a reír a carcajadas.
—Oye, ¿a dónde vas? —Daphne se apresuró a seguirla, evitando que Brendan viese como se había sonrojado por el comentario de la azabache.
—La llev-
—La llevaré yo —Brendan interrumpió a Harry—. Tú llevarás a mi hermana ¿no? —habló sin verle, con seriedad, agarrando en brazos a la chica inconsciente.
—Le caigo mal —sonrió nervioso el de mechas castañas, viendo como el ojiazul se iba.
—Nah, solo es muy pesado, no nos relacionamos con muchas personas... al menos no lo hacíamos —Brenda le respondió, sonriendo a la espalda de su hermano.
—B-bueno ¿te llevo?
—¿Eh? No, no hace falta —observó como Daphne conversaba alegremente con Jade y Patricia, quien parecía estar molesta—. Tenía razón mi hermano, ella está caminando sin quejarse— dirigió su mirada hacia su pie—. A pesar de estar cojeando.
—¿Qué, estás madurando?
El silencio reinó entre ambos, la chica comenzó a caminar.
—¡No me hables! —dijo de espaldas, con sus brazos cruzados.
—¡Era broma! —rió siguiendo su paso.
—¡Que no me hables!
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Ahora todos se encontraban frente a una inmensa cueva cuya entrada se encontraba frente a un enorme barranco de piedra.
—¿Cómo pasaremos por aquí? —preguntó Brenda.
—¿Debemos entrar ahí? —Daphne parecía nerviosa ante la idea de verse rodeada en oscuridad; desde pequeña le atemorizaba.
—Es enorme —comentó con asombro Jade, viendo hacia arriba.
—Estas son las llamadas Cavernas de Cristal —informó Patricia, dando varios pasos al frente—. Son muy grandes, se extienden por un radio de un kilómetro más o menos, y tienen una gran red de caminos, muchos con salidas, pero otros terminan cerrados.
—He oído hablar de ellas —Harry se le acercó, observando hacia aquella gran entrada.
—Del otro lado se encuentra el siguiente pueblo, con mi Dominio de Elemento y el de Jade podremos ir sin perdernos, no se preocupen por eso —la azabache comenzó a caminar, en cuestión de segundos, erizándose la piel de Daphne.
—¿N-no podríamos tomar otro camino? —se hizo notar, con un leve temblor en su voz.
—No —respondió cortante la princesa, ya casi perdiéndose de su vista, siendo esta seguida por Jade.
—¡Tiene que haber otro! —se quejó.
—¿Qué? —escuchó la voz de Brendan, haciéndola estremecer por unos segundos—. ¿Tienes miedo? —sonrió burlón, el corazón de la chica palpitando con rapidez ante su gesto.
—¡Claro que no!
—Entonces vamos —agarró su mano y tomándola por sorpresa comenzó a correr a su lado a pesar de llevar cargada a una chica.
—¡E-espera! —intentó detenerlo, pero le ganaba en fuerza, el chico riendo ante sus palabras, siendo música para los oídos de la castaña.
—¿Soy yo, o ya son muy cercanos? —Harry sonrió de lado, caminando al lado de Brenda.
—Nah, es imposible que mi hermano le tome cariño a alguien en solo unos días —se observaron entre sí—. Supongo —rieron por algunos segundos.
—¿Y tú? —observó hacia sus ojos— ¿Puedes tomarle cariño a alguien en solo unos días?
—Pues sí, por ejemplo, Daphne ya es mi amiga, también especialmente tú, porque te preocupas por mí —sonrió con dulzura y el chico se encogió de hombros.
—S-solo hago lo que se debe —desvió la mirada—. No es que... ¿eh? —observó como la chica ya se había adelantado varios metros; ignorando sus palabras— ¡O-oye espera! —apresuró el paso.
—¡Vamos! ¡que andando se quita el frío! —comenzó a correr, risueña.
—¡Pero si no tengo frío!
Y se adentraron entre risas al lugar que les haría agonizar en lágrimas, cayendo en la trampa sin darse cuenta, caminando por un sendero mágico que no daba explicaciones.
✧.*_🌹_Palabras:_🌹_*.✧
2621
✧.*_🌹_Publicada:_🌹_*.✧
21/3/2022
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